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- rdf:value = " El señor ACEVEDO.-
¿Quiere intervenir, colega Klein?
Señor Presidente, el artículo 6º deroga el decreto del Ministerio del Interior N° 4.581, del año 1950, que fijó el Reglamento de Transmisiones de Radiodifusión. El
Ejecutivo sostiene que la propiedad de los canales de radiodifusión corresponde al Estado, quien puede otorgar concesiones a personas naturales o jurídicas para que los exploten comercialmente.
De acuerdo con la definición internacional de radiodifusión, ésta es una actividad que propone a instruir, informar, y. entretener, aspectos que indudablemente deben estar bajo el cuidado de los organismos estatales, capaces de hacerlos cumplir y, a la vez, capaces de propender al desarrollo de la cultura, a través de la actividad radial.
El hecho de derogar esta disposición significa dejar en libertad a todas las radioemisoras para que ellas elaboren los programas por su cuenta y riesgo, según convenga a sus intereses, lo que, realmente, es de extremada gravedad, dado el hecho de que los canales son de propiedad del Estado, y lo que es de propiedad del Estado lo administra el Ejecutivo.
Los colegas discrepan con el actual Ejecutivo, pero no pueden dejar indefensa a la ciudadanía en general al propugnar que los programas de estas radioemisoras no están sujetos a una reglamentación determinada ni a una obligación que les imponga determinada calidad de programas.
Realmente, esto es asombroso.
Cuando algunos colegas, durante el Gobierno de Alessandri, votaron la llamada Ley Mordaza, justificaron su votación con la necesidad de defender a la ciudadanía de la mala calidad de las informaciones de la prensa. Recuerdo que el Ministro de Justicia de aquel entonces mostró a la Cámara una revista, en la cual venía la fotografía de una muchacha asesinada en la Población José María Caro, foto que le tomaron en la Morgue y en la que aparecía totalmente desprovista de vestimentas. El Ministro exhibió esa fotografía como un respaldo a sus argumentos. Por ello, resulta totalmente contradictorio y alarmante que los mismos sectores que, en aquel entonces, vigilaban con tanto celo la publicidad, sean ahora los patrocinadores, ya no de la expresión escrita, sino que de la expresión de las radiodifusoras, las que, en algún momento, pueden emplear expresiones que dañen fuertemente a la ciudadanía. El poder localizarlas es mucho más difícil que hacerlo respecto de la palabra escrita.
Por eso, me parece extraordinariamente raro el criterio de los colegas, que, para ellos, resulta realmente beneficioso. ¿Qué desean? ¿Darles cancha libre a determinadas emisoras? ¿Quieren que determinadas emisoras hagan lo que se les antoja?
"
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