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- rdf:value = " El señor AYLWIN (Presidente).-
Tiene la palabra el Honorable señor Chadwick.
El señor CHADWICK.-
Señor Presidente, el Partido Socialista también quiere rendir en el Senado de la República un homenaje de admiración y respeto al compañero Osear Astudillo, Subsecretario General del Partido Comunista de Chile.
Espontáneamente, a lo largo de todo el país, los jóvenes y obreros que constituyen nuestras filas, tan pronto se supo la malhadada noticia de la muerte del compañero Astudillo, se reunieron ese sábado aciago para rendirle el homenaje a que los conducía la admiración y afecto que sentían por él y por el Partido Comunista.
Entendemos muy bien la elevada responsabilidad de los dirigentes de los partidos revolucionarios.
El compañero Astudillo ha terminado su vida tal vez prematuramente, pero no tan luego como para no poder contribuir con su laboriosidad, inteligencia, devoción y agilidad a la causa proletaria, que era la suya; al triunfo histórico del 4 de septiembre, cuando se eligió un Gobierno popular.
Los socialistas entendemos muy bien que en la unidad fraterna existente hoy día entre nuestra organización y el Partido Comunista está la base de nuestra seguridad de poder enfrentar todos los obstáculos que se oponen al establecimiento del socialismo en Chile.
Astudillo, hijo de obreros, como aquí se ha recordado, creador a lo largo de su vida de la propia afirmación de su doctrina proletaria, pudo llegar a dominar toda una concepción científica de la sociedad. Por consiguiente, con su inteligencia y laboriosidad, pudo servir en la alta tarea de dirigir a la vanguardia de los trabajadores, al partido más combatiente y combatido de la clase obrera: el Partido Comunista.
Como socialista, creo que no nos separa del Partido Comunista ningún pequeño espíritu de competencia o de recelo. Por el contrario, cuando probamos en la lucha diaria las virtudes que lo distinguen, nos sentimos estimulados y emulados a seguir su ejemplo.
Por eso, cuando el sábado en que murió el compañero Astudillo los jóvenes socialistas se reunieron para rendirle homenaje, tuvieron que ver en su vida un ejemplo de lo que se debe hacer en la lucha política; que es necesario estudiar, en primer término; que no es posible satisfacerse con algunos lugares comunes que sólo reflejan estados emocionales; que es indispensable dominar a veces la vehemencia y el deseo de realizar luego las cosas, para dar tiempo a que ellas maduren, según las leyes de la historia.
Creo que si se medita profundamente sobre el sentido trascendente de la vida de Oscar Astudillo, se obtiene una lección de provecho para todos: entender que en la lucha política no se puede improvisar, que es imprescindible ver todos los ingredientes que la componen; comprender que no hay particularismo que aisle el fenómeno social chileno del resto de la experiencia internacional y que por eso deben compulsarse las experiencias no sólo de Chile, sino también de aquellas que se recogen en el correr del tiempo, en el amplio escenario del mundo entero.
Pienso que el Partido Comunista representa en Chile ese aporte que da una jerarquía superior a nuestro quehacer político, porque siempre está en la necesidad de a justar su conducta a un pensamiento científico. Y cuando se denigra al marxismo y se trata de levantar a la fuerza más reaccionaria en contra de estas organizaciones, que tienen en su seno a hombres como Astudillo, con - esfuerzo para estudiar y capacidad humana para entender, se conspira contra los mejores destinos de la patria.
Al rendir este homenaje, manifestamos un sentimiento de gratitud para el Partido Comunista, que a través de su acción abnegada, tenaz y siempre eficaz logró, por último, crear la base del triunfo político que llevó al pueblo al Poder. Nadie se podría explicar cómo se ha conseguido este resultado que conmueve a América Latina y que se siente espontáneo en las calles de Quito y en las capitales que visita nuestro Presidente de la República, sin tener en cuenta lo que ha significado el estudio, la abnegación y el espíritu de sacrificio de que hacen gala los compañeros comunistas, que todo el pueblo de Chile les reconoce.
Por eso, es importante que en el Senado de la República, donde se despachan y estructuran las leyes reguladoras de nuestras sociedad, se hayan alzado estas voces de homenaje, a las cuales el Partido Socialista no ha querido permanecer ajeno.
Nosotros reclamamos el derecho de sentirnos hermanos de los comunistas; de tener la misma doctrina; de perseguir los mismos fines y de luchar juntos, sin ningún recelo, pero sí mirándonos de cerca para aprender mutuamente, y nosotros captando el ejemplo que ellos nos dan generosamente.
El Partido Socialista me encargó la misión de rendir este homenaje, y es para mí especialmente dolorosa. Por razones de salud, se ha apoderado de mi ánimo una sensibilidad muy singular frente a la muerte. Y al saber lo ocurrido al compañero Astudillo, hube de meditar si acaso no habría sido más justo que me hubiera sucedido a mí, y no a ese hombre de tan alta jerarquía intelectual, de condición tan necesaria para el desenvolvimiento de la acción política nacional y de sus masas obreras.
yo, que soy Senador en representación de dos provincias pobladas principalmente por pequeños campesinos y abnegados mineros, al pronunciar estas palabras de orden personal, pienso que dondequiera que vaya, cualesquiera que sean los rincones de Atacama o Coquimbo que visite en el futuro, siempre encontraré al compañero que, tal vez con voz queda, tal vez con la mirada, me pregunte: "Y usted, compañero, cuando murió Oscar Astudillo, ¿le rindió homenaje?" Y yo le podré contestar -y por eso cumplo, a la par que con dolor, con satisfacción el encargo de mi partido- que sí lo hice, y con mucha sinceridad, sintiendo profundamente la pérdida de ese hombre que a todos nos hace falta: a sus compañeros del Partido Comunista, a Chile y también a nosotros, los socialistas.
Nos hace falta porque necesitamos pensar en él, en su rostro sereno, en su espíritu dispuesto fraternalmente a escuchar, a dar soluciones medidas y ponderadas, sin otra finalidad que la que él aspiraba realizar como justificación de su noble vida: la revolución chilena.
Y nosotros, pasando por alto las formalidades, podemos improvisar esta tarde diciendo que Astudillo estará en el socialismo como un ejemplo que no olvidaremos tan pronto, porque fue un hermano, porque nos enseñó la mejor lección de esta época: la lucha por el socialismo.
Ahí estaremos recordándolo, con su figura ennoblecida por una vida laboriosa, plena de dignidad. Justo con sus compañeros, justo consigo mismo, porque había adquirido un gran compromiso.
Ese niño proletario, a quien se ha recordado en las hermosas palabras pronunciadas esta tarde, tuyo una vida que en realidad emociona. Yo diría que se pierde un poco el dominio de las expresiones de lo meramente conceptual cuando se evoca la manera como ese hombre siguió un largo camino en el partido de Recabarren, para justificar su dolor de niño proletario, su rebeldía frente a la miseria de los tres pesos que le pagaban a la semana en la fábrica de calzado donde trabajó y su solidaridad con la masa campesina que bordeaba el lugar de su nacimiento.
Oscar Astudillo llevó una vida que, puede decirse, fue una creación artística, porque el revolucionario es en nuestra época algo del profeta de los tiempos bíblicos, algo del ejecutor de una obra maestra, porque debe tener un clarísimo intelecto para enjuiciar los complejos fenómenos que debe abordar y resolver. También debe tener gran dominio emocional, porque cada paso que da es observado y produce consecuencias, a veces trascendentales e insospechadas, en los compañeros que lo siguen o permanecen a su lado. Astudillo llego en ambos campos a la perfección.
Al recordarlo, no disputamos con los compañeros comunistas al decirles que, aunque él militó en sus filas y fue su Subsecretario General, nosotros lo consideramos como un hombre nuestro. Que en las banderas rojas con que los socialistas de todo el mundo enarbolan su pensamiento, estará siempre la imagen de Astudi-11o, que dio la versión chilena de la lucha revolucionaria. Su nombre está inscrito en nuestro pensamiento, y nuestra acción lleva su sello ennoblecido con su vida y con su ejemplo.
Nada más.
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