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- rdf:value = " El señor CHADWICK.
Señor Presidente, en nombre del Partido Socialista, en que milito, y de la Acción Popular Independiente (API), rindo este homenaje a Cipriano Pontigo, el compañero desaparecido en fecha reciente.
Seguramente he recibido este encargo por el hecho de ser Senador por las provincias de Coquimbo y Atacama, ya que el Diputado recién fallecido lo era por Coquimbo. Pero debo agregar, con la emoción que traba mis palabras, que hay cuarenta años de amistad con Pontigo.
En 1930 llegué a La Serena como militante del grupo Avance, llevando la palabra de los universitarios que habíamos iniciado nuestro trajín político, nuestra lucha estudiantil, bajo el signo del marxismo. Entonces conocí a Cipriano Pontigo, que era militante del movimiento cristiano, con hondo sentido social, y se acercaba a esta nueva palabra que traía un nuevo mensaje de fraternidad y de justicia.
Largo tiempo, decenios completos, han transcurrido. Y durante todos ellos, la vida nos fue uniendo en términos tales, que yo podría repetir las palabras de elogio que, con mucha sinceridad, aquí se han pronunciado, porque corresponden a una experiencia personal y directa que tuve a través de toda mi vida.
No hace mucho tiempo, regresando de La Serena, me tocó en suerte viajar junto con Cipriano Pontigo. Entonces, pude ver a este hijo de familia campesina, que en 1935 había tomado una definición por el rumbo de la revolución, que lo haría un hombre ejemplar. Y permítame, señor Presidente, que en esta ocasión repita una reflexión que en otra oportunidad hiciera y que vierte mi admiración por los dirigentes del Partido Comunista, nacidos de la clase obrera o de extracción campesina y que, sin necesidad de grandes estudios, han logrado encontrar el camino que da un sentido filosófico y trascendente a la vida del ser humano en nuestro tiempo, y que le permite devolver con generosidad lo que la sociedad y el hombre común entregan a cada ser en nuestra humanidad contemporánea. Porque es tiempo de que reflexionemos.
En 1935, este hombre, que había nacido en las serranías de Illapel, hijo, como se ha dicho en los homenajes, de una familia campesina, pudo encontrar una orientación, que muchos buscaron en, los libros y que no supieron encontrar.
Recordemos que 1935 es la época que precede inmediatamente a la Segunda Guerra Mundial y está a un año de la revolución española. Y ese hombre, inspirado exclusivamente por su autenticidad, por su fidelidad al sentimiento del pueblo, pudo encontrar en el marxismo leninismo una orientación básica que robustecía su personalidad, que daba un sentido fecundo a su existencia. Por eso, no son palabras vanas las que pronuncio en esta ocasión para lamentar como pérdida nuestra, de los socialistas y de todos los que militamos en la Unidad Popular, la muerte del camarada Pontigo.
Yo sabía que después de largos años de ejemplar desempeño en su cargo de Diputado por la provincia de Coquimbo, su partido lo había designado ya candidato a Senador. Y creo que nunca hubo en la personalidad de Pontigo otra reacción frente a ese encargo, que la conciencia de la responsabilidad que tomaba, de la obligación de triunfar; no con ánimo de agregar un nuevo honor a los justos merecimientos que todos le reconocíamos, sino para cumplir, para llevar a fondo su tarea diaria de organizar su partido, a fin de transformarlo, real y efectivamente, en una vanguardia que agrupara a los campesinos que, como él hace cuarenta años, siguen buscando una orientación auténtica, fundada en los hechos, que les permita liberarse del oscurantismo que los rodea.
Por eso, era reconfortante para cual quiera estar junto al camarada de toda la vida, viendo cómo en su espíritu jovial, en su optimismo, iba renovándose la decisión de seguir adelante, de acentuar la verdad de su mensaje y de afirmar a su partido, que era la esperanza cierta de que sus compañeros de clase pudieran algún día alcanzar definitivamente el poder en Chile.
Leí un emotivo discurso pronunciado en el Cementerio por la Honorable señora Campusano como despedida a Cipriano Pontigo. Con palabras muy sentidas, ella dijo que tal vez constituía una ironía de la vida que este hombre, nacido en las tierras áridas del departamento de Illapel, fuera sepultado precisamente una tarde en que llovía torrencialmente en Santiago. Excúseme, señor Presidente, que agregue que para mí es también extraordinariamente sarcástico que haya muerto Cipriano Pontigo, el campesino, hijo de esas tierras áridas a que se refirió la Honorable señora Campusano, ahora, cuando en Chile florece un Gobierno Popular. Porque así como el campesino mira y espera la lluvia, el pueblo también ha estado esperando y mirando hacia arriba, en la confianza de que, alguna vez, tendría un Gobierno Popular. Y quien durante tantos años y decenios no tuvo otra preocupación ni otra actividad en su vida que la de entregarse, disciplinada y conscientemente, a la elaboración de ese instrumento que era su partido, el de su clase, para llegar a liberar al pueblo de Chile, viene a morir repentinamente, cuando ya esa meta estaba a su alcance.
Dicen los Libros Sagrados que a los grandes profetas les fue negado el llegar a la Tierra Prometida; apenas si la pudieron divisar. Con Cipriano Pontigo, hombre de selección y llamado a grandes pruebas, ocurrió algo parecido.
Cuando muchachos nos reuníamos no en un local político, porque entonces no existían los que pudieran atraernos. Recuerdo perfectamente que nos juntábamos en la imprenta de Ernesto Yeomans, uno de los viejos comunistas, de esos hombres con sentido patriarcal que existieron a lo largo de todo Chile y que fueron generando este movimiento que hoy día se desconoce y se vitupera como si fuera traído del extranjero y hablara un lenguaje ajeno al pueblo de Chile. Así era Ernesto Yeomans, como tantos otros a lo largo de Chile. Era un artesano que tenía un pequeño taller de imprenta donde, junto con venderse los libros, se imprimían y publicaban. Por esos canales misteriosos que van conformando la afinidad humana, había tenido un antiguo contacto con el gran luchador obrero, que también salió de la imprenta y sabía componer su pensamiento parando tipos, como ellos decían. Era el viejo Recabarren.
En La Serena, íbamos, a veces, a esa imprenta pequeña de Ernesto Yeomans, y allí hablábamos de todos los problemas, de la lucha contra el fascismo, que atraía a intelectuales, e impedíamos que mucha gente se perdiera, que pensara en aberraciones. Pontigo, que tenía el instinto del campesino, se orientaba en otro sentido y buscaba la información de los comunistas, de los marxistas, de esos vituperados marxistas. Junto a Yeomans, y otros más cuyos nombres podría recordar en esta ocasión, nosotros encauzamos la vida de este hombre, que después fue un ejemplar militante del Partido Comunista.
Por eso, con gran emoción, me sumo a este tributo que el Senado está rindiendo a la memoria del Diputado Cipriano Pontigo, quien, con toda seguridad, habría llegado a ocupar una de estas bancas de no haberse interpuesto esta muerte repentina, que nos llena de congoja.
No sirvo para improvisar, pero puedo hablar abriendo mis sentimientos en la seguridad de que diré lo que deseaba manifestar, con palabras sencillas.
Cipriano Pontigo constituyó una lección, una demostración de que el sentido de clase es más valedero que muchos estudios, aparentemente muy profundos, pero que no conducen a nada. Modesto campesino, supo que los fascistas, serían aplastados,
y los vio sucumbir. Modesto campesino comprendió lo que significaba la gran revolución soviética de 1917, y adhirió a un partido que en Chile se ha caracterizado y se ha honrado a sí mismo defendiendo permanentemente los valores de este gran cambio del siglo que vivimos. Modesto campesino, hombre de pocos estudios, fue capaz de comprender en su tiempo lo que significaba el Gobierno republicano español. Como joven, él se movilizó en contra de la barbarie, mientras otros vacilaban e incluso iban a tomar el nombre de sus agrupaciones políticas en la denominación de algunas entidades reaccionarias que serían barridas por la historia.
Es bueno que reflexionemos en lo que significa cada militante de la revolución chilena. Por eso, a pesar de sentirme dominado por la emoción, acepté este honor de rendir homenaje, en nombre de los socialistas y de la Acción Popular Independiente, al querido compañero, al ejemplar militante de la revolución chilena, Diputado Cipriano Pontigo.
Que su recuerdo esté con nosotros, y que en los debates más apasionados de esta Sala no olvidemos nunca que la revolución avanza victoriosamente y que el fascismo será aplastado.
Esa es la lección de la vida de Cipriano Pontigo.
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