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    • rdf:value = " INCIDENTES EN LA CIUDAD DE PUERTO MONTT. El señor ALLENDE.- Señor Presidente, yo cité a esta sesión porque, a mi juicio, los hechos ocurridos en Puerto Montt son de tal gravedad que es indispensable un análisis de ellos por parte del Senado. Considero que el tiempo disponible para el efecto es muy escaso. Por lo tanto, desde el punto de vista personal, me referiré esencialmente a lo acontecido en la provincia de Llanquihue. En mi opinión, es conveniente recordar a los Honorables colegas lo que oyó el Senado, con respeto y emoción, en la sesión 23ª, del 21 de noviembre de 1962. En esa oportunidad, después de analizar las condiciones de vida y existencia de los habitantes y, de criticar el alza del costo de la vida, el Honorable señor Frei dijo: "Y encima de su sufrimiento, no comencemos a mirar los códigos y sus incisos; no entremos a analizar si se lanzaron primero unas piedras o que los carabineros no iban a disparar porque sí. Yo voy más adentro." Y agregaba: "Esas personas viven como sabemos que están viviendo. Sufren como sabemos que' están sufriendo. Con ellas su pobreza lo exige se debe tener exquisita prudencia. ¡El castigo para su protesta! Si nosotros estuviéramos en el caso de ellas, ¿seríamos tan moderados? ¿Cuál es el castigo? A la primera actuación, siempre hay balas para los pobres. Y yo pregunto: ¿estamos construyendo en este país algo positivo o acumulando en esa gente un sedimento de odio que mañana nadie podrá contener, ningún partido político ni ningún hombre?". Pienso, señor Presidente, que las palabras oídas por el Senado en esa ocasión tienen vigencia y que el Jefe del Estado debe pesarlas en su propia conciencia. Quiero señalar que estuve en Puerto Montt. Por lo tanto, lo que voy a decir lo he vivido, observado, conversado y discutido. Aceptaría que mis Honorables colegas me interrumpieran, si desean rebatir mis palabras, siempre que me den el tiempo necesario para contestarles. En aquel mismo discurso, el Honorable señor Frei dijo lo siguiente: "Anteayer llegué a la población; me informaron que acababa de retirarse el Honorable señor Allende y me dijeron: "Igual que usted, ha venido a pedirnos serenidad."" Crimen colectivo. Recuerdo estos hechos para demostrar al Senado que, de no mediar el Intendente subrogante un jefe de la Aviación, el Coronel señor Antonio Espinace; de no estar presente allí un grupo de parlamentarios entre ellos mis Honorables colegas la señora Julieta Campusano y el señor Carlos Contreras Labarca, los Diputados señora María Maluenda, Mario Palestro y Américo Acuña, y el que habla; de no mediar el sentido de responsabilidad de dirigentes y pobladores, pudo haber ocurrido un hecho no sólo doloroso, sino •trágico y de consecuencias imprevisibles. Con razón el país ha sido sacudido. Con razón de todos los sectores universitarios, obreros y partidos políticos han salido voces condenatorias para la acción de las fuerzas policiales y la actitud del Ejecutivo; y en el seno del propio partido de Gobierno, la juventud y los dirigentes más consecuentes han expresado su disconformidad. Tengo la certeza de que tal actitud ha influido para que el Gobierno no siguiera, como comenzó, distorsionando la verdad, afirmando hechos inexactos. Hasta ahora, a pesar de haberlo anunciado en tres oportunidades, el Ministro del Interior no ha hablado al país. Señores Senadores, apelando a mi máxima responsabilidad, quiero pedir a mis colegas democratacristianos que pesen cuanto voy a decir. A mi juicio, opositores y gobiernistas tenemos una obligación superior: desentrañar la verdad de lo ocurrido y hacer justicia de modo implacable y honesto. Como antecedente puedo señalar que, a pesar de mi ubicación ideológica y del fragor de las lides políticas, en toda mi vida pública nunca he tenido incidentes con fuerzas de Carabineros. Por eso, ahora estoy en condiciones de expresar al Senado de Chile y al país que, en mi concepto, el prestigio de ese Cuerpo, como institución, está derrumbado. Y si no se refutan los hechos que voy a relatar; si el Gobierno no los aclara y la justicia no establece, con claridad meridiana, que no son exactos, podré aseverar que la corrupción y la colusión han llegado a un grado tal que están en peligro la tranquilidad y la vida de los ciudadanos y, sobre todo, la de los políticos opositores al Gobierno. Digo, midiendo mis palabras, que, a mi juicio, éste ha sido un crimen colectivo y que hubo en él premeditación y alevosía. No se me escapa la gravedad de lo que estoy sosteniendo. Pero por qué lo digo? ¿Cuáles son los hechos? No ha habido ocupación de terreno, sino ampliación de una población que empezó a formarse hace ocho o diez meses y que estaba terminada. Ello sucedió el día 4 de marzo. Ciertamente fueron ocupándose terrenos adyacentes a esa población, para ampliarla, hasta que llegó el día viernes 7, me parece a ser de setenta o noventa el número de ocupantes que levantaron allí, sus modestas, humildes viviendas de madera, enarbolando la bandera patria. Carabineros no intervino. El día 8 de marzo óigalo bien el Senado: ¡el día 8 de marzo! a las 11.10 de la mañana, el Comisario de Puerto Montt, Mayor Rolando Rodríguez, llega al domicilio del regidor y Diputado electo, compañero Luis Espinoza, y le pide acompañarlo a los terrenos ocupados. Lo espera, porque Espinoza estaba enfermo en cama. Juntos, en el "jeep" de Carabineros, llegan donde se encontraban los ocupantes de los sitios, y el Comisario justifica su presencia diciendo que su propósito es hacer una encuesta. Pide a los dirigentes, por medio del compañero López no sé qué domicilio político tenga; hablo de "compañero", porque es un trabajador, los nombres de esos pobladores. Le son indicados 51 nombres y se le agrega que son más, pero que la lista no está completa y que en la tarde le serán proporcionados los demás. En la tarde, el Jefe de Carabineros manda a dos de sus hombres de civil, a quienes se entrega la lista de los cuarenta y tantos nombres restantes. ¿Qué dice el Comisario a la gente? Que estén tranquilos, que respeten el trazado de las calles, que no va a suceder nada. Y ese hombre que busca al regidor a quien el Gobierno y el Subsecretario del Interior, con impudicia y cobardía, han calificado de responsable material de los hechos; ese hombre que va allí a hacer una encuesta, ¡es el que manda la tropa dieciséis horas más tarde! En mi vida he visto, señor Presidente, un hecho de tal naturaleza. Esa actitud requiere una explicación inmediata. ¿Cómo es posible que el Comisario vaya a buscar al que después será sindicado como responsable, se ampare en su autoridad moral frente a la gente y más tarde ordene disparar impune, cobarde y arteramente contra los trabajadores? Carabineros procuró apoderarse del detenido. Pero hay más. El señor Espinoza se retiró poco después de que se fuera el Mayor de Carabineros. Regresó a su casa, y el sábado en la tarde fue al pueblo de Llanquihue, vecino a Puerto Montt, de donde regresó a la una de la mañana, porque había ido a un festejo de su victoria electoral. Al llegar muy cerca de su casa es detenido por personal de Investigaciones que llevaba una orden del Intendente subrogante y Secretario en propiedad, de apellido Pérez Sánchez. Es llevado al cuartel de Investigaciones y se le notifica que debe ser trasladado de inmediato a Valdivia. Estando ahí con los je íes de Investigaciones, llega el Coronel Apablaza, con veinte o treinta carabineros armados que rodean el cuartel, y solicita se le entregue el detenido. Investigaciones rehúsa. El Coronel Apablaza se defiende, injuria al detenido y le dice qué le va a ocurrir pocas horas después y que no se ha de librar. Se retiran el Coronel Apablaza y su tropa. Deliberan los jefes de Investigaciones y resuelven que vayan, no dos o tres, sino cinco o seis funcionarios, en una camioneta, a dejar al detenido en Valdivia, pues temen lo que ocurrió a cinco kilómetros de la ciudad de Puerto Montt: un furgón de Carabineros intercepta la camioneta de Investigaciones, y un oficial de baja graduación,' acompañado de tres soldados, reclama se le entregue al señor Espinoza. De nuevo, los jefes de Investigaciones rehusan, y, frente a la actitud amenazante de Carabineros, les dicen que ellos también están armados. Señores Senadores, ¡qué extraño es oír a un político relatar estos hechos! Es lo que ha dicho Luis Espinoza en presencia de diez mil personas en los funerales, en Puerto Montt. Y está comprobado por él fiscal y por el Intendente subrogante, Coronel de Aviación señor Antonio Espina ce. Me refiero al hecho de que el MayorRolando Rodríguez estuviera con el regidor en la población, y a que el Coronel Apablaza fuera, con tropa, a reclamar el detenido. ¿Qué explicación valedera puede darse de esas actitudes? ¿Puede alguien admitir que Carabineros iba a realizar una encuesta, dado su proceder posterior? ¿Puede alguien imaginar que un jefe de la graduación del Coronel Apablaza reclamara un detenido por temor a que la población fuera a rescatarlo al cuartel de Investigaciones? ¿Y que, camino a Valdivia, fuera nuevamente requerido en igual sentido el personal de Investigaciones? Lo sucedido obedecía, a mi juicio, a una sola intención: cometido el error de detener, a la una de la mañana, al regidor Espinoza, se le quería llevar a la población para proceder después: sindicarlo como el responsable material y acribillarlo como se acribilló a los pobladores. Comprendo la gravedad de lo que estoy diciendo. Pero nunca, en los treinta y cinco años de mi vida pública, he visto tantos hechos que no tienen ni pueden tener explicación valedera por parte de una institución. ¡A tal grado llega la corrupción en Carabineros! Distorsión de la verdad. Más allá de la forma como el Grupo Móvil trata a la gente; más allá de imputaciones a las cuales no me referiré detenidamente, porque quiero concretárteme a lo sucedido en Puerto Montt hechas a parlamentarios, como en el caso de nuestra compañera la Honorable señora María Elena Carrera, acusada de querer asesinara un carabinero en el fundo San Esteban; más allá de lo que estoy señalando, que es de tanta gravedad, yo reclamo una palabra clara del Gobierno sobre estos hechos. Se lo dije al Coronel, al Intendente subrogante. Está de por medio todo el prestigio de una institución como Carabineros que lo ha tenido y también lo que debe ser insobornable y recto: la actuación de un fiscal militar, el prestigio de los soldados de Chile. Porque hay un jefe, qué ha actuado correctamente como Intendente subrogante, y hay un Fiscal militar. Señores Senadores, ¡cómo se ha distorsionado la verdad! Al leer los diarios del día lunes y oír las informaciones radiodifundidas, se deduce que habría doce a veinte carabineros heridos. Deben de saber los señores Senadores que no hay un solo carabinero herido de bala; simplemente, cuatro con contusiones leves. Uno de ellos tiene destruida y es el más grave de todo si la yema del índice de la mano izquierda, lo cual pudiera haber sido consecuencia del rebote de una bala o de un golpe. Lo sé, porque me lo dijeron los médicos de guardia del hospital de Puerto Montt que atendieron a los heridos, los operaron y comprobaron las muertes producidas, pues allí llegaron trabajadores y carabineros. Esos médicos son personas que carecen de apellido político y que tienen ética profesional; por lo tanto, no iban a mentir. Personalmente comprobé lo que me informaron en Puerto Montt y los diagnósticos de los carabineros en el Hospital de Puerto Varas. Sin embargo, el diario "El Mercurio", por ejemplo, hace aparecer como herido al Comisario Rodríguez, a quien he mencionado tantas veces. Conversé con ese oficial en el cuartel. Lamentablemente, yo no sabía lo que estoy sosteniendo, en cuanto a que dicho oficial había ido a la población: lo supe después. Conversé con él durante más de un cuarto de hora. Me llevó donde estaban los detenidos y después al lugar en que se encontraba el Fiscal. ¡Ningún rasguño, señores Senadores! En cambio, 19 civiles heridos de bala, todos gravísimos, aparte los ocho muertos. Y digo 19 heridos, porque es la cantidad que yo pude comprobar. Con posterioridad, han llegado otros a atenderse, pues es tal el terror y el pánico a la forma como procede Carabineros en estos casos, que gente gravemente lesionada ha preferido permanecer oculta en sus casas. Nuestra estimada compañera señora Julieta Campusano llevó al hospital a dos personas la noche del lunes, y yo, a una tercera, herida con bala de revólver en el brazo izquierdo, pero, por suerte, sin lesión ósea. Diecinueve pobladores heridos de bala. Cuatro carabineros heridos leves. ¡Vean la violencia, señores Senadores! Pude comprobar la existencia de 19 heridos de bala, y seguramente hay 21 ó 22. En total, son 35 lesionados, entre los cuales sólo hay cuatro carabineros con lesiones leves. ¡ Cuatro carabineros con lesiones leves! Sin embargo, vean Sus Señorías las informaciones dadas por los diarios en Santiago y las entregadas por el Gobierno en sus boletines.: ¡Veinte policías heridos! ¡Una poblada de dos mil personas, con armas de fuego, hachas e instrumentos cortantes! Señores Senadores, no utilicé mi condición de Presidente del Senado de Chile: fui como médico a hablar con el profesional legista. No leí los protocolos de autopsia, sino sencillamente el sumario o información que hizo ese colega sobre los cuatro o cinco cadáveres que examinó. Todos los muertos ¡todos, señores Senadores! fueron heridos por la espalda: mostraban un orificio pequeñísimo por donde entró la bala y un forado por el cual salió. ¿Qué combate hubo? ¿Qué lucha? ¿Qué igualdad de fuerzas, señores Senadores? Estuve en la humilde casa de una mujer. No estaba empapada en llanto: ¡estaba deshecha de amargura! A doscientos metros de lo ocurrido, una bala penetró por la feble muralla de madera y asesinó a su compañero que se estaba levantando al escuchar los disparos. Quiso salir a ver qué ocurría, pero cayó muerto allí instantáneamente, en la única pieza que constituía su hogar, a 150 ó 200 metros del lugar en que se desarrollaban los hechos. El señor PALMA.- ¿Me permite una interrupción, señor Senador? El señor ALLENDE.- Con mucho gusto. El señor PALMA.- Estamos todos muy interesados en escuchar a Su Señoría; pero queremos tomar parte en el debate, y resulta que el tiempo es limitado. La señora CAMPUSANO.- La interrupción del señor Senador debe ser computada a su tiempo. El señor PALMA.- Hay tiempo disponible. No tenemos inconveniente en que el Honorable señor Allende exponga su pensamiento. El señor ALLENDE.- Debo hacer presente a Su Señoría que estoy haciendo uso de mi tiempo, al cual deben agregarse diez minutos que me ha cedido el Comité Radical. El señor PALMA.- Eso no se había dado a conocer. El señor ALLENDE.- Ruego al señor Presidente contabilizar con cargo al Comité Demócrata Cristiano la interrupción del Honorable señor Palma. El señor LUENGO (Vicepresidente).- Las interrupciones son computadas a los Comités que hacen uso de ellas. El señor ALLENDE.- ¿Cuántos minutos me quedan, señor Presidente? El señor FIGUEROA (Secretario).- Diez minutos, señor Senador. El señor ALLENDE.- Agradezco la gentileza del Comité Radical de haberme cedido algunos minutos. Pues bien, ésta es la realidad de lo ocurrido, y ahí están las distorsiones posteriores, las informaciones y aseveraciones. Responsable material: a 300 kilómetros de distancia. ¿Cómo es posible sindicar de responsable material, de instigador, a un hombre que estaba a. 300 kilómetros de distancia y que fue detenido seis horas antes de producirse los hechos? El señor Subsecretario del Interior, con una impudicia rayana en la estupidez porque era tan fácil comprobar que lo informado era inexacto, no tiene empacho alguno en sostener que la responsabilidad material es del Diputado electo señor Espinoza. Ahí están los hechos; sobre ellos quiero un pronunciamiento. Por otra parte, cabe destacar que los heridos no fueron recogidos en los primeros momentos ni por el Servicio Nacional de Salud ni por el "jeep" de Carabineros. Conversé con los dos civiles que, en cuatro viajes, llevaron los primeros heridos. Pero hubo gente que se desangró en el mismo lugar de los acontecimientos. ¡Imaginen ustedes, señores Senadores, la reacción emocional, la protesta y la indignación de gente a la cual 16 horas antes se les garantizó que no pasaría nada! Todavía más: el mismo jefe de Carabineros que fue a la población a hacer una encuesta fue quien dirigió la tropa que disparó contra esas personas. Sin embargo, ¡sólo cuatro carabineros con heridas leves! Y el Gobierno, por medio de sus funcionarios responsables, lanza su acusación artera a un hombre y a un partido político. Todavía el país no sabe exactamente cuál es la palabra oficial del Ejecutivo: el señor Ministro ha callado, y lo ha hecho por la presión interna de su propio partido. Los funerales. ¿Y qué decir de los funerales? Sólo quiero expresar que los parlamentarios permanecí todo el tiempo con nuestra estimada compañera y amiga señora Campusano estuvimos de acuerdo con el Coronel, pero rechazamos su idea de que los funerales fueran privados y no se pronunciaran discursos. Le dije que no; que no aceptábamos tal predicamento y que hablaríamos en el sepelio, porque no hay ley que nos impida hacerlo. Le manifesté: "Coronel, con el respeto que le tengo, porque usted es un hombre que está actuando bien, le anticipo que hablaré mañana, en mi calidad de Presidente del Senado de Chile, Aunque el Gobierno se oponga, lo haremos. Para impedirlo ustedes tendrán que usar la fuerza, porque ese derecho no lo ha dado la Democracia Cristiana, sino que lo ha conquistado el pueblo en sus luchas sangrientas, y no vamos a claudicar". Por eso, se pronunciaron discursos en el cementerio, no con violencias ni desbordes pasionales, pero sí con palabras duras para juzgar una política que mancha de sangre a un partido y a un gobierno y que significa segar vidas. Y después hay que aceptar algo grotesco: ¡nichos para los "delincuentes" son pagados por el Gobierno; funerales para los "delincuentes" son pagados por el Gobierno! Tierras y sitios que se reclamaban en vida se entregan a los muertos en el cementerio y a sus familias en la población. ¡Y no sólo se ofrecen 91 sitios, sino 450! La Honorable señora Campusano puede dar testimonio de que fuimos nosotros quienes garantizamos el orden; fuimos nosotros los que dijimos que usaríamos de nuestra influencia para que los ocupantes de los terrenos se fueran a otros mejores que estaban siendo urbanizados. Después de los funerales, doscientas o trescientas personas atribuladas, como puede estarlo un ser humano que ha vivido esta tragedia recuerden Sus Señorías las palabras del señor Frei y mediten sobre ellas, me asaltaron para decirme que faltaban nombres en la lista de heridos y muertos, porque había gente cuyo paradero se desconocía. ¿Tendríamos nosotros la misma tranquilidad? ¿Alguno de ustedes, Senadores democratacristianos, permanecería impasible si asesinaran a sus hijos, su madre o su padre? Ya he dicho que ocho ó diez heridos llegaron después al hospital. La gente estaba desesperada, porque al no figurar sus compañeros en la lista de los heridos en los hospitales de Puerto Montt, Puerto Varas o de Osorno, suponía que habían muerto. Y son personas humildes, que no pueden siquiera pagar una "micro". Por eso, no cuando desenterraron los restos, sino cuando encontraron allí, semi tapados por ramas, dos pequeños féretros sin pintar, esa gente creyó y tenían derecho a creerlo que se estaban ocultando algunos cadáveres. Cuando a flor de tierra encontraron otro ataúd de madera fresca, también pensaron eso. ¿Qué hicieron entonces? Requirieron la presencia del Administrador del cementerio, y me fueron a avisar. ¿Qué hice yo, señores Senadores? En presencia de los pobladores, dije al Administrador del cementerio: "Esto es muy grave" y creo que por primera vez "El Mercurio" reproduce exactamente mis palabras; "no lo presiono; medite todo antes de contestarme. De lo que usted diga dependerá si va a la cárcel o queda como Administrador del cementerio. No se precipite." Dicho funcionario me mostró un solo certificado, lo cual me bastó para darme cuenta de que esas personas podían estar equivocadas. Fuimos nosotros, los parlamentarios, quienes nos dirigimos donde el Coronel Intendente a informarle sobre lo que había ocurrido. Dicho oficial estaba desesperado. Me dijo que iba a pedir un Ministro en visita. Le manifesté óiganlo bien, señores Senadores: "Señor Coronel, si esta gente no ve una actitud que merezca respeto, si ahora sólo hay 250 pobladores reunidos, más tarde podrán ser dos mil o tres mil. Entonces, ¿quién sujetará al pueblo? Que vaya el Coronel Espinace, que tiene autoridad, y le diga a la gente que se va a investigar. Que vaya el Fiscal, que lleva el uniforme del Ejército de Chile." El señor LUENGO (Vicepresidente).- Ha terminado el tiempo de Su Señoría. El Comité Social Demócrata le cede seis minutos más. El señor ALLENDE.- Muchas gracias. Por eso fue el Fiscal acompañado del médico legista. Parlamentarios pidieron presencia fiscal. ¿Qué dice el parte o la información de Carabineros? Que ellos, ante los hechos ocurridos en el cementerio, habían pedido la presencia del Fiscal. ¡Mentira! ¡Falsedad absoluta! Fui yo quien sugirió al Coronel Espinace que mandara al Fiscal. Así lo hizo. En presencia nuestra habíamos cuatro parlamentarios, le dijo: "Vaya al cementerio". Y el Fiscal expresó que el asunto no era de su competencia; sin embargo, cuando le argumenté que había un problema social y que podría desatarse una convulsión brutal debido al estado en que se encontraban los pobladores y con legítimo derecho, el Fiscal fue, y no pasó nada. Señores Senadores, no necesito ganar galardones. Tengo la conciencia limpia; pero frente a las mentiras urdidas por el Gobierno y por los diarios, frente a las calumnias de las radios, que pretenden hacernos aparecer como violando tumbas, puedo decir que estaban presentes parlamentarios y cinco oficiales de la Aviación cuando el Coronel Espinace, al saber que yo volvería a la Capital, dijo: "Siento que se vaya, señor Senador; y gracias por lo que ha hecho." No se puede permitir corrupción. Entonces, ¿con qué derecho, ustedes, Senadores democratacristianos, se atreven a decir, en la declaración de apoyo al Gobierno, que nosotros traficamos con la muerte? No, señores Senadores. ¡No se puede llegar a tales extremos; no se puede envilecer la política nacional; no se puede permitir la corrupción de instituciones como Carabineros; no puede convertirse a ese cuerpo en una guardia pretoriana; no pueden estar en peligro las vidas de quienes no pensamos como ustedes! Si alguien piensa que hay exageración en mis palabras, yo pregunto: ¿que le sucedió a ese Ministro de la Corte de Valdivia cuando investigaba el alevoso asesinato del regidor radical de Llifén? ¿Podemos seguir en este clima? ¿No existe acaso un Estado policial, que está asaltando a estudiantes, obreros y campesinos? Por ejemplo, se ha golpeado implacablemente a los campesinos en San Esteban. Estamos viviendo en un Estado policial que ni siquiera respeta a Senadores y Diputados. ¿Para qué recordar los nombres de quienes fueron apaleados aquí en las calles, a pesar de tener fuero parlamentario? ¿Para qué enfatizar sobre lo que significa que los maestros sean vejados, acorralados, mojados y apaleados? ¿A qué relatar las presiones que el Gobierno ejercita para que no se informe mediante la radio? ¿Para qué insistir en la nueva táctica, utilizada hace 48 horas con los estudiantes, consistente en disponer de gente organizada y vestida de civil que actúan de provocadores, a fin de que después intervenga el Grupo Móvil? ¿Para qué señalar lo que representa la actitud asumida por el actual Gobierno en aquellos sucesos dramáticos que culminaron con 22 muertes en "El Salvador", que van a pesar eternamente sobre el Partido Demócrata Cristiano y la Administración del señor Frei? ¡22 trabajadores masacrados, y la más impúdica declaración del Ministro de Defensa Nacional de la época, señor Carmona, y las más insolentes y torvas palabras del Presidente de la República, para acusar a quienes habíamos participado en la Tricontinental de La Habana de tener la responsabilidad de lo sucedido en El Salvador! ¿Y qué ha hecho la comisión de Diputados, en la cual ustedes tenían mayoría absoluta? ¿Ha emitido siquiera un informe? ¿Dictaminó? ¡No ha hecho nada! La cobardía del silencio de la mayoría absoluta de los Diputados democratacristianos ni siquiera ha tenido la entereza de decir que se procedió bien. ¡No, señores Senadores! ¡Sólo un expediente más! ¡Ningún pronunciamiento sobre hechos que sumieron en el dolor a los deudos de los asesinados! Lo ocurrido en Puerto Montt es la culminación de un proceso. Por eso, tenemos la obligación de exigir que sea ventilado honestamente ante el país. No pedimos venganza, sino justicia. Debo decir con serenidad y firmeza que no queremos subversión ni violencia. ¡Pero basta ya de asesinatos aleves! A la violencia reaccionaria y asesina, responderemos con la violencia revolucionaria. No estamos aquí por complacencia de ustedes. Tenemos el derecho de hacernos respetar en este régimen, para que ustedes también lo sean. El señor VON MÜHLENBROCK. Los hechos acaecidos en Puerto Montt, que han caminado con la muerte de ocho personas y decenas de heridos, me han conmovido profundamente. Tengo gran cariño por esa ciudad. Allí nací a la vida política. Permanentemente, a lo largo de toda mi carrera parlamentaria, he obtenido la confianza de su pueblo. Por eso, los luctuosos incidentes que la conmueve, no sólo me han sacudido como político, sino que también me han desgarrado el alma como hombre. Por eso, a esta ciudad tan querida por mí, le rindo aquí el homenaje que se merece, en mi condición de Senador de la República y de hombre que conoce sus problemas, que permanentemente ha alzado su voz en este hemiciclo, para buscar la solución del proceso que afecta a todo el sur de Chile. No quiero que la pasión ofusque mi ánimo. No deseo, por motivo alguno, alejarme de la línea objetiva. Pero, sí, rindo homenaje a los inmolados. Lo hago con imparcialidad, porque esos muertos son la resultante de un largo proceso que ha convertido al sur de Chile en un volcán que en cualquier momento puede hacer erupción. Los ánimos no deben exacerbarse. Las pasiones que nuestra patria vive en estos instantes deben ser frenadas. Y a nosotros nos corresponde una misión muy alta: mantener nuestra institucionalidad, nuestra democracia. Por eso, al entrar a un análisis de fondo del problema, deseo dar altura al debate, a fin de que la sangre derramada en Puerto Montt no sea estéril, sino que fructifique; para que estos ocho muertos, las decenas de heridos y todo lo acontecido sirva al Gobierno y al Congreso para encontrar un camino. Se ha producido una tragedia que no me provoca extrañeza, porque puede repetirse fácilmente. Pero quiero comenzar mi intervención pidiendo justicia. Creo que los antecedentes puestos en manos de la Justicia Militar, o sea del Ejército de Chile, manejado por hombres que tienen orgullo de su uniforme y que representan las tradiciones más sagradas de nuestra raza, deben inducir a éstos a verificar una investigación minuciosa, seria, por encima de partidos y Gobiernos, que dé a conocer claramente ante la opinión pública la realidad de lo acontecido y señale a los verdaderos y auténticos culpables, si es que los hubiere. Yo, que conozco a fondo el proceso puertomontino, que dómino los problemas de mi zona, y también los Honorables colegas que permanentemente han visto mi lucha por resolver los problemas de esa región, sabemos que todo lo ocurrido allá se diluirá. Y se va a diluir porque está en el fiel de la balanza, por una parte, la lucha política que se verifica escuché el discurso de proclamación del candidato a Diputado señor Espinoza, y, por otra, la actitud de los pobladores, entre quienes he estado, porque no tengo miedo a penetrar en el pueblo. Sus Señorías saben que vivo constantemente preocupado de los problemas de la zona que represento y, por eso, sé que al final todo se diluirá. Pero hay algo que deseo que no se diluya: quisiera ver aflorar inmaculado el prestigio del Cuerpo de Carabineros de mi patria. La señora CAMPUSANO.- Ahora está salpicado con sangre. El señor VON MÜHLENBROCK. Yo guardé religioso silencio cuando intervino el señor Senador que me precedió en el uso de la palabra. La señora CAMPUSANO.- Su Señoría no estuvo en el lugar de los incidentes. El señor VON MÜHLENBROCK.- ¡Es mi zona, señora Senadora; la que represento, la que me ha traído de nuevo al Senado! Conozco los problemas de la región. Tengo orgullo de haber luchado por resolverlos. Y ruego a Su Señoría que me deje intervenir y escuche las razones que voy a dar. Soy objetivo, no estoy haciendo demagogia con la muerte. El señor CONTRERAS (don Víctor).- Habría, que verlo. El señor VON MÜHLENBROCK.- El señor Senador, a quien felicito por Su brillante victoria, me ha oído y me conoce. Es muy difícil mantener el orden público. Los carabineros son hombres del pueblo, y no sólo deben preservar el orden público, sino también hacer prevalecer los derechos. Además, obedecen órdenes, y siempre es fácil volcarse sobre ellos. Su jornada de trabajo, sus horas interminables de labor, siempre gastando sus energías, pueden en un momento dado conducir a la ofuscación. ¡Son hombres, señor Presidente! Espero que de la investigación que realizará la justicia militar, cuyo prestigio nadie puede desconocer, sea posible sindicar a los responsables, y, si los hubiere, castigarlos. Para ello tenemos leyes y códigos. Pero la sangre perdida, derramada en forma estéril, reclama la solución de los otros problemas de mi zona. En el sur d'e Chile hay un gigantesco vacío. La mano de los Gobiernos se ha detenido a la altura de Valdivia y permanecen en pie las secuelas de los grandes sismos de 1960. Cuando en 1964 perdimos el Poder, en la región austral de Chile no había un solo cesante. Hoy, son 25 mil: 10 mil en Valdivia, 5 mil en Osorno y 10 mil en Llanquihue. Puerto Montt, que tenía 35 mil habitantes cuando ocurrió el cataclismo, ahora tiene ¡cosa curiosa! 80 mil. ¿De dónde viene esa gente? ¿De qué vive? ¿Cuáles son sus empleos? Sólo en esa provincia hay 10 mil cesantes, y Aisén, región vecina, se ha convertido en un corredor por el cual los chilenos se fugan hacia la República Argentina. Ya han salido 300 mil nacionales. Y ese desangre se produce en beneficio de una nación que mañana ¡no lo quiera Dios! puede ir a la guerra en contra nuestra, porque está manejada duramente no me refiero al pueblo, sino a su Gobierno por una dictadura. En fin, hay una tragedia inmensa. No se ha guiado el desarrollo del sur de Chile. Los 80 mil habitantes de Puerto Montt significan que 40 mil personas más se han radicado allí después de los sismos. Estimo que la política seguida ha sido equivocada. Y lo digo con claridad, en especial a los Honorables colegas democratacristianos: las autoridades de esa zona no han estado a la altura de los grandes problemas que allí han surgido. No puedo dejar de recordar que, después de haber obtenido que el Senado aprobara un proyecto sobre condonación de intereses de deudas previsionales, sobre cuya bondad me costó mucho convencer a la Comisión de Hacienda, aquella iniciativa fue vetada a raíz de un informe del Intendente de Valdivia, en circunstancias de que en esa provincia se siguen cerrando industrias. En este momento, el 65% de las industrias conserveras de Calbuco están paralizadas.; se encuentran cesantes los buzos, los pescadores; 40 mil pobladores habitan en los barrios altos de Puerto Montt. Qué fácil ha sido decirles: "Instálense en las tierras que actualmente ocupan". No se consideró que allí esos terrenos estuvieron cubiertos de alerces, que constituyen la peor tierra que pueda existir. No es plana; tiene verdaderas cavernas, barrancos, ripíales, con una capa de impermeabilidad total, de modo que el estrato superficial se transforma en fango con las lluvias. ¡Esos son los terrenos que ocupan los pobladores con sus míseras casas! Es tierra que mañana se va a inundar. El pasado fue el famoso año de las "tomas de terrenos" en Puerto Montt. Sus ocupantes deseaban una casa propia o un sitio propio para resolver el problema fundamental del ser humano: un hogar. Ellos van a pagar las consecuencias cuando llegue el período de lluvias. Estas personas carecen, como lo vio Su Señoría, el señor Presidente de la Corporación, de agua potable, de veredas, de soleras, de pavimento, de luz, de alcantarillado, de escuelas, de cuartel de Carabineros y, muchos menos, de una iglesia. ¡Este es el drama, la tragedia, de 40 mil pobladores en Puerto Montt! Tal situación ha provocado angustia, al igual que la cesantía, que impide a mucha gente ganarse el pan y que ha provocado desesperación y está convirtiendo al sur de Chile en un volcán. Los acontecimientos relatados pueden volverse a repetir con consecuencias más pavorosas aún, ya que no se ha promovido el desarrollo de la región. Los Senadores de la agrupación que represento tenemos la frente alta. Elaboramos un proyecto de ley tendiente a crear el Instituto CORFO Austral, subordinado a la Corporación central, a fin de no duplicar instituciones ni incurrir en gastos absurdos. Mediante tal organismo, la zona sur se descentralizaría;' podría resolver sus propios problemas, promover el desarrollo y esperar a tiempo la reforma educacional, cuya meta no es preparar niños que alcancen quinto o sexto año primario, sino jóvenes de ambos sexos con cuarto año de humanidades, con cultura suficiente para dejar de ser pueblo y convertirse en clase media. A aquéllos los esperan la frustración y la desesperación: no van a, encontrar los empleos que requieren. En el aspecto ocupacional hay un vacío gigantesco en el sur de Chile. Y con razón se preguntarán: "¿Para qué me educaron, si no encuentro empleo, si no hay expansión industrial, comercial ni agraria, cuando en mi zona lo único que reina es la recesión?" Yo, que soy quien ha luchado más tesoneramente por la creación del Instituto CORFO Austral, me he propuesto solicitar lo haré al renovarse mi mandato parlamentario por la ciudad de Puerto Montt, que me dio una honrosa mayoría una ley especial para sanear los barrios. Si no damos a esa gente la urbanización que requiere, si no somos capaces de crear empleos, si' no les abrimos horizontes y les damos esperanzas, entonces sí que compartiré la indignación y el dolor de hombre del señor Presidente, porque conozco toda su trayectoria y su carrera política. Entonces sí que esa sangre se habrá derramado en vano. Reclamaré tenazmente y recuerdo en este instante a la Honorable señora Julieta Campusano, quien tiene, como yo, el magnífico' antecedente de ser coquimbana, pues los de Coquimbo somos tenaces el apoyo del Partido Comunista para obtener la ley de saneamiento de los barrios altos de Puerto Montt, a fin de terminar con los cinturones de miseria, con esa tragedia de los niños muriéndose en el fango, en una ciudad que después de ocho años del terremoto de 1960 no ha podido ver terminada su estación de ferrocarril, ni su puerto, ni su hospital. Esos problemas son los que provocan la angustia y la desesperación. Mi zona está en recesión, y esa recesión comienza en Valdivia, donde la semana pasada acaban de cerrar tres industrias. Deseo exponer un solo caso: el de la ter mometalúrgica, que era una industria orgullo de Valdivia. En 1967 construyó sesenta calderas; en 1968, una sola. Y tuvimos que recurrir a la presión para conseguir que la Empresa de Ferrocarriles le encargara la construcción de quinientos vagones ferroviarios. En. Puerto Montt hay veinticinco mil cesantes y cuarenta mil pobladores sobre el ripio, sin aceras, sin alcantarillado, sin agua y sin luz. Allí reinan la miseria y la angustia. ¿Cómo no se va a producir, entonces, la explosión social? ¡Infinidad de veces hemos sugerido que las municipalidades expropien las superficies periféricas de las grandes ciudades, terrenos planos, sanos, hermosos. No es posible que, movida por la desesperación o la instigación política, la gente esté ocupando terrenos insalubres, pues a la larga cuesta diez o quince veces más sanear algo que no sirve para nada. A mí me duelen estas muertes, porque yo quiero a mi Puerto Montt. Deploro, desde lo más profundo de mi alma, el que la desesperación esté llevando ya a tales extremos a una ciudad que tuvo como característica el trabajo, la prosperidad y el desarrollo, por ser el centro de una zona geográfico económica muy importante; porque Puerto Montt es el portaaviones desde el cual Chile tiene que lanzarse hacia el sur; porque sin un Puerto Montt próspero no puede haber una zona austral floreciente y, mucho menos, jamás podremos cuidar la Antártida. Sin embargo, en este momento, cuando es necesario penetrar en las causas que provocan el problema y dar a conocer la indignación que sacude nuestras almas, cuando rendimos homenaje a quienes cayeron tras el ideal de un pequeño sitio, de una casa propia de cuatro tablas donde poder amparar a su familia, debemos plantear el problema que está por encima de todo ello: el desarrollo. Reclamo del Presidente de la República que por fin auspicie la creación del Instituto CORFO Austral, a fin de acelerar el desarrollo en todos los niveles artesanal, industrial, agrícola y universitario, en contacto con los trabajadores, los sectores público y privado, los estudiantes, etcétera, y resolver allí, en nuestra zona, ese inmenso problema de una cesantía que ya afecta a veinticinco mil jefes de familia. A mi lado derecho se encuentra sentado el Honorable señor Sergio Sepúlveda, quien me acompañó en las conversaciones que tuvimos con el propio Presidente de la República cuando le fuimos a llorar porque comprendo la tragedia de mi zona, pues tengo a orgullo ser regionalista, más que político su patrocinio para el proyecto de ley aprobado por la unanimidad del Senado y que, sin embargo, no pudo ser tratado en la Cámara de Diputados por el capricho de don Sergio Molina, Vicepresidente de la Corporación de Fomento de la Producción, quien no quiere descentralizar ese organismo, y porque el señor Aguirre, distinguido técnico, vive en las estrellas y no con los pies en la tierra. Debido a ello se encuentra paralizada una iniciativa que sería la solución de esa cesantía atroz. El cinturón de miseria es generado por la desocupación. Los pobladores no tienen con qué pagar las míseras cuotas que les exigen por las viviendas que ocupan. Debo expresar mi extrañeza por la interrupción de la Honorable señora Campusano, porque el Honorable señor Contreras Labarca y el' Senador que habla fuimos los autores de las leyes que permiten pagar tres escudos por los dividendos de las casas CORVI en Valdivia, y juntos clamamos en el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo por la solución de estos problemas. Lo siento, me duele, me quema el alma, pues mi Honorable colega sabe muy bien que mi orientación política es de avanzada plena. Deseo que el Partido Nacional sea una colectividad popular, porque no represento intereses creados de ninguna especie. A mi juicio, es necesario resolver el problema de fondo. Creo que estamos ante situaciones que nos obligan a determinar los responsables. Hay veinticinco mil jefes de familia sin pan. Una zona se encuentra en plena recesión. Cuarenta mil habitantes viven en los barrios altos de Puerto Montt y, por supuesto, también de otras ciudades del sur, pues idéntico fenómeno lo encontramos en Puerto Varas, en Río Negro, en Osorno, en La Unión y, muy en especial, en Valdivia, donde hay un puerto que se muere: Corral. Allí está todo paralizado. Ni siquiera hemos conseguido que se termine la construcción del camino longitudinal chileno, el cual se encuentra paralizado a la altura de Máfil. Sólo se encuentra en uso la parte del acceso a Valdivia, pavimentada durante la Administración del General Ibáñez y el Gobierno del señor Alessandri; pero ningún turista chileno puede viajar por camino recto entre Máfil y la ciudad de Paillaco. No ha podido terminarse la construcción del camino longitudinal, respecto del cual existe una ley especial. Nosotros debemos abocarnos a la búsqueda de soluciones, en homenaje al dolor de los humildes y en señal de comprensión de esa tragedia. Si esa gente desobedeció a la autoridad, miremos espectralmente el problema y sepamos que buscaban una casa propia, un techo para sus hijos. No debemos cegarnos frente a la realidad social. Debemos ser objetivos, y la objetividad reside en terminar con la crisis económica que afecta al sur de Chile. Por lo expuesto, ruego al señor Presidente que oficie en mi nombre a Su Excelencia el Presidente de la República, para solicitarle que auspicie la iniciativa que crea el Instituto CORFO Austral, como un homenaje a las víctimas de Puerto Montt. Ella permitirá abrir fuentes de trabajo y evitar el éxodo de chilenos a la República Argentina. Además, servirá para llamar la atención del Gobierno sobre el abismo o vacío que existe en Valdivia, Osorno y Llanquihue, donde imperan factores que conducen a explosiones sociales de esta especie, que no deseo que se repitan.Termino mis palabras lamentando, en nombre de los Senadores nacionales, los luctuosos sucesos de Puerto Montt y reclamando del Gobierno objetividad y claras instrucciones para realizar una investigación que deslinde en forma nítida, sin lugar a dudas de ninguna especie, la responsabilidad de los culpables. Rindo homenaje a los pobladores que sufren la miseria, la desesperación y la angustia que imperan en mi zona, y confío en que alguna vez surgirá la luz del desarrollo en ella. Se anuncia el envío del oficio solicitado, en nombre del señor Senador. El señor ALLENDE (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Palma. Un dolor para todos. El señor PALMA.- Es indudable que el Senado se encuentra analizando los antecedentes de un hecho doloroso que debe afectarnos por igual a todos los chilenos. En tal sentido, más que entrar en los detalles de los sucesos, pues no he tenido la oportunidad de conocerlos directamente, como algunos otros parlamentarios,... La señora CAMPUSANO.- ¡Los detalles son los que matan! El señor PALMA.- ...me interesa hacer algunas consideraciones de carácter general más adelante me referiré a los hechos mismos, para que todos juntos tratemos de encontrar un camino por el cual continúe el proceso social que está en marcha y que ha sido promovido extraordinariamente por este Gobierno. En efecto, nunca en los años anteriores de este siglo se había producido un traspaso de poder hacia los sectores más postergados y desposeídos tan importante como el que está aconteciendo ante nuestros ojos en estos años. Naturalmente, el realizar este proceso en democracia y en libertad crea situaciones extraordinariamente conflictivas y obliga a afrontar opiniones, posiciones y oposiciones de personas que piensan que ese proceso debe seguir un camino distinto; que la velocidad de la modernización y de la transformación del país debe tener un ritmo diferente. Sembradores de violencia. Muchas veces hemos oído en esta Sala, en congresos de los partidos, en discursos y en conferencias en las universidades, auspiciar la violencia como el método imprescindible para llevar adelante la transformación del país. En consecuencia, cuando se producen hechos violentos con los trágicos resultados que ahora lamentamos, lógicamente lo primero que debemos pensar es que ellos son efecto de la actitud psíquica, y política que van adoptando algunos chilenos al ver a ciertos dirigentes responsables, preparados, cultos, con larga experiencia parlamentaria, predicar a lo largo del país la violencia como el camino para la solución de sus problemas y como la única alternativa en los tiempos actuales. Por eso, señalo como principales culpables de lo sucedido ahora y antes a lo largo de Chile, cuando estos fenómenos policiales se transforman en tragedia, a aquellos grupos políticos que hacen de la violencia la característica central de sus posiciones políticas en los actuales momentos. La señora CAMPUSANO.- ¡El ladrón detrás del juez! El señor PALMA.- Afortunadamente, esto lo están comprendiendo el pueblo, los propios afectados e incluso los propios doloridos por este proceso social que está en marcha. En el curso del debate se ha citado lo ocurrido en El Salvador. Voy a referirme en dos palabras a ese episodio, antes de ocuparme de Puerto Montt. Carabineros o Ejército. ¡Qué tragedia lo de El Salvador! ¡Qué problemas no creó! ¿Quiénes eran entonces los culpables, los trogloditas que mataban y asesinaban a los pobres trabajadores, los tipos incapaces que estaban manejando el proceso? Entonces, no eran los carabineros. Entonces no había un Coronel Apablaza. Entonces había "un Coronel Pinochet. Entonces el culpable era el Ejército de Chile,... El señor LUENGO.- ¡El Gobierno! El señor CHADWICK.- ¡Fue el Gobierno! El señor PALMA.- ...eran las fuerzas que en un momento habían tenido la responsabilidad de mantener el proceso social dentro de la normalidad. De ellas se dijo en su oportunidad absolutamente todo lo que en este instante se acaba de oír en la Sala respecto de Carabineros. En un momento fue el Ejército; ahora son los Carabineros; o sea, las fuerzas... La señora CARRERA.- - ¡ Pero igual los matan por la espalda! El señor LUENGO.- ¿Qué decía la Democracia Cristiana? El señor NOEMI.- Nosotros escuchamos tranquilos a Sus Señorías. El señor PALMA.- ...que en determinadas circunstancias se han visto obligadas a impedir que la violencia se transforme en un modo de vida del país, como ocurre en otras naciones. No deseo hacer referencias a otros regímenes, para no desviarme de la materia, pero ¡caramba que hemos visto durante estos años cómo las fuerzas políticas que en Chile están respaldadas por la ley para proclamar la violencia, en otras partes del mundo acaban con quienes desean el mínimo espíritu de libertad! Los responsables, a la vista. Pues bien, por este motivo creo que nos encontramos frente a un proceso social del cual hay responsables que no pueden esconderse detrás de detalles anecdóticos relacionados con la actuación de una u otra persona que en determinado instante se vio obligada a desempeñar un papel. Precisamente, lo que provoca estos hechos es la ruptura de la realidad democrática de nuestro país, el quebrantamiento de su convivencia social. Para terminar esta breve alusión a los acontecimientos ocurridos en el mineral de El Salvador, deseo señalar un solo detalle: tan conscientes están los trabajadores de esa región del fondo del problema, que barrieron con los dirigentes sindicales de la época y los cambiaron en su totalidad. El señor CHADWICK.- ¡Pero si la compañía los echó a todos! El señor PALMA.- Aún más, recuerdo que un señor Senador que tiene gran responsabilidad en el movimiento ideológico y político del país, trató, en los precisos instantes en que se desarrollaban los sucesos de El Salvador, de conseguir la adhesión de los trabajadores de Chuquicamata, llevándolos a un paro. Ni uno solo de ellos respondió al llamado, porque todos veían la falsedad e irrealidad del proceso al cual se los quería arrastrar. El señor CHADWICK.- ¡Eso es una falsedad! La señora CARRERA.- , ¡Su Señoría está calumniando a los trabajadores! El señor PALMA.- La misma actitud de violencia verbal que apreciamos ahora es la que están tratando de imponer a lo largo del país los sectores que estiman que ése es el camino adecuado para resolver los problemas nacionales. La señora CARRERA.- ¡El MinistroPérez Zujovic está cubierto de sangre de los pies a la cabeza! El señor NOEMI.- ¡No les gusta que les respondan! Dogmáticos ante los cambios. El señor PALMA.- Los sucesos de Puerto Montt no tienen un cariz distinto del que tuvieron los de El Salvador. Son los mismos Senadores que entonces preconizaron la violencia los que, durante mucho tiempo, han estado creando el clima que provocó los trágicos resultados conocidos por todos. El señor CHADWICK.- ¡Pónganse a llorar ahora! El señor PALMA.- Se ha dicho con frecuencia que existiría una contradicción entre lo que afirmó el actual Presidente de la República cuando era Senador, refiriéndose a los dramáticos hechos acaecidos en la población José María Caro,... El señor LUENGO.- ¡Cómo los explotaba! El señor PALMA.- ...y su actitud en estos momentos. Tengo la impresión de que quienes así opinan han estado viviendo fuera del país en los últimos años, porque no se dan cuenta del cambio que aquí se ha producido, no se percatan de las transformaciones sociales logradas en los últimos cuatro años ni de cómo el pueblo se ha organizado para participar en el Poder a través de múltiples instituciones que hemos logrado crear, no obstante la oposición de dogmáticos de todos los sectores. Es el pueblo quien está tomando el Poder y adquiriendo influencia en las decisiones. El día de mañana serán estas numerosas organizaciones creadas por nosotros las que pesarán en la marcha democrática y libre de Chile, para la transformación social, más que todas las instituciones ban carias, los agricultores y los poderosos juntos. Nosotros, a diferencia de otras ideologías, creemos en el hombre, en el pueblo. Le damos libertad, dignidad y herramientas para que se organice, y no lo sometemos a. ninguna dictadura ni régimen totalitario. La señora CAMPUSANO.- ¡Después que se ha organizado, lo asesinan! El señor FONCEA.- ¡Díganos qué pasó en Checoslovaquia! La señora CAMPUSANO.- ¡Su pregunta no nos toca, porque estamos discutiendo un problema nacional! ¡En todo caso, nosotros no nos escondemos! El señor FONCEA.- ¡Ustedes adhirieron en esa oportunidad.. .! La señora CARRERA.- ¡Sus Señorías adhirieron a la masacre, según leí en la prensa! Los hechos de Puerto Montt. El señor PALMA.- Lo acontecido en Puerto Montt obedece a las mismas razones de siempre. Es muy antiguo aquel refrán que dice: "Quien siembra vientos, cosecha tempestades". Por desgracia, se procura que los efectos de las tempestades recaigan en quienes son, precisamente, los menos responsables. Afirmo que en lo relativo al problema de Puerto Montt, el Gobierno y la Democracia Cristiana son los menos responsables de lo sucedido, porque, en primer lugar, durante los últimos dos años, tanto en ésa como en otras regiones del país, se ha realizado un extraordinario esfuerzo por racionalizar la urbanización y resolver el problema habitacional de tanta gente modesta que, inclusive, ni siquiera tiene la posibilidad de acudir a organizaciones como la CORVI y la CORHABIT. Para resolver este problema digo se han realizado esfuerzos gigantescos, dentro de los cuales uno de los más destacados es el de Puerto Montt. Durante estos años, allí se han levantado diversas poblaciones de las que nosotros denominamos "operación sitio", las únicas al alcance de quienes carecen de toda posibilidad de ahorrar. Así, por ejemplo, se ha organizado la población "Antonio Varas", con 10 sitios pequeños, totalmente urbanizados. Ese fue el primer ensayo. En seguida, tenemos la población "El Alerce", ex "La Colina", con 339 sitios en autourbanización; la población "El Mirador", con 210 sitios con igual característica, todos asignados; la población "El Mirasol", con 436 sitios semiurbanizados y 40 totalmente ocupados. En resumen, se ha dispuesto de 995 terrenos para gente de escasísimos recursos, cuyo problema habitacional era imprescindible resolver. De esa cantidad, 745 sitios se encuentran en estos instantes sin ser ocupados ni asignados aún, porque los propios interesados están tratando de crear las organizaciones necesarias para resolver los problemas más urgentes y proceder en forma ordenada. Esta situación hace absolutamente inexplicable lo acontecido en Puerto Montt, porque.. ¡ El señor CHADWICK.- ¿Qué pasó con la masacre? El señor PALMA.- ...el día 8 de marzo, como aquí se ha señalado, las 91 familias no se dirigieron ni a la Intendencia ni a la Corporación de Servicios Habitacionales para pedir que les cedieran algunos de esos 745 sitios disponibles. La señora CAMPUSANO.- ¡Estaban cansados de hacerlo! El señor LUENGO.- ¡Habían ido muchas veces! El señor PALMA.- En cambio, se dirigieron a terrenos que en anteriores oportunidades otras personas habían pretendido ocupar, conducidas por el mismo señor Espinoza, que hoy día aparece como responsable de los hechos, del drama que allí se produjo. Esas 91 familias trataron de ocupar los .terrenos que sabían destinados a distintos fines, no obstante haber otros sitios disponibles. En la mañana del día en que se produjeron los incidentes, el Coronel Apablaza, acompañado, me parece, del propio señor Espinoza, concurrió a realizar una encuesta de las familias que se encontraban en el predio. ¿Y para qué hizo esta encuesta? ¿Qué se le dijo a cada una de las personas interrogadas, según las in formaciones de que disponemos? Que serían trasladadas a algunos de los 745 sitios disponibles. La señora CAMPUSANO.- ¡Eso no es efectivo! ¡Se les dijo que podían levantar tranquilamente sus casas! Una celada trágica. El señor PALMA.- Y tan así fue que, en la tarde del día en que se empezó a hacer el traslado, los 91 grupos familiares ya habían sacado sus enseres y desarmado sus propias casas para trasladarlas a otra parte, a los sitios disponibles. Pero en el momento en que procedían ordenadamente a esta tarea, alguien, cuyo nombre desconozco, pero que está en este informe,... La señora CARRERA.- ¡Búsquelo, señor Senador! El señor FONCEA.- ¡Ustedes estaban presentes! El señor PALMA.- ...dijo que no iban a esperar. Sonaron señales de alarma hechas con rieles que se encontraban colgados en los alrededores, y cerca de dos mil personas rodearon a los carabineros que habían tratado de resolver pacíficamente el problema. La señora CAMPUSANO.- ¡Su Señoría no ha escuchado a los pobladores! El señor PALMA.- Este hecho demuestra de manera fehaciente que lo sucedido estaba perfectamente planeado y que los acontecimientos se produjeron de acuerdo con lo esperado. Tan efectivo es esto que, de las ocho víctimas habidas con motivo de los incidentes, sólo una pertenecía a las familias ocupantes de los terrenos y los demás eran extraños,. . . La señora CAMPUSANO.- ¡Los mataron en sus propias casas! El señor PALMA.- ...propietarios de sitios en otras partes. Por lo tanto, la convergencia de elementos antisociales dispuestos a crear la situación difícil que se produjo, es algo perfectamente comprobado en los informes del Intendente, de Carabineros, de Investigaciones y de los organismos habitacionales. La señora CAMPUSANO.- ¿Por qué no se consideró la opinión de los pobladores? El señor PALMA.- Nos encontramos, pues, frente a uno de los hechos más dramáticos. La señora CARRERA.- ¡Más vergonzosos ! El señor PALMA.- El es consecuencia, precisamente, de todo este proceso ideológico y social que algunos han estado tratando de sembrar en el país a fin de crear situaciones dolorosas, como las producidas en Puerto Montt. El señor LUENGO.- ¿Qué dice la juventud democratacristiana? Gobierno sereno. El señor PALMA.- Comprendo la tragedia, el dolor de los deudos de las ocho víctimas. Sé el drama que eso constituye. Pero, aparte este cuadro, me parece absolutamente infantil, ingenuo, casi podría decir irracional, que se pretenda sindicar como responsables de los hechos a las autoridades del Gobierno central, sobre las cuales recaen todos los cargos cuando se suscitan estos acontecimientos. La señora CAMPUSANO.- ¿Y quién está en el Gobierno? El señor PALMA.- No puede afirmarse que las órdenes eran tan arbitrarias, tan atrabiliarias, tan absurdas, que condujeron a estos incidentes. Hemos oído decir al señor Presidente del Senado, como una justificación, para marginar al señor Espinoza de la responsabilidad de lo acontecido, que éste se encontraba en un lugar distante muchos kilómetros del escenario de los hechos. El señor LUENGO.- ¡Estaba detenido! El señor PALMA.- En estas circunstancias, ¿cómo se puede pretender que un Gobierno con asiento a más de mil kilómetros de distancia, que conoce lo que son estos problemas, que tiene profundo sentido social, que ha trabajado con el pueblo y organizado un nuevo "status",... El señor CHADWICK.- ¡Trabaja paira los yanquis! El señor PALMA.- ...que está transformando en libertad a este país, sea el responsable de haber dado las órdenes que habrían motivado los acontecimientos? La señora CAMPUSANO.- El Cuerpo de Carabineros es esencialmente obediente: no puede actuar si no recibe órdenes. El señor PALMA.- Nos encontramos frente a las consecuencias de un proceso social que tiene responsables con nombres y apellidos. . La señora CARRERA.- ¿Quiénes son? El señor PALMA.- Es el resultado de una campaña que se ha desatado y que nosotros estamos atajando con el objeto de que se puedan mantener la libertad y la democracia y de que las ideas que hay en él fondo de toda ideología puedan expresarse, valorizarse y destacarse. Estamos luchando para que este país progrese en una escala humana y no resulte que la violencia, la fuerza y la incapacidad como en las dictaduras sean las únicas que tengan derecho a expresarse y a actuar. Ninguna responsabilidad cabe a este Gobierno. En cuanto a los sembradores de odio, que piensen en las consecuencias. El señor ALLENDE (Presidente).- Ha terminado el tiempo de Su Señoría. Tiene la palabra la Honorable señora Campusano. La señora CAMPUSANO.- Señor Presidente, los Senadores comunistas alzamos una vez más nuestra airada voz de protesta por la masacre premeditada que el Gobierno desató en Puerto Montt. A nuestro juicio, este atentado contra la población civil de esa ciudad tiene un trasfondo social que es necesario destacar. ¿Ha cambiado algo en la vida del pueblo de Chile durante este último tiempo? No. 'Lo saben las mujeres humildes, testigos de las injusticias de que son víctimas sus compañeros y que las sufren con mayor intensidad; lo saben las trabajadoras, que de mil maneras diferentes son explotadas, burlándoseles el pago de las imposiciones y las leyes sociales en general; lo saben también los campesinos, quienes siempre se ven perdidos frente al gran señor del campo, y lo saben, igualmente, los mapuches y comuneros, víctimas seculares del robo de tierras, con bendición de jueces, notarios, abogados y tinterillos, al amparo de las "leyes de la República". El Honorable señor Von Mühlenbrock nos ha dado a conocer la enorme tragedia que vive la zona sur. Yo agregaría que esa tragedia de hambre, miseria y desocupación no sólo la soporta la región que él representa, sino todo el territorio nacional. Pero yo me pregunto: si Su Señoría es parlamentario desde el año 1953, o sea, desde hace dieciséis años llegó al Congreso con el Gobierno del señor Ibáñez y permaneció aquí durante la Administración del señor Alessandri ¿no hay nada que lo haga; pensar en cuál es la razón que impide solucionar los problemas? ¿Por qué, después de dieciséis años, la situación se mantiene idéntica? El señor Senador dice que está con los humildes, con los pobres. Nosotros lo hemos visto luchar por beneficios parciales para una zona que aún no encuentra la plena solución de sus problemas. Creo que la situación planteada debe hacer meditar a todo Chile, pues existe la necesidad de un cambio total. Hasta el momento no se han realizado transformaciones fundamentales en la vida del país. Se ha engañado al pueblo, al cual se prometió una revolución en libertad que no ha siclo llevada a la práctica. De ahí que, aunque duela a los democratacristianos y al Gobierno del señor Frei, estimamos que siguen prevaleciendo las palabras de Fidel Castro: "Aquí no se dio libertad; se dio sangre al pueblo". El Honorable señor Palma le rogaría que no se ausentara de la Sala y escuchara lo que queremos decir ha sido el único representante del equipo de parlamentarios de la Democracia Cristiana que ha salido en defensa del Gobierno. El señor NOEMI.- ¡La señora Senadora no puede hacer ese tipo de afirmaciones ! ¡Está equivocada! El señor PALMA.- Yo me voy porque no puedo escuchar el discurso de una persona que me interrumpió permanentemente mientras exponía mis observaciones. La señora CAMPUSANO.- ¡Nadie mejor que Su Señoría para defender una causa perdida, emanada de un acto de violencia desatado por el propio Gobierno! Sus Señorías están manchados con sangre de trabajadores, de gente joven, de mujeres y de niños, y vienen ahora a señalarnos cifras que son ridículas! ¡Una nueva población en Puerto Montt! Hace diez años, la capital de Llanquihue tenía cuarenta mil habitantes; hoy tiene el doble, la mitad de los cuales carecen de viviendas. Sin embargo, las autoridades oficiales hablan de que han solucionado el problema habitacional con la construcción de 900 casas. El señor MUSALEM.- ¡No fue ése el planteamiento del Honorable señor Palma! La señora CAMPUSANO.- En seguida, Su Señoría afirma que hay cuatrocientos sitios urbanizados. Eso es cinismo, digo yo, porque el arquitecto representante de CORVI, con quien tuve oportunidad de conversar, me manifestó que después de la masacre lo llamaron para hacer la planificación de esos terrenos. Así son las cosas. Por lo tanto, se trata de un grupo de pobladores que no tenía dónde vivir. Además, las autoridades están protegiendo un terreno cuyo propietario no ha solicitado la fuerza pública ni se ha defendido de la ocupación. El señor MUSALEM.- ¡La pidió, señora Senadora! La señora CAMPUSANO.- ¡No, señor! La prensa consigna declaraciones sobre el particular. En todo' caso, reitero que el dueño de los terrenos no solicitó la fuerza pública. El señor MUSALEM.- ¡El documento está en el Ministerio del Interior! La señora CAMPUSANO.- Quiero agregar algo más. Se habla también de sitios semiurbanizados. Pero ¿cuántas cuotas se exige pagar a los compradores? Veinte. Sí, Honorables Senadores. Se exigen veinte cuotas a los pobladores de una zona donde, según el Honorable señor Von Mühlenbrock, hay miseria y cesantía. Me parece que en esta forma no se puede dar solución al problema habitacional. Ahora, dentro del mismo aspecto que he analizado, quiero referirme a la falta de castigo, a la indignante impunidad en que permanecen todos los grandes crímenes contra el pueblo, todas las matanzas que jalonan la vida heroica, abnegada, generosa de los chilenos, en su lucha por una vida más digna y humana. Uno a uno, prácticamente todos los Gobiernos, salvo una que otra excepción honrosa, como la del corto período de don Pedro Aguirre Cerda, se han manchado con sangre obrera. Periódicamente, el desprecio por la vida de los hombres y mujeres modestas, en un Presidente o un Ministro, produce estos asesinatos masivos, estremecedores, absolutamente injustos. Y cuando no ha habido responsabilidad, orden directa de personeros del Gobierno la hubo cuando se mandó asaltar el sindicato de El Salvador, y ahora cuando el señor Achurra Larraín dispuso la acción contra los pobladores, en todo caso, después se ha producido el respaldo público, ilimitado, de los gobernantes para con aquellos que dispararon las balas asesinas. Todas estas matanzas aparecen sin castigo alguno. Desde la masacre de la Escuela Santa María, donde murieron varios miles de obreros, mujeres y niños, jamás la justicia se ha manifestado castigando a algún culpable. No obstante, los ha habido; como los hay ahora, aunque quieran esconderse de la conciencia pública con querellas contra los diarios que dicen la verdad, mediante distorsión de las informaciones, con calumnias contra los propios caídos. La responsabilidad que cabe al señor Frei, al señor Pérez Zujovic y al señor Achurra Larraín, no se la pueden sacar de encima frente al pensamiento y al corazón del pueblo. En la historia queda escrita en la conciencia y en el corazón de los' sectores populares, ellos, los masacradores, estarán siempre chorreando sangre de chilenas y chilenos. Nada, absolutamente nada justifica asesinar a los pobladores a mansalva. Nosotros creemos que éstos ejercían un derecho elemental. Levantar una mejora que les sirviera de techo para sus ocho, diez o catorce hijos no puede ser delito. Sin embargo, el señor Presidente de la República y su Ministro del Interior consideraron que aquéllos cometieron una falta a alguna ley o reglamento. Pero, Honorables Senadores, ¿acaso aquí se mata sin juicio a cualquiera que falta a un reglamento? Esto no se hace ni siquiera con los peores delincuentes comunes. Mucho menos, por supuesto, con los delincuentes económicos o los grandes especuladores. ¿Por qué al pueblo trabajador se aplica esta verdadera ley del embudo? ¿A qué delincuente económico se ha masacrado o asesinado sin haber justicia? Al obrero, al hombre trabajador, con su mujer y sus hijos, sí se los ha asesinado, como ocurrió en Puerto Montt. Allí, como sabemos, se los ha buscado y atacado hasta en sus propias casas. Precisamente, una de las últimas víctimas, que murió el domingo en la noche, fue baleada dentro de su habitación, en los momentos en que se vestía para levantarse. Por eso, yo rogaría a los señores Senadores que fueran a Puerto Montt y visitaran las viviendas de la población Manuel Rodríguez. Todas ellas aparecen traspasadas por las balas. Del mismo modo, les rogaría que vieran el local que un sacerdote ha destinado al funcionamiento de un hogar infantil. También fue traspasado por las balas. ¡Cuán grande será la amargura de aquellas mujeres que han perdido a sus compañeros en esta matanza! ¿Cuántas de ellas votaron por el Presidente Frei? ¿Cuántas volvieron a repetir su error, al sufragar, el 2 de marzo, por un candidato a Diputado o a Senador de la Democracia Cristiana o de la Derecha, hoy coludidos en la represión? ¿Creen Sus Señorías que algunas de ellas, o de las viudas que dejaron las masacres de El Salvador y de Santiago, podrán ser convencidas, por el Gobierno o por sus defensores de la radio y la prensa, de que sus maridos fueron asesinados con justicia y de que habían cometido un crimen que merecía tal muerte inmediata? ¿Acaso su falta era mayor que* aquella colocación de durmientes en la vía férrea de la población José María Caro, que el entonces Senador Frei se explicaba perfectamente, cuando aquí condenó la masacre desatada por el señor Alessandri? Bajo este régimen de revolución en libertad no sólo continuaron las periódicas matanzas de gente humilde, sino que sus víctimas han aumentado y ya han superado las que dejara la Administración derechista de don Jorge Alessandri. Ahora, como entonces, nadie en el Ejecutivo tiene la entereza suficiente para repudiar este crimen y desligarse de la mancha de sangre obrera. Todos prefieren conservar sus puestos y solidarizar con el Ministro empresario, que se jacta de su mano dura con los pobres. En el fondo, el actual Gobierno desprecia tanto al pueblo como sus predecesores. Si no fuera así, ¿por qué los defiende y aplaude el diario "El Mercurio"? Con motivo de la masacre de la población José María Caro, este diario, siguiendo su línea habitual, liberó de toda responsabilidad al Ejecutivo y cargó contra los propios pobladores. Ahora ha hecho lo mismo: absuelve expresamente de toda culpa, con nombres y apellidos, al Presidente de la República y al Ministro del Interior y se lanza contra las víctimas. ¿Y qué significa esta absolución? ¿Acaso el diario "El Mercurio" ha cambiado desde el año 1962 a esta fecha? ¿No pertenece al mismo clan financiero, que permanece intocable? ¿No representa a los mismos, inmensos y poderosos intereses económicos? Sí, es el órgano de la plutocracia omnipotente. Así lo reconocía el viejo falangista Ricardo Boizard en su libro "La Democracia Cristiana en Chile", editado en 1963, en cuya página 290 dice: "Cuando en 1945 se le arrebató a Gumucio la victoria ardorosamente conseguida, los falangistas llegamos hasta la Plaza Antonio Varas, y allí lanzamos un reto a la siniestra trilogía que cierra la plaza y que sistemáticamente procuraba silenciarnos: el Congreso burgués, la Justicia de clase y el decano de la prensa que, durante un siglo, no sirvió sino de celestina mercenaria a la democracia capitalista". Y sucede que esa vieja "celestina del capitalismo", sin haber variado un ápice su rostro y sin que hayan cambiado los intereses que representa, ahora aplaude a quienes combatió durante tres décadas. Es evidente que son éstos los que han cambiado. Con un criterio actuaron antes de llegar al Poder, y con otro actúan ahora. El mismo día eh que se produjo la masacre, mi partido, haciendo un gran esfuerzo, nos facilitó los medios para trasladarnos en avioneta a Puerto Montt, donde junto con el Diputado señor Francisco Sepúlveda permanecimos al lado de los pobladores, a las pocas horas de haberse producido el baleo. Luego llegó el Senador Allende; en la noche del lunes, el DiputadoPalestro y otros parlamentarios, y en seguida, nuestros compañeros la DiputadaMaría Maluenda y el SenadorCarlos Contreras Labarca. Reinaba en la ciudad, especialmente en las poblaciones que como cordón de miseria rodean el centro, un clima de terror yexpectativa dramática. Los pobladores estaban anodadados por la brutalidad desplegada por las fuerzas policiales y aterrorizados por la ferocidad de la represión. Los heridos se ocultaban en sus casas y muchos abandonaban la ciudad para no ser detenidos, huyendo a Puerto Varas y hasta Valdivia en busca de atención médica. Hasta las tres de la madrugada del lunes debimos recorrer las poblaciones conversando con los heridos y tratando de convencerlos de que se acercaran hasta el hospital. Les dijimos que su vida era más preciosa que todo. Mientras tanto, nos tocó ver a carabineros armados, con fusiles y metralletas, que se embriagaban en las cantinas como queriendo olvidar su papel de verdugos que les imponía la autoridad. Personalmente, conversé con el Prefecto de ese cuerpo policial y le denuncié este hecho. "No puede ser", le dije, "que la tropa se esté emborrachando. ¿Qué quieren? ¿A dónde desean llevar las cosas?" Lo mismo ocurrió cuando querían asaltar la Facultad de Ciencias Musicales de la Universidad de Chile, donde estaban los profesores argentinos a los cuales se quería expulsar del país: la tropa armada estaba borracha y los agentes de la policía también. Es decir, se utilizaba a gente inconsciente para actuar. Esta es la forma como el Gobierno o las clases dirigentes los obligan a proceder: sin conciencia de lo que harán. Este es un hecho que presencié personalmente, a corta distancia, en Puerto Montt. Allí estaban los carabineros emborrachándose. ¿Qué pretendían hacer? La gente se tragaba su dolor y su rabia. Era impresionante ver a esos hombres y mujeres casi todos campesinos llegados a la ciudad en busca de algo mejor remecidos por la tragedia, buscando una explicación a tanta injusticia, reafirmando su propósito de continuar luchando por un techo donde vivir, por un terrenito donde parar algunos palos y guarecerse con sus hijos. Y todo esto en medio de la solidaridad calurosa y profunda del pueblo. Las casas de las poblaciones vecinas se abrieron para acoger a los desalojados; no faltó el plato de comida, ni la frazada, ni los pañales para las guaguas, aunque prestar ayuda en las condiciones de pobreza en que vive esa gente es un verdadero acto de heroísmo. Se veían hombres y mujeres registran; do y removiendo los escombros de los "rucos" en busca de posibles víctimas. Nadie sabía ni sabe aún exactamente cuántos han caído, y en esta atmósfera de incertidumbre circulan toda clase de rumores. El episodio del cementerio, donde la gente se abalanzó a registrar ataúdes insepultos o tumbas recién cavadas, se explica por la congoja de quienes desean saber la verdad que se les oculta, por los nervios de punta de quienes han visto caer muerto o malherido a un pariente o a un amigo y han sentido silbar cerca las balas de las carabinas. Y no es necesario buscar explicaciones tremebundas, como las que fabrica el Gobierno, desprestigiando a los pobladores y al regidor y Diputado electo señor Espinoza. Tampoco es admisible detener, como se ha dicho, a los profanadores de tumbas. A la gente, en estas condiciones, debe perdonársele cualquiera actitud que pueda tener para buscar a quienes cree que han sido masacrados, porque todavía hay personas que no aparecen. El Gobierno, por boca del señor Pérez Zujovic, del Subsecretario del Interior y de sus fieles acólitos el General Huerta y el señor Oelckers, ha hablado de un plan subversivo. En forma categórica, podemos decir que ni en Puerto Montt ni en ninguna parte ha habido subversión, ni un plan de esa especie, ni nada parecido. Lo que ha habido y mucha es represión y desidia para resolver los problemas de la gente. De una población de 40 mil habitantes, la ciudad ha pasado a tener 80 mil, sin que haya surgido una sola nueva industria ni fuente de trabajo. La cesantía y la pobreza son abismantes. Yo quisiera que el señor Pérez o el propio señor Frei se dieran el trabajo de recorrer el cordón de poblaciones de la parte alta de Puerto Montt, para ver si después, honestamente, con limpieza, se atreverían a sostener que la gente que pide terrenos para vivir o trabajo obedece a algún siniestro plan insurreccional. Lo que pasa es que esa gente está desesperada como sufre y pena en muchas otras comunas del país y nada o muy poco se hace por elevar su nivel de vida y resolver sus problemas más urgentes. En Puerto Montt, la Corporación de la Vivienda y la Corporación de Servicios Habitacionales son ejemplos elocuentes de la incapacidad administrativa del Gobierno y tienen buena cuota de responsabilidad en la tragedia. Lo mismo puede decirse del Intendente subrogante, cuya actuación desatinada raya en lo criminal, sin que el Ejecutivo haga nada por castigar a estos malos funcionarios. Al contrario, aparece respaldándolos en forma entusiasta. Es muy grave que en este país, donde el Gobierno reprime con cierta frecuencia las tomas de terrenos, las huelgas y hasta la manifestaciones de protesta, en que castiga a los trabajadores con pena de muerte, no haya tenido cuidado siquiera de no entregar responsabilidades a funcionarios administrativos o de la dependencia directa del Presidente de la República como intendentes y gobernadores que no tienen condiciones mínimas de idoneidad y que hacen gala de un profundo desprecio por los pobres y sus problemas. La presencia de los parlamentarios populares en la zona, el repudio casi unánime que ha provocado la masacre y la movilización del pueblo en Puerto Montt impidieron que se produjeran nuevas provocaciones, a pesar de que el Gobierno se empecinaba en crear un ambiente de guerra civil. A las pocas horas de producida la matanza, con sospechosa celeridad, dos transportes de la FACH trasladaban refuerzos del Grupo Móvil y se sacaba a la calle a las tropas de la Base Aérea. Había en perspectiva una escalada antipopular. ¡Si ni siquiera quería autorizarse la realización de funerales públicos, impidiendo de ese modo hasta el mínimo derecho del pueblo a enterrar a sus hijos asesinados y hacer oír sus voces de protesta! Desde los primeros momentos junto a los pobladores, nos preocupamos de formular algunos planteamientos básicos, que debieron ser acogidos finalmente. Fue así como logramos el retiro de las fuerzas de Carabineros y se autorizó a las familias para recuperar los cadáveres de sus deudos y para realizar funerales públicos, en los que intervendrían personeros responsables. Dejamos también muy en claro como se ha demostrado, sin lugar a dudas que el Diputado electo, compañero Luis Espinoza, no tuvo mayor participación en los hechos, pues había sido detenido horas antes del crimen masivo que se consumó en los terrenos de Irigoin. En realidad, todavía mucha gente no se explica qué móvil motivó a los responsables a dar la orden de proceder a sangre y fuego. Muchos se preguntan qué hay detrás de todo esto. ¿Quién podría convencer, por ejemplo, a los pobladores baleados que vieron cómo el día sábado 15, en la mañana, el regidor Espinoza, acompañado por el Prefecto de Carabineros Rolando Rodríguez, los visitaba y se procedía a formar a las familias para realizar un empadronamiento de los ocupantes de los terrenos, que llevaban allí varios días de que a las pocas horas, la madrugada del domingo, los carabineros serían lanzados sobre ellos en una verdadera operación de guerra, iniciada con disparos que atravesaban las paredes de madera de las chozas y las casas de las poblaciones vecinas? El señor ALLENDE (Presidente).- Lamentablemente, ha terminado el tiempo de Su Señoría. En seguida, tiene la palabra el Honorable señor Luengo. La señora CAMPUSANO.- Ruego al señor Senador concederme algunos minutos. El señor LUENGO.- Le cederé dos, Honorable colega. El señor ALLENDE (Presidente).- - La señora Senadora puede usar de ese tiempo. La señora CAMPUSANO.- Muchas gracias. Hubo, por cierto, un cambio de órdenes siniestro, planeado con anticipación, cuya responsabilidad recae, sin disculpas ni gimoteos posibles, sobre el Presidente de la República, su Ministro del Interior, el Subsecretario de esta Cartera, el Director de Carabineros y el Intendente subrogante de Llanquihue. Para quienes dicen que la masacre fue una desgraciada casualidad de la cual debe excluirse la premeditación, ya se han señalado diversos hechos que configuran una secuencia que debía culminar en la matanza. No obstante, quisiéramos agregar otro antecedente. Al ser detenido el regidor Espinoza, se le acercó el Coronel Apablaza de Carabineros, quien le dijo perdonen los señores Senadores que repita estas expresiones: "Desgraciado, que te lleven. Ahora vamos a matar a estos rotos". Esas palabras, pronunciadas horas antes de la masacre, anticipaban lo que debía pasar, de acuerdo con las instrucciones recibidas. Los Senadores que estuvimos en la zona nos comprometimos a presentar un proyecto de ley tendiente a beneficiar a las decenas de heridos que quedarán mutilados y a las viudas y huérfanos. Del mismo modo, pediremos a las autoridades principalmente a la CORVI que se expropien los terrenos de la pampa Irigoin, donde la gente desea quedar ubicada. Los pobladores sostienen que las tierras que han sido regadas con la sangre de sus compañeros deben pertenecerles. El señor ALLENDE (Presidente).- - El señor Secretario dará cuenta de una indicación que se ha formulado. El señor FIGUEROA (Secretario).- Indicación para publicar "in extenso" el debate habido en esta sesión. El señor ALLENDE (Presidente).- - Si no hay oposición, así se procederá. Acordado. Puede usar de la palabra el Honorable señor Luengo. El señor LUENGO.- Señor Presidente, Honorable Senado, por mucho que el Gobierno desee justificar su actuación en los hechos ocurridos en la pampa Irigoin, de Puerto Montt, creo que no encontrará argumentos suficientes para convencer a la opinión ciudadana de que esos incidentes no son de su responsabilidad. En verdad, existen demasiados antecedentes y circunstancias que hacen presumir en forma fundada que tales sucesos estuvieron preparados con anterioridad. Desde luego, el Honorable señor Palma, que hizo una defensa del Gobierno, no ha desmentido que los terrenos habían sido ocupados de manera paulatina por grupos de pobladores que, desde hacía muchos días, estaban viviendo en la pampa Irigoin. Por otra parte, deseo hacer notar que el Ejecutivo pretende culpar de todo lo acontecido al Diputado electo señor Luis Espinoza, contra quien se ha querellado, a fin de eludir su propia responsabilidad. Pero la verdad es que, en esa ocasión, el señor Espinoza estaba muy lejos del escenario de los hechos. De manera que el Gobierno no puede desconocer que le cupo responsabilidad directa en la matanza de trabajadores en Puerto Montt. Con seguridad, en la investigación que se está practicando por parte de la justicia, ello quedará claramente establecido. Por lo demás, lo ocurrido en Puerto Montt no es sino la consecuencia de la mano dura con que el Ejecutivo ha venido reprimiendo todos los movimientos laborales que se han realizado en los últimos cuatro años en el país. A mi juicio, sólo este Gobierno puede exhibir un "record" tan dramático de sangre obrera derramada en los movimientos de trabajadores, hombres y mujeres, que han estado reclamando mejores condiciones de vida. Nadie puede sostener que en el caso de Puerto Montt hubo un acto subversivo. Se trata, sencillamente, de que allí había gente desesperada, que reiteradamente reclamó a las autoridades la solución de su problema habitacional y que, inclusive, recibió de parte de éstas, en muchas oportunidades, la esperanza de que algún día él se resolvería. Pero cuando se comprobó que esto sólo era una simple tramitación, que se repetía una y otra vez, la desesperación llevó a esas personas a tomarse los terrenos. Hago presente a la Sala que una comisión de parlamentarios, formada por los Honorables señores Contreras Labarca y Baltra, el Diputado señor Carlos Morales Abarzúa y el Senador que habla, procuró entrevistarse con el Ministro del Interior el lunes 10 en la mañana, para protestar por la actitud del Gobierno, para inquirir mayores antecedentes sobre los hechos ocurridos y también para saber cuántos eran los heridos y detenidos, dónde estaban y cuál era su situación procesal. Ese Secretario de Estado ni siquiera nos recibió. Esto demuestra una vez más la insensibilidad particularmente del señor Pérez Zujovic con que se abordan problemas como el ocurrido últimamente. ¡Y qué diferencia hay entre la actitud asumida por este Gobierno y la que mantenía el señor Frei cuando era Senador de Oposición! A la Democracia Cristiana le molesta mucho que aquí se recuerde lo que decía el señor Frei cuando era parlamentario, pero es necesario hacerlo. Personalmente, quiero recordar una vez más como ya lo he hecho en otras ocasiones que el señor Frei, cuando era candidato presidencial, siempre dijo que no era preciso examinar si las huelgas que realizaban los trabajadores eran legales o ilegales. Sostenía que esos movimientos demostraban un problema social que cualquier autoridad tenía la obligación de solucionar, sin detenerse en detalles de procedimiento. Pero ahora que la Democracia Cristiana especialmente el señor Frei. es Gobierno, desea que las cosas se hagan por las vías legales. Pero los trabajadores y obreros están comprobando que, por ese camino, viven más angustiosamente y más en la miseria. ¡Qué contraste más violento existe entre la actitud del Gobierno frente a per soneros de la Oposición como el señor Luis Espinoza, y seguramente otros pobladores y dirigentes de Puerto Montt, contra quienes se querelló y la que asume respecto de representantes de su propio partido! En la ciudad de Villarrica, por ejemplo, ubicada en la provincia de Cautín, que represento en el Senado, se produjo también una toma de terrenos antes de los últimos comicios, con ánimo netamente electoral. Se trataba de doscientas familias esperanzadas por el señor Jorge Lavandero, Diputadopor Cautín y candidato a la reelección. Ese parlamentario encabezó a alrededor de doscientos pobladores, a medianoche, para tomarse unos terrenos situados en Villarrica. Al respecto, conviene anotar un detalle curioso: fue un candidato a Diputado de la propia Democracia Cristiana quien formuló la denuncia a Carabineros, en el sentido de que el señor Lavandero iba a efectuar esa toma de terrenos. Llegó la fuerza policial y desalojó a esas personas. A diferencia de los sucedido en la pampa Irigoin, de Puerto Montt, los pobladores habían llegado recientemente a los terrenos; no estaban instalados ni habían construido casas todavía. Repito: los pobladores fueron desalojados. El señor Lavandero, fue golpeado por los carabineros y tuvo que ser internado en el hospital de Villarrica. Sin embargo, hasta hoy día no se ha entablado querella del Gobierno en su contra ni se ha emitido declaración en cuanto a que el señor Lavandero habría inducido a la subversión a esos ciudadanos. Las cosas se arreglaron entre compadres, entre amigos, entre correligionarios. Ni siquiera se hizo un parte de Carabineros. No se ha llevado a cabo ninguna investigación para establecer cómo ocurrieron los hechos ni qué participación tuvo en ellos el señor Lavandero. Sin embargo, en el caso de Puerto Montt, por tratarse de un Diputado electo de un partido de Oposición, ¡ahí sí que el Gobierno se deja caer con todo el cuerpo!... El señor NOEMI.- Hay una diferencia... El señor LUENGO.- Son varias las diferencias. El señor NOEMI.- La diferencia está en que el señor Lavandero lo hizo una vez, y el señor Espinoza intervino ocho veces. O sea, es un reincidente consuetudinario. El señor LUENGO.- No actuó el señor Espinoza las ocho veces: fueron los pobladores. En todo caso, en la serie de pormenores dados por el Honorable señor Allende, que no han podido desmentir ni el Honorable señor Palma ni el Gobierno, hay otro detalle importante... El señor NOEMI.- La diferencia está en que el señor Lavandero... El señor LUENGO.- El señor Lavandero estaba al frente de los pobladores. El señor NOEMI.- El señor Espinoza reincidía en la toma de terrenos, con las mismas personas que ya tenían sitios adquiridos. El señor LUENGO.- El señor Espinoza estaba preso: iba en viaje a Valdivia en un furgón de Investigaciones. De tal manera que la imputación del Gobierno será fácilmente desvirtuada en el proceso... El señor ALLENDE (Presidente).- Le queda un minuto, señor Senador. El señor LUENGO.- Por desgracia, no puedo seguir replicando, porque me queda un minuto. La señora CAMPUSANO.- Prorroguemos la hora. El señor LUENGO.- Honorables colegas, sostengo que lo expresado por el señor Presidente del Senado, en el sentido de que la vida de los opositores al Gobierno está en peligro, es efectivo. Voy a relatar otro caso: el día 23 de febrero pasado... El señor MUSALEM.- ¡Si al señor Lavandero también le pegaron! El señor LUENGO.- Sí, pero no hubo querella del Gobierno en su contra. El señor MUSALEM.- Pero le pegaron. El señor LUENGO.- El día 23 de febrero recién pasado proclamamos, en la provincia de Maule, al candidato de mi partido, compañero Patricio Hurtado. Oportunamente se solicitó permiso para realizar la proclamación en la plaza de Chanco. El Gobernador de Chanco se negó a dar autorización para efectuar la manifestación dentro de la ciudad. El compañero Hurtado me llamó por teléfono para informarme de ello. Hablé con el señor Ministro del Interior; le dije lo que estaba ocurriendo, la brutalidad que cometía ese Gobernador, y me prometió arreglar la situación. Al día siguiente me fui al sur. Posteriormente, me trasladé de Temuco a Chanco para asistir a la proclamación. Habían transcurrido unos diez días, tal vez, desde que me llamó por teléfono nuestro correligionario, y pensé que se había solucionado el problema. Pero me encontré con que la autorización se dio para proclamar al señor Hurtado en las afueras de la ciudad, en el campo. Realizamos la concentración, con asistencia de mucho más de mil campesinos y habitantes de Chanco, en una quebrada, lejos del camino. Esa fue una actitud arbitraria del Gobernador de Chanco, por supuesto amparada por el señor Ministro del Interior. Sostengo que allí se vivía un clima de violencia impuesto por Carabineros. Quiero señalar una vez más aquí que no estoy haciendo una imputación directa a esa institución. No se trata, como decía el Honorable señor Palma, de imputar los hechos de El Salvador al Ejército ni los de Puerto Montt a Carabineros: es el Gobierno el que imparte órdenes a esas fuerzas, el responsable de sus actitudes. Decía que Carabineros había impuesto un clima de violencia. Estuvimos rodeados por más de ciento veinte hombres armados de metralletas, probablemente para impedir desbordes con motivo de la concentración. Lo que vi en Chanco se lo relaté a mis compañeros de Temuco cuándo regresé a esta última ciudad. Les dije que, en mi opinión, la vida de Patricio Hurtado estaba en peligro, porque se vivía un clima de violencia en toda la provincia de Maule, y todos sabían lo que allí iba a ocurrir. Por todo ello, no me extrañó cuando, pocos días después, el señor Hurtado fue agredido por Carabineros, con la evidente intención, amparada por las autoridades, de acabar con su vida. Y si no hubiera sido por la actitud valiente de un grupo de seis u ocho compañeros, que se lanzaron a defenderlo, todos los cuales resultaron heridos algunos, con la cabeza rota por sables; otros, con el brazo herido, por sable también, seguramente el señor Hurtado habría caído víctima de la actitud de esas fuerzas dirigidas por las autoridades. .. El señor PALMA.- ¡Fue a combos! El señor LUENGO.- ¿Cómo a combos? ¡Si el hermano de Patricio Hurtado tiene un brazo herido con sable, y otro compañero de nuestro partido recibió un sablazo en la cabeza! Así, pues, tenemos que andar con mucho cuidado, porque el Gobierno está cayendo en la desesperación y toma actitudes que hacen peligrar, como bien se dijo aquí, la vida de los que no estamos dispuestos a tolerar y amparar todas sus arbitrariedades. A mi juicio, para que haya tranquilidad en la ciudadanía, para que la opinión pública se forme claro concepto de los hechos, debemos exigir una investigación a fondo de todo lo ocurrido en Puerto Montt; y el Gobierno tiene la obligación de sancionar a aquellos funcionarios que, desobedeciendo sus órdenes, hayan cometido ciertos abusos. De tal manera que también deseo levantar esta mañana mi voz para protestar por la actitud asumida en contra de quienes reclaman mejores condiciones de vida, en contra de la gente que pide la solución de sus graves problemas habitacionales, prometida muchas veces por el Gobierno. El señor ALLENDE (Presidente).- Ha terminado el tiempo de Su Señoría. El señor PALMA.- ¿En nombre de qué partido ha dispuesto de veinte minutos Su Señoría? El señor LUENGO.- En el del Comité Social Demócrata, señor Senador. El señor ALLENDE (Presidente).- Tiene la palabra el Comité Radical. El señor MIRANDA.- Señor Presidente, nuestro Comité ha cedido cinco minutos al Honorable señor Chadwick. El señor ALLENDE (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable señor Chadwick. El señor CHADWICK.- Señor Presidente, no me proponía intervenir en el debate. Conozco demasiado de cerca los hechos de El Salvador para no sentir vergüenza de estos debates parlamentarios, que dan la impresión falaz de una democracia que sólo se limita a las palabras. ¿Qué podría agregar al sentimiento de protesta y de horror que el crimen provoca naturalmente? ¿Qué reflexión podríamos hacer que pusiera un estigma a este Gobierno, cuando ya está manchado de. sangre, de hipocresía? Por eso no quería intervenir en esta sesión, señor Presidente. Esperaba oír una exposición de los hechos, poder reflexionar sobre ellos en otra ocasión. Pero no está presente el señor Ministro del Interior, y el Honorable señor Palma, que ha tomado la defensa del Gobierno, no se ha dado la molestia de ofrecer una versión de los hechos. El señor LUENGO.- No la puede dar. El señor CHADWICK.- ¿En qué va a terminar todo esto, señor Presidente? El señor MUSALEM.- Si el Senado me concede más tiempo, puedo dar esa versión. El señor CHADWICK.- El señor Senador provocó una situación que alteró el orden del debate, al hacer reminiscencias injustas, absolutamente desprovistas de verdad, respecto de la masacre de El Salvador. El Gobierno afirmó que allí había trescientos hombres especialmente entrenados, armados y dirigidos para iniciar un proceso de sedición que empezaría con el ataque a la fuerza pública; pero se demostró que todo ello era una mentira, una vulgar calumnia que permitió al Ejecutivo decir que los dirigentes políticos socialistas y comunistas eran los responsables morales de un crimen que se decidió fríamente para terminar con una huelga. El Honorable señor Palma recurre al procedimiento de provocar desorden, que, naturalmente, produce indignación al escucharlo. Pero no dice una palabra respecto de los hechos de Puerto Montt. Después de oír la afirmación del Presidente del Senado de que el regidor y Diputado electo señor Espinoza estaba preso con anterioridad a los hechos; que incluso Carabineros trató de secuestrarlo arrebatándolo al Servicio de Investigaciones que lo conducía a Valdivia, ¿no teníamos por lo menos el derecho de oír una explicación de parte de los Senadores de Gobierno? No han querido darla, y se han hecho cómplices, una vez más, de lo que ejecutan los hombres que tienen en los Ministerios y en los puestos de comando de las tropas. El señor ALLENDE (Presidente).- Ha terminado el tiempo de Su Señoría. Puede usar de la palabra el Honorable señor Miranda. El señor MIRANDA.- Señor Presidente, nuestro partido fijó claramente su posición frente a los hechos acaecidos recientemente en Puerto Montt, de la misma manera y con igual nitidez como lo había hecho respecto de la masacre de El Salvador y tal como procedió ante la acción absolutamente injustificada que se promovió en Santiago el 23 de noviembre de 1967 con motivo del paro ordenado por la Central Unica de Trabajadores. El país sabe que nuestro partido es absolutamente respetuoso del derecho; que no están en nuestras filas los elementos que impulsan actos de naturaleza violenta como los ya conocidos y que con frecuencia se traducen en la toma de terrenos y de predios agrícolas. Pero estimamos que quienes condicionan hechos de esa índole son precisamente los que asumen ciertas actitudes de Gobierno. Este, y fundamentalmente su partido, la Democracia Cristiana, han ilusionado, mediante una permanente demagogia, a pobladores modestos, que se han visto frustrados en las esperanzas a que ha dado motivo esa actitud del partido oficialista. En consecuencia, con el mismo criterio central con que lo ha hecho otras veces, nuestro partido condena de nuevo hechos que son lamentables, pero del todo injustificados. La mantención del orden no precisa, en manera alguna, llevar a los extremos que el país ha presenciado tanto en El Salvador como en Santiago y, ahora, en Puerto Montt. Responsabilizamos concreta y expresamente al Gobierno y, en particular, al Ministro del Interior, por el desarrollo de esta política de mano dura que fue anunciada oficialmente por el Ejecutivo. No es extraño para nosotros lo ocurrido, ya que personalmente nos tocó comprobar, en El Salvador, la visión completamente equivocada que se tuvo frente a una realidad social que nadie podía desconocer y que dio motivo a una huelga absolutamente justa. Los excesos con que el Gobierno ha pretendido, en esas tres oportunidades, mantener el orden público, han llevado, incuestionablemente, a las conclusiones fatales y lamentables que todo el Senado y el pueblo deploran. Por otro lado, sostenemos que ha sido la ineficacia del Gobierno para resolver el grave problema habitacional del país, para realizar técnicamente la reforma agraria, la que ha condicionado, como ya lo expresamos, la ocurrencia de sucesos tan lamentables. Por eso es por lo que el Partido Radical ha responsabilizado directamente al Gobierno y al señor Ministro del Interior por tales acontecimientos. Creemos que mientras la Democracia Cristiana y su Gobierno no logren efectivamente realizar una política que, en el aspecto habitacional o en el de la reforma agraria, alcance las metas que ellos mismos se han fijado, y que en términos demagógicos han influido poderosamente para que los pobladores o los campesinos se forjen ilusiones más allá de la realidad, serán esa colectividad •y el Ejecutivo los responsables de las situaciones que ahora todo el país lamenta. Deseamos concretar nuestra opinión con la declaración formulada por el Partido Radical a propósito de lo ocurrido en Puerto Montt, en la cual se fija con absoluta claridad la posición de nuestro partido a este respecto. Para ello solicitamos del señor Presidente se sirva recabar el asentimiento de la Sala, a fin de que tal declaración sea incorporada a la versión de este debate. El señor ALLENDE (Presidente).- Si le parece a la Sala, así se procederá. Acordado. El documento cuya inserción se acuerda es el siguiente: "Posición Partido Radical: El Partido Radical señala su más enérgico repudio a la nueva masacre con que el Gobierno ha respondido. al pueblo de Chile, esta vez en Puerto Montt, cuando éste, en su desesperación, ha tratado de buscar soluciones a problemas que aquél es incapaz de dar. Enredados en su propia. demagogia, los sectores más reaccionarios del Gobierno democratacristiano, encabezados por el MinistroPérez Zujovic, responden al pueblo con el argumento de los incapaces y fascistas: la represión policial y las balas. Es fácil para un Gobierno reaccionario "ordenar" las explicaciones que se dan posteriormente a cada masacre de la que ha sido autor; lo concreto, sin embargo, radica en que nuevamente un grupo de trabajadores cayó bajo las balas y el responsable directo de ello es el Gobierno democratacristiano y la maquinaria represiva que dirige el MinistroPérez Zujovic. El Partido Radical, junto con señalar su condenación más enérgica, hace un llamado a todos los trabajadores del país para "mantenerse alerta frente a la acción "de brutalidad de un régimen que fracasado, trata de imponer sus designios por las armas. Expone, asimismo, que es hora que los trabajadores en general se unan en contra de un Gobierno que presionado por la reacción, ha recurrido a la violencia para masacrar al pueblo cuando éste expresa sus clamores de justicia. Santiago, 10 de marzo de 1969." La señora CARRERA.- Pido la palabra, señor Presidente. El señor ALLENDE (Presidente).- Tendría que haber acuerdo en la Sala para ello. El señor NOEMI.- Nosotros también deseamos intervenir. El señor PALMA.- Nosotros somos doce Senadores; sin embargo, ha usado de la palabra uno solo. El señor ALLENDE (Presidente).- Hay oposición para que la Honorable señora Carrera haga uso de la palabra. "
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