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    • rdf:value = " El señor VON MÜHLENBROCK. Los hechos acaecidos en Puerto Montt, que han caminado con la muerte de ocho personas y decenas de heridos, me han conmovido profundamente. Tengo gran cariño por esa ciudad. Allí nací a la vida política. Permanentemente, a lo largo de toda mi carrera parlamentaria, he obtenido la confianza de su pueblo. Por eso, los luctuosos incidentes que la conmueve, no sólo me han sacudido como político, sino que también me han desgarrado el alma como hombre. Por eso, a esta ciudad tan querida por mí, le rindo aquí el homenaje que se merece, en mi condición de Senador de la República y de hombre que conoce sus problemas, que permanentemente ha alzado su voz en este hemiciclo, para buscar la solución del proceso que afecta a todo el sur de Chile. No quiero que la pasión ofusque mi ánimo. No deseo, por motivo alguno, alejarme de la línea objetiva. Pero, sí, rindo homenaje a los inmolados. Lo hago con imparcialidad, porque esos muertos son la resultante de un largo proceso que ha convertido al sur de Chile en un volcán que en cualquier momento puede hacer erupción. Los ánimos no deben exacerbarse. Las pasiones que nuestra patria vive en estos instantes deben ser frenadas. Y a nosotros nos corresponde una misión muy alta: mantener nuestra institucionalidad, nuestra democracia. Por eso, al entrar a un análisis de fondo del problema, deseo dar altura al debate, a fin de que la sangre derramada en Puerto Montt no sea estéril, sino que fructifique; para que estos ocho muertos, las decenas de heridos y todo lo acontecido sirva al Gobierno y al Congreso para encontrar un camino. Se ha producido una tragedia que no me provoca extrañeza, porque puede repetirse fácilmente. Pero quiero comenzar mi intervención pidiendo justicia. Creo que los antecedentes puestos en manos de la Justicia Militar, o sea del Ejército de Chile, manejado por hombres que tienen orgullo de su uniforme y que representan las tradiciones más sagradas de nuestra raza, deben inducir a éstos a verificar una investigación minuciosa, seria, por encima de partidos y Gobiernos, que dé a conocer claramente ante la opinión pública la realidad de lo acontecido y señale a los verdaderos y auténticos culpables, si es que los hubiere. Yo, que conozco a fondo el proceso puertomontino, que dómino los problemas de mi zona, y también los Honorables colegas que permanentemente han visto mi lucha por resolver los problemas de esa región, sabemos que todo lo ocurrido allá se diluirá. Y se va a diluir porque está en el fiel de la balanza, por una parte, la lucha política que se verifica escuché el discurso de proclamación del candidato a Diputado señor Espinoza, y, por otra, la actitud de los pobladores, entre quienes he estado, porque no tengo miedo a penetrar en el pueblo. Sus Señorías saben que vivo constantemente preocupado de los problemas de la zona que represento y, por eso, sé que al final todo se diluirá. Pero hay algo que deseo que no se diluya: quisiera ver aflorar inmaculado el prestigio del Cuerpo de Carabineros de mi patria. La señora CAMPUSANO.- Ahora está salpicado con sangre. El señor VON MÜHLENBROCK. Yo guardé religioso silencio cuando intervino el señor Senador que me precedió en el uso de la palabra. La señora CAMPUSANO.- Su Señoría no estuvo en el lugar de los incidentes. El señor VON MÜHLENBROCK.- ¡Es mi zona, señora Senadora; la que represento, la que me ha traído de nuevo al Senado! Conozco los problemas de la región. Tengo orgullo de haber luchado por resolverlos. Y ruego a Su Señoría que me deje intervenir y escuche las razones que voy a dar. Soy objetivo, no estoy haciendo demagogia con la muerte. El señor CONTRERAS (don Víctor).- Habría, que verlo. El señor VON MÜHLENBROCK.- El señor Senador, a quien felicito por Su brillante victoria, me ha oído y me conoce. Es muy difícil mantener el orden público. Los carabineros son hombres del pueblo, y no sólo deben preservar el orden público, sino también hacer prevalecer los derechos. Además, obedecen órdenes, y siempre es fácil volcarse sobre ellos. Su jornada de trabajo, sus horas interminables de labor, siempre gastando sus energías, pueden en un momento dado conducir a la ofuscación. ¡Son hombres, señor Presidente! Espero que de la investigación que realizará la justicia militar, cuyo prestigio nadie puede desconocer, sea posible sindicar a los responsables, y, si los hubiere, castigarlos. Para ello tenemos leyes y códigos. Pero la sangre perdida, derramada en forma estéril, reclama la solución de los otros problemas de mi zona. En el sur d'e Chile hay un gigantesco vacío. La mano de los Gobiernos se ha detenido a la altura de Valdivia y permanecen en pie las secuelas de los grandes sismos de 1960. Cuando en 1964 perdimos el Poder, en la región austral de Chile no había un solo cesante. Hoy, son 25 mil: 10 mil en Valdivia, 5 mil en Osorno y 10 mil en Llanquihue. Puerto Montt, que tenía 35 mil habitantes cuando ocurrió el cataclismo, ahora tiene ¡cosa curiosa! 80 mil. ¿De dónde viene esa gente? ¿De qué vive? ¿Cuáles son sus empleos? Sólo en esa provincia hay 10 mil cesantes, y Aisén, región vecina, se ha convertido en un corredor por el cual los chilenos se fugan hacia la República Argentina. Ya han salido 300 mil nacionales. Y ese desangre se produce en beneficio de una nación que mañana ¡no lo quiera Dios! puede ir a la guerra en contra nuestra, porque está manejada duramente no me refiero al pueblo, sino a su Gobierno por una dictadura. En fin, hay una tragedia inmensa. No se ha guiado el desarrollo del sur de Chile. Los 80 mil habitantes de Puerto Montt significan que 40 mil personas más se han radicado allí después de los sismos. Estimo que la política seguida ha sido equivocada. Y lo digo con claridad, en especial a los Honorables colegas democratacristianos: las autoridades de esa zona no han estado a la altura de los grandes problemas que allí han surgido. No puedo dejar de recordar que, después de haber obtenido que el Senado aprobara un proyecto sobre condonación de intereses de deudas previsionales, sobre cuya bondad me costó mucho convencer a la Comisión de Hacienda, aquella iniciativa fue vetada a raíz de un informe del Intendente de Valdivia, en circunstancias de que en esa provincia se siguen cerrando industrias. En este momento, el 65% de las industrias conserveras de Calbuco están paralizadas.; se encuentran cesantes los buzos, los pescadores; 40 mil pobladores habitan en los barrios altos de Puerto Montt. Qué fácil ha sido decirles: "Instálense en las tierras que actualmente ocupan". No se consideró que allí esos terrenos estuvieron cubiertos de alerces, que constituyen la peor tierra que pueda existir. No es plana; tiene verdaderas cavernas, barrancos, ripíales, con una capa de impermeabilidad total, de modo que el estrato superficial se transforma en fango con las lluvias. ¡Esos son los terrenos que ocupan los pobladores con sus míseras casas! Es tierra que mañana se va a inundar. El pasado fue el famoso año de las "tomas de terrenos" en Puerto Montt. Sus ocupantes deseaban una casa propia o un sitio propio para resolver el problema fundamental del ser humano: un hogar. Ellos van a pagar las consecuencias cuando llegue el período de lluvias. Estas personas carecen, como lo vio Su Señoría, el señor Presidente de la Corporación, de agua potable, de veredas, de soleras, de pavimento, de luz, de alcantarillado, de escuelas, de cuartel de Carabineros y, muchos menos, de una iglesia. ¡Este es el drama, la tragedia, de 40 mil pobladores en Puerto Montt! Tal situación ha provocado angustia, al igual que la cesantía, que impide a mucha gente ganarse el pan y que ha provocado desesperación y está convirtiendo al sur de Chile en un volcán. Los acontecimientos relatados pueden volverse a repetir con consecuencias más pavorosas aún, ya que no se ha promovido el desarrollo de la región. Los Senadores de la agrupación que represento tenemos la frente alta. Elaboramos un proyecto de ley tendiente a crear el Instituto CORFO Austral, subordinado a la Corporación central, a fin de no duplicar instituciones ni incurrir en gastos absurdos. Mediante tal organismo, la zona sur se descentralizaría;' podría resolver sus propios problemas, promover el desarrollo y esperar a tiempo la reforma educacional, cuya meta no es preparar niños que alcancen quinto o sexto año primario, sino jóvenes de ambos sexos con cuarto año de humanidades, con cultura suficiente para dejar de ser pueblo y convertirse en clase media. A aquéllos los esperan la frustración y la desesperación: no van a, encontrar los empleos que requieren. En el aspecto ocupacional hay un vacío gigantesco en el sur de Chile. Y con razón se preguntarán: "¿Para qué me educaron, si no encuentro empleo, si no hay expansión industrial, comercial ni agraria, cuando en mi zona lo único que reina es la recesión?" Yo, que soy quien ha luchado más tesoneramente por la creación del Instituto CORFO Austral, me he propuesto solicitar lo haré al renovarse mi mandato parlamentario por la ciudad de Puerto Montt, que me dio una honrosa mayoría una ley especial para sanear los barrios. Si no damos a esa gente la urbanización que requiere, si no somos capaces de crear empleos, si' no les abrimos horizontes y les damos esperanzas, entonces sí que compartiré la indignación y el dolor de hombre del señor Presidente, porque conozco toda su trayectoria y su carrera política. Entonces sí que esa sangre se habrá derramado en vano. Reclamaré tenazmente y recuerdo en este instante a la Honorable señora Julieta Campusano, quien tiene, como yo, el magnífico' antecedente de ser coquimbana, pues los de Coquimbo somos tenaces el apoyo del Partido Comunista para obtener la ley de saneamiento de los barrios altos de Puerto Montt, a fin de terminar con los cinturones de miseria, con esa tragedia de los niños muriéndose en el fango, en una ciudad que después de ocho años del terremoto de 1960 no ha podido ver terminada su estación de ferrocarril, ni su puerto, ni su hospital. Esos problemas son los que provocan la angustia y la desesperación. Mi zona está en recesión, y esa recesión comienza en Valdivia, donde la semana pasada acaban de cerrar tres industrias. Deseo exponer un solo caso: el de la ter mometalúrgica, que era una industria orgullo de Valdivia. En 1967 construyó sesenta calderas; en 1968, una sola. Y tuvimos que recurrir a la presión para conseguir que la Empresa de Ferrocarriles le encargara la construcción de quinientos vagones ferroviarios. En. Puerto Montt hay veinticinco mil cesantes y cuarenta mil pobladores sobre el ripio, sin aceras, sin alcantarillado, sin agua y sin luz. Allí reinan la miseria y la angustia. ¿Cómo no se va a producir, entonces, la explosión social? ¡Infinidad de veces hemos sugerido que las municipalidades expropien las superficies periféricas de las grandes ciudades, terrenos planos, sanos, hermosos. No es posible que, movida por la desesperación o la instigación política, la gente esté ocupando terrenos insalubres, pues a la larga cuesta diez o quince veces más sanear algo que no sirve para nada. A mí me duelen estas muertes, porque yo quiero a mi Puerto Montt. Deploro, desde lo más profundo de mi alma, el que la desesperación esté llevando ya a tales extremos a una ciudad que tuvo como característica el trabajo, la prosperidad y el desarrollo, por ser el centro de una zona geográfico económica muy importante; porque Puerto Montt es el portaaviones desde el cual Chile tiene que lanzarse hacia el sur; porque sin un Puerto Montt próspero no puede haber una zona austral floreciente y, mucho menos, jamás podremos cuidar la Antártida. Sin embargo, en este momento, cuando es necesario penetrar en las causas que provocan el problema y dar a conocer la indignación que sacude nuestras almas, cuando rendimos homenaje a quienes cayeron tras el ideal de un pequeño sitio, de una casa propia de cuatro tablas donde poder amparar a su familia, debemos plantear el problema que está por encima de todo ello: el desarrollo. Reclamo del Presidente de la República que por fin auspicie la creación del Instituto CORFO Austral, a fin de acelerar el desarrollo en todos los niveles artesanal, industrial, agrícola y universitario, en contacto con los trabajadores, los sectores público y privado, los estudiantes, etcétera, y resolver allí, en nuestra zona, ese inmenso problema de una cesantía que ya afecta a veinticinco mil jefes de familia. A mi lado derecho se encuentra sentado el Honorable señor Sergio Sepúlveda, quien me acompañó en las conversaciones que tuvimos con el propio Presidente de la República cuando le fuimos a llorar porque comprendo la tragedia de mi zona, pues tengo a orgullo ser regionalista, más que político su patrocinio para el proyecto de ley aprobado por la unanimidad del Senado y que, sin embargo, no pudo ser tratado en la Cámara de Diputados por el capricho de don Sergio Molina, Vicepresidente de la Corporación de Fomento de la Producción, quien no quiere descentralizar ese organismo, y porque el señor Aguirre, distinguido técnico, vive en las estrellas y no con los pies en la tierra. Debido a ello se encuentra paralizada una iniciativa que sería la solución de esa cesantía atroz. El cinturón de miseria es generado por la desocupación. Los pobladores no tienen con qué pagar las míseras cuotas que les exigen por las viviendas que ocupan. Debo expresar mi extrañeza por la interrupción de la Honorable señora Campusano, porque el Honorable señor Contreras Labarca y el' Senador que habla fuimos los autores de las leyes que permiten pagar tres escudos por los dividendos de las casas CORVI en Valdivia, y juntos clamamos en el Ministerio de la Vivienda y Urbanismo por la solución de estos problemas. Lo siento, me duele, me quema el alma, pues mi Honorable colega sabe muy bien que mi orientación política es de avanzada plena. Deseo que el Partido Nacional sea una colectividad popular, porque no represento intereses creados de ninguna especie. A mi juicio, es necesario resolver el problema de fondo. Creo que estamos ante situaciones que nos obligan a determinar los responsables. Hay veinticinco mil jefes de familia sin pan. Una zona se encuentra en plena recesión. Cuarenta mil habitantes viven en los barrios altos de Puerto Montt y, por supuesto, también de otras ciudades del sur, pues idéntico fenómeno lo encontramos en Puerto Varas, en Río Negro, en Osorno, en La Unión y, muy en especial, en Valdivia, donde hay un puerto que se muere: Corral. Allí está todo paralizado. Ni siquiera hemos conseguido que se termine la construcción del camino longitudinal chileno, el cual se encuentra paralizado a la altura de Máfil. Sólo se encuentra en uso la parte del acceso a Valdivia, pavimentada durante la Administración del General Ibáñez y el Gobierno del señor Alessandri; pero ningún turista chileno puede viajar por camino recto entre Máfil y la ciudad de Paillaco. No ha podido terminarse la construcción del camino longitudinal, respecto del cual existe una ley especial. Nosotros debemos abocarnos a la búsqueda de soluciones, en homenaje al dolor de los humildes y en señal de comprensión de esa tragedia. Si esa gente desobedeció a la autoridad, miremos espectralmente el problema y sepamos que buscaban una casa propia, un techo para sus hijos. No debemos cegarnos frente a la realidad social. Debemos ser objetivos, y la objetividad reside en terminar con la crisis económica que afecta al sur de Chile. Por lo expuesto, ruego al señor Presidente que oficie en mi nombre a Su Excelencia el Presidente de la República, para solicitarle que auspicie la iniciativa que crea el Instituto CORFO Austral, como un homenaje a las víctimas de Puerto Montt. Ella permitirá abrir fuentes de trabajo y evitar el éxodo de chilenos a la República Argentina. Además, servirá para llamar la atención del Gobierno sobre el abismo o vacío que existe en Valdivia, Osorno y Llanquihue, donde imperan factores que conducen a explosiones sociales de esta especie, que no deseo que se repitan.Termino mis palabras lamentando, en nombre de los Senadores nacionales, los luctuosos sucesos de Puerto Montt y reclamando del Gobierno objetividad y claras instrucciones para realizar una investigación que deslinde en forma nítida, sin lugar a dudas de ninguna especie, la responsabilidad de los culpables. Rindo homenaje a los pobladores que sufren la miseria, la desesperación y la angustia que imperan en mi zona, y confío en que alguna vez surgirá la luz del desarrollo en ella. Se anuncia el envío del oficio solicitado, en nombre del señor Senador. "
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