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- rdf:value = " El señor ALLENDE.-
Señor Presidente, yo cité a esta sesión porque, a mi juicio, los hechos ocurridos en Puerto Montt son de tal gravedad que es indispensable un análisis de ellos por parte del Senado.
Considero que el tiempo disponible para el efecto es muy escaso. Por lo tanto, desde el punto de vista personal, me referiré esencialmente a lo acontecido en la provincia de Llanquihue.
En mi opinión, es conveniente recordar a los Honorables colegas lo que oyó el Senado, con respeto y emoción, en la sesión 23ª, del 21 de noviembre de 1962. En esa oportunidad, después de analizar las condiciones de vida y existencia de los habitantes y, de criticar el alza del costo de la vida, el Honorable señor Frei dijo: "Y encima de su sufrimiento, no comencemos a mirar los códigos y sus incisos; no entremos a analizar si se lanzaron primero unas piedras o que los carabineros no iban a disparar porque sí. Yo voy más adentro."
Y agregaba: "Esas personas viven como sabemos que están viviendo. Sufren como sabemos que' están sufriendo. Con ellas su pobreza lo exige se debe tener exquisita prudencia. ¡El castigo para su protesta! Si nosotros estuviéramos en el caso de ellas, ¿seríamos tan moderados? ¿Cuál es el castigo? A la primera actuación, siempre hay balas para los pobres. Y yo pregunto: ¿estamos construyendo en este país algo positivo o acumulando en esa gente un sedimento de odio que mañana nadie podrá contener, ningún partido político ni ningún hombre?".
Pienso, señor Presidente, que las palabras oídas por el Senado en esa ocasión tienen vigencia y que el Jefe del Estado debe pesarlas en su propia conciencia.
Quiero señalar que estuve en Puerto Montt. Por lo tanto, lo que voy a decir lo he vivido, observado, conversado y discutido. Aceptaría que mis Honorables colegas me interrumpieran, si desean rebatir mis palabras, siempre que me den el tiempo necesario para contestarles.
En aquel mismo discurso, el Honorable señor Frei dijo lo siguiente: "Anteayer llegué a la población; me informaron que acababa de retirarse el Honorable señor Allende y me dijeron: "Igual que usted, ha venido a pedirnos serenidad.""
Crimen colectivo.
Recuerdo estos hechos para demostrar al Senado que, de no mediar el Intendente subrogante un jefe de la Aviación, el Coronel señor Antonio Espinace; de no estar presente allí un grupo de parlamentarios entre ellos mis Honorables colegas la señora Julieta Campusano y el señor Carlos Contreras Labarca, los Diputados señora María Maluenda, Mario Palestro y Américo Acuña, y el que habla; de no mediar el sentido de responsabilidad de dirigentes y pobladores, pudo haber ocurrido un hecho no sólo doloroso, sino •trágico y de consecuencias imprevisibles. Con razón el país ha sido sacudido. Con razón de todos los sectores universitarios, obreros y partidos políticos han salido voces condenatorias para la acción de las fuerzas policiales y la actitud del Ejecutivo; y en el seno del propio partido de Gobierno, la juventud y los dirigentes más consecuentes han expresado su disconformidad. Tengo la certeza de que tal actitud ha influido para que el Gobierno no siguiera, como comenzó, distorsionando la verdad, afirmando hechos inexactos. Hasta ahora, a pesar de haberlo anunciado en tres oportunidades, el Ministro del Interior no ha hablado al país.
Señores Senadores, apelando a mi máxima responsabilidad, quiero pedir a mis colegas democratacristianos que pesen cuanto voy a decir. A mi juicio, opositores y gobiernistas tenemos una obligación superior: desentrañar la verdad de lo ocurrido y hacer justicia de modo implacable y honesto. Como antecedente puedo señalar que, a pesar de mi ubicación ideológica y del fragor de las lides políticas, en toda mi vida pública nunca he tenido incidentes con fuerzas de Carabineros. Por eso, ahora estoy en condiciones de expresar al Senado de Chile y al país que, en mi concepto, el prestigio de ese Cuerpo, como institución, está derrumbado. Y si no se refutan los hechos que voy a relatar; si el Gobierno no los aclara y la justicia no establece, con claridad meridiana, que no son exactos, podré aseverar que la corrupción y la colusión han llegado a un grado tal que están en peligro la tranquilidad y la vida de los ciudadanos y, sobre todo, la de los políticos opositores al Gobierno.
Digo, midiendo mis palabras, que, a mi juicio, éste ha sido un crimen colectivo y que hubo en él premeditación y alevosía. No se me escapa la gravedad de lo que estoy sosteniendo. Pero por qué lo digo? ¿Cuáles son los hechos? No ha habido ocupación de terreno, sino ampliación de una población que empezó a formarse hace ocho o diez meses y que estaba terminada. Ello sucedió el día 4 de marzo. Ciertamente fueron ocupándose terrenos adyacentes a esa población, para ampliarla, hasta que llegó el día viernes 7, me parece a ser de setenta o noventa el número de ocupantes que levantaron allí, sus modestas, humildes viviendas de madera, enarbolando la bandera patria. Carabineros no intervino.
El día 8 de marzo óigalo bien el Senado: ¡el día 8 de marzo! a las 11.10 de la mañana, el Comisario de Puerto Montt, Mayor Rolando Rodríguez, llega al domicilio del regidor y Diputado electo, compañero Luis Espinoza, y le pide acompañarlo a los terrenos ocupados. Lo espera, porque Espinoza estaba enfermo en cama. Juntos, en el "jeep" de Carabineros, llegan donde se encontraban los ocupantes de los sitios, y el Comisario justifica su presencia diciendo que su propósito es hacer una encuesta. Pide a los dirigentes, por medio del compañero López no sé qué domicilio político tenga; hablo de "compañero", porque es un trabajador, los nombres de esos pobladores. Le son indicados 51 nombres y se le agrega que son más, pero que la lista no está completa y que en la tarde le serán proporcionados los demás. En la tarde, el Jefe de Carabineros manda a dos de sus hombres de civil, a quienes se entrega la lista de los cuarenta y tantos nombres restantes.
¿Qué dice el Comisario a la gente? Que estén tranquilos, que respeten el trazado de las calles, que no va a suceder nada. Y ese hombre que busca al regidor a quien el Gobierno y el Subsecretario del Interior, con impudicia y cobardía, han calificado de responsable material de los hechos; ese hombre que va allí a hacer una encuesta, ¡es el que manda la tropa dieciséis horas más tarde!
En mi vida he visto, señor Presidente, un hecho de tal naturaleza. Esa actitud requiere una explicación inmediata. ¿Cómo es posible que el Comisario vaya a buscar al que después será sindicado como responsable, se ampare en su autoridad moral frente a la gente y más tarde ordene disparar impune, cobarde y arteramente contra los trabajadores?
Carabineros procuró apoderarse del detenido.
Pero hay más. El señor Espinoza se retiró poco después de que se fuera el Mayor de Carabineros. Regresó a su casa, y el sábado en la tarde fue al pueblo de Llanquihue, vecino a Puerto Montt, de donde regresó a la una de la mañana, porque había ido a un festejo de su victoria electoral. Al llegar muy cerca de su casa es detenido por personal de Investigaciones que llevaba una orden del Intendente subrogante y Secretario en propiedad, de apellido Pérez Sánchez. Es llevado al cuartel de Investigaciones y se le notifica que debe ser trasladado de inmediato a Valdivia. Estando ahí con los je íes de Investigaciones, llega el Coronel Apablaza, con veinte o treinta carabineros armados que rodean el cuartel, y solicita se le entregue el detenido. Investigaciones rehúsa. El Coronel Apablaza se defiende, injuria al detenido y le dice qué le va a ocurrir pocas horas después y que no se ha de librar. Se retiran el Coronel Apablaza y su tropa. Deliberan los jefes de Investigaciones y resuelven que vayan, no dos o tres, sino cinco o seis funcionarios, en una camioneta, a dejar al detenido en Valdivia, pues temen lo que ocurrió a cinco kilómetros de la ciudad de Puerto Montt: un furgón de Carabineros intercepta la camioneta de Investigaciones, y un oficial de baja graduación,' acompañado de tres soldados, reclama se le entregue al señor Espinoza. De nuevo, los jefes de Investigaciones rehusan, y, frente a la actitud amenazante de Carabineros, les dicen que ellos también están armados.
Señores Senadores, ¡qué extraño es oír a un político relatar estos hechos! Es lo que ha dicho Luis Espinoza en presencia de diez mil personas en los funerales, en Puerto Montt. Y está comprobado por él fiscal y por el Intendente subrogante, Coronel de Aviación señor Antonio Espina ce. Me refiero al hecho de que el MayorRolando Rodríguez estuviera con el regidor en la población, y a que el Coronel Apablaza fuera, con tropa, a reclamar el detenido. ¿Qué explicación valedera puede darse de esas actitudes? ¿Puede alguien admitir que Carabineros iba a realizar una encuesta, dado su proceder posterior? ¿Puede alguien imaginar que un jefe de la graduación del Coronel Apablaza reclamara un detenido por temor a que la población fuera a rescatarlo al cuartel de Investigaciones? ¿Y que, camino a Valdivia, fuera nuevamente requerido en igual sentido el personal de Investigaciones? Lo sucedido obedecía, a mi juicio, a una sola intención: cometido el error de detener, a la una de la mañana, al regidor Espinoza, se le quería llevar a la población para proceder después: sindicarlo como el responsable material y acribillarlo como se acribilló a los pobladores.
Comprendo la gravedad de lo que estoy diciendo. Pero nunca, en los treinta y cinco años de mi vida pública, he visto tantos hechos que no tienen ni pueden tener explicación valedera por parte de una institución. ¡A tal grado llega la corrupción en Carabineros!
Distorsión de la verdad.
Más allá de la forma como el Grupo Móvil trata a la gente; más allá de imputaciones a las cuales no me referiré detenidamente, porque quiero concretárteme a lo sucedido en Puerto Montt hechas a parlamentarios, como en el caso de nuestra compañera la Honorable señora María Elena Carrera, acusada de querer asesinara un carabinero en el fundo San Esteban; más allá de lo que estoy señalando, que es de tanta gravedad, yo reclamo una palabra clara del Gobierno sobre estos hechos. Se lo dije al Coronel, al Intendente subrogante. Está de por medio todo el prestigio de una institución como Carabineros que lo ha tenido y también lo que debe ser insobornable y recto: la actuación de un fiscal militar, el prestigio de los soldados de Chile. Porque hay un jefe, qué ha actuado correctamente como Intendente subrogante, y hay un Fiscal militar.
Señores Senadores, ¡cómo se ha distorsionado la verdad! Al leer los diarios del día lunes y oír las informaciones radiodifundidas, se deduce que habría doce a veinte carabineros heridos. Deben de saber los señores Senadores que no hay un solo carabinero herido de bala; simplemente, cuatro con contusiones leves. Uno de ellos tiene destruida y es el más grave de todo si la yema del índice de la mano izquierda, lo cual pudiera haber sido consecuencia del rebote de una bala o de un golpe. Lo sé, porque me lo dijeron los médicos de guardia del hospital de Puerto Montt que atendieron a los heridos, los operaron y comprobaron las muertes producidas, pues allí llegaron trabajadores y carabineros. Esos médicos son personas que carecen de apellido político y que tienen ética profesional; por lo tanto, no iban a mentir. Personalmente comprobé lo que me informaron en Puerto Montt y los diagnósticos de los carabineros en el Hospital de Puerto Varas. Sin embargo, el diario "El Mercurio", por ejemplo, hace aparecer como herido al Comisario Rodríguez, a quien he mencionado tantas veces. Conversé con ese oficial en el cuartel. Lamentablemente, yo no sabía lo que estoy sosteniendo, en cuanto a que dicho oficial había ido a la población: lo supe después. Conversé con él durante más de un cuarto de hora. Me llevó donde estaban los detenidos y después al lugar en que se encontraba el Fiscal.
¡Ningún rasguño, señores Senadores! En cambio, 19 civiles heridos de bala, todos gravísimos, aparte los ocho muertos. Y digo 19 heridos, porque es la cantidad que yo pude comprobar. Con posterioridad, han llegado otros a atenderse, pues es tal el terror y el pánico a la forma como procede Carabineros en estos casos, que gente gravemente lesionada ha preferido permanecer oculta en sus casas. Nuestra estimada compañera señora Julieta Campusano llevó al hospital a dos personas la noche del lunes, y yo, a una tercera, herida con bala de revólver en el brazo izquierdo, pero, por suerte, sin lesión ósea.
Diecinueve pobladores heridos de bala.
Cuatro carabineros heridos leves.
¡Vean la violencia, señores Senadores! Pude comprobar la existencia de 19 heridos de bala, y seguramente hay 21 ó 22. En total, son 35 lesionados, entre los cuales sólo hay cuatro carabineros con lesiones leves. ¡ Cuatro carabineros con lesiones leves! Sin embargo, vean Sus Señorías las informaciones dadas por los diarios en Santiago y las entregadas por el Gobierno en sus boletines.: ¡Veinte policías heridos! ¡Una poblada de dos mil personas, con armas de fuego, hachas e instrumentos cortantes!
Señores Senadores, no utilicé mi condición de Presidente del Senado de Chile: fui como médico a hablar con el profesional legista. No leí los protocolos de autopsia, sino sencillamente el sumario o información que hizo ese colega sobre los cuatro o cinco cadáveres que examinó. Todos los muertos ¡todos, señores Senadores! fueron heridos por la espalda: mostraban un orificio pequeñísimo por donde entró la bala y un forado por el cual salió. ¿Qué combate hubo? ¿Qué lucha? ¿Qué igualdad de fuerzas, señores Senadores?
Estuve en la humilde casa de una mujer. No estaba empapada en llanto: ¡estaba deshecha de amargura! A doscientos metros de lo ocurrido, una bala penetró por la feble muralla de madera y asesinó a su compañero que se estaba levantando al escuchar los disparos. Quiso salir a ver qué ocurría, pero cayó muerto allí instantáneamente, en la única pieza que constituía su hogar, a 150 ó 200 metros del lugar en que se desarrollaban los hechos.
El señor PALMA.-
¿Me permite una interrupción, señor Senador?
El señor ALLENDE.-
Con mucho gusto.
El señor PALMA.-
Estamos todos muy interesados en escuchar a Su Señoría; pero queremos tomar parte en el debate, y resulta que el tiempo es limitado.
La señora CAMPUSANO.-
La interrupción del señor Senador debe ser computada a su tiempo.
El señor PALMA.-
Hay tiempo disponible.
No tenemos inconveniente en que el Honorable señor Allende exponga su pensamiento.
El señor ALLENDE.-
Debo hacer presente a Su Señoría que estoy haciendo uso de mi tiempo, al cual deben agregarse diez minutos que me ha cedido el Comité Radical.
El señor PALMA.-
Eso no se había dado a conocer.
El señor ALLENDE.-
Ruego al señor Presidente contabilizar con cargo al Comité Demócrata Cristiano la interrupción del Honorable señor Palma.
El señor LUENGO (Vicepresidente).-
Las interrupciones son computadas a los Comités que hacen uso de ellas.
El señor ALLENDE.-
¿Cuántos minutos me quedan, señor Presidente?
El señor FIGUEROA (Secretario).-
Diez minutos, señor Senador.
El señor ALLENDE.-
Agradezco la gentileza del Comité Radical de haberme cedido algunos minutos.
Pues bien, ésta es la realidad de lo ocurrido, y ahí están las distorsiones posteriores, las informaciones y aseveraciones.
Responsable material: a 300 kilómetros de distancia.
¿Cómo es posible sindicar de responsable material, de instigador, a un hombre que estaba a. 300 kilómetros de distancia y que fue detenido seis horas antes de producirse los hechos? El señor Subsecretario del Interior, con una impudicia rayana en la estupidez porque era tan fácil comprobar que lo informado era inexacto, no tiene empacho alguno en sostener que la responsabilidad material es del Diputado electo señor Espinoza. Ahí están los hechos; sobre ellos quiero un pronunciamiento.
Por otra parte, cabe destacar que los heridos no fueron recogidos en los primeros momentos ni por el Servicio Nacional de Salud ni por el "jeep" de Carabineros. Conversé con los dos civiles que, en cuatro viajes, llevaron los primeros heridos. Pero hubo gente que se desangró en el mismo lugar de los acontecimientos. ¡Imaginen ustedes, señores Senadores, la reacción emocional, la protesta y la indignación de gente a la cual 16 horas antes se les garantizó que no pasaría nada! Todavía más: el mismo jefe de Carabineros que fue a la población a hacer una encuesta fue quien dirigió la tropa que disparó contra esas personas. Sin embargo, ¡sólo cuatro carabineros con heridas leves! Y el Gobierno, por medio de sus funcionarios responsables, lanza su acusación artera a un hombre y a un partido político. Todavía el país no sabe exactamente cuál es la palabra oficial del Ejecutivo: el señor Ministro ha callado, y lo ha hecho por la presión interna de su propio partido.
Los funerales.
¿Y qué decir de los funerales? Sólo quiero expresar que los parlamentarios permanecí todo el tiempo con nuestra estimada compañera y amiga señora Campusano estuvimos de acuerdo con el Coronel, pero rechazamos su idea de que los funerales fueran privados y no se pronunciaran discursos. Le dije que no; que no aceptábamos tal predicamento y que hablaríamos en el sepelio, porque no hay ley que nos impida hacerlo. Le manifesté: "Coronel, con el respeto que le tengo, porque usted es un hombre que está actuando bien, le anticipo que hablaré mañana, en mi calidad de Presidente del Senado de Chile, Aunque el Gobierno se oponga, lo haremos. Para impedirlo ustedes tendrán que usar la fuerza, porque ese derecho no lo ha dado la Democracia Cristiana, sino que lo ha conquistado el pueblo en sus luchas sangrientas, y no vamos a claudicar". Por eso, se pronunciaron discursos en el cementerio, no con violencias ni desbordes pasionales, pero sí con palabras duras para juzgar una política que mancha de sangre a un partido y a un gobierno y que significa segar vidas. Y después hay que aceptar algo grotesco: ¡nichos para los "delincuentes" son pagados por el Gobierno; funerales para los "delincuentes" son pagados por el Gobierno! Tierras y sitios que se reclamaban en vida se entregan a los muertos en el cementerio y a sus familias en la población. ¡Y no sólo se ofrecen 91 sitios, sino 450!
La Honorable señora Campusano puede dar testimonio de que fuimos nosotros quienes garantizamos el orden; fuimos nosotros los que dijimos que usaríamos de nuestra influencia para que los ocupantes de los terrenos se fueran a otros mejores que estaban siendo urbanizados.
Después de los funerales, doscientas o trescientas personas atribuladas, como puede estarlo un ser humano que ha vivido esta tragedia recuerden Sus Señorías las palabras del señor Frei y mediten sobre ellas, me asaltaron para decirme que faltaban nombres en la lista de heridos y muertos, porque había gente cuyo paradero se desconocía. ¿Tendríamos nosotros la misma tranquilidad? ¿Alguno de ustedes, Senadores democratacristianos, permanecería impasible si asesinaran a sus hijos, su madre o su padre?
Ya he dicho que ocho ó diez heridos llegaron después al hospital. La gente estaba desesperada, porque al no figurar sus compañeros en la lista de los heridos en los hospitales de Puerto Montt, Puerto Varas o de Osorno, suponía que habían muerto. Y son personas humildes, que no pueden siquiera pagar una "micro". Por eso, no cuando desenterraron los restos, sino cuando encontraron allí, semi tapados por ramas, dos pequeños féretros sin pintar, esa gente creyó y tenían derecho a creerlo que se estaban ocultando algunos cadáveres. Cuando a flor de tierra encontraron otro ataúd de madera fresca, también pensaron eso. ¿Qué hicieron entonces? Requirieron la presencia del Administrador del cementerio, y me fueron a avisar. ¿Qué hice yo, señores Senadores? En presencia de los pobladores, dije al Administrador del cementerio: "Esto es muy grave" y creo que por primera vez "El Mercurio" reproduce exactamente mis palabras; "no lo presiono; medite todo antes de contestarme. De lo que usted diga dependerá si va a la cárcel o queda como Administrador del cementerio. No se precipite." Dicho funcionario me mostró un solo certificado, lo cual me bastó para darme cuenta de que esas personas podían estar equivocadas.
Fuimos nosotros, los parlamentarios, quienes nos dirigimos donde el Coronel Intendente a informarle sobre lo que había ocurrido. Dicho oficial estaba desesperado. Me dijo que iba a pedir un Ministro en visita. Le manifesté óiganlo bien, señores Senadores: "Señor Coronel, si esta gente no ve una actitud que merezca respeto, si ahora sólo hay 250 pobladores reunidos, más tarde podrán ser dos mil o tres mil. Entonces, ¿quién sujetará al pueblo? Que vaya el Coronel Espinace, que tiene autoridad, y le diga a la gente que se va a investigar. Que vaya el Fiscal, que lleva el uniforme del Ejército de Chile."
El señor LUENGO (Vicepresidente).-
Ha terminado el tiempo de Su Señoría.
El Comité Social Demócrata le cede seis minutos más.
El señor ALLENDE.-
Muchas gracias.
Por eso fue el Fiscal acompañado del médico legista.
Parlamentarios pidieron presencia fiscal.
¿Qué dice el parte o la información de Carabineros? Que ellos, ante los hechos ocurridos en el cementerio, habían pedido la presencia del Fiscal. ¡Mentira! ¡Falsedad absoluta! Fui yo quien sugirió al Coronel Espinace que mandara al Fiscal. Así lo hizo. En presencia nuestra habíamos cuatro parlamentarios, le dijo: "Vaya al cementerio". Y el Fiscal expresó que el asunto no era de su competencia; sin embargo, cuando le argumenté que había un problema social y que podría desatarse una convulsión brutal debido al estado en que se encontraban los pobladores y con legítimo derecho, el Fiscal fue, y no pasó nada.
Señores Senadores, no necesito ganar galardones. Tengo la conciencia limpia; pero frente a las mentiras urdidas por el Gobierno y por los diarios, frente a las calumnias de las radios, que pretenden hacernos aparecer como violando tumbas, puedo decir que estaban presentes parlamentarios y cinco oficiales de la Aviación cuando el Coronel Espinace, al saber que yo volvería a la Capital, dijo: "Siento que se vaya, señor Senador; y gracias por lo que ha hecho."
No se puede permitir corrupción.
Entonces, ¿con qué derecho, ustedes, Senadores democratacristianos, se atreven a decir, en la declaración de apoyo al Gobierno, que nosotros traficamos con la muerte? No, señores Senadores. ¡No se puede llegar a tales extremos; no se puede envilecer la política nacional; no se puede permitir la corrupción de instituciones como Carabineros; no puede convertirse a ese cuerpo en una guardia pretoriana; no pueden estar en peligro las vidas de quienes no pensamos como ustedes!
Si alguien piensa que hay exageración en mis palabras, yo pregunto: ¿que le sucedió a ese Ministro de la Corte de Valdivia cuando investigaba el alevoso asesinato del regidor radical de Llifén? ¿Podemos seguir en este clima? ¿No existe acaso un Estado policial, que está asaltando a estudiantes, obreros y campesinos? Por ejemplo, se ha golpeado implacablemente a los campesinos en San Esteban. Estamos viviendo en un Estado policial que ni siquiera respeta a Senadores y Diputados. ¿Para qué recordar los nombres de quienes fueron apaleados aquí en las calles, a pesar de tener fuero parlamentario? ¿Para qué enfatizar sobre lo que significa que los maestros sean vejados, acorralados, mojados y apaleados? ¿A qué relatar las presiones que el Gobierno ejercita para que no se informe mediante la radio? ¿Para qué insistir en la nueva táctica, utilizada hace 48 horas con los estudiantes, consistente en disponer de gente organizada y vestida de civil que actúan de provocadores, a fin de que después intervenga el Grupo Móvil? ¿Para qué señalar lo que representa la actitud asumida por el actual Gobierno en aquellos sucesos dramáticos que culminaron con 22 muertes en "El Salvador", que van a pesar eternamente sobre el Partido Demócrata Cristiano y la Administración del señor Frei? ¡22 trabajadores masacrados, y la más impúdica declaración del Ministro de Defensa Nacional de la época, señor Carmona, y las más insolentes y torvas palabras del Presidente de la República, para acusar a quienes habíamos participado en la Tricontinental de La Habana de tener la responsabilidad de lo sucedido en El Salvador! ¿Y qué ha hecho la comisión de Diputados, en la cual ustedes tenían mayoría absoluta? ¿Ha emitido siquiera un informe? ¿Dictaminó? ¡No ha hecho nada! La cobardía del silencio de la mayoría absoluta de los Diputados democratacristianos ni siquiera ha tenido la entereza de decir que se procedió bien. ¡No, señores Senadores! ¡Sólo un expediente más! ¡Ningún pronunciamiento sobre hechos que sumieron en el dolor a los deudos de los asesinados!
Lo ocurrido en Puerto Montt es la culminación de un proceso. Por eso, tenemos la obligación de exigir que sea ventilado honestamente ante el país. No pedimos venganza, sino justicia. Debo decir con serenidad y firmeza que no queremos subversión ni violencia. ¡Pero basta ya de asesinatos aleves!
A la violencia reaccionaria y asesina, responderemos con la violencia revolucionaria. No estamos aquí por complacencia de ustedes. Tenemos el derecho de hacernos respetar en este régimen, para que ustedes también lo sean.
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