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- rdf:value = " El señor AYLWIN (Presidente).-
Tiene la palabra la Honorable señora Campusano.
La señora CAMPUSANO.-
Hace diecinueve años, en la madrugada del 23 de julio de 1952, el milenario Egipto era escenario de acontecimientos que tendrían enorme trascendencia no sólo para su pueblo, sino para todo el conglomerado de naciones conocido como países árabes, y para el mundo entero. Esa fecha marca el inicio del movimiento nacionalista que llevaría al poder a los elementos políticos partidarios de los cambios, los que en un proceso históricamente muy breve conducirían al país al cauce de las transformaciones revolucionarias, guiándose por la causa suprema: dar bienestar a las mayorías.
Al tomar la palabra en esta Sala para rendir homenaje a la República Arabe Unida con motivo del 199 aniversario de esa fecha histórica, lo hacemos considerando el significado de esos cambios para la suerte de un pueblo que fue explotado a través de toda su larga historia, y para expresar nuestra simpatía por el proceso popular y la lucha a que hoy día está enfrentado.
Desde su inicio, seguimos con interés el desarrollo de los acontecimientos de Egipto y la RAU. Su experiencia es un aporte riquísimo para los revolucionarios del mundo. Las condiciones en que surgió y creció la Revolución de 1952 son muy características: la revolución se da en un marco muy particular que conviene tener siempre presente para interpretarla correctamente. De ahí también que sus soluciones no pocas veces hayan desconcertado a más de algún observador. Sin embargo, lo más importante y aquí no hay dónde perderse es que el pueblo egipcio ha salido ganando.
Los comunistas, que somos partícipes den un Gobierno que también tiene como meta esos empeños, no podemos dejar de saludar, con motivo de este aniversario, a la República Arabe Unida, a su pueblo laborioso y heroico, y desearles pleno éxito en su gran misión.
Es difícil pensar en esa nación sin recordar los mitos y leyendas del Antiguo Egipto; el Nilo, el río sagrado de los faraones que conoce las leyendas de Osiris, Horus y AmónRa; los templos y tumbas que guardan los jeroglíficos y relieves murales que contienen la apasionante historia de miles de años, exponente todo esto de una cultura que sobrevivió las influencias asiáticas, de Grecia y otras, y que de alguna manera dejó su marca en la cultura occidental.
Pero es a los descendientes de los constructores de esa civilización a quienes queremos recordar hoy día. Queremos rendir un sincero homenaje a los hombres que, tanto bajo el reinado de Ramsés o Chefrén, como bajo Mohamed Alí (el fundador del Egipto Moderno) o Farouk, trabajaron explotados, en jornadas agobiadoras, y lucharon hasta vencer. Es a ellos, y a los que construyeron una nación, donde el hombre podrá vivir como tal, a quienes recordamos y felicitamos hoy.
Si miramos hacia el Egipto anterior a 1952, lo que vemos es una situación de increíble poder personal: un país pésimamente administrado por los aristócratas que rodeaban a Faraouk y los intereses de Gran Bretaña. Pobreza absoluta de las masas trabajadoras, hambre en el campo y, además, un crecimiento peligroso de la población: más de medio millón al año. Carencia absoluta de planificación económica o de cualquier otro tipo. Despilfarro de la riqueza.
Poco antes de la Revolución de 1952, 2. 136 señores feudales poseían más de 1 millón 200 mil feddans, y el resto de la tierra, 778 mil feddans, se repartía entre más de dos millones de campesinos pobres. Esto resume lo que era la sociedad egipcia en vísperas de la Revolución. ^ La economía del país estaba totalmente sometida a la influencia extranjera, dependiendo fundamentalmente de la exportación de un producto: el algodón. Los monopolios extranjeros la manipulaban a su entero capricho, agotando cualquier fuente de riqueza de la nación.
La banca, casi en su totalidad, al igual que las compañías de seguro y el comercio exterior, estaban en manos de consorcios extranjeros que despojaban al país de su ahorro, canalizándolo hacia inversiones que sólo beneficiaban los intereses de los centros colonialistas, ignorando las necesidades crecientes de la sociedad egipcia y de su población.
Todo esto determinaba las características de esa sociedad, profundamente dividida en dos clases bien definidas: por una parte, una pequeña y financieramente poderosa minoría, con poder ilimitado sobre la vida y muerte del pueblo, y, por otra, una aplastante mayoría que sufría implacablemente la pobreza con todas sus lacras; una minoría de aduladores y despóticos señores feudales aliados con los capitalistas y protegidos por los colonialistas extranjeros, y una mayoría despojada de todo poder de decisión que llevaba una triste existencia al margen de los más elementales derechos humanos.
Por otra parte, el Gobierno inglés, que no había reconocido algunas decisiones tomadas por el "representativo" Parlamento egipcio en octubre de 1951 (rompimiento del Tratado Anglo-Egipcio de 1936 y del Acuerdo de 1899 sobre administración conjunta de Sudán, y la designación de Farouk rey de Egipto y Sudán), aplicaba la fuerza. Había trasladado nuevas divisiones inglesas que ocupaban todas las ciudades y poblados de la Zona del Canal. Y mientras el pueblo iba a luchar contra el invasor extranjero, ganando con lo mismo la simpatía y el apoyo de la opinión pública mundial, la reacción interna encabezada por Farouk recurría a las represiones de los mejores hijos de esa tierra.
Esas eran fundamentalmente las condiciones en que el 23 de julio de 1952 un grupo de jóvenes oficiales, dirigido por el coronel Gamal Abdel Nasser, derrocó a Farouk para muy pronto abolir la monarquía.
La Revolución del 23 de julio de 1952 representó la realización de una antigua esperanza del pueblo egipcio, que aspiraba a gobernarse a sí mismo y decidir su destino. Y efectivamente, desde entonces la suerte de los egipcios varió sustancialmente.
Después del derrocamiento de la monarquía y a continuación del Tratado de 1954 (salida de las tropas inglesas de Egipto), ante el Gobierno egipcio se planteaba la tarea de realizar las reformas y de adoptar las medidas económicas necesarias para liquidar el dominio del imperialismo y del feudalismo, y fortalecer la independencia política y económica del país. Se hacía necesaria una rápida industrialización, la realización de una reforma agraria profunda y la ejecución de una política de muy severa economía de medios.
Los intentos de poner en práctica estas ideas, apoyándose en la burguesía, fracasaron rotundamente. Depuesto Naguib por el Gabinete (abril de 1954), designado Nasser Primer Ministro y posteriormente Presidente de la República, ratificado por el referéndum popular del 23 de junio de 1956, las cosas pasaron a tomar otro rumbo.
En este sentido, una de las medidas más importantes adoptadas por Egipto fue la nacionalización de la Compañía del Canal de Suez (26 de julio de 1956), que, como es sabido, se encontraba en manos de monopolios franceses e ingleses que se oponían a los intereses del desarrollo económico del país donde actuaban.
El país fue tomando poco a poco un curso progresista. En julio de 1961, el Gobierno de la República Arabe Unida publicó una serie de decretos que dan una idea clara de las reformas puestas en práctica y su carácter. Preveían, en primer término, la ulterior limitación de las parcelas máximas de los terratenientes, de 80 a 40 hectáreas; en segundo lugar, la nacionalización o transferencia al control estatal de una serie de compañías priva, das, como resultado de lo cual el Estado empezó a controlar el 95% de la industria, todo el transporte, todo el comercio exterior, todos los bancos y compañías de seguros; y, en tercer lugar, una serie de medidas en el campo de la seguridad social y disminución de la desigualdad entre las clases sociales, el impuesto progresivo a las utilidades, la jornada de trabajo de siete horas, el descuento del 25% de las ganancias de las empresas en beneficio de obreros y empleados, el establecimiento de un salario mínimo estricto, rebaja de los arriendos, etcétera. Este conjunto de medidas, conocidas con el nombre de "decretos socialistas", entregó al Estado la enorme suma de mil millones de libras esterlinas, expropiadas al puñado de magnates. Y sobre todo, está la creciente participación popular, la incorporación de masas cada vez mayores a la dirección de los asuntos económicos, sociales y políticos.
Como resultado de las reformas, la República Arabe Unida se transforma en país agrarioindustrial. La industria, antes de la revolución, representaba en la renta nacional un 10% ó 12%; hacia 1964, alcanzaba ya a 50%. Gracias a los esfuerzos de la Revolución, y a la ayuda prestada por los países amigos, particularmente por la Unión Soviética, la República Arabe Unida tiene fabricación propia de maquinaria, de cables de aluminio, de instrumental, etcétera. La industria pesada, en el volumen general de la producción industrial, representa casi 40%. Por primera vez en la historia de Egipto se extrae hierro, se fabrican vagones ferroviarios, rieles, acero, automóviles y tractores; se desarrolla exitosamente la industria electrónica; aumenta la extracción de petróleo y la elaboración de sus derivados, y surgen nuevos centros de estudio, reactores atómicos y laboratorios de física.
Sin embargo, la mayor importancia la tiene, sin duda, la represa de Asuán. Esta evita la pérdida de cien millones de metros cúbicos de agua que, procedentes del Nilo, iban a dar al mar anualmente. Permite extender la superficie cultivable del país en 25%, mejora la navegación fluvial, aumenta la fuerza energética en diez mil millones de kilovatios hora, para utilizarlos con fines agrícolas e industriales, entre otras ventajas.
En la Asamblea Nacional, partiendo de 1964, tal como lo establece la Constitución, la mitad de los mandatos pertenece a los representantes de los obreros y campesinos. La Constitución declara a la RAU Estado Socialista Democrático, basado en la alianza de las capas trabajadoras del pueblo. La Constitución, de este modo, consolida jurídicamente los logros del pueblo egipcio en su lucha tendiente a establecer el socialismo y el bienestar.
Todo esto significa que en la República Arabe Unida se ha liquidado el poder económico de la clase feudal y de la gran burguesía; significa que la influencia del imperialismo se ha roto y que el país entró al camino no capitalista de desarrollo.
La posición de la RAU en la arena internacional, por lo mismo, continúa fortaleciéndose. Ocupa un lugar destacado entre las naciones que realizan la política de neutralidad positiva y de no alineamiento.
La República Arabe Unida boga por la coexistencia pacífica y la liquidación de todas las bases militares extranjeras; proclama un programa de lucha por la paz, la unidad africana, la solución justa del problema de Palestina y el desarme, y se opone al imperialismo y al colonialismo en todas sus formas.
Esta política exterior independiente de El Cairo, expresada particularmente en la ampliación del comercio con los Estados socialistas y en las reformas progresistas que ello permite, fue robusteciendo el ánimo a favor de la unificación de los otros Estados árabes con Egipto. En esta situación, la idea de la alianza de los países árabes se enraiza profundamente en las masas, a quienes les parece el resultado natural de la revolución antimperialista.
Por eso, la República Arabe Unida ha ido jugando un papel cada vez m��s importante en el grupo de países de Asia y Africa que están en las posiciones antimperialistas. Hoy día la RAU es la nación más representativa del mundo árabe, defensora consecuente de los principios de unidad política y social.
Naturalmente, las reformas, como siempre sucede y muy bien lo sabemos nosotros alarmaron en extremo a la burguesía, que no podía dejar de anunciar el más negro de los futuros. Pareciera que ello fuera una ley que en todas partes se cumple inexorablemente. Las clases que han detentado el Poder, en su egoísmo responsable de las peores tragedias de los pueblos, tienen dificultad para entender que ya no son necesarias, que la sociedad no se hundirá sin ellas, que el pueblo está capacitado, para resolver con decisión sus problemas sin arrastrarse ante nadie.
El imperialismo tampoco queda tranquilo. A consecuencia de la nacionalización del Canal de Suez y de la política progresista del nuevo Gobierno, desde el comienzo del proceso hubo intentos por deponer al régimen progresista. Felizmente, todos ellos han terminado en el fracaso.
El ataque armado perpetrado por Israel el 5 de junio de 1967 contra Siria, Jordania y la República Arabe Unida, es una muestra más de esta situación. La agresión de Israel, que Viola "el alto al fuego" concertado en 1956 y que además quebranta las obligaciones contraídas en el armisticio de 1948 y del "alto al fuego", de 1949, está dentro de los fines de expansión que se ha propuesto la estrategia del imperialismo, ya que en ningún momento ha renunciado a aplastar el movimiento nacionalista revolucionario de los pueblos árabes.
Esta agresión, generadora de la actual crisis del Medio Oriente, se ha convertido en un factor muy peligroso para la paz mundial. Por esto, y por" los sufrimientos humanos, por las pérdidas de valiosas vidas y por las destrucciones materiales, condenamos enérgicamente la agresión y el empleo de la fuerza.
Al igual que todos los pueblos amantes de la paz, solidarizamos con la justa lucha de las naciones árabes, en que la República Arabe Unida juega el principal papel, por su autodeterminación e independencia, y nos plegamos a las voces queexigen el retiro inmediato de Israel de los territorios ocupados más allá de la línea de armisticio.
Creemos de plena justicia la indemnización a que deben dar lugar las pérdidas causadas por la agresión, como asimismo el castigo a los culpables de las atrocidades y crímenes allí cometidos.
El pueblo egipcio aún no alcanza un óptimo desarrollo económico que le dé pleno "bienestar, pero no cabe duda de que ha iniciado el camino. Y ahí están las industrias que poco a poco se ponen en funcionamiento, los éxitos de la reforma agraria como la Provincia de Liberación y esa obra gigantesca que representa todo un símbolo: la represa de Asuán.
¡En la fecha que hoy recordamos, se produjo un vuelco que liberó al pueblo egipcio de las dominaciones ancestrales que lo tenían estancado en la historia.
El pueblo egipcio, no obstante el dramatismo de la crisis creada por el imperialismo y sus servidores, celebra hoy con alegría este 199 aniversario de su revolución. Les deseamos nuevos éxitos en la construcción de su justa sociedad, que no dudamos alcanzarán.
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