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- rdf:value = " El señor TEITELBOIM.-
Señor Presidente, a mí, con estos turnos de última hora en Incidentes, me sucede siempre lo mismo: vengo aquí para hablar de un tema determinado, pero como ciertos Senadores de la Democracia Cristiana, según lo he reiterado en esta Sala, convierten la hora de Incidentes en artillería pesada contra el Gobierno, me resulta difícil sustraerme a la necesidad de alguna puntualización.
Hoy día no quiero caer en la tentación. Sólo diré algunas palabras respecto de lo que he escuchado aquí.
En primer término, en cuanto a la intervención a propósito de la Papelera, quiero decir lo que todo el mundo sabe, pero que alguna gente simula pasarlo por alto: que la libertad de prensa es irrestricta en este país. No sólo hay libertad, sino libertinaje.
Según las profecías apocalípticas de los augures de Derecha, esta libertad debió morir el 4 de noviembre de 1970. Nunca debió realizarse una elección más. Todos los derechos humanos serían conculcados. Desaparecería la Constitución. O sea, era una catástrofe siempre ubicada en el futuro inmediato, en el día de mañana. Y seguimos escuchando aquí las voces catastrofistas a futuros inmediatos, las lágrimas anticipadas sobre los muertos que gozan de buena salud.
El señor MORENO.-
Don Edmundo Pérez no goza de buena salud.
Agua al molino del odio.
El señor TEITELBOIM.-
Estoy hablando en el mismo día en que he usado de la palabra a propósito de Edmundo Pérez Zujovic y a propósito del General Schneider, asesinado bajo la Presidencia del señor Frei, al cual no culpamos de su muerte.
Es este raciocinio tortuoso del Senador Moreno el que, confundiendo las cosas y los problemas, y sin necesidad de decir siempre palabras injuriosas, lleva agua al molino del odio.
Yo, incluso, establezco diferencias, sin querer hacer ningún maquiavelismo, entre las dos intervenciones sobre el mismo tema, de Senadores del mismo partido, escuchadas aquí. Era evidente que los antecedentes en gran parte estaban proporcionados por la misma Compañía, puesto que eran idénticos, hablaban de unos mismos porcentajes: no puede haber más coincidencia; pero el razonamiento profundo y la intención del planteamiento eran enteramente distintos. Al Senador Moreno le basta con fustigar. El Senador Pablo dijo varias veces en su intervención que él creía que no bastaba con lamentarse y con llorar, sino que le correspondía a él buscar una solución, si es que esta solución fuera posible. Estamos muy lejos del pensamiento de ambos Senadores; pero el de uno de ellos, el del Senador Pablo, es un pensamiento crítico-constructivo; y el otro, el pensamiento del Senador Moreno, es crítico-destructivo. He ahí la diferencia.
La libertad más escandalosa del mundo.
Yo quiero decir que, en este país, la libertad de prensa se ha convertido en la libertad más escandalosa del mundo. Algún Senador, respondiendo a una apreciación parecida cuando se invocaba la opinión de algunos representantes de la UNCTAD, dijo: Claro; en Paraguay, en Bolivia o en otros países podrán asombrarse. No, señores. El asombro viene de periodistas franceses, de periodistas ingleses, de periodistas italianos, de periodistas norteamericanos, porque en sus respectivos países nunca se ha llegado a los extremos licenciosos y procaces, como clima permanente, día por día, a que llega cierta prensa de Oposición en Chile. No soy partidario, yo, de que se la reprima. Soy partidario simplemente de que se le aplique la ley. Pero llorar por el mañana esclavizado de esta prensa es repetir una película ya vista, porque, en verdad, en Chile no debería existir, de tener razón todos estos vaticinios, ninguna prensa de Oposición.
El señor MORENO.-
¿Me daría una pequeña interrupción, señor Senador?
El señor TEITELBOIM.-
No. No le doy ninguna, Senador Moreno, porque después dispondrá, creo, de media hora o de cuarenta y cinco minutos.
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