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- rdf:value = " El señor FERRANDO.-
Señor Presidente, creo que el proyecto en debate, por ser obvio y sencillo, y considerando que la Comisión de Educación Pública lo aprobó por unanimidad, podría despacharse sin que se ocupara parte del tiempo de esta sesión en decir algunas palabras. Pero siento la necesidad de expresar ciertos conceptos.
No participé directamente en el homenaje que se rindió a Pablo Neruda por haber recibido el Premio Nobel de Literatura en 1971.
El otorgamiento de ese galardón al vate chileno fue el hecho que indujo a denominar con su nombre al Liceo de Hombres N° 1, de Temuco. Hubo para ello muchas razones, y se dieron a conocer oportunamente: Neruda fue alumno de ese plantel educacional; su familia vivió en dicha ciudad por la década de 1920; cursó sus preparatorias y humanidades en el referido establecimiento, y se vinculó a la zona familiarmente y por sus numerosos amigos.
¿Por qué he querido intervenir especialmente en este momento?
Se da la curiosa coincidencia de que en los mismos años en que aquel a quien hoy día celebramos como vate de valor internacional, por haber obtenido un galardón que, si bien lo honra personalmente, también honra a la patria que lo cobija como hijo, iniciaba su vida juvenil y daba comienzo en las aulas del Liceo de Temuco a su vida de escritor, una mujer sobresaliente dirigía los destinos del Liceo de Niñas de esa ciudad: Gabriela Mistral.
Por eso, digo, es muy curiosa la coincidencia producida en los mencionados liceos de la ciudad de Temuco. En un mismo momento estuvieron en ellos las dos personas que hoy honran a la literatura nacional y cuyos nombres tienen carácter internacional: Gabriela Mistral, que en ese entonces era Directora del Liceo de Niñas que hoy lleva su nombre, y Pablo Neruda, a la sazón alumno del Liceo de Hombres, que ya lleva su nombre, aunque no por ley, sino por la voluntad unánime de alumnos, ex alumnos, directiva y profesores, quienes, luego de conocer la noticia del otorgamiento del Premio Nobel a Pablo Neruda, se reunieron y, en un acto público solemne realizado en la ciudad de Temuco, determinaron dar el nombre del poeta a dicho plantel educacional.
Quiero destacar también otra razón.
Neruda era entonces un muchacho modesto, tal vez uno de aquellos respecto de los cuales se piensa que carecen de destino. Era un niño como tantos de los que pasan por nuestras escuelas y cuyo porvenir nadie sospecha. Hoy es ya un hombre maduro, con todas las debilidades, virtudes e imperfecciones del ser humano.
Quiero destacar el aspecto del ser humano. Porque ocurre con frecuencia que cuando ciertas personas logran determinadas categorías -en el caso de Neruda, una distinción de rango mundial, extraordinaria-, esto las eleva tanto que, al parecer, las hace perder sus condiciones humanas, les da apariencia de superhombres, poco menos, que nunca tuvieron necesidades ni vivieron la vida común y corriente del muchacho, del joven o del hombre.
Al pensar en este momento en Neruda, lo veo en la época en que fue alumno de ese liceo, que tuve la honra de dirigir, en el que inicié trabajos como profesor y del que más tarde fui inspector general, vicerrector, orientador y rector. Veo a ese niño que jugaba, al igual que muchos otros, en lo que entonces se llamaba la calle ancha la actual avenida Balmaceda, y que seguramente, para ir a los teatros, engañaba a quienes controlaban la entrada. Veo a ese niño que a veces vivía soñando, hecho que inducía a sus compañeros a llamarlo pájaro lunar, porque de vez en cuando, durante el desarrollo de las clases, parecía estar en la Luna. Pero Neruda soñaba con las ideas que ya desde entonces iba a poner en el verso. Fue un niño común y corriente, como tantos. Ahora es un hombre, con virtudes y defectos, una persona que vive la vida de hoy como transcurrió su juventud en otro tiempo.
Me alegra que Temuco ciudad nacida en 1881; recientemente cumplió 90 años en tan breve tiempo haya tenido la suerte de contar, entre los que allí vivieron, se educaron o trabajaron, a dos personas que merecieron, en el campo de las letras, el reconocimiento internacional que significa el Premio Nobel de Literatura: Gabriela Mistral y Pablo Neruda.
Por ello, por los liceos de la ciudad de Temuco y por lo que para la ciudad significa, rindo hoy día especial homenaje al hombre que es Pablo Neruda, al niño que fue en la escuela, al joven que estuvo en el liceo, a quien inició sus primeras tentativas de versos siendo estudiante, al muchacho común, como tantos pictóricos de esperanzas e ilusiones y a quienes a veces las circunstancias más imprevistas les abren un camino, les brindan la posibilidad de descubrir una vocación; les abren un futuro que no sólo los honra personalmente, sino que con posterioridad llena de orgullo a la patria que los vio nacer o a las instituciones en que actuaron.
Así sucede con el Liceo de Hombres N° 1, de Temuco, que se honra al recibir el nombre de quien, sin duda, ha alcanzado la más alta distinción que haya obtenido alumno alguno de los que hasta ahora han pasado por sus aulas.
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