-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588412/seccion/akn588412-ds93-ds94
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneSeccionRecurso = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588412/seccion/akn588412-ds93-ds94-sp146
- bcnres:tieneSeccionRecurso = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588412/seccion/akn588412-ds93-ds94-sp145
- bcnres:tieneSeccionRecurso = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588412/seccion/akn588412-ds93-ds94-sp147
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/2591
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/temporal/1292
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/temporal/1292
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/15
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/2591
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/323
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/1933
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/322
- rdf:value = " El señor IBAÑEZ.-
Señor Presidente, deseo recoger algunos conceptos que vertió el Primer Mandatario al inaugurar la Tercera Conferencia de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas en el curso de la semana pasada, aquí, en Santiago.
Al inaugurar la UNCTAD III, el Presidente de la República expresó su confianza en que esa Reunión no habría de buscar confrontaciones innecesarias, sino acuerdos fecundos.
No obstante tan buen propósito, el discurso del Presidente Allende abundó en diagnósticos inconsistentes y en afirmaciones gratuitas que no conducen a esas soluciones fecundas, y tuvo además juicios condenatorios y expresiones hirientes que dieron a sus palabras un tono de beligerancia inconveniente y desusado.
De esta suerte, el Presidente Allende no habló en nombre de Chile, sino en nombre de su Gobierno minoritario y marxista; y sus enfoques, políticamente interesados, no representaron el pensamiento de la mayoría de los chilenos ni los anhelos y esperanzas de los hombres y mujeres de trabajo, ni los de una juventud que observa su futuro con frustración y pesimismo.
En mi carácter de representante de vastos sectores de la mayoría de Oposición, deseo expresar lo que esos chilenos piensan y esperan de la Conferencia Internacional que acaba de iniciarse en Santiago.
Por de pronto, es preciso decir que la calificación de Naciones del Tercer Mundo es simplista y arbitraria, y que rechazamos la inclusión de Chile en ese grupo.
Chile pertenece a un conjunto de naciones iberoamericanas en que predomina una sólida formación europea y cuyo sector social más destacado es su amplia, vigorosa y emprendedora clase media. Sus normas de convivencia han estado regidas por un Estado de Derecho de cuya vigencia dan testimonio más de 150 años de historia; y su nivel económico, que ha sobrepasado los 600 dólares de ingreso per cápita, podría permitir su acelerado incremento, a no mediar los esfuerzos sistemáticos que realiza el actual Gobierno para abatir nuestra economía con la finalidad de destruir la independencia económica y la libertad política de los ciudadanos.
No hay, pues, ninguna razón valedera, aparte la política de Gobierno ya expresada, que impida el desarrollo material y espiritual de nuestro pueblo, ni la consolidación de su independencia, ni el florecimiento de su cultura.
Reitero, por tanto, que estas circunstancias chilenas poco o nada tienen en común con aquellas a que se pretende adscribirnos, vale decir, con esa ficción que la burocracia internacional ha dado en llamar el Tercer Mundo.
Confusión entre los problemas específicos chilenos y las irrelevantes generalizaciones del Tercer Mundo.
El discurso del Presidente de la República abundó también en generalizaciones irrelevantes que mostraron claramente su propósito de tender una cortina de humo o de aparente justificación de los descalabros que sufrimos los chilenos como consecuencia del Gobierno marxista que nos rige.
Sostuvo el Primer Mandatario, por ejemplo, que 15% de los habitantes del Tercer Mundo está condenado a morir de hambre; pero dejó en duda si al tenor delas circunstancias políticas que impulsa su Gobierno, los chilenos quedaremos incluidos o no en ese fatídico 15%. Agregó que hay más de 700 millones de analfabetos en África, Asia y América Latina; pero omitió decir que en los últimos 30 años el índice de analfabetismo se ha reducido en Chile en forma impresionante, hasta el punto de que ya podría asegurarse que esa deficiencia cultural ha desaparecido virtualmente en las generaciones jóvenes de nuestro país.
Sostuvo además que en América Latina el 50% de la población activa está cesante o tiene una desocupación disfrazada; que las naciones en desarrollo, que concentran 60% de la población mundial, disponen solamente de 12% del producto bruto, y que existen algunas decenas de países cuyo ingreso per cápita no pasa de 100 dólares al año. Insisto en que este tipo de informaciones son irrelevantes y tienen por finalidad confundir a las personas que las escuchan.
Así, por ejemplo, dentro de nuestro continente hay países, como Brasil, que exhiben un índice de desarrollo impresionante y ejemplar, al paso que otros, como Chile, que carece de inversiones, no construye nuevas industrias ni aumenta sus fuentes de trabajo productivo, se encuentran enfrentados a una etapa de franca decadencia. Por lo tanto, lo que procedería poner de manifiesto sería, primero, las diferencias notables que existen entre los diversos pueblos, sean subdesarrollados o en vías de desarrollo, y, segundo, correspondería analizar las causas específicas de los progresos que acusan unos y de los retrocesos que muestran otros.
Dar a entender que los pueblos que integran ese mítico Tercer Mundo carecen todos ellos de futuro o están condenados a una miseria irremisible o no acusan progresos notables o auspiciosos, es simplemente mostrar una imagen no sólo distorsionada o falsa, sino profundamente engañosa respecto de realidades políticas, económicas y sociales que exigen ser expuestas con seriedad antes de emitir juicios tan inconsistentes y perturbadores, como los que se escucharon en la sesión inaugural de UNCTAD III.
El propio Presidente Allende parece tener plena conciencia de lo que estoy afirmando, según se desprende de las siguientes palabras incluidas en su discurso: La primera constatación es que nuestra comunidad no es homogénea, sino fragmentada en pueblos que se han hecho ricos y pueblos que han quedado pobres.
Parecería obvio que el interés de la UNCTAD se centrara en investigar las políticas seguidas por aquellos pueblos que se han hecho ricos y en poner de relieve, asimismo, los errores, la pereza o el desgobierno de aquellos que se quedaron pobres. Sin embargo, lejos de ahondar en este análisis primordial, el Presidente Allende se limitó tan sólo a decir que incluso entre los pueblos pobres existen, por desgracia, países todavía más pobres, lamentación que no arroja ni una mínima luz para solucionar los problemas de esos pueblos.
Se lleva la lucha de clases al plano internacional.
El tema central del discurso del Presidente Allende, el leit motiv de su peroración marxista, responde en términos absolutos a los dictados, comunistas en materia de política internacional. Me refiero a que el principio de la lucha de clases, circunscrita hasta hace poco al propósito de quebrantar la convivencia social dentro de las naciones, debe ser trasladada al plano de las relaciones internacionales a fin de impulsar una lucha de clases entre pueblos y continentes.
No puede obedecer a otros propósitos la profusión de calificativos hirientes que utilizó el Presidente de la República, así como la división tajante, simplista y reiterada que hizo él entre naciones opulentas y pueblos pobres, entre países ricos y miserables, entre pueblos prósperos y expoliados, etcétera, etcétera. Denunció en tono quejumbroso las injusticias que soporta el Tercer Mundo y anunció en tono amenazante las reivindicaciones de esos oprimidos. Todo ello pudo haber estado bien si correspondiera a causas efectivas de los problemas que señaló, o si tuviera relación con la raíz de los problemas que abruman a Chile.
Desgraciadamente, para el caso nuestro, esas lamentaciones y diagnósticos nada tienen que ver con las angustias que sufren los chilenos.
Porque, en su afán de impulsar la lucha de clases entre los pueblos y siguiendo la práctica del cojo, de echar la culpa al empedrado, responsabilizó a otras naciones de desgracias que, en el caso de Chile, son de responsabilidad primordialmente local y deben, por tanto, ser resueltas en casa.
No pueden causar asombro, por lo mismo, las numerosas contradicciones que contiene su discurso. Mientras invoca la Carta de Argel para sostener que la responsabilidad primordial de nuestro desarrollo nos incumbe a nosotros mismos, acusa a otros países de las penurias económicas que aquí sufrimos. Y cuando asegura estar realizando una transformación revolucionaria para profundizar el régimen democrático y respetar el pluralismo de nuestra Constitución Política, olvida el retiro del Gobierno del único partido democrático que lo integraba y la desaparición consiguiente del último vestigio de pluralismo. Pone énfasis en seguida en que en Chile no existe ni la menor represión a la expresión oral o escrita, y manifiesta esta seguridad en los precisos instantes en que firma un veto que impedirá la subsistencia de las radioemisoras de Oposición.
Señala ufano la meta que se ha propuesto su Gobierno de que a fines de este año no quede un solo latifundio en Chile. Pero omite decir que junto con desaparecer esos agricultores se rebaja a la mitad el ingreso que perciben los campesinos y desaparecen los alimentos que el pueblo requiere, cosa que podrían comprobar los representantes de UNCTAD con sólo salir de los suntuosos comedores del edificio de ese organismo, artificialmente abastecido para esta ocasión.
Riquezas básicas: un truco semántico
En el tejido en que entrelaza problemas mundiales con situaciones domésticas, el Presidente Allende cita los acuerdos de las Naciones Unidas sobre el resguardo da los recursos naturales para las naciones que los posean. Pero pocos renglones después protesta de que se impida a los pueblos subdesarrollados disponer de sus riquezas básicas que representan el pan de sus habitantes.
Esta confusión de conceptos revea algo más que una superficialidad incidental. Es ya notorio que existe toda una campaña promovida por funcionarios internacionales para identificar el concepto de recursos naturales, defendido por las Naciones Unidas, con el concepto de riquezas básicas, inventado por los marxistas para estimular rencores.
Es preciso dejar en claro la indiscutible importancia de los recursos naturales que existen en cada nación; al paso que las llamadas riquezas básicas no pasan de ser una fantasía destinada a excitar apetitos y violencias. En efecto, los recursos naturales están siempre ahí, potenciales e inertes, mientras que la riqueza es preciso crearla mediante una suma de esfuerzos cotidianos, inversiones de capital, capacidades administrativas y dominio tecnológico. Los recursos naturales, si no son explotados tienen permanencia indefinida; mientras la riqueza es, ror su propia naturaleza, efímera y volátil.
Un ejemplo servirá para ilustrar este planteamiento. El día en que el Gobierno chileno expropió la industria minera de Chuquicamata, no cabe duda de que recibió una riqueza básica. Pero a cantar del día siguiente, esa riqueza comenzó, progresivamente, a dejar de ser tal; y si consideramos el proceso de deterioro de nuestras explotaciones mineras por la acumulación de indisciplina, incompetencia, ausencia de inversiones y sustitución de técnicos por comisarios políticos, no cabe duda de que, aunque nacionalizamos una riqueza básica, terminaremos quedándonos apenas con los recursos naturales en que ésta se fundaba.
Cobre: tecnología, explotación foránea y traición
La reiterada afirmación del Gobierno de que toda su acción frente a las industrias cupríferas contó con el respaldo unánime del Congreso es falsa. El Partido Nacional dio su aprobación a un proyecto que permitiera expropiar la gran minería del cobre; pero votó en contra, con fundamentos muy claros y enérgicos, todas las enmiendas constitucionales que han sido la causa de que, en lugar del fuerte crecimiento que debió tener la producción cuprífera, Chile se encuentre hoy anta un estancamiento y un alarmante deterioro de esta producción vital.
Nuestro Presidente se queja, asimismo, amargamente sobre la incapacidad tecnológica de los países en desarrollo como resultado de un histórico proceso de dependencia. Y agrega una afirmación que nadie osará discutir. Dice que cada vez con mayor frecuencia miles de científicos y profesionales abandonan sus patrias para servir a los países opulentos. Pero, desgraciadamente, el Presidente de la República no se interroga sobre los motivos que impulsan a nuestros científicos y profesionales a abandonar su patria, ni tampoco propone a la UNCTAD ningún remedio plausible a tan perniciosa anemia.
Las causas de esa situación que afecta gravísimamente al desarrollo de nuestros pueblos, son de sobra conocidas; y sólo falta saber si los señores delegados a la UNCTAD tendrán el coraje de reconocerlas y decirlas. Los técnicos y profesionales se van de países como Chile por la muy simple razón de que el Gobierno les cierra toda oportunidad y elimina todo estímulo para realizar sus altas funciones. Digo lo anterior, porque les niega la consideración que les debe y porque los priva de una libertad esencial al dejar supeditadas las empresas en que laboran al control y decisiones de comisarios políticos. Por estas razones, se han ido los técnicos del cobre y se van también los médicos o los ingenieros o los más destacados servidores de las propias empresas estatales, como el Gerente General de ENAP, el Gerente General de ENDESA, el de Cemento Melón, etcétera, entre muchos otros.
Los gobernantes de los pueblos en desarrollo, que están sufriendo estos descalabros de sus economías, deberían tener el coraje de asumir la responsabilidad personal que recae sobre ellos, y no achacar a otras naciones culpas que provienen exclusivamente del sectarismo de su ideología o de sus partidarios.
Pero el caso del cobre chileno es extraordinariamente ilustrativo para señalar otros dos aspectos del deterioro que exhiben algunos pueblos subdesarrollados, a los que el Presidente Allende aludió con insistencia en su discurso.
Inaceptables interferencias foráneas
Sostuvo una verdad indiscutible el Presidente de Chile cuando, refiriéndose a la connivencia de ciertos grupos gobernantes con los factores del atraso, señaló: No menos importante ha sido la alienación de la conciencia nacional. Esta ha absorbido una visión del mundo elaborada en los grandes centros de dominación y presentada con pretensión científica como explicación de nuestro atraso.
Lo que afirma el Presidente Allende es, precisamente, la tragedia que vive Chile en estos momentos. Desde los centros de dominación de la Unión Soviética se ha elaborado, con pretensión científica, una explicación de nuestro atraso, intentando producir una alienación de la conciencia nacional. Y, además, esa maniobra oculta la más grande traición al desarrollo económico de nuestra patria y al bienestar de sus habitantes.
En efecto, tan pronto el Gobierno tomó el control de los minerales de cobre recibimos en Chile la inmediata visita de una numerosa delegación de técnicos soviéticos que venían en búsqueda de la tecnología de los norteamericanos para imponerla a sus atrasadas explotaciones mineras. No obstante, y conscientes del insuperable vacío tecnológico que dejó en evidencia la comparación de los rudimentarios sistemas soviéticos con la avanzada tecnología aplicada en las minas de Chile, los rusos estimaron necesario dar un paso mucho más eficaz y definitivo.
El dócil Partido Comunista de Chile uno de los poquísimos que respaldó a Moscú durante la invasión a Checoslovaquia endureció su ofensiva, para precipitar la renuncia y partida al extranjero de todos los técnicos que dirigían estas empresas mineras, así como la fuga de los capitales que ayudaban a financiarlas. Simultáneamente, el Partido Comunista de la Unión Soviética formuló una invitación a miembros muy representativos del Gobierno de Estados Unidos y de las empresas capitalistas de ese país, para que trasladaran sus capitales y técnicos a la Unión Soviética a fin de desarrollar su minería del cobre. Mediaron sólo breves meses entre el retiro de los norteamericanos de Chile y la acogida de brazos abiertos que hizo a esos mismos norteamericanos el Primer MinistroKosvgin, en la ciudad de Kiev, en julio de 1971.
Y es altamente sugestivo que la negociación para trasladar a Rusia la tecnología y los capitales de Estados Unidos, que repudió el comunismo en Chile, la realizara el Primer Ministro de la Unión Soviética directamente con la personalidad más representativa del sistema capitalista y de empresa privada de ese país, Mister David Rockefeller.
Es fácil medir la magnitud de la amenaza y el peligro mortal para nuestra próspera actividad cuprífera que provienen del entendimiento soviético norteamericano, si se sigue el texto del Boletín del Senado de Estados Unidos, que da cuenta de los tratos de Kiev. Digo que es fácil, por la muy simple razón de que la ayuda norteamericana pedida por el Gobierno soviético le permitirá a éste avasallar en los mercados mundiales al cobre producido en Chile y en otros países de economía débil.
Resulta evidente, pues, la conveniencia de que la UNCTAD investigue el daño inconmensurable que se hace a países como Chile cuando quedan expuestos a interferencias políticas foráneas, como las que realiza la Unión Soviética mediante su Partido Comunista local y que, como lo denuncio esta tarde, implican la más perversa traición a nuestra economía y al futuro de todos los chilenos.
El mito del deterioro de los términos del intercambio.
Debe suponerse que, atendida la finalidad de UNCTAD, su preocupación principal y exclusiva deberá centrarse en el comercio como instrumento del desarrollo económico. Su objetivo más inmediato tendría que ser la eliminación de barreras aduaneras para que las manufacturas de países en vías de desarrollo puedan competir libremente en los grandes mercados consumidores de los países industriales. Esta proposición constituye una de las palancas más eficaces para impulsar la producción de países como el nuestro. Y constituye, asimismo, la oportunidad más auspiciosa para mejorar la precaria balanza de pagos de muchos países en desarrollo. Por tanto, nosotros deberíamos confiar en que las negociaciones que se efectúen en la UNCTAD se orienten a finalidades realistas y positivas como las descritas y se abandonen definitivamente planteamientos ilusorios o absordos, cuyo propósito de crear conflictos políticos nunca ha podido ocultarse del todo.
Entre esos planteamientos agresivos y sin base, se ha vuelto a mencionar el deterioro de los términos del intercambio, teoría tan falsa como explosiva, que inventó el señor Prebisch y difundió profusamente desde su cargo de Director de la CEPAL, a pesar de haber sido refutada definitiva y concluyentemente por connotados economistas de prestigio mundial.
Creo innecesario volver a señalar el engaño deliberado en que se fundaban las demostraciones estadísticas con que el señor Prebisch respaldaba su teoría. Dichos engaños quedaron claramente de manifiesto cuando en el año 1959, a raíz de un discurso del entonces Senador Allende, escribí una refutación al señor Prebisch, originándose así una breve pero esclarecedora polémica pública.
El señor FERRANDO (Vicepresidente).-
¿Me permite, señor Senador?
Ha terminado el tiempo del Comité Izquierda Radical. Su Señoría puede continuar por 30 minutos más en el turno del Comité Demócrata Cristiano.
El señor IBAÑEZ.-
Muchas gracias. En aquella oportunidad, quedó de manifiesto la forma como la CEPAL cambiaba sus técnicas y manipulaba sus cifras para obtener los resultados apetecidos por su Director. Con todo, este recuerdo es particularmente pertinente, porque el mismo señor Prebisch fue el inventor de la UNCTAD y porque su persona constituye hoy día uno de esos modestos ídolos que levanta la burocracia internacional y a los que siempre queman incienso los funcionarios marxistas.
También es preciso recordar para no tomar demasiado en serio sus doctrinas que su paso por una alta responsabilidad en el Gobierno de su patria culminó en un completo fracaso. Pienso, por lo mismo, que a los países miembros de la UNCTAD les resultaría muchísimo más provechoso analizar las políticas económicas que han tenido éxitos resonantes, como las de Alemania, Japón, España y Brasil, antes que seguir a esas personas que se empeñan en salvar al mundo mientras hunden a su propia patria.
Sólo tendría que agregar un brevísimo y gráfico antecedente a mi refutación de esa doctrina, que ahora, con la persistencia de un recuerdo romántico, ha venido a ser revivida en varios pasajes del discurso del Presidente Allende.
Me refiero al hecho comprobado recientemente en Chile de que el precio de las materias primas tiene importancia secundaria y a veces nula en el bienestar económico de los pueblos. Tal fue el caso de nuestro país en los años 1968, 1969 y 1970, años en que, no obstante haberse duplicado el precio del cobre permitiéndonos recibir dólares a manos llenas, el país no sólo no progresó, sino que se produjo una gravísima paralización de su desarrollo económico.
Tal es, también, el caso actual, en que habiéndose expropiado esas minas de cobre y debiendo percibir el Estado las utilidades fabulosas que denuncia el Presidente Allende, resulta, sin embargo, que no disponemos de dólares para comprar repuestos ni para los alimentos que faltan, ni para las medicinas de que carecen los hospitales.
No nos diga, pues, el Presidente Allende que nosotros subsidiamos con nuestros recursos y nuestro trabajo la prosperidad de los pueblos ricos, y no nos diga tampoco que los intercambios constituyen un instrumento expoliatorio que succiona a los pueblos menos desarrollados.
Reconozco, sin embargo, que esta última afirmación puede tener validez cuando se trata de un comercio de trueque o de intercambio con los países comunistas. Porque cuando se elimina el mecanismo del mercado, resulta difícil medir la explotación de que se es víctima, ¿Cuál es, por ejemplo, el resultado económico para Chile de las faenas pesqueras que efectúan los barcos rusos? Sólo sabemos que sus naves significan un arriendo oneroso. Pero, ¿quién sabe lo que pescan y nos entregan, o lo que pescan y se llevan para Rusia?
¿Tenemos autoridad para dar consejos al mundo?
En su extenso discurso el Presidente Allende aborda con sin par valor los temas más complejos y difíciles, proveyendo de consejos a toda la humanidad y formulando amenazas por lo menos a media humanidad.
Cuando señala la necesidad de sustituir un régimen económico y social caduco y profundamente injusto por uno equitativo que reformule una división internacional del trabajo intolerable para los países retrasados, parece obvio que su referencia aludiera a Rumania en su lucha titánica para no dejarse estrangular por Rusia ni por sus tentáculos del COMECON.
Cuando afirma que en el Pacto Andino hemos acordado un tratamiento común a la inversión extranjera que elimina la competencia suicida para captar recursos externos, dice también una gran verdad. En los países andinos ya no hay competencia suicida ni de ninguna otra especie, por la simple razón de que desapareció la inversión extranjera.
Observemos, entretanto, que los rusos están dispuestos a cualquier competencia, suicida o no, para obtener esos recursos de los alemanes, japoneses o franceses, y para pedirles a los norteamericanos que les desarrollen sus minas de cobre, y a Mr. Ford que les fabrique automóviles; mientras tanto, nosotros, que abominamos de esos suicidios, hemos optado por cerrar la modesta planta de Míster Ford en Casablanca, privando de trabajo a los obreros de esa zona y de medios de locomoción a todos los habitantes de Chile.
Nos advierte nuestro Presidente el peligro de que penetren en nuestros hogares, dirigidas desde el extranjero por satélites de gran poder transmisor, una información y publicidad que, si no se contrarrestan con medidas oportunas, sólo aumentarán nuestra dependencia y destruirán nuestros valores culturales. Sabia y oportuna advertencia. Ojalá nos hubiese dado a conocer esas medidas oportunas para impedir que la concientización radial y por televisión que efectúa el Gobierno chileno continúe su labor de colonización mental y de destrucción de nuestros valores culturales e históricos.
El Presidente dedica también todo un capítulo de su discurso a la reforma del sistema monetario mundial. Se me excusará si omito comentar las importantes sugerencias que formula nuestro Primer Mandatario. Simplemente, no me siento autorizado para participar en ese debate debido a mi condición de ciudadano chileno, esto es, de ciudadano de un país cuya única política monetaria consiste en hacer trabajar al máximo de su capacidad las prensas que imprimen billetes.
Es conmovedor el interés con que el Presidente trata de realzar a la UNCTAD, de pedir que se les transfieran funciones que realizan otras entidades, de solicitar que se la convierta en un organismo permanente. Repito que es un gesto conmovedor, pero con tan poca eficacia y tan escasas probabilidades de éxito como los anatemas y amenazas de su discurso en contra de los que no comulgan con su credo.
¿Qué esperamos de la UNCTAD?
Es preciso decir que no obstante nuestra modestia, los chilenos somos demasiados altivos para pedir limosnas y demasiado realistas para esperar regalos. A las demás naciones les pedimos imperativamente tan sólo un trato equitativo: que no se ponga obstáculo a la expansión de nuestras exportaciones y, de modo muy especial, que se eliminen las tarifas que impiden exportar nuestras manufacturas.
Es obvio que para que esas recomendaciones tengan eficacia necesitamos resolver primero gravísimos problemas que han sido generados en Chile y cuya solución compete exclusivamente a los habitantes del país.
Tenemos clara conciencia de que para poder acrecentar nuestro comercio deberemos defender ante todo la libertad de trabajo, así como será preciso proteger y estimular la capacidad creadora de nuestra dinámica clase media.
Deberemos recuperar también el crédito externo y volver a ser un país respetable, como siempre lo fuimos.
Será preciso no eludir ni ocultar los problemas chilenos tratando de mezclarlos con problemas internacionales ajenos a nosotros. Así también tendremos que guardar el sentido de las proporciones, actitud genuinamente chilena que ha sido desplazada en tiempos recientes por intentos de lideratos destemplados que nadie nos encomendó.
De las grandes naciones, debemos reclamar comprensión y respeto. Tendremos que pedirles el servicio de que guarden sus demagogos en casa y no les permitan venir a nuestro país a conseguir, a costa nuestra, la aureola progresista que necesitarán exhibir más tarde en sus campañas electorales.
Tenemos que pedirles que su prensa y su televisión sensacionalistas y mercantilizadas, informen con veracidad y rectitud, aunque ello no contribuya a su circulación ni a sus ingresos.
Con naciones pequeñas pero ejemplares, laboriosas y sin pretensión, como Dinamarca, Nueva Zelandia, Austria y muchas otras, deberemos estrechar vínculos y recibir de ellas sus aleccionadores ejemplos. Aún más, pienso que deberíamos intentar agruparnos junto a ellas para formar el Cuarto Mundo. El mundo de los pueblos honestos y serios; el de aquellos que no culpan al prójimo de sus propias fallas; el de los que no pretenden dividir la humanidad mediante odios ni resentimientos; el de los que están convencidos de que los pueblos ricos de hoy fueron pobres ayer, y de que nada impide que los pobres de hoy lleguen a ser ricos mañana; el de los que no creen ni aceptan divisiones tajantes, excepto, tal vez, una: la de los pueblos que saben gobernarse y los que son incapaces de hacerlo.
Como quiera que sea expresamos nuestra bienvenida más sincera y cordial a todos los señores miembros de la Tercera Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo y a todos los que participan en ella. Si de sus declaraciones se obtuvieren algunas resoluciones positivas y realistas, creo que todos nos sentiríamos muy felices del esfuerzo que ha exigido la realización de esta reunión. Pero si sus debates quedaran circunscritos a recriminaciones o sollozos, tendríamos que llegar a la triste conclusión de que el hermoso edificio de la UNCTAD habría resultado bastante excesivo para ser utilizado sólo corno muro de lamentaciones.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588412
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/588412/seccion/akn588412-ds93