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- rdf:value = " El señor AYLWIN.-
Participo plenamente de la opinión vertida por el Honorable señor Hamilton. Y quiero agregar que del total de la obra, en los seis años de la Administración Alessandri, se invirtió el 37,8%. Ya había dicho que el 21% se invirtió durante el Gobierno del señor Ibáñez y que durante el del PresidenteFrei, en los primeros años de este Gobierno, se invirtió más del 40,8%, prácticamente el 41% de la inversión total. ¿Con qué derecho un ingeniero como el señor Pinto Lagarrigue, hombre versado, puede sostener que en el verano de 1965, entre noviembre y abril, la actual Administración pudo realizar el 40% de la obra, que faltaba por terminar cuando expiró el anterior Gobierno?
Lo dicho constituye un botón de muestra que revela una mentalidad, un modo de llevar la lucha política que nosotros rechazamos. Por eso, estamos rectificando cada afirmación errónea, a fin de establecer la verdad.'
En materia de obras públicas, fue siempre tradicional esto de iniciar determinados trabajos poniendo las primeras piedras y dejándolos inconclusos. La actual Administración centró su esfuerzo, al iniciar su acción, precisamente en concluir las numerosas obras públicas empezadas en el curso de pasadas Administraciones, las cuales, por razones de diversa índole, permanecían inconclusas.
Deseo agregar más. Hace algunos días leí el mensaje presidencial del señor Alessandri del 21 de mayo de 1961, mediante el cual el ex Mandatario daba cuenta al Congreso Pleno de que en 1963 quedaría terminada la construcción del embalse de "El Yeso". Sin embargo, no quedó terminado en su Administración. Fue el actual Gobierno el que la concluyó, y como ya lo señalé, en dos años y medio realizó más de 40% de la obra, cuya construcción total demoró 14 años.
A propósito de esta materia deseo agregar dos consideraciones.
Seguiremos defendiendo la verdad.
En la referida intervención radial, el Senador que habla hizo un emplazamiento claro al candidato presidencia de la Derecha para concretar o precisar cargos que formulaba a granel o a la bandada y que comprometían la seriedad y aun la honestidad de funcionarios públicos, que no nombraba, o de hombres de nuestro Gobierno o de nuestro partido. Han transcurrido dos semanas, y nadie ha concretado cargos. Ello me hace pensar que efectivamente, tal como aseveré en esa oportunidad, se trataba sólo de desahogos pasionales destinados a acrecentar las bajas pasiones de quienes viven de la chismografía y gozan y se solazan con ella, y no a mantener el debate presidencial a la altura que el recto ejercicio de nuestra democracia exige.
Sobre el particular, deseo dejar constancia de que ninguna de las afirmaciones que en esa intervención formulé para esclarecer la verdad en torno de hechos que habían sido enjuiciados en distintos discursos del candidato de la Derecha, han sido rectificadas, y de que la única persona responsable que ha salido a la palestra es el señor Pinto Lagarrigue. En esta oportunidad, he dejado de manifiesto la inexactitud de sus alcances.
Para concluir, deseo destacar una última consideración.
Rectificación saludable, pero incompleta.
Me alegro de que el candidato de la Derecha, en las últimas intervenciones de su reciente gira por la provincia de Valdivia, haya formulado aseveraciones distintas de las expresadas en sus primeros discursos. Según informaciones de la prensa -cito textualmente "El Mercurio"- sostuvo que no desconoce los méritos ni la obra del Gobierno del Presidente Frei; que sus intervenciones simplemente han tenido por objeto defenderse de los cargos que se le habían formulado, y sobre el particular hace mucho hincapié en el respeto que merece como ex Mandatario del país, expresando que las ofensas que se le habrían inferido importarían falta de respeto para quien ha terciado sobre su pecho la banda tricolor.
Nada más lejos de mi ánimo y mi hábito que faltar el respeto a las personas. Estima que estas observaciones del candidato presidencial de la Derecha debieran llevarlo a meditar sobre el deber en que él se encuentra, primero que nadie, de desarrollar una campaña con la serenidad y compostura que le exigen, no sólo sus años, sino también el hecho de haber sido Presidente de la República de Chile. El señor Alessandri, aprovechándose de esa circunstancia, exige respeto para sí mismo y no respeta a los demás, y califica a todas las personas con epítetos de las más variadas clases. En el lenguaje del candidato presidencial de la Derecha, todos los hombres que no son él, o algunos elegidos de él, que actuamos en la vida pública, somos incapaces, deshonestos, ineptos para ganarnos la vida en otra actividad que no sea la política, ambiciosos que buscamos situaciones, etcétera. Esas son palabras que abundan en su lenguaje.
No voy a defender indiscriminadamente a todo político. Creo que en la vida política chilena hay muchas personas, más de lo que el grueso del público imagina, que se encuentran desarrollando esta tarea y consagradas a ella por su espíritu patriótico, por conciencia cívica, por espíritu público, con honradez, con honestidad,- con patriotismo. Y nadie tiene derecho a venir a decir quién es más patriota o es más ambicioso, ni a darnos lecciones en esta materia.
Imperativo democrático: elevar el tono de la campaña presidencial.
Confío en que esta reacción del candidato presidencial de la Derecha sea un primer paso destinado a que la campaña presidencial que se ha iniciado se desenvuelva en un plano de serenidad, como el país requiere. Evidentemente, una campaña de esa índole enciende las pasiones. Pero la democracia de Chile exige que el pueblo pueda decidirse no en función de pasiones exacerbadas ni de excitar lo más mezquino y más bajo de cada ser humano, sino a la inversa, sobre la base del examen racional, sereno, inteligente. Porque la democracia supone el ejercicio de la razón por el hombre, a fin de resolver qué es lo que le conviene más al país, decidir cuál es el interés nacional y quién ofrece un mejor camino para la solución de los problemas de Chile y un mejor futuro para nuestra patria.
Y no sólo me refiero a los insultos que pueda lanzar un candidato. A mi juicio, debiéramos crear un clima moral y cívico que pusiera término a todos los insultos entre los candidatos y entre quienes los apoyan; que permita elevar el tono de la campaña; examinar la realidad chilena; lo que cada candidatura representa por el hombre que la encarna, por las ideas que expresa, por los intereses a que está ligado, por los caminos que ofrece al país para lo futuro, por la obra que cada equipo ha realizado. En ese sentido, el candidato de la Democracia Cristiana, señor Radomiro Tomic, ha formulado un desafío, a fin de realizar un análisis entre los candidatos sobre esta materia. Es deplorable que el candidato de la Derecha haya rehuido ese desafío. Estimo qué el país ganaría mucho si efectivamente pudiera presenciar la confrontación de las opiniones de los distintos candidatos y sus equipos, de sus programas, de su pasado y de lo que ofrece para lo futuro, en lugar de rebajar el tono de la campaña sobre la base de insultos y de "desmonetizar" a las personas, pretendiendo restarles autoridad moral con difamaciones, con la afirmación de hechos inexactos, o francamente falsos, o de invenciones o suposición de situaciones.
Hago votos a fin de que este primer paso del candidato de la Derecha, destinado a rectificar su conducta inicial, al reconocer categóricamente la obra y los méritos de la Administración del Presidente Frei, pueda marcar el comienzo de una pacificación de los espíritus, a fin de desarrollar una campaña, no con debilidad, transacciones o componendas, sino en términos claros y definidos, pero respetuosos, que signifiquen la valorización recíproca que nos merecemos los distintos sectores de la opinión nacional y los distintos candidatos en sus respectivos criterios en cuanto a qué es lo que conviene a la democracia chilena. ¡Y Dios sabe con cuánta razón quienes verdaderamente amamos la democracia, creemos en el régimen de derecho y repudiamos toda especie de dictadura, anhelamos y tenemos el deber de hacer esfuerzos por que esta campaña no rebaje el nivel de la democracia chilena, sino que, por el contrario, tienda a elevarla y a robustecerla, a fin de que sus raíces profundamente insertas en nuestra historia no puedan ser destruidas o queden malparadas por cualquier circunstancia accidental.
Es cuanto quería decir.
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