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El señor ALLENDE (Presidente).-
Ha terminado el tiempo de Su Señoría.
Tiene la palabra la Honorable señora Campusano.
La señora CAMPUSANO.-
Señor Presidente, los Senadores comunistas alzamos una vez más nuestra airada voz de protesta por la masacre premeditada que el Gobierno desató en Puerto Montt.
A nuestro juicio, este atentado contra la población civil de esa ciudad tiene un trasfondo social que es necesario destacar. ¿Ha cambiado algo en la vida del pueblo de Chile durante este último tiempo? No. 'Lo saben las mujeres humildes, testigos de las injusticias de que son víctimas sus compañeros y que las sufren con mayor intensidad; lo saben las trabajadoras, que de mil maneras diferentes son explotadas, burlándoseles el pago de las imposiciones y las leyes sociales en general; lo saben también los campesinos, quienes siempre se ven perdidos frente al gran señor del campo, y lo saben, igualmente, los mapuches y comuneros, víctimas seculares del robo de tierras, con bendición de jueces, notarios, abogados y tinterillos, al amparo de las "leyes de la República".
El Honorable señor Von Mühlenbrock nos ha dado a conocer la enorme tragedia que vive la zona sur. Yo agregaría que esa tragedia de hambre, miseria y desocupación no sólo la soporta la región que él representa, sino todo el territorio nacional. Pero yo me pregunto: si Su Señoría es parlamentario desde el año 1953, o sea, desde hace dieciséis años llegó al Congreso con el Gobierno del señor Ibáñez y permaneció aquí durante la Administración del señor Alessandri ¿no hay nada que lo haga; pensar en cuál es la razón que impide solucionar los problemas? ¿Por qué, después de dieciséis años, la situación se mantiene idéntica?
El señor Senador dice que está con los humildes, con los pobres. Nosotros lo hemos visto luchar por beneficios parciales para una zona que aún no encuentra la plena solución de sus problemas.
Creo que la situación planteada debe hacer meditar a todo Chile, pues existe la necesidad de un cambio total. Hasta el momento no se han realizado transformaciones fundamentales en la vida del país. Se ha engañado al pueblo, al cual se prometió una revolución en libertad que no ha siclo llevada a la práctica. De ahí que, aunque duela a los democratacristianos y al Gobierno del señor Frei, estimamos que siguen prevaleciendo las palabras de Fidel Castro: "Aquí no se dio libertad; se dio sangre al pueblo".
El Honorable señor Palma le rogaría que no se ausentara de la Sala y escuchara lo que queremos decir ha sido el único representante del equipo de parlamentarios de la Democracia Cristiana que ha salido en defensa del Gobierno.
El señor NOEMI.-
¡La señora Senadora no puede hacer ese tipo de afirmaciones ! ¡Está equivocada!
El señor PALMA.-
Yo me voy porque no puedo escuchar el discurso de una persona que me interrumpió permanentemente mientras exponía mis observaciones.
La señora CAMPUSANO.-
¡Nadie mejor que Su Señoría para defender una causa perdida, emanada de un acto de violencia desatado por el propio Gobierno! Sus Señorías están manchados con sangre de trabajadores, de gente joven, de mujeres y de niños, y vienen ahora a señalarnos cifras que son ridículas!
¡Una nueva población en Puerto Montt! Hace diez años, la capital de Llanquihue tenía cuarenta mil habitantes; hoy tiene el doble, la mitad de los cuales carecen de viviendas. Sin embargo, las autoridades oficiales hablan de que han solucionado el problema habitacional con la construcción de 900 casas.
El señor MUSALEM.-
¡No fue ése el planteamiento del Honorable señor Palma!
La señora CAMPUSANO.-
En seguida, Su Señoría afirma que hay cuatrocientos sitios urbanizados. Eso es cinismo, digo yo, porque el arquitecto representante de CORVI, con quien tuve oportunidad de conversar, me manifestó que después de la masacre lo llamaron para hacer la planificación de esos terrenos.
Así son las cosas. Por lo tanto, se trata de un grupo de pobladores que no tenía dónde vivir. Además, las autoridades están protegiendo un terreno cuyo propietario no ha solicitado la fuerza pública ni se ha defendido de la ocupación.
El señor MUSALEM.-
¡La pidió, señora Senadora!
La señora CAMPUSANO.-
¡No, señor! La prensa consigna declaraciones sobre el particular. En todo' caso, reitero que el dueño de los terrenos no solicitó la fuerza pública.
El señor MUSALEM.-
¡El documento está en el Ministerio del Interior!
La señora CAMPUSANO.-
Quiero agregar algo más. Se habla también de sitios semiurbanizados. Pero ¿cuántas cuotas se exige pagar a los compradores? Veinte. Sí, Honorables Senadores. Se exigen veinte cuotas a los pobladores de una zona donde, según el Honorable señor Von Mühlenbrock, hay miseria y cesantía. Me parece que en esta forma no se puede dar solución al problema habitacional.
Ahora, dentro del mismo aspecto que he analizado, quiero referirme a la falta de castigo, a la indignante impunidad en que permanecen todos los grandes crímenes contra el pueblo, todas las matanzas que jalonan la vida heroica, abnegada, generosa de los chilenos, en su lucha por una vida más digna y humana.
Uno a uno, prácticamente todos los Gobiernos, salvo una que otra excepción honrosa, como la del corto período de don Pedro Aguirre Cerda, se han manchado con sangre obrera. Periódicamente, el desprecio por la vida de los hombres y mujeres modestas, en un Presidente o un Ministro, produce estos asesinatos masivos, estremecedores, absolutamente injustos. Y cuando no ha habido responsabilidad, orden directa de personeros del Gobierno la hubo cuando se mandó asaltar el sindicato de El Salvador, y ahora cuando el señor Achurra Larraín dispuso la acción contra los pobladores, en todo caso, después se ha producido el respaldo público, ilimitado, de los gobernantes para con aquellos que dispararon las balas asesinas.
Todas estas matanzas aparecen sin castigo alguno. Desde la masacre de la Escuela Santa María, donde murieron varios miles de obreros, mujeres y niños, jamás la justicia se ha manifestado castigando a algún culpable. No obstante, los ha habido; como los hay ahora, aunque quieran esconderse de la conciencia pública con querellas contra los diarios que dicen la verdad, mediante distorsión de las informaciones, con calumnias contra los propios caídos.
La responsabilidad que cabe al señor Frei, al señor Pérez Zujovic y al señor Achurra Larraín, no se la pueden sacar de encima frente al pensamiento y al corazón del pueblo. En la historia queda escrita en la conciencia y en el corazón de los' sectores populares, ellos, los masacradores, estarán siempre chorreando sangre de chilenas y chilenos. Nada, absolutamente nada justifica asesinar a los pobladores a mansalva. Nosotros creemos que éstos ejercían un derecho elemental. Levantar una mejora que les sirviera de techo para sus ocho, diez o catorce hijos no puede ser delito. Sin embargo, el señor Presidente de la República y su Ministro del Interior consideraron que aquéllos cometieron una falta a alguna ley o reglamento.
Pero, Honorables Senadores, ¿acaso aquí se mata sin juicio a cualquiera que falta a un reglamento? Esto no se hace ni siquiera con los peores delincuentes comunes. Mucho menos, por supuesto, con los delincuentes económicos o los grandes especuladores.
¿Por qué al pueblo trabajador se aplica esta verdadera ley del embudo? ¿A qué delincuente económico se ha masacrado o asesinado sin haber justicia? Al obrero, al hombre trabajador, con su mujer y sus hijos, sí se los ha asesinado, como ocurrió en Puerto Montt. Allí, como sabemos, se los ha buscado y atacado hasta en sus propias casas. Precisamente, una de las últimas víctimas, que murió el domingo en la noche, fue baleada dentro de su habitación, en los momentos en que se vestía para levantarse.
Por eso, yo rogaría a los señores Senadores que fueran a Puerto Montt y visitaran las viviendas de la población Manuel Rodríguez. Todas ellas aparecen traspasadas por las balas. Del mismo modo, les rogaría que vieran el local que un sacerdote ha destinado al funcionamiento de un hogar infantil. También fue traspasado por las balas.
¡Cuán grande será la amargura de aquellas mujeres que han perdido a sus compañeros en esta matanza! ¿Cuántas de ellas votaron por el Presidente Frei? ¿Cuántas volvieron a repetir su error, al sufragar, el 2 de marzo, por un candidato a Diputado o a Senador de la Democracia Cristiana o de la Derecha, hoy coludidos en la represión? ¿Creen Sus Señorías que algunas de ellas, o de las viudas que dejaron las masacres de El Salvador y de Santiago, podrán ser convencidas, por el Gobierno o por sus defensores de la radio y la prensa, de que sus maridos fueron asesinados con justicia y de que habían cometido un crimen que merecía tal muerte inmediata? ¿Acaso su falta era mayor que* aquella colocación de durmientes en la vía férrea de la población José María Caro, que el entonces Senador Frei se explicaba perfectamente, cuando aquí condenó la masacre desatada por el señor Alessandri? Bajo este régimen de revolución en libertad no sólo continuaron las periódicas matanzas de gente humilde, sino que sus víctimas han aumentado y ya han superado las que dejara la Administración derechista de don Jorge Alessandri. Ahora, como entonces, nadie en el Ejecutivo tiene la entereza suficiente para repudiar este crimen y desligarse de la mancha de sangre obrera. Todos prefieren conservar sus puestos y solidarizar con el Ministro empresario, que se jacta de su mano dura con los pobres.
En el fondo, el actual Gobierno desprecia tanto al pueblo como sus predecesores. Si no fuera así, ¿por qué los defiende y aplaude el diario "El Mercurio"? Con motivo de la masacre de la población José María Caro, este diario, siguiendo su línea habitual, liberó de toda responsabilidad al Ejecutivo y cargó contra los propios pobladores. Ahora ha hecho lo mismo: absuelve expresamente de toda culpa, con nombres y apellidos, al Presidente de la República y al Ministro del Interior y se lanza contra las víctimas.
¿Y qué significa esta absolución? ¿Acaso el diario "El Mercurio" ha cambiado desde el año 1962 a esta fecha? ¿No pertenece al mismo clan financiero, que permanece intocable? ¿No representa a los mismos, inmensos y poderosos intereses económicos? Sí, es el órgano de la plutocracia omnipotente. Así lo reconocía el viejo falangista Ricardo Boizard en su libro "La Democracia Cristiana en Chile", editado en 1963, en cuya página 290 dice: "Cuando en 1945 se le arrebató a Gumucio la victoria ardorosamente conseguida, los falangistas llegamos hasta la Plaza Antonio Varas, y allí lanzamos un reto a la siniestra trilogía que cierra la plaza y que sistemáticamente procuraba silenciarnos: el Congreso burgués, la Justicia de clase y el decano de la prensa que, durante un siglo, no sirvió sino de celestina mercenaria a la democracia capitalista".
Y sucede que esa vieja "celestina del capitalismo", sin haber variado un ápice su rostro y sin que hayan cambiado los intereses que representa, ahora aplaude a quienes combatió durante tres décadas. Es evidente que son éstos los que han cambiado. Con un criterio actuaron antes de llegar al Poder, y con otro actúan ahora.
El mismo día eh que se produjo la masacre, mi partido, haciendo un gran esfuerzo, nos facilitó los medios para trasladarnos en avioneta a Puerto Montt, donde junto con el Diputado señor Francisco Sepúlveda permanecimos al lado de los pobladores, a las pocas horas de haberse producido el baleo. Luego llegó el Senador Allende; en la noche del lunes, el DiputadoPalestro y otros parlamentarios, y en seguida, nuestros compañeros la DiputadaMaría Maluenda y el SenadorCarlos Contreras Labarca.
Reinaba en la ciudad, especialmente en las poblaciones que como cordón de miseria rodean el centro, un clima de terror yexpectativa dramática. Los pobladores estaban anodadados por la brutalidad desplegada por las fuerzas policiales y aterrorizados por la ferocidad de la represión. Los heridos se ocultaban en sus casas y muchos abandonaban la ciudad para no ser detenidos, huyendo a Puerto Varas y hasta Valdivia en busca de atención médica. Hasta las tres de la madrugada del lunes debimos recorrer las poblaciones conversando con los heridos y tratando de convencerlos de que se acercaran hasta el hospital. Les dijimos que su vida era más preciosa que todo.
Mientras tanto, nos tocó ver a carabineros armados, con fusiles y metralletas, que se embriagaban en las cantinas como queriendo olvidar su papel de verdugos que les imponía la autoridad. Personalmente, conversé con el Prefecto de ese cuerpo policial y le denuncié este hecho. "No puede ser", le dije, "que la tropa se esté emborrachando. ¿Qué quieren? ¿A dónde desean llevar las cosas?" Lo mismo ocurrió cuando querían asaltar la Facultad de Ciencias Musicales de la Universidad de Chile, donde estaban los profesores argentinos a los cuales se quería expulsar del país: la tropa armada estaba borracha y los agentes de la policía también. Es decir, se utilizaba a gente inconsciente para actuar. Esta es la forma como el Gobierno o las clases dirigentes los obligan a proceder: sin conciencia de lo que harán.
Este es un hecho que presencié personalmente, a corta distancia, en Puerto Montt. Allí estaban los carabineros emborrachándose. ¿Qué pretendían hacer?
La gente se tragaba su dolor y su rabia. Era impresionante ver a esos hombres y mujeres casi todos campesinos llegados a la ciudad en busca de algo mejor remecidos por la tragedia, buscando una explicación a tanta injusticia, reafirmando su propósito de continuar luchando por un techo donde vivir, por un terrenito donde parar algunos palos y guarecerse con sus hijos. Y todo esto en medio de la solidaridad calurosa y profunda del pueblo. Las casas de las poblaciones vecinas se abrieron para acoger a los desalojados; no faltó el plato de comida, ni la frazada, ni los pañales para las guaguas, aunque prestar ayuda en las condiciones de pobreza en que vive esa gente es un verdadero acto de heroísmo.
Se veían hombres y mujeres registran; do y removiendo los escombros de los "rucos" en busca de posibles víctimas. Nadie sabía ni sabe aún exactamente cuántos han caído, y en esta atmósfera de incertidumbre circulan toda clase de rumores. El episodio del cementerio, donde la gente se abalanzó a registrar ataúdes insepultos o tumbas recién cavadas, se explica por la congoja de quienes desean saber la verdad que se les oculta, por los nervios de punta de quienes han visto caer muerto o malherido a un pariente o a un amigo y han sentido silbar cerca las balas de las carabinas. Y no es necesario buscar explicaciones tremebundas, como las que fabrica el Gobierno, desprestigiando a los pobladores y al regidor y Diputado electo señor Espinoza.
Tampoco es admisible detener, como se ha dicho, a los profanadores de tumbas. A la gente, en estas condiciones, debe perdonársele cualquiera actitud que pueda tener para buscar a quienes cree que han sido masacrados, porque todavía hay personas que no aparecen.
El Gobierno, por boca del señor Pérez Zujovic, del Subsecretario del Interior y de sus fieles acólitos el General Huerta y el señor Oelckers, ha hablado de un plan subversivo. En forma categórica, podemos decir que ni en Puerto Montt ni en ninguna parte ha habido subversión, ni un plan de esa especie, ni nada parecido. Lo que ha habido y mucha es represión y desidia para resolver los problemas de la gente. De una población de 40 mil habitantes, la ciudad ha pasado a tener 80 mil, sin que haya surgido una sola nueva industria ni fuente de trabajo. La cesantía y la pobreza son abismantes. Yo quisiera que el señor Pérez o el propio señor Frei se dieran el trabajo de recorrer el cordón de poblaciones de la parte alta de Puerto Montt, para ver si después, honestamente, con limpieza, se atreverían a sostener que la gente que pide terrenos para vivir o trabajo obedece a algún siniestro plan insurreccional. Lo que pasa es que esa gente está desesperada como sufre y pena en muchas otras comunas del país y nada o muy poco se hace por elevar su nivel de vida y resolver sus problemas más urgentes.
En Puerto Montt, la Corporación de la Vivienda y la Corporación de Servicios Habitacionales son ejemplos elocuentes de la incapacidad administrativa del Gobierno y tienen buena cuota de responsabilidad en la tragedia. Lo mismo puede decirse del Intendente subrogante, cuya actuación desatinada raya en lo criminal, sin que el Ejecutivo haga nada por castigar a estos malos funcionarios. Al contrario, aparece respaldándolos en forma entusiasta.
Es muy grave que en este país, donde el Gobierno reprime con cierta frecuencia las tomas de terrenos, las huelgas y hasta la manifestaciones de protesta, en que castiga a los trabajadores con pena de muerte, no haya tenido cuidado siquiera de no entregar responsabilidades a funcionarios administrativos o de la dependencia directa del Presidente de la República como intendentes y gobernadores que no tienen condiciones mínimas de idoneidad y que hacen gala de un profundo desprecio por los pobres y sus problemas.
La presencia de los parlamentarios populares en la zona, el repudio casi unánime que ha provocado la masacre y la movilización del pueblo en Puerto Montt impidieron que se produjeran nuevas provocaciones, a pesar de que el Gobierno se empecinaba en crear un ambiente de guerra civil. A las pocas horas de producida la matanza, con sospechosa celeridad, dos transportes de la FACH trasladaban refuerzos del Grupo Móvil y se sacaba a la calle a las tropas de la Base Aérea. Había en perspectiva una escalada antipopular. ¡Si ni siquiera quería autorizarse la realización de funerales públicos, impidiendo de ese modo hasta el mínimo derecho del pueblo a enterrar a sus hijos asesinados y hacer oír sus voces de protesta!
Desde los primeros momentos junto a los pobladores, nos preocupamos de formular algunos planteamientos básicos, que debieron ser acogidos finalmente. Fue así como logramos el retiro de las fuerzas de Carabineros y se autorizó a las familias para recuperar los cadáveres de sus deudos y para realizar funerales públicos, en los que intervendrían personeros responsables. Dejamos también muy en claro como se ha demostrado, sin lugar a dudas que el Diputado electo, compañero Luis Espinoza, no tuvo mayor participación en los hechos, pues había sido detenido horas antes del crimen masivo que se consumó en los terrenos de Irigoin.
En realidad, todavía mucha gente no se explica qué móvil motivó a los responsables a dar la orden de proceder a sangre y fuego. Muchos se preguntan qué hay detrás de todo esto. ¿Quién podría convencer, por ejemplo, a los pobladores baleados que vieron cómo el día sábado 15, en la mañana, el regidor Espinoza, acompañado por el Prefecto de Carabineros Rolando Rodríguez, los visitaba y se procedía a formar a las familias para realizar un empadronamiento de los ocupantes de los terrenos, que llevaban allí varios días de que a las pocas horas, la madrugada del domingo, los carabineros serían lanzados sobre ellos en una verdadera operación de guerra, iniciada con disparos que atravesaban las paredes de madera de las chozas y las casas de las poblaciones vecinas?
El señor ALLENDE (Presidente).-
Lamentablemente, ha terminado el tiempo de Su Señoría.
En seguida, tiene la palabra el Honorable señor Luengo.
La señora CAMPUSANO.-
Ruego al señor Senador concederme algunos minutos.
El señor LUENGO.-
Le cederé dos, Honorable colega.
El señor ALLENDE (Presidente).-
- La señora Senadora puede usar de ese tiempo.
La señora CAMPUSANO.-
Muchas gracias.
Hubo, por cierto, un cambio de órdenes siniestro, planeado con anticipación, cuya responsabilidad recae, sin disculpas ni gimoteos posibles, sobre el Presidente de la República, su Ministro del Interior, el Subsecretario de esta Cartera, el Director de Carabineros y el Intendente subrogante de Llanquihue.
Para quienes dicen que la masacre fue una desgraciada casualidad de la cual debe excluirse la premeditación, ya se han señalado diversos hechos que configuran una secuencia que debía culminar en la matanza. No obstante, quisiéramos agregar otro antecedente.
Al ser detenido el regidor Espinoza, se le acercó el Coronel Apablaza de Carabineros, quien le dijo perdonen los señores Senadores que repita estas expresiones: "Desgraciado, que te lleven. Ahora vamos a matar a estos rotos". Esas palabras, pronunciadas horas antes de la masacre, anticipaban lo que debía pasar, de acuerdo con las instrucciones recibidas.
Los Senadores que estuvimos en la zona nos comprometimos a presentar un proyecto de ley tendiente a beneficiar a las decenas de heridos que quedarán mutilados y a las viudas y huérfanos. Del mismo modo, pediremos a las autoridades principalmente a la CORVI que se expropien los terrenos de la pampa Irigoin, donde la gente desea quedar ubicada. Los pobladores sostienen que las tierras que han sido regadas con la sangre de sus compañeros deben pertenecerles.
El señor ALLENDE (Presidente).-
- El señor Secretario dará cuenta de una indicación que se ha formulado.
El señor FIGUEROA (Secretario).-
Indicación para publicar "in extenso" el debate habido en esta sesión.
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