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Con motivo de la elección de Presidente de la República, suceso que ocurre normalmente cada seis años en nuestro país, suele plantearse un debate nacional más a fondo sobre los problemas que nos afectan, y cada candidato expone durante la campaña lo que se denomina "su programa presidencial".
Naturalmente, dentro de ese programa se abordan las materias consideradas más importantes, a juicio de cada comando, y muchas veces se enfatiza en asuntos que pueden motivar con mayor facilidad la adhesión del electorado, aun a riesgo de guardar silencio o decir simplicidades sobre cuestiones que realmente exigen un pronunciamiento claro, de fondo.
Esto último es particularmente notorio en las candidaturas que representan los extremos de la política nacional, las que prefieren poner el acento en una serie de consignas que pueden resultar más atractivas, pero que no permiten al hombre común conocer exactamente lo que cada una de ellas representa en lo fundamental.
Así, la Derecha y su candidato montan un "show" para que aquél aparezca como la encarnación de una serie de valores que sería difícil encontrar en los círculos que representa. Pero la "independencia", la "austeridad", la "seguridad", "la paz y el orden" son consignas que atraen y que, bien manejadas, con una fuerte dosis de cinismo, pueden dar dividendos electorales de cierta monta. Nada se dirá, o muy poco, acerca de la mantención de un orden económico-social basado esencialmente en el predominio del capital y de los poseedores del dinero sobre el trabajo y los poseedores del esfuerzo creador, que son los trabajadores; ni nada se intentará explicar para demostrar cómo pueden surgir la paz y el orden sin eliminar la injusticia, las diferencias enormes entre ricos y pobres, la explotación de los más por unos pocos.
Por su parte, la Izquierda marxista atrae la mirada de sus posibles adherentes hacia una nómina de cuarenta medidas, más o menos atractivas, que representan puntos neurálgicos con soluciones muy reclamadas por los sectores de las clases media y popular, pero poco dirá sobre el sistema que se propone instaurar, señalando con franqueza y sin disimulo cómo conciliará en Chile la existencia de un régimen socialista, de Estado totalitario y colectivista, con la subsistencia de la libertad, de los partidos políticos, de las organizaciones sociales libres y democráticamente constituidas y, en una palabra, con el respeto a los derechos esenciales de la persona humana.
Por eso, nosotros creemos que es más allá de los programas presentados donde debe escudriñarse para conocer el real pensamiento y el verdadero rostro de cada postulación.
Todas las candidaturas presidenciales se hacen cargo también de exponer en sus respectivas plataformas su posición frente a las Fuerzas Armadas, y todas tratan de acoger en alguna medida las nuevas tendencias o concepciones que surgen sobre el papel de las mismas dentro de la sociedad contemporánea. Pero no basta quedarse en la enunciación general y vaga. Es necesario expresar con claridad los fundamentos de cada convicción y señalar los principios bajo los cuales se pretende sustentar una política moderna o una concepción nueva sobre el papel de los militares en nuestro país.
¿Cuál es el papel que debe corresponder a las Fuerzas Armadas, de acuerdo con las concepciones políticas, económicas y sociales de cada candidatura? ¿Son los programas un fiel reflejo de esas concepciones, o son ellos expresiones vagas e incompletas del pensamiento de cada corriente política?
Para contestar a estos interrogantes tendremos forzosamente que hacer un análisis político de las ideas básicas de cada postulación presidencial, demostrando lo que son en realidad, a través de recoger experiencias ya vividas.
2.- La Derecha y las Fuerzas Armadas.
¿Qué pretende fundamentalmente la Derecha en Chile? ¿Qué papel pueden desempeñar las Fuerzas Armadas en un país gobernado por fuerzas políticas conservadoras del "statu quo", donde existe una lucha cada vez más aguda y violenta entre los explotadores y los explotados, entre los poderosos y los débiles?
Con breves interrupciones, pero sin perder jamás el control de la economía, ni ahora mismo, la Derecha gobernó este país durante más de ochenta años, hasta que en 1964 fue despojada del poder político y se comenzaron a realizar algunos cambios en las estructuras tradicionales.
Se puede afirmar que la existencia de los grandes problemas que aquejan todavía a nuestra nación se deben a la Derecha, a su carencia de visión, a su ineficacia, a su egoísmo sin límites, a su indolencia e indiferencia, a su espíritu conservador y antipopular.
Sus líderes agitaban a menudo las banderas de la "patria" y el "honor", la "República" o la "Nación", se cubrían con ellas y en su nombre defendían un régimen que cautelaba sus privilegios e intereses.
Ahora sabemos que sus verdaderos y auténticos emblemas eran la choza y la chala campesina, la cama en el pajar, la vivienda callampa, los salarios miserables, el hambre, la tuberculosis, el analfabetismo, la explotación irracional de nuestras riquezas, el derroche, en una palabra, el subdesarrollo cultural, económico y social.
Fue el sistema capitalista, sostenido y mantenido por la Derecha chilena, el que engendró los graves problemas que este Gobierno y los que le sucedan ha debido y deberán afrontar. Así, por ejemplo, la cesantía y la inflación no son sino efectos de nuestro subdesarrollo, de la falta de fuentes de trabajo, de la producción insuficiente de bienes para satisfacer las necesidades de los chilenos. ¿Y quién es culpable? ¡ La Derecha, que hoy día se ha cambiado de nombre y usa como bandera a un falso "independiente" para recuperar el poder, así como ayer usaron de bandera a la "patria" y otros valores!
Pues bien, astutamente la Derecha usó en el pasado dos grandes instituciones para escudarse tras ellas: la Iglesia y las Fuerzas Armadas.
La primera se identificó con los partidos políticos reaccionarios, donde militaba la oligarquía, y se convirtió en instrumento activo de los grandes poseedores del dinero y de la tierra, de quienes recibía apoyo económico. Uno de esos partidos llegó hasta consignar en sus estatutos, sin ambages, su carácter de confesional y católico y fue realmente la expresión política de la Iglesia. La religión era usada por los terratenientes y los "patrones", como arma de sumisión, para adormecer los espíritus e impedir su rebelión.
Por fortuna, no faltaron sacerdotes y seglares que se rebelaron contra un sistema semejante y que, tras largos años de lucha, lograron independizar a la Iglesia de los partidos, para que recobrara su papel trascendental y se colocara, como su fundador, junto a la justicia y al lado de los pobres y explotados, sin mirar su color político. ¡Recuerdo con orgullo que a nuestra colectividad política le correspondió una acción protagónica en esta lucha, desde su nacimiento!
Sin embargo, tantos años de permeabilidad por los explotadores y de identificación con sus intereses, crearon a la Iglesia un ambiente hostil y de desconfianza que todavía no logra superar, ni siquiera dentro de sus filas, como Jo demuestran las continuas emigraciones de sacerdotes que salen de su seno, en busca de nuevos métodos de lucha contra la injusticia y la pobreza.
Algo parecido trató de hacer la Derecha con las Fuerzas Armadas, y periódicamente observamos sus intentos para conducirlas por el camino de la subversión, cuando considera que sus intereses se encuentran en peligro.
Sosteniendo tesis ya pasadas de moda, como la obediencia absoluta y el profesionalismo tradicional y aislacionista, siempre procuró mantenerlas al margen de la realidad nacional y ajenas a las preocupaciones del hombre común, para utilizarlas mejor como guardián de sus intereses y garantía del orden establecido. Muy presta a confundir la defensa del orden establecido y de la constitucionalidad con la defensa de sus privilegios, colocaba así la fuerza a su servicio permanente.
Pero, como la Iglesia, las Fuerzas Armadas no han escapado a la influencia de las nuevas ideas, y las inquietudes que acosan al hombre de nuestros días, han llegado también a remecer las conciencias de sus miembros. Contrariamente a lo que ha sido el deseo de la Reacción, los militares han observado el desarrollo de los acontecimientos y han respetado y hecho respetar los Gobiernos modernos surgidos de la voluntad popular que han puesto en práctica nuevas políticas y que han ido removiendo poco a poco los viejos cimientos de nuestra sociedad. Brotes esporádicos de resistencia, alentados por la Derecha, como el caso del General Ariosto Herrera, no sólo no han encontrado eco en las Fuerzas Armadas, sino que han recibido el repudio de sus jefes, oficiales y soldados.
Es estimulante comprobar lo anterior, pues nunca faltarán los intentos de los sectores reaccionarios para recuperar el Poder y oponerse a los cambios que exige la gran mayoría de los chilenos, sobre todo ante la presencia de un nuevo Gobierno popular que deberá eliminar definitivamente la influencia preponderante del poder económico reaccionario, hasta hoy más o menos intacto.
En estos mismos días, hemos podido comprobar el doble juego de la Derecha en este sentido. No es necesario ser muy perspicaz para darse cuenta de que los recientes desvarios políticos de un ex General están inspirados y son la expresión de tesis políticas de tipo totalitario expuestas por elementos golpistas de la oligarquía y del Partido Nacional. La doctrina del vacío de poder, según la cual sólo el Partido Comunista o las Fuerzas Armadas son las únicas colectividades capaces de llenarlo, ha sido expuesta públicamente por el fundador del Partido Nacional, señor Jorge Prat, repetida por algunos de sus miembros, y divulgada en discursos políticos inspirados y redactados por ellos mismos.
Estos personajes y doctrinas vienen a ser, así, la mano del gato con que la Derecha está permanentemente buscando ¡a salida subversiva, si así conviene a sus intereses. Si el intento es exitoso y resulta, aparecerá la Reacción de cuerpo entero; si por el contrario fracasa, la Derecha esconderá hasta su sombra y se lavará las manos como Pilatos.
El hecho concreto es que la Derecha, juega en esta elección su última carta, su postrera posibilidad de volver al Poder. Cuenta para ello con su inmensa riqueza, su habilidad y falta de escrúpulos, y con el hombre que la interpreta y le da seguridades absolutas de fidelidad y lealtad, como es el señor Alessandri, nacido, crecido, amamantado y desarrollado en sus entrañas. Sabe bien que éste no tiene sustituto capaz de reemplazarlo con igual "chance" y que si no existiera el señor Alessandri o éste se hubiera llamado Verdejo, nada habría podido esperar de la vía electoral. Por eso, se aferra al candidato como el náufrago a la tabla de salvación; pero, presintiendo que las resistencias pueden fallar en el camino, trata de tener a mano un medio más seguro, como un golpe de fuerza manejado por ella y para ella.
La Derecha es una fuerza conservadora, opuesta a todo cambio fundamental, dispuesta a recuperar el poder político para detener o desviar el proceso de cambios ya iniciado, pero sabe bien que en caso de triunfar, tendrá grandes dificultades para imponer con Alessandri una política retardataria y paralizante. Este carece de fuerzas políticas o sociales populares que lo apoyen como organizaciones más o menos permanentes. Su triunfo sería el triunfo de un falso "indepenclientismo" que desmentiría la acción poderosa de las instituciones de tipo patronal, como la Confederación de la Producción y del Comercio, la Sociedad Nacional de Agricultura y las compañías imperialistas, y la aplicación práctica de las ideas del candidato, quien ha expresado su adhesión al régimen capitalista afirmando que "no se ven razones que justifiquen el cambio del régimen que hemos vivido" y ha dicho que es en los círculos que representa donde se encuentran los seres más aptos y mejor dotados para gobernar.
En suma, bajo un Gobierno de Alessandri, el pueblo sentiría de inmediato los efectos de la política económica reaccionaria, que se traduciría en practicar la vieja receta de la Emperatriz Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, según la cual "del derroche de los ricos nace el bienestar de los pobres".
Un hombre con una visión tan chata y pobre del mundo actual, como el representante de los poderosos, no puede conducir adecuadamente los destinos del país en una época de convulsión y efervescencia, de inquietud y de rebelión.
Basta leer su reciente discurso a la juventud, en el teatrocirco Caupolicán. Una vez más insiste en su vieja y gastada tesis : las causas de todos los males de Chile son la politiquería y la demagogia; para suprimirlas hay que reformar la Constitución y disolver el Congreso, prohibiendo a los parlamentarios que intervengan en asuntos ajenos a sus funciones, lo que sin duda pudo hacer en su Gobierno, pero no hizo, tal vez porque los principales afectados estaban entre quienes lo apoyaban entonces, los que ejercían grandes influencias en la vida de los negocios, desempeñando cargos en importantes actividades económicas. Llama la atención en esta parte del programa que la proyectada prohibición parlamentaria no afectará a los Senadores y Diputados que tuvieren negocios antes de ser designados como tales, vale decir no regirá para los derechistas, que son por lo general quienes más intervienen en el mundo de los negocios. Más sincero sería propiciar abiertamente que "se reserva a los parlamentarios de la Derecha y la Reacción la exclusividad en el manejo de la economía dentro del régimen de libre empresa".
El señor Alessandri estima que terminando la demagogia y la politiquería, se acabarán los males existentes de inmediato, pero jamás se le ha ocurrido pensar que para ello debería comenzar por autoeliminarse, como una manera de contribuir a esa depuración.
¡Qué diferencia con el juicio severo pero profundo de Radomiro Tomic, en su discurso a la juventud en diciembre pasado! Decía: "Si Chile es uno de los países más extensos y más ricos en recursos naturales del mundo entero, y su pueblo un pueblo homogéneo, esforzado y que pugna por progresar, el hambre y el subdesarrollo son en Chile un escándalo intolerable. Los culpables no son Dios, ni la naturaleza, ni el destino, ni el pueblo chileno. Los grandes culpables son el egoísmo y la incompetencia de la minoría autoelegida por 80 años como "clase dirigente" y las estructuras de poder capitalistas, neocapitalistas e imperialistas, que paralizan la capacidad creadora del trabajo de millones de chilenos, destruyen el sentido de solidaridad nacional, compran y corrompen la seudoconstitucionalidad "demoecráticorepresentativa" y despojan al país de sus riquezas, de su unidad y de su esperanza."
Y qué diferencia también con los conceptos vertidos por el Presidente de la República, Eduardo Frei, en su lección magistral sobre "Responsabilidad de la Juventud en la crisis actual", dictada en la Universidad Católica. "No cabe duda" decía" de que la sociedad actual presenta características fundamentalmente diferentes a las que tuvimos que enfrentar nosotros, la generación anterior, hace 40 años. La crisis de todos los valores es evidentemente más profunda y su complejidad inmensamente mayor. Hemos visto desaparecer en el último decenio valores, ideas y estructuras que parecían inconmovibles y sobre las cuales no sólo se sustentaba la vida social y personal, sino que eran datos para cualquier tentativa futura." "No hay certeza en qué apoyarse, no existen o están vitalmente cuestionadas." "Hay que construir en tierra arrasada. Nada es intocable, no hay dogmas." "Hay que descubrir el pensamiento que engendra las nuevas estructuras y los nuevos juicios de valores".
Olvidó el Presidente de la República al exponer sus ideas que el señor Alessandri ya había descubierto las bases de un nuevo orden en la supresión de la demagogia y la politiquería. ¡Qué gran filósofo, qué pensador tan profundo, qué líder extraordinario para las nuevas generaciones!
Señores Senadores: con un gobernante incapaz de interpretar las inquietudes de la hora presente, inapto e inepto para conducir las grandes mayorías, huérfano de apoyo popular organizado, ajeno a los problemas de la mujer y de la juventud, ¿qué hará la Derecha para sostenerse en el Poder? ¿De qué recurso echará mano? ¿Cómo contendrá la convulsión social que se desatará con mayor violencia?
Es un hecho que existen grupos extremistas interesados en sembrar la violencia, el terror y la anarquía. Los hay de Derecha y de Izquierda. Persiguen la dictadura de inmediato, evitando las elecciones, o buscan el triunfo del candidato derechista, al cual ayudan en esa forma. Quienes ya no creen en la vía electoral y buscan el cambio violento saben que un Gobierno de Alessandri es la salsa apropiada para condimentar sus propósitos y anhelos. Ahí estarán como peces en el agua y podrán crecer y multiplicarse. Ahí tendrán campo propicio para luchar con éxito por sus objetivos revolucionarios.
La Derecha no tendrá otro recurso de qué echar mano, que la utilización de las Fuerzas Armadas, a las que intentará sobornar con algunas concesiones, a cambio del apoyo que puedan prestarle para la defensa de sus intereses y privilegios. Cualquiera que sea la actitud que las Fuerzas Armadas adopten ante ese requerimiento, no tenemos duda de que una situación así entrañará riesgos de daños irreparables para Chile y para el prestigio e independencia de nuestros Institutos Armados, que pueden ser deteriorados moralmente por la acción corruptora de los detentadores del poder económico.
Nada bueno puede esperar el país de un régimen derechista, sino su rápida caída por el despeñadero de la represión total y sangrienta, prevención que ha cobrado plena actualidad después de las palabras del propio señor Alessandri en reciente intervención pública en Antofagasta.
3.- Las Fuerzas Armadas y el Senador Salvador Allende.
En una reciente declaración del candidato presidencial de la llamada Unidad Popular, Senador don Salvador Allende, al ser interrogado sobre esta materia, expresó: "Jamás vamos a sustituir nuestras Fuerzas Armadas por Milicias Populares. En Chile no hay antagonismo de ninguna índole entre los sectores populares que yo represento y las Fuerzas Armadas. Ellos cumplen con una función netamente profesional, como es velar por la seguridad, soberanía e integridad territorial. El Gobierno de la Unidad Popular tendrá especial preocupación en modernizar los equipos de nuestras Fuerzas Armadas y en dotarlas con los elementos que sean necesarios para el mejor cumplimiento de sus altos propósitos."
Y en el programa de Gobierno nada se contiene que sea diferente a las ideas expuestas sobre el mismo tópico por otras candidaturas.
No podemos dudar de la sinceridad de las palabras del Senador Allende, a quien sabemos un político consecuente con sus posiciones de Izquierda, y al que hemos visto actuar como un demócrata, de tal manera que nunca se le ha sorprendido en acciones destinadas a socavar el régimen democrático en lo que éste tiene de esencial. Partidario, sin discusión, de la sustitución del régimen capitalista, ha proclamado insistentemente su respeto por los derechos esenciales de la persona humana, lo que indudablemente corresponde a su formación filosófica, adquirida o acrecentada en el seno de la Masonería, institución en que esos valores se cultivan y profesan.
Sin embargo, cuando intentamos hacer un análisis objetivo de las tendencias políticas que cada candidato representa, no podemos dejar de considerar que el Honorable señor Allende es socialista y que las dos colectividades más importantes que integran las fuerzas que lo acompañan son dos partidos marxistas, el Socialista y el Comunista, que en otros países han llegado al poder y establecido un sistema dentro del cual las Fuerzas Armadas juegan un papel absolutamente distinto al que tienen en los países llamados democráticos.
¿Aceptan realmente esas colectividades políticas los planteamientos del Senador Allende? ¿O simplemente los toleran, a trueque de no perturbar su campaña electoral mediante la expresión desembozada de su pensamiento verdadero sobre esta materia?
Nos hacemos esta interrogación influidos por algunas críticas formuladas por el marxista Regis Debray, a propósito de la campaña presidencial del año 1964, en que, según él, se desfiguró u ocultó el verdadero rostro de la candidatura frapista.
En un ensayo titulado "América Latina: algunos problemas de estrategia revolucionaria", publicado en un apartado de la revista "Punto Final", Debray sostiene, en efecto, que uno de los grandes errores que condujeron a la derrota de la candidatura del FRAP, fue el ocultamiento o disfraz del significado revolucionario de su candidatura.
El señor TEITELBOIM.-
¡Regis Debray no tiene nuestra línea! ¡Nosotros tenemos un programa; mejor refiérase a él!
El señor FUENTEALBA.-
El ha hecho una crítica muy interesante sobre la campaña de 1964, que coincide con algunos puntos de vista que yo también tenía sobre el particular. Por eso me parece interesante citar su pensamiento.
El señor TEITELBOIM.-
¡Es una especulación !
El señor FUENTEALBA.-
Las interrupciones son con cargo al tiempo del Honorable señor Teitelboim. No tengo inconveniente en hacer diálogos, si prorrogamos la hora.
Afirma Debray: "Todas las acciones reivindicativas de la clase obrera fueron suspendidas desde antes del inicio de la campaña electoral, a pesar de la inflación y el desempleo creciente, para no asustar a la reacción y a las clases medias." Debray de quien seguramente el Honorable señor Altamirano tiene una opinión distinta de la del Honorable señor Teitelboim dice que "la elección presidencial fue concebida por el FRAP en términos de alianza con partidos "centristas" y francamente reaccionarios, de concesiones a los tránsfugas del Partido Liberal y aun Conservador, en suma, de una política de notables. Se llegó hasta ver celebrar en la primera página de "Vistazo", revista comunista, un banquete ofrecido a Allende por la Gran Logia de la Francmasonería chilena, que reúne a los mayores hombres de la burguesía comercial chilena."
Agrega que "al ser pospuestas "para después" de la victoria todas las acciones ofensivas de la clase obrera, se llegó inclusive a no responder a las ofensivas del adversario por miedo de asustar al electorado."
"En el desarrollo de la campaña electoral chilena", acusa Debray, "la "Izquierda" y la "Derecha" compitieron por ver quién iría más lejos en las declaraciones pacifistas y las condenaciones humanitarias de la violencia, sin más especificación."
Termina acusando al Partido Comunista por eso no le gusta a Su Señoría de ser...
El señor TEITELBOIM.-
¡Pregunte ahora la opinión que tiene Debray!
El señor FUENTEALBA.-
¡Se la voy a preguntar!
El señor TEITELBOIM.-
¡Está muy atrasado de noticias; son juicios de hace seis años!
El señor FUENTEALBA.-
Debray termina haciendo un análisis de la elección de 1964, acusando al Partido Comunista chileno de ser el inspirador de los errores cometidos en la práctica revolucionaria. Tal vez por eso al Honorable señor Teitelboim no le gusta la opinión de este marxista, que fue un observador objetivo no estaba en Chile, sino que vino después y que hizo un examen.
4.- Las Fuerzas Armadas en los países comunistas.
De ahí que, sin perjuicio del pensamiento personal del Honorable señor Allende, que hemos dejado a salvo, consideremos de interés examinar cuál es el rol que desempeñan las Fuerzas Armadas en algunos países comunistas, fijando nuestra atención en tres de ellos, que constituyen casos muy representativos, como son la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, China y Cuba.
El señor TEITELBOIM.-
¡Cíñase al programa de la Unidad Popular!
El señor FUENTEALBA.-
Es interesante tener estas referencias, porque, como he dicho, a veces los programas no suelen coincidir con el pensamiento y la filosofía que sustentan.
El señor TEITELBOIM.-
¡ Corresponde a una realidad nacional!
El señor FUENTEALBA En esta sesión, el Honorable señor Teitelboim acaba de rendir homenaje a Cuba y a Fidel Castro, . . .
El señor TEITELBOIM.-
Es cierto.
El señor FUENTEALBA.-
...lo que podría ser indicio de que admira el sistema que ahí existe.
El señor TEITELBOIM.-
Lo dije.
El señor FUENTEALBA.-
Del examen que hagamos podremos extraer algunas conclusiones, comenzando por decir que, en primer lugar, se trata de que en esos países existe un sistema diferente, con un orden social y una organización distintos de los imperantes en los países capitalistas o en los países que se consideran democráticos. Y a sistemas diferentes corresponde también una distinta concepción acerca de la misión que tienen las Fuerzas Armadas, cuya existencia es igualmente necesaria tanto en unos como en otros.
a) La Unión Soviética.
A diferencia de lo que ocurre en una democracia,...
El señor TEITELBOIM.-
¿El señor Tomic está con el capitalismo?
El señor PALMA.-
Está con el régimen democrático.
El señor TEITELBOIM.-
Nosotros también.
El señor FUENTEALBA.-
Puede que mis argumentos sean discutibles. Su Señoría tendrá oportunidad de refutarme más tarde o en otra sesión; pero si se me prorroga el tiempo, no tengo inconveniente en sostener de inmediato una polémica con el señor Senador.
Decía que, a diferencia de lo que ocurre en una democracia, en el sistema imperante en la Unión Soviética el Partido es en general considerado como la fuente legítima de la autoridad. Todo debe hacerse en nombre del Partido. En la medida en que esto es así, los afiliados no sólo aceptan, sino que ejecutan fervorosamente la decisión. Apenas ocurre lo contrario, la gente común del Partido, cuyo apoyo en las decisiones que éste toma se da por descontado, podría provocar una dislocación en gran escala, y sin duda lo harían.
En los comienzos de la Revolución de Octubre, los "rusos blancos", apoyados por fuerzas de otros países, se levantaron contra el comunismo. Los soviéticos se vieron entonces obligados a utilizar oficiales del Ejército zarista para reprimir la contrarrevolución y ganar la guerra civil, pero debieron también tomar precauciones para asegurar su lealtad, estableciendo medidas de control y una estrategia en relación con las Fuerzas Armadas. Esta estrategia debía conducir al control absoluto de ellas por parte del Partido Comunista.
En 1924, la proporción de oficiales comunistas era de 31%; en 1927, de 56%, y al llegar el año 1930, de 90%. En 1956, de un total de 4.900.000 hombres que servían en las Fuerzas Armadas, 600.000 pertenecían al Partido, y 3.050.000 a la Komsomol, es decir, a las organizaciones juveniles.
El ex Ministro de Defensa Nacional, Mariscal Rodión Y. Malinovsky, citado por Alberto Sepúlveda en su ensayo sobre "El militar en la sociedad latinoamericana", señaló en un artículo escrito de su puño y letra las características ideológicas que debía tener el oficial soviético. Como se ve, no estoy citando fuentes occidentales.
El Mariscal decía: "Sobre todo es esencial que los graduados satisfagan completamente los requisitos establecidos en las resoluciones del XXIII Congreso del Partido Comunista que exponen que: los especialistas soviéticos deben estar armados con teoría marxistaleninista, deben poseer un conocimiento cabal de los logros de la ciencia y la tecnología, deben tener el necesario adiestramiento económico y poder resolver en una forma debidamente alta problemas de progreso científico, de organización científica del trabajo y de control de la producción."
Malinovsky agrega después: "En todas las instituciones militares de enseñanza superior no importa lo que éstas enseñen, la educación ideológica y política es la de mayor importancia.
"El graduado debe reconocer que su conocimiento sería de poco valor, a menos que al aplicarlo en la práctica, demuestre constantemente que es un luchador militante por la aplicación de los ideales comunistas.
"En este respecto, existe un gran campo para la actividad de los comités y organizaciones del Partido, así como la liga de jóvenes comunistas, en las instituciones educativas militares..."
De la educación ideológica de los subordinados responde el militar profesional, pero al lado de ellos...
El señor TEITELBOIM.-
¡En Chile hay un programa diferente!
El señor FUENTEALBA.-
Honorable señor Teitelboim, yo no digo que ustedes vayan a hacer esto aquí, pero tengo derecho a suponer que los Partidos Socialista y Comunista tienen una doctrina sobre el particular, y las fuentes a las que puedo recurrir son las únicas existentes en la actualidad.
Su Señoría es fervoroso admirador de Cuba; fervoroso seguidor de la política del Partido Comunista de la Unión Soviética y tiene ligazones con ese partido.
El señor TEITELBOIM.-
¡Soy un revolucionario chileno y me guío por nuestra propia historia y experiencia! ¡No andamos a la caza de brujas!
El señor FUENTEALBA.-
¡Ojalá sea así! Yo creo que el movimiento se prueba andando.
Manifestaba que de la educación ideológica de los subordinados responde el militar profesional, pero al lado de ellos existe un "Comisario Político" encargado de velar por la lealtad de los mandos y la capacitación marxista de la tropa.
A semejanza de lo que ocurre en las fábricas o en la administración pública, también en las Fuerzas Armadas existen "células comunistas", como señala Alberto Sepúlveda, quien afirma que esta situación implica también una activa participación de los militares en el juego político del Partido. Dice: "Cabe recordar, por ejemplo, la importancia que tuvo el apoyo del mariscal Zhukov, en un momento, en la derrota de la vieja guardia de Stalin por parte de Kruschev."
Pero no es sólo la afiliación al Partido y la formación en las ideas marxistasleninistas 3o que puede asegurar la lealtad de las Fuerzas Armadas y su apego a la ortodoxia. Hay también, a todos los niveles, servicios secretos, como la K.G.B., Comité de Seguridad del Estado y loa destacamentos especiales de "00", que son secciones de contraespionaje. Gracias a estos servicios Stalin pudo realizar la gran purga de 1937, en que fueron eliminados el 40% de los más antiguos oficiales y entre la mitad y la cuarta parte de los jóvenes. De lo expuesto es fácil deducir algunas características que son propias del sistema imperante en la Unión Soviética en relación con las Fuerzas Armadas. Ellas son: penetración ideológica, formación marxistaleninista, afiliación al Partido, control a través de éste, y servicios especiales, ortodoxia estricta.
b) China Comunista.
Mao Tse Tung ha escrito un ensayo "Acerca de la corrección de las concepciones erróneas en el Partido", divulgado en español y que algunos de los señores Senadores deben tener. Criticando la concepción puramente militar que existe en gran número de "camaradas" del Ejército Rojo, expresa lo siguiente:
"Se afirma que las tareas del Ejército Rojo son parecidas a las del Ejército Blanco, es decir: tan sólo combatir; no se comprende que el Ejército Rojo Chino es una organización armada que cumple las tareas políticas de la revolución. En el período actual, sobre todo, el Ejército Rojo no puede limitarse sólo a los combates; además de la actividad militar encaminada al aniquilamiento de las fuerzas armadas del enemigo, tiene muchas tareas importantes que cumplir: la propaganda entre las masas, la, organización de éstas y su armamento, la ayuda a las masas en la creación del poder revolucionario e incluso de las organizaciones del Partido Comunista."
Como un medio de corregir las concepciones erróneas que critica, propone "intensificar el trabajo de educación política entre oficiales y soldados, y en particular entre los ex prisioneros que están en las filas del Ejército Rojo; fomentar la crítica de las organizaciones del Partido del Ejército Rojo por las organizaciones locales del Partido, y la crítica del Ejército Rojo por los órganos del poder popular, con el objeto de influir en las organizaciones del Partido del Ejército Rojo, así como en sus oficiales y soldados."
"Desde que llegó al Poder, el Ejército Rojo fue concebido en la Revolución como una organización política que tenía, también, un fin bélico."
Sepúlveda anota sobre este particular que "la tradición guerrillera de Mao y de los jerarcas chinos ha impregnado su política de Defensa. Esperan, ahora, derrotar a los norteamericanos, en una eventual guerra, usando la táctica que, en el pasado, les dio tanto éxito; por ello insisten en el rol político de las Fuerzas Armadas. La debilidad relativa en material bélico debe ser compensada por el número y el entusiasmo combativo de las masas, y la labor política y de contacto del militar con el pueblo está destinada a mantener el ardor marxista.
"La Revolución Cultural ha alterado radicalmente el papel del Ejército en la sociedad china. Desde el triunfo en la guerra civil, las Fuerzas Armadas se habían mantenido férreamente disciplinadas bajo la jerarquía del Partido Comunista. La Revolución Cultural, sin embargo, es un enfrentamiento entre Mao y la burocracia del Partido."
"Para este enfrentamiento, Mao se ha apoyado en los estudiantes y en los militares, dando a éstos una mayor influencia que en el pasado. Todo lo acontecido no significa una alteración fundamental, puesto que en realidad Mao es el Partido y tiene la mayor y más decisiva preponderancia dentro de él."
Podemos, por eso, afirmar como conclusión que en China existe también el control del Ejército Rojo por el partido, el que está organizado dentro de sus filas, y que sus miembros deben estar formados en la ideología comunista e identificarse absolutamente con las luchas de las masas, siendo el fin bélico de las Fuerzas Armadas secundario, frente a su carácter fundamental de organización política al servicio de la revolución.
c) Cuba comunista.
A semejanza de China y a diferencia de la Unión Soviética, también en Cuba llegó Fidel Castro al Poder después de una lucha guerrillera en que las Fuerzas Armadas regulares del régimen de Batista desaparecieron.
Poco a poco se fueron creando las nuevas Fuerzas Armadas. "Nuestro Ejército, nuestro Estado Mayor, nuestro Ministerio de las Fuerzas Armadas, durante estos años ha realizado, como decía, un extraordinario esfuerzo formando cuadros; de manera que hoy nuestro país cuenta en las Fuerzas Armadas con una enorme y formidable reserva de cuadros aptos para cualquier tarea que se les señale." Así se expresaba Fidel Castro en su discurso de 19 de abril de 1968, en los actos conmemorativos del séptimo aniversario de la victoria contra el imperialismo yanqui en Playa Girón.
Dando cuenta al pueblo de algunas medidas adoptadas, decía: "Han sido ascendidos a capitanes 56 primeros tenientes y los 56 son militantes de nuestro Partido. Así por el estilo. Sólo que, naturalmente, en los grados de primer teniente, teniente y subteniente, constituidos los núcleos de estos cuadros por compañeros más jóvenes muchos de los cuales cuando la guerra tenían doce o trece años o diez años ya el porcentaje de viejos combatientes del Ejército Rebelde no es tan alto. Pero en total, de los 1.848 ascendidos, 682 son combatientes del Ejército Rebelde. Y de los 1.848, 1.307 son militantes de nuestro Partido y 155 son militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas. En total, 1.462 de 1.848 promovidos." En un artículo dedicado a una "Plenaria de Organización del Partido en las Fuerzas Armadas", publicado en el diario "Gramma", se dice: "Las experiencias alcanzadas hasta hoy demuestran que los objetivos principales para los cuales se crea nuestro Partido en las Fuerzas Armadas, aún faltándonos unidades por construirlo, están garantizados plenamente : el de contribuir con todas sus energías a que nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias cumplan su misión de defender la integridad territorial de nuestro país, protejan el trabajo creador del pueblo y las conquistas de la Revolución, rechazando y aniquilando cualquiera agresión, venga de donde venga, y el de educar en los principios del marxismo leninismo a todos nuestros oficiales, clases y soldados, así como en el profundo amor a nuestras tradiciones y a los pueblos que se enfrentan resueltamente al imperialismo; de la misma forma que tenían como misión fundamental educar a todos los miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, permanentemente como tarea, en la absoluta fidelidad al pueblo trabajador y en el incondicional acatamiento a las orientaciones del Comité Central de nuestro Partido y de nuestro Comandante en Jefe."
En otros párrafos se puede leer: "Ayudar al Partido Comunista de Cuba en el cumplimiento de sus dos principales deberes en las Fuerzas Armadas: la educación de los soldados, clases, y oficiales en los principios del marxismo leninismo; y la elevación constante de la capacidad combativa de las Unidades."
En la edición del 7 de diciembre de 1969 del mismo diario "Gramma", en el editorial titulado "¡Vivan las Fuerzas Armadas Revolucionarias!", escrito con ocasión de haberse celebrado el 2 del mismo mes el día de su aniversario, se expresa: "Pero más que por su envergadura material, lo que mejor define y caracteriza nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias es el armamento ideológico, político y moral de sus miembros en los principios del marxismoleninismo, en la fidelidad sin límites al pueblo trabajador, a su Partido Comunista y a su Comandante en Jefe."
Como se ve, de las citas anteriores, que parecen más que suficientes, también en Cuba, como en la Unión Soviética y en China, las Fuerzas Armadas deben identificarse con las doctrinas marxista leninistas, el Partido Comunista y el jefe máximo, sirviendo de puntal a la Revolución en una indisoluble unión de Ejército y pueblo.
Conclusión o síntesis de esta parte.
Del examen que hemos hecho sobre el papel de las Fuerzas Armadas en los países llamados "comunistas" o "socialistas", cualesquiera que sean las diferencias que existan entre ellos, se deduce que en todos existe una absoluta identificación entre las Fuerzas Armadas, el régimen de Gobierno, el Partido Comunista y la doctrina marxista leninista, y que una tarea fundamental de ellas es la de ser instrumentos de la Revolución en marcha, característica esta última que es mucho más acentuada en Cuba y China que en la Unión Soviética.
Es perfectamente lógico que en un tipo de revolución totalitaria, en que existe un régimen de partido único; en que el Estado absolutista se identifica con el partido; en que las personas como tales poco o nada pesan; en que el pueblo no tiene otra participación que la que le asigne el partido; en que la fuente de la autoridad reside en el partido, se exija también el sometimiento total de las Fuerzas Armadas al partido y su identificación con los postulados revolucionarios, tal como son concebidos por quienes detentan la maquinaria del poder.
Sería imposible concebir en un régimen totalitario de partido único la existencia de Fuerzas Armadas autónomas e independientes frente al partido y capaces de discernir por sí mismas, porque ello podría conducirlas a discrepancias con el régimen, de las cuales sobrevendrían las críticas y luego la quiebra de las estructuras monolíticas en que se apoya.
Se trata, entonces, de un sistema diferente, de suerte que no puede juzgarse el papel de las Fuerzas Armadas en esos países a la luz de criterios imperantes en regímenes democráticos, donde ellas tienen justamente la misión de asegurar el desenvolvimiento de los procesos sociales, de acuerdo con la voluntad mayoritaria y libremente expresada por el pueblo, dentro de un sistema pluripartidista y democrático.
Las comprobaciones anteriores no obstan a que podamos recoger en esos países muchas experiencias valiosas en cuanto a participación de las Fuerzas Armadas en los procesos de cambio y desarrollo, sin que ello signifique aceptar un sistema de infiltración ideológica y afiliación política, incompatible con nuestra democracia.
Por último, creemos que si el Senador Allende desea aplicar sus propios puntos de vista sobre la misión de las Fuerzas Armadas, deberá hacer grandes esfuerzos para imponerlos, venciendo las posiciones que, consecuentes con su propia ideología, habrán de sostener los Partidos Socialista y Comunista, a quienes no puede serles indiferente su penetración en las filas de las Fuerzas Armadas y la adhesión incondicional de ellas al marxismoleninismo.
Tres fórmulas que no sirven.
Ni profesionalismo tradicional, ni politización al estilo de los países comunistas o socialistas, ni militarismo.
Son tres fórmulas que debemos rechazar.
"La irrupción de los militares en el terreno de las diferentes políticas del Estado es un hecho comprobado mundialmente y nadie ahora podrá echarlos atrás. Propender a encuadrarlos nuevamente en sus funciones específicas, según los cánones del viejo liberalismo, no sólo es inútil, sino contraproducente, ya que las avalanchas de este tipo no se contienen con diques rígidos, sino que se desvían suavemente por canales adecuados. La revolución social del siglo XX ha repercutido también, a su modo, dentro de las Fuerzas Armadas y no hay que cerrar los ojos ante ese fenómeno, ni alarmarse por el mismo, sino estudiarlo con serenidad, sensatez y valor para tomar las providencias consiguientes y amoldar las funciones de dichas fuerzas a las modalidades del presente."
Las palabras anteriores, de Benjamín Rattenbach, en un ensayo sobre "Las Fuerzas Armadas y la Política", publicado en "Documentos Internacionales", números 6 y 7, constituyen una condenación o un rechazo muy claro y categórico de la añeja concepción que relegaba a los militares a la vida de cuartel, los mantenía o pretendía mantenerlos en una órbita estrictamente profesional y los aislaba prácticamente del conocimiento de cualquiera otra rama del saber humano que no se vinculara con las materias propias de su profesión. Así tratados, en el fondo eran puestos al servicio incondicional de todo un sistema económicosocial, como el liberalcapitalista, del que terminaban siendo sostenedores inconscientes o de buena fe.
La cuestión estriba entonces en determinar de qué manera y por qué caminos debe ser encauzado el nuevo fenómeno de la irrupción militar, para convertir a las Fuerzas Armadas en una organización que participe y coadyuve en el progreso y bienestar de la sociedad, sin desmedro de su papel fundamental.
La politización y afiliación de las Fuerzas Armadas, como en el caso de los regímenes socialistas o comunistas, no se aviene con el papel que ellas deben tener dentro de un régimen de democracia y libertad, donde deben ser precisamente verdaderos arbitros que garanticen el respeto a las decisiones soberanas del pueblo y, sobre todo, al derecho que éste tiene de expresar libremente su voluntad en forma periódica y secreta para elegir sus gobernantes y mandatarios.
Por otra parte, mayores malas significa el militarismo, o sea, "la intromisión deliberada y autónoma, de todo o parte del cuerpo militar, en esferas públicas que no le son propias, con el objeto de introducir en ellas ideas o sistemas de aplicación general para toda la comunidad social" (según definición de don Patricio Miranda, "El militarismo en Latinoamérica". (1967).
Así como condenamos el sistema de partido único, que niega un derecho esencial de la persona humana tan importante como es el de la libertad de opinión y de pensamiento para profesar las ideas políticas que se quiera, del mismo modo rechazamos el militarismo, o sea, la existencia de un régimen en que las Fuerzas Armadas, como tales, se constituyen en un partido único y asumen la totalidad del poder.
Tal régimen no sólo aparta a las Fuerzas Armadas de su papel trascendental dentro del Estado, sino que atrae sobre ellas y el país los mayores males.
Convertidas en "partido gobernante", pronto comienzan a sufrir los efectos propios de su entronización en el poder. Como es natural, afloran las discrepancias y se forman grupos o sectores antagónicos dentro de ellas, que disputan entre sí y tratan de excluirse unos a otros para apropiarse del gobierno. Las preocupaciones profesionales son sustituidas por las preocupaciones inherentes al ejercicio del poder, se destruye la disciplina basada en la integridad moral de los superiores y cada uno de éstos se convierte en un aspirante más a los cargos máximos, para lo cual necesita contar con su propia camarilla que lo secunde y lo halague. En suma, un deterioro o menoscabo moral tremendo para las Fuerzas Armadas, que pierden su prestigio y quedan permanentemente expuestas a su destrucción.
Benjamín Rattenbach, que fuera Teniente General del Ejército Argentino y se desempeñara como Secretario de Guerra "el mejor que ha tenido el arma", según expresiones de personales especializados, afirma en el ensayo que ya he citado, que las intervenciones militares en Argentina "han retardado más bien el progreso de la Nación y han demostrado visiblemente, que no Son el medio más apropiado para subsanar nuestra deficiencia política. Hasta llegaron a acuñar la frase de que "era preferible un mal gobierno a la mejor revolución", sentencia ésta que no se puede admitir en todos los casos." "Por eso", afirma más adelante" los militares tendrán que convencerse de que su intervención en la política interna no ha mejorado la situación del país, y, salvó excepciones, la han empeorado, de manera que tendrán que valorar en lo sucesivo que a veces es más importante la continuidad jurídica y política del país que la interrupción de un mal gobierno."
Y señalando en otra parte de su mismo trabajo los efectos de las intervenciones militares en el seno de las Fuerzas Armadas, dice:
"La influencia de tales intervenciones en la esfera castrense se manifiesta principalmente en cinco aspectos: en la disciplina, cohesión interna, instrucción, material de guerra y calidad del cuerpo de oficiales.
"En materia de disciplina es indudable la acción disolvente de la intervención política. No es necesario por esto que se produzca realmente un planteo o un golpe revolucionario; el solo hecho de la conspiración es suficiente ya para que se muestren tales efectos.
"De más está decir que la cohesión de las Fuerzas Armadas también sufre considerablemente por tales hechos. Por de pronto, los hombres se dividen en revolucionarios y anturevolucionarios; más tarde surgen entre aquéllos varias tendencias, porque una vez politizados, no hay quién los ponga de acuerdo; por último, surgen también camarillas de armas o trenzas dentro de cada fuerza, cuando no las rivalidades entre las tres fuerzas, que contribuyen aún más a destruir la sólida cohesión inicial. Al final, todo el conjunto de la institución armada del país se halla, dividido en tendencias, trenzas o partidos que representan un verdadero cáncer en su organismo viviente."
"En tercer lugar, sufre considerablemente la instrucción militar. No sólo se pierde en tal sentido el tiempo que dura la acción revolucionaria, sino también todo el período posterior en que las tropas intervienen en medidas de seguridad y vigilancia y los oficiales ocupan cargos políticos."
"En cuarto lugar, se pierde por lo general mucho material de guerra, sea por deterioro, sea por la destrucción de unas armas contra otras, sea por pérdidas de armamento portátil que desaparece entre la población."
"Por último, el cuerpo de oficiales resulta sensiblemente afectado en su calidad, debido a este proceso. En fin, el cadete u oficial joven que ha formado parte en una revuelta política queda infestado mentalmente con ella para siempre. Su espíritu está predispuesto para intervenir de nuevo en cualquier ocasión, y su calidad profesional queda resentida por ello hondamente. ¿Y qué decir de los Jefes y Oficiales Superiores que lo han condenado a tal empresa? Por eso, muchos profesionales militares opinan que un cuerpo de oficiales que ha tomado parte en una revolución no llega a ser saneado sino después de cincuenta años, esto es, cuando el último teniente participante se ha ido al retiro."
Piénsese, después de leer estas palabras, cuán trágico resultan para Argentina, cuya es la nacionalidad de su autor, los continuos golpes militares que allí ocurren. En realidad, en ese país las Fuerzas Armadas se han transformado en una casta gobernante, en un verdadero partido único, que se ha apropiado para sí del poder, sin intervención alguna de la voluntad popular. Así como en los países comunistas la legitimidad del poder emana del Partido, así en los regímenes castrenses la fuente de la autoridad reside en los militares.
¡No hay diferencia alguna en este sentido, de manera que no se vengan a levantar las banderas de la patria para cubrir la ignominia que significa despojar al pueblo de su derecho a ser él quien designe las autoridades que libre y soberanamente quiera darse, cualquiera que sea su ideología política!
En suma, el militarismo es malo para las Fuerzas Armadas y "pernicioso para el normal desarrollo de una sociedad debido a que impide el libre juego de las fuerzas sociales".
La mejor garantía que una nación puede tener para evitar regímenes de esta especie es la existencia de un alto nivel político, de partidos fuertes y prestigiados, de organizaciones sociales libres, poderosas y democráticas.
Se ha dicho con mucha razón que el militarismo es un desafío a la capacidad de los civiles, y es verdad.
En la medida en que los gobiernos civiles no demuestren capacidad para resolver los problemas del país, como el subdesarrollo y todas sus consecuencias de dependencia exterior, miseria, cesantía, analfabetismo, enfermedades, hambre, injusticia en general, los sectores militares se sentirán llamados a ser ellos los salvadores de la patria y escucharán las voces de sirenas de quienes siempre están por incitarlos a aventuras golpistas o dictatoriales.
6.- Las Fuerzas Armadas en una nación moderna y democrática.
A menudo, más de alguno de nosotros suele repetir una frase que resume muy bien lo que somos: seres imperfectos. "Sólo Dios es perfecto", decimos, para manifestar que el ser humano tiene limitaciones e imperfecciones propias de su naturaleza, imposibles de eliminar totalmente.
Es en esta imperfección, entre otros factores, donde debe buscarse el fundamento mismo de la autoridad y la necesidad de su existencia y su presencia en la vida activa de las sociedades organizadas. Pero para que ella sea legítima, debe provenir de una designación libre y soberana por parte de los miembros de la comunidad social, quienes le otorgan el derecho a dirigirla y gobernarla, fijándole sus atribuciones y deberes. Por el contrario, quien se erige por sí mismo en autoridad, sin el consentimiento de los miembros de la sociedad, o contra él, fijándose a sí mismo sus facultades, carece de legitimidad, no representa los intereses de sus subordinados, ejerce un poder que nadie le ha entregado y, en consecuencia, es un usurpador que nadie tiene por qué respetar.
Decir, como algunos, "yo soy la autoridad", "yo poseo la autoridad", es una manifestación de orgullo y soberbia que revela la existencia de un espíritu prepotente, imbuido de doctrinas que pertenecen a la historia.
¡Nadie es autoridad por sí mismo! Solamente la voluntad mayoritaria de los hombres y mujeres que conforman el cuerpo social, es el único título legítimo que confiere poder y habilita para ejercerlo en nombre de la comunidad
Quien no acepte o desconozca estos principios fundamentales, será partidario de la vieja teoría del origen divino de la autoridad de los reyes, o de la dictadura de cualquier clase o color, civil o militar, roja o amarilla, pero no será jamás un demócrata, puesto que pretenderá basar su poder en sí mismo, o en el partido único, o en la fuerza armada, o en la camarilla que lo exalte al poder.
Así como la imperfección humana justifica la existencia de la autoridad para hacer posible la convivencia social, del mismo modo justifica la existencia de una institución armada que tenga los medios necesarios para poner la fuerza al servicio de aquélla, a fin de que pueda cumplir y hacer respetar sus decisiones. La paz y el orden, que sólo existen cuando se basan en la justicia, fin de la autoridad, deben ser garantizados por las Fuerzas Armadas, las que, por lo tanto, no constituyen un fin en sí mismas, sino un medio para hacer posible que el Estado alcance a su vez su propio fin, que es el bien común de la sociedad.
Por lo tanto, tenemos la convicción profunda de que las Fuerzas Armadas son indispensables en una democracia y que pensar en eliminarlas sólo es propio de quienes desconocen los fundamentos mismos en que descansa la sociedad humana.
Es evidente también para nosotros que los integrantes de las Fuerzas Armadas no pueden ser tratados como seres extraños a la sociedad de que forman parte y en la cual viven.
Es verdad que tienen una misión específica que requiere un "status" distinto del que pueden tener otros; pero de ninguna manera debe considerarse a los militares como personas ajenas a los fenómenos que tan vitalmente afectan hoy día a nuestra sociedad.
De ahí que estamos de acuerdo en que debe revisarse a fondo el rol que ellas han desempeñado tradicionalmente y que consideramos muy importante fijar algunos puntos de vista básicos que orienten las decisiones que se adopten o las que ya han sido puestas en práctica, aunque de modo parcial.
¿Cuánto tiempo me resta, incluyendo las interrupciones, señor Presidente?
El señor NOEMI (Vicepresidente).
Sólo tres minutos, Honorable Senador.
El señor FUENTEALBA.-
No sé si sería mucha pretensión de mi parte solicitar al Honorable señor Teitelboim que me conceda algunos minutos.
El señor TEITELBOIM.-
¡Me parece que eso sería masoquismo!
El señor FUENTEALBA.-
¿Por qué? Es cuestión de caballerosidad. Tenga en cuenta Su Señoría que la Honorable señora Carrera me había cedido parte de su tiempo, y no lo acepté. Le agradecería, pues, que me concediera algunos minutos.
El señor TEITELBOIM.-
La afirmación de Su Señoría no corresponde a lo que yo escuché.
El señor LORCA.-
Lo que pasa es que el señor Senador es un poco sordo...
El señor TEITELBOIM.-
¡No soy sordo ni de aquí ni de acá!...
El señor LORCA.-
¡No, si sé que Su Señoría es inteligente! Me refiero a los oídos.
El señor FUENTEALBA.-
¿Por qué no me cede unos minutos, Honorable Senador?
El señor TEITELBOIM.-
Continúe en la próxima sesión. Entonces le contestaré.
El señor FUENTEALBA.-
Precisamente por eso: así podrá responder al total de mis observaciones.
El señor NOEMI (Vicepresidente).
El Honorable señor Teitelboim no desea ceder su tiempo, señor Senador.
El señor FUENTEALBA.-
En ese caso, prefiero dejar mi intervención hasta aquí y expresar mis puntos de vista sobre las Fuerzas Armadas del país en una sesión próxima.
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