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- rdf:value = " El señor AYLWIN.-
Deseo decir sólo dos cosas a propósito de las interrupciones que se me solicitaron.
Primero, que no es a los democratacristianos a quienes se podría acusar de falta de disposición al diálogo con el actual Gobierno de la República.
El señor TEITELBOIM.-
¡A algunos!
El señor AYLWIN.-
En general, a la Democracia Cristiana; porque no aceptamos que se siga pretendiendo dividir a los democratacristianos en buenos y malos, calificando a uno hoy día de bueno, y mañana de malo, según le guste o no le guste al Honorable señor Teitelboim.
El señor TEITELBOIM.-
¡Es usted el que se define! Usted es contrario al diálogo, por todo lo que ha dicho esta mañana.
El señor PALMA (Presidente).-
Honorable señor Teitelboim, está con la palabra el Honorable señor Aylwin.
El señor AYLWIN.-
Puedo probar a Su Señoría que he sido partidario del diálogo. Desde luego, participé en el que generó el Estatuto de Garantías Constitucionales que permitió elegir al señor Allende como Presidente de la República, y dialogué con él. En reiteradas oportunidades todos los democratacristianos el Senador que habla, entre ellos hemos estado dispuestos a conversar, y así lo hemos hecho; pero, Senador señor Teitelboim quiero decirlo con voz tranquila, pero muy firme, estamos cansados de ser engañados. Uno puede soportar que le mientan una vez, pero cuando le faltan a la verdad dos, tres, cuatro, cinco, diez veces, entonces uno ya no cree.
El señor TEITELBOIM.-
¡Se cierra el diálogo!
El señor AYLWIN.-
Para dialogar, se necesita tener un mínimo de fe en el contradictor.
El señor TEITELBOIM.-
¡Hombre de poca fe...!
El señor AYLWIN.-
Voy a dar pruebas de lo que estoy diciendo.
El señor PALMA (Presidente).-
¡Honorable señor Teitelboim, tendré que llamar al orden a Su Señoría!
El señor AYLWIN.-
En cuanto a las observaciones del Honorable señor Gumucio, sólo quiero recordar, primero, que la afirmación que el señor Senador hace, contenida en una carta del señor Ministro de Justicia, don Jorge Tapia, donde se da como un hecho cierto la concertación de determinados acuerdos, fue categórica y terminantemente desmentida en esta misma Sala por el Presidentedel Partido Demócrata Cristiano, Senador Fuentealba.
Segundo, que la famosa historia del Instituto del Papel no pasa de ser un mecanismo que, a nuestro juicio, no ofrece garantías suficientes, porque sería una entidad meramente distribuidora, y bastaría que la empresa productora, por cualquier medio, por cualquier artificio, no entregara el papel, para que las funciones de ese instituto fueran meramente ilusorias.
¿Qué queda en claro de todo lo que he expuesto? Sin ser suspicaz, simplemente, siguiendo la lógica racional de los hechos, quien juzgue con mediana inteligencia el proceso que estamos viviendo podrá deducir que se procura hacer quebrar a la Compañía Manufacturera de Papeles y Cationes para estatificarla; que, con esa medida, se persigue controlar los diarios e imprentas condicionándoseles la entrega del papel, y que, finalmente, se persigue coartar la libertad del proceso electoral de marzo próximo.
Hay precedentes históricos en esta materia. En Checoslovaquia debían realizarse elecciones en mayo de 1948. El Partido Social Demócrata del Presidente Benes y su MinistroMasaryk y los demás partidos que integraban la coalición de Gobierno, pero que discrepaban de los métodos del Partido Comunista, se organizaron para dar la campaña y ganar esas elecciones. Y cuando se apresuraban a hacerlo y la campaña se iba presentando con caracteres favorables para ellos, sobrevino lo que se ha llamado el golpe de Praga, en febrero o marzo de ese año 1948. ¿Cuál fue el instrumento decisivo en ese golpe? La toma, por funcionarios de Gobierno, de todas las radios, y la negativa de los sindicatos que controlaban la producción papelera a entregar este elemento a todos los diarios de la Oposición. De la noche a la mañana, los elementos opositores se encontraron con que estaban silenciados y que no podían exponer sus puntos de vista ante el país. A los pocos días, con la presión del Ejército Rojo en las fronteras, esas medidas se tradujeron en la toma total del poder en ese país por el comunismo.
Estos no son cuentos. Es historia. Y, frente a ello, quiero terminar recordando algunos antecedentes que me parece indispensable tener presente.
Compromisos violados.
En esta Sala se aprobó el Estatuto de Garantías Constitucionales. Entre ellas se estableció la del número 3 del artículo 10, relacionada con la libertad de opinión, que, entre otras cosas, tiende a asegurar la no discriminación en la venta o suministro a los diarios, periódicos, editoriales, revistas, radiodifusoras y estaciones de televisión, de papel, tinta, maquinaria y otros elementos de trabajo. Esa norma establece que sólo por ley se puede regular el régimen de los medios de comunicación.
Conviene tener presente lo que se dijo en la carta cambiada entre el Partido Demócrata Cristiano, presidido en aquella época por nuestro colega Benjamín Prado, y el entonces Senador Allende. En el memorándum del Senador Prado, del Partido Demócrata Cristiano, se señaló lo siguiente:
La consagración constitucional de un Estatuto de los medios de comunicación que asegure el libre acceso a la, prensa, la radio y la televisión de todas las corrientes de opinión, en igualdad de condiciones, reservando a la ley la modificación del régimen de propiedad de estos medios. Sólo en virtud de una ley se podrá determinar el régimen de importación y comercialización de libros, papel y demás elementos necesarios para la operación de los medios de difusión impresos, orales y visuales.
¿Qué contestó el actual Presidente, entonces Senador, Allende? Dijo que el derecho de todos los partidos a contar con medios propios e inviolables para su funcionamiento1 y difusión, y la oportunidad de acceso a los medios de comunicación eran, a su juicio, una garantía indispensable de la democracia. Y agregó: La libre divulgación de las ideas, a través de todos los medios de difusión libros, prensa, radio, televisión ha sido un principio que hemos defendido en forma invariable, como continuaremos haciéndolo. En este campo hemos evidenciado concretamente nuestra posición al tratarse, por ejemplo, el régimen de la televisión nacional, propugnando la consagración de disposiciones que cautelan su rol democrático y no excluyente.
Todos sabemos lo que ha pasado después con la Televisión Nacional, que desmiente esas palabras del Presidente de la República.
Pues bien, frente a ello, ¿cuál era la opinión del Partido Socialista sobre el Estatuto de Garantías Democráticas? En los acuerdos del Vigesimotercer Congreso realizado por esa colectividad en enero de 1971, se dice que: el Gobierno desenvuelve su acción entrabada por la institucionalidad burguesa. Es decir, la institucionalidad es meramente una traba para la acción del Gobierno. Además, se señala que, frente al advenimiento del actual Gobierno, algunos éstos somos los democratacristianos buscaron ganar tiempo, bloquear el cumplimiento del programa e inmovilizar al Gobierno popular tras la exigencia de las llamadas garantías democráticas.
Esto marca el espíritu con que el Partido Socialista y muchos hombres de Gobierno han entendido las mencionadas garantías y nuestra exigencia de respeto a la Constitución y a la ley.
¿Para qué voy a recordar todas las promesas incumplidas? ¿Por qué hemos perdido la fe?
Porque en enero de 1970 oímos al Presidente de la República anunciar un proyecto de ley para nacionalizar la banca, pero esa iniciativa no llegó jamás al Congreso, y se procedió a estatificar la banca de hecho, por medios ilegales.
Porque el Presidente de la República me envió una carta a mí, en abril de 1971, siendo yo Presidente del Senado, declarando que la reforma agraria se haría en todo conforme a la ley y que se procedería a la asignación de tierras a los campesinos. Y esas promesas, en año y medio no han sido cumplidas.
Porque el Primer Mandatario se comprometió con nosotros a que mientras no se despachara el proyecto sobre las áreas de la economía, se paralizaría el proceso de estatificaciones de hecho, por la vía ilegal de la intervención y de la requisición. Y esa promesa no fue cumplida.
Porque el Jefe del Estado se comprometió con la Democracia Cristiana a restablecer en su cargo a los obreros despedidos de Sumar. Y su palabra no fue cumplida. Esos trabajadores siguen despedidos de esa fábrica.
Porque el Presidente de la República se ha jactado ante Chile y ante el mundo de su respeto a la libertad de reunión y al derecho de expresión; pero ha tolerado la acción de funcionarios de su exclusiva confianza Ministros, Gobernadores e Intendentes que niegan permiso a la Oposición para desfilar, mientras lo conceden a los partidos de Gobierno; además, clausuran ilegalmente medios de expresión de la Oposición. Más aún, el Jefe del Estado se ha hecho responsable de actuaciones del Canal Nacional de Televisión que contradicen totalmente sus promesas de pluralismo y democracia.
¿Regla moral o necesidad táctica?
Aquí, en esta Sala, antes de ser elegido y designado Presidente de la República, cuando discutíamos el Estatuto de Garantías Democráticas, el Honorable señor Allende, con la voz más engolada y solemne de que es capaz, dijo lo siguiente:
He venido a decir que estas disposiciones deben entenderse, no sólo como principios consagrados en la Carta Fundamental, sino como la regla moral de un compromiso ante nuestra propia conciencia y ante la historia. Eso ocurrió en octubre de 1970.
En febrero de 1971, tres meses después, entrevistado por Régis Debray documento publicado en Punto Final en marzo de 1971, y al cual me he referido varias veces, ante la pregunta de si ¿Era absolutamente necesario? ¿Era imprescindible negociar este Estatuto de Garantías Democráticas?, el señor Allende contesta: Sí, por eso lo hicimos. Sigo convencido de que fue correcto producir ese Estatuto de Garantías, pero es conveniente aclarar que no es justo usar la palabra negociación, por cuanto nosotros no cedimos una línea de nuestro programa de Gobierno. Ubícate en el período en que se produjo ese Estatuto y lo medirás como una necesidad táctica. Y termina el párrafo diciendo: En ese momento lo importante era tomar el Gobierno.
Yo pregunto al Senado, yo pregunto a Chile, ¿en qué quedamos? ¿Regla moral ante la conciencia y ante la historia? ¿O necesidad, táctica? ¡Que juzgue Chile entero cuál es la moral del señor Presidente de la República!
El señor MONTES.-
Esa es una suprema insolencia...
El señor AYLWIN.-
No le he concedido ninguna interrupción, señor Senador.
Quiero terminar, pero antes concedo una interrupción al Honorable señor Baltra, si la Sala me lo permite.
"
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