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- rdf:value = " El señor CHADWICK.-
Con verdadera y honda emoción, el Comité de la Unión Socialista Popular se suma al homenaje que el Senado rinde a la memoria de su Edecán, don Raúl Letelier.
Hemos lamentado muy sinceramente su repentino y prematuro fallecimiento. Había ganado el respeto y aprecio de todos los Senadores, y los integrantes de este Comité encontraron siempre en él a un jefe distinguido, leal servidor de nuestra institución republicana, un colaborador eficaz y un verdadero amigo. El señor PABLO (Presidente).- Si le parece al Senado, se enviará, en nombre de la Corporación, una nota de condolencia a la familia del Coronel don Raúl Letelier.
Acordado.
Agradecería a la Sala dar su autorización para agregar, a los homenajes rendidos en esta sesión, el discurso pronunciado por el Senador que habla, en nombre de la Corporación, con motivo del sepelio de nuestro Edecán.
Acordado.
-El discurso que se acordó insertar es el siguiente:
"El señor PABLO (Presidente del Senado).- Señores:
Un escritor eminente, un espíritu tan fino y profundo que ha resistido el paso y el peso de los siglos, William Shakespeare, escribió, alguna vez, que todo cuanto vive debe morir, cruzando por la vida hacia la eternidad.
Así es y así será siempre.
Lo vivo, instantes después de nacer, comienza ya a morir. Pero ese tránsito hacia la muerte es impredecible. Su tiempo no es tiempo que el hombre pueda determinar, no es tiempo que pueda controlar; es un tiempo que se escurre de entre sus dedos; es, en fin, un tiempo que sólo Dios vigila, un tiempo al cual únicamente a Dios -y no a los hombres- compete prolongar o reducir.
Esta mañana, que no nos trae alegría sino dolor, pesar en lugar de alborozo, estamos despidiendo a un hombre que, por determinación de la Providencia, cruzó ya la vida y va en camino de la eternidad.
Si, como se afirma, siempre es temprano para morir, el súbito fallecimiento del Coronel don Raúl Letelier Letelier, Edecán de la Alta Corporación en cuyo nombre alzo mi voz emocionada en estos instantes, constituye un caso singular, pues es prematuro su fallecimiento en su dimensión física -ya que todavía era un hombre joven, pleno de energías y entusiasmo- y también lo es en su magnitud de espíritu, en su anchura de alma, pues siempre llegará adelantado el tiempo de la muerte para quien, como él, sólo llenó su corazón de limpios idealismos, de nobles virtudes jamás abdicadas, de bellas iniciativas humanas que consagró al culto de la verdad, de la justicia, del deber, de la amistad.
Reseñar la existencia del Coronel Raúl Letelier es escribir páginas de una historia personal positivamente vivida, que deja, a su término, ejemplos que imitar, lecciones que recoger, un recuerdo maravilloso que asir, para que nos quede habitando interiormente a cuantos le conocimos y, por conocerle, fuimos sus amigos.
Alumno sobresaliente en la Escuela Militar, el Coronel Letelier siguió la carrera de las armas por ímpetu vocacional irresistible, que nunca se enfriaría, ni siquiera al integrarse, por breves años, a la vida civil, una vez conseguido su retiro de las filas del Ejército. No habría de pasar mucho tiempo cuando, de nuevo, como Edecán del Senado, retomó contacto con sus camaradas de armas y, a sí mismo, se impuso una disciplina muy rígida para desempeñar con decoro y eficacia sus funciones administrativas y protocolares. Diríase que en Raúl Letelier siempre vivió el militar, no obstante que en los últimos años de su existencia no estaba al servicio de los hombres de armas, sino al servicio de los hombres de la ley. Y en ambas obligaciones fue igualmente activo y tenaz, igualmente brillante e idóneo.
Recibido de Teniente de Ejército en 1949, en cuyo curso ocupó el primer lugar, pasó posteriormente a la Academia de Guerra, titulándose de Oficial de Estado Mayor. Más tarde se desempeñó como Ayudante del mismo Instituto, Jefe del Servicio de Radio del Ejército, Oficial del Cuartel General de éste, Jefe de la Sección Confidencial de la Subsecretaría de Guerra. Entre 1951 y 1952, sirvió como Oficial en la Misión Militar de nuestro país en Washington, funciones todas en las que puso de manifiesto sus relevantes cualidades de ponderación, rectitud y competencia. Además, fue Consejero de la Caja de Previsión de la Defensa Nacional.
Años más tarde, en mayo de 1962, el Coronel en retiro don Raúl Letelier fue designado Edecán del Senado, cargo en el cual le ha sorprendido la muerte, en una forma tan inesperada que a cuantos integramos esa Alta Corporación, a funcionarios y Senadores, de todas las tendencias espirituales y de todos los partidos políticos, nos ha sobrecogido con un dolor que ha desgarrado nuestras almas y puesto una espesa niebla de varonil emoción en nuestros ojos.
Un escritor afirma que "la misión del soldado es saber morir", pero mi experiencia de la vida me enseña que para "saber morir" hay que "saber vivir". Desde este ángulo, nuestros Institutos Armados han sido permanentemente escuela de civismo; y como enseñan con idónea eficiencia disciplina, abnegación en el trabajo, respeto a la jerarquía, honradez y sentido del honor, hacen posible que quienes así se forman sepan posteriormente, en otras tareas que emprenden en la vida, imprimir este sentido ético valedero para toda obra creadora.
Ser funcionario del Senado de la República en puesto de tan alta jerarquía como el que correspondió desempeñar al Coronel Raúl Letelier, no es cosa simple. No sólo porque a él concurren un gran número de funcionarios con quienes hay que alternar o deben ser dirigidos, sino también porque lo integran hombres con alta representación popular, de condición política, económica y social diversa, de personalidad con aristas muy definidas y a veces muy encontradas. El aprecio unánime que exteriorizo ante los restos mortales de
Raúl Letelier en nombre de la Corporación toda, sólo se logra por aquellos que tienen la cualidad de concitar respeto en torno a su propia personalidad.
Bondadoso y ecuánime, servicial y caballeroso, el Coronel Letelier hacía sencillamente lo que debía hacerse. Al dejarnos tan repentinamente, nos entregó una última lección, propia de su personalidad: morir en servicio, irse calladamente, sin molestar a nadie, hacerlo tan sosegadamente como si temiera, en el postrer acto de su provechosa existencia, que las miradas se fijaran en él, que sus amigos se preocuparan de él, que sus familiares se angustiaran por él.
Así era y así murió: como un soldado, como un hombre, es decir, doblemente hombre.
Ante sus restos mortales me inclino respetuoso en representación del Senado de la República, institución a la cual prestó muy significativos servicios, en la certeza de que lo hago ante un chileno de selección, ante un ciudadano distinguido y ante un amigo que honraba con su amistad.
Recojamos una vez más el pensamiento del poeta, para consolar nuestras almas, diciendo que el Coronel Raúl Letelier, al haber cruzado ya la vida de los hombres, se ha ido hacia la eternidad de Dios."
"
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