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- rdf:value = " El señor AGUIRRE DOOLAN.-
Señor Presidente, Honorable Senado:
En agosto de 1957, tuve el honor de suscribir el proyecto de ley, en unión de otros colegas, para erigir un monumento por suscripción popular al Libertador y Unificador de Centroamérica, General Francisco Morazán, hijo preclaro de Honduras, paladín de la Unión Centroamericana y paradigma de virtudes ciudadanas.
Fuera de lo anteriormente dicho, fundamentaba nuestra moción el anhelo de los chilenos de hacer justicia a los grandes próceres de América, como también la admiración que suscitaba en nuestros espíritus la reciedumbre moral, hasta su trágica muerte, del General Morazán, cuyos esfuerzos a favor de la libertad y de la educación de su pueblo hubieran bastado para ganarle sitial de honor en la historia. Ese proyecto se convirtió en la ley
12.665, que lleva la firma del Presidente Ibáñez y su Ministro de Educación, Almirante Quintana. La Sociedad Bolivariana, como el Comité Pro Monumento a Morazán, quienes fueron los auspiciadores de la idea de esta estatua, prosiguieron infatigables en el empeño de lograrla. Posteriormente, gestiones realizadas tanto en Chile como en Honduras, planteamientos hechos a personalidades del país hermano, la hicieron cuajar en hermosa realidad a manos del insigne escultor hondureño Mario Zamora.
Ya en mayo de 1958, el Presidente de Honduras, Excelentísimo señor Ramón Villeda Morales, al visitar nuestro país, había colocado la primera piedra en inolvidable ceremonia de confraternidad. Y el Parlamento de Honduras había acordado ofrecer a Chile este monumento, hermosa pieza en bronce que, desde hoy a mediodía, adorna nuestra Avenida Bernardo O'Higgins, constituyendo un exponente inmarcesible de la amistad fraterna de Chile y Honduras.
Yo diría que el acuerdo del Congreso de Honduras, que nos honra altamente, es un fruto más de la acción del Parlamento Latinoamericano, que contribuí a fundar en Lima en diciembre de 1964 y cuyos propósitos fraternales recogieron noblemente los congresistas de Honduras.
Además, influyeron en el acuerdo los lazos muy hondos entre nuestros dos países, que forjaron soldados y maestros chilenos en misiones en esa nación, como también los muchos estudiantes hondureños que abrevaron su sed de conocimientos en nuestras aulas universitarias.
Quiero agradecer, como Senador, este gesto de Honduras. No es corriente que los pueblos donen estatuas a otros países; y, entonces, valorando el significado de la generosa actitud hondureña, quiero expresar a esa nación, desde esta alta tribuna, como Senador de Chile, la honda gratitud de nuestro pueblo, diciéndole que la figura epónima de Morazán, en nuestra capital, será un símbolo de eterna fraternidad entre Chile y Honduras y que junto a ese bronce, .Morazán recibirá siempre la admiración afectuosa de los chilenos y también el reconocimiento hacia su noble patria hermana.
Y aquí, en Santiago de Chile, el héroe, llamado el "Cóndor de Tegucigalpa", habrá de sentirse en un medio propio, avizorando con mirada de eternidad las cumbres cordilleranas de Chile, que se avistan majestuosas desde nuestra capital.
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