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La señora CARRERA.-
Señor Presidente, he pedido la palabra, más que nada, porque me han causado profunda extrañeza las expresiones del Presidente del Senado.
Su Señoría habló, por ejemplo, de "mentalidad totalitaria", que es, precisamente, uno de los "slogans" que ha puesto en práctica la máquina publicitaria de la Derecha en contra del Gobierno de la Unidad Popular; de "campaña de amedrentamiento jamás vista", y de que él creía que el Director de "La Nación" era hombre". A mi juicio, tal como expresó el Honorable señor Teitelboim, ésta es una forma muy peyorativa de referirse a una persona. Además, Su Señoría da a esa expresión un carácter muy especial, porque por este tipo de epítetos -aunque no estuviéramos en el Senado- nadie podría querellarse. En efecto, dicha expresión puede temarse de dos maneras: o el Honorable señor Aylwin creyó primero que el Director del diario "La Nación" era hombre y después se dio cuenta de que no lo era, o bien, dio a la frase su verdadero significado y, en consecuencia, es peyorativa.
El señor HAMILTON.-
Está en la versión, en el discurso del Honorable señor Aylwin.
La señora CARRERA.-
He escuchado con toda claridad, Honorable señor Hamilton.
Efectivamente, figura en la versión taquigráfica. Sin embargo, debo insistir en que ésta constituye una manera muy especial de insultar; un modo de expresarse que no permite decir "usted está insultando en esta forma".
Ahora mismo, el Honorable señor Hamilton seguramente recurrirá a algún argumento tendiente a hacer creer a la opinión pública que lo que se quise decir no era que el señor Waiss es "poco hombre".
Esta forma de insultar se podría calificar de diferentes maneras, pero yo prefiero no hacerlo. En todo caso, es como tirar una piedra y esconder la mano. Y eso, realmente, es chocante en el Presidente de una Corporación que parece sentirse tan lleno de una dignidad que es herida en forma tan fácil.
Respecto de la campaña totalitaria de desprestigio, pienso que efectivamente en nuestra política está actuando una fracción fascista empeñada en acciones de esa naturaleza mediante el uso de dos órganos escritos de difusión y de otros más. Por desgracia, uno no siempre dispone de la paciencia suficiente para tragarse toda la basura que se publica en esos medios.
Varios órganos de difusión de la Derecha fascista se han dedicado a emporcar las relaciones de todo tipo, tanto políticas como humanas, en este país. Existe, por ejemplo, una revista que nunca he leído, llamada "Sepa", la cual, según todas las informaciones que tengo, se caracteriza por hacer publicaciones plagadas de injurias, calumnias y mentiras, desde la tapa hasta la contratapa. No me referiré a ella, pues sus condiciones la hacen aparecer fuera de serie. Es una pieza publicitaria que, con el correr del tiempo, será posible observar en los museos.
Pero hay otros órganos de difusión, menos confidenciales, que también se leen, como son los diarios "Tribuna" y "La Prensa", en los cuales también se vierte toda clase de mentiras y calumnias. Y al referirme a ellos, yo quisiera preguntar si no se ofende también la dignidad de la Corporación cuando se calumnia a una Senadora, porque, personalmente, he sido insultada y calumniada en numerosas oportunidades. La verdad es que, en algunos momentos de reflexión, tales ataques me han llegado a alegrar. Porque si yo fuera una persona tan insignificante que no hiciera daño de alguna manera a mis enemigos, aunque sólo sea por el hecho de existir, seguramente no se darían el gusto de tejer calumnias y mentiras acerca de mi persona. Me eleva la moral el hecho de que de alguna manera mis enemigos se den el trabajo de hacerlo; los enemigos de la clase popular, los enemigos del pueblo, los enemigos del cambio, los enemigos de que este Gobierno realmente haga tales transformaciones que resulte irreversible el proceso de la revolución chilena. Soy una pequeña parte de la Unidad Popular. Si los enemigos del pueblo se preocupan de mí, será porque algún daño les hago. Y esto, en las ocasiones en que he tenido que soportar esos embates, me ha consolado, me ha servido de apoyo, me ha dado fortaleza moral.
Pues bien, creo que también se hiere la dignidad del Senado cuando se calumnia a un Senador. Y que yo sepa, nunca se ha preocupado esta Corporación de que se haya calumniado a uno de sus miembros, como se ha hecho conmigo. En este momento tengo presentada una querella contra el diario derechista "Tribuna", que estoy absolutamente cierta de ganar, si es que hay un mínimo de justicia en este país. Mis abogados están muy seguros de ello, porque ese periódico ha vertido las más infames y calumniosas noticias en sus páginas. "La Prensa" ha publicado iguales calumnias, pero lo ha hecho en la forma como se ha expresado el Honorable señor Aylwin -que creía que "era hombre", frase de la que no puede captarse bien el sentido, pues puede interpretarse de dos maneras-; es decir, desgraciadamente, no lo hizo de modo que mis abogados pudieran iniciar una querella contra ese diario. Digo "desgraciadamente", porque creo que esas acciones deben hacerse en conjunto; al mismo tiempo que en contra de "Tribuna", querellarse con "La Prensa". Pero este último periódico lo hizo más hábilmente, y mis abogados no han podido querellarse en contra de él, en circunstancias de que ambos órganos de difusión obedecían a todo un plan, que también ha utilizado la radio, y del que esto a que me refiero es sólo una parte.
La campaña de infamias, injurias y calumnias en que los órganos de difusión del fascismo y de la Derecha están empeñados en contra del Gobierno de la Unidad Popular tiene, en realidad, un peso bastante grande; no todo el que ellos quisieran, pero tiene un peso bastante grande. Y es bueno que la opinión pública sepa, que podamos demostrarle a ella que quienes rasgan sus vestiduras, se echan ceniza sobre la cabeza hablando de que los insultan y los persiguen, son los que están persiguiendo al resto de la gente, insultándola y calumniándola.
Contra el diario "Tribuna" se presentarán pronto otras querellas de las mismas razones mencionadas, por otros personajes que no son Senadores, por cierto, pero que también tienen -así lo pensamos- toda clase de derechos civiles.
En el caso que nos preocupa, pareciera andar el ladrón detrás del juez. O tal vez sea la costumbre de cierta clase social, la de creer que son ellos los únicos que pueden decir toda clase de insultos, calumnias y mentiras contra los representantes del pueblo, sin que les pase nada, sin recibir nada en cambio, la que ahora les haga tener una piel tan delicada frente a cualquier palabra escrita que aparezca en los diarios. Creo que el error cometido por el Presidente del Senado, y que la justicia chilena le ha señalado, a pesar de ser él hombre de leyes, lo hará pensar dos veces antes de actuar, y tal vez que debe consultarse previamente a los Comités, aunque ello no esté en el Reglamento. Ocurre que a los Comités se nos llama para toda clase de asuntos. A mi juicio, si así se procede es porque el mecanismo de Los Comités ayuda al funcionamiento del Senado. Y así como en las especies biolóficas, la función crea el órgano, según decía Darwin, algunas de las actuales funciones de los Comités deberán establecerse en Jo futuro en el Reglamento. Al parecer, ellos son eficientes, son útiles, y lo que el trato más o menos deferente ha transformado en una costumbre en este Senado, no tiene por qué dejarse de lado en una ocasión como ésta.
Prueba de ello está en los hechos que nos encontramos analizando esta tarde y a propósito de los cuales la misma justicia chilena, que nunca se ha caracterizado por defender los intereses de las clases populares ni de los parlamentarios de estas bancas, haya tenido que explicar al señor Presidente cuál era su derecho.
Nada más.
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