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- rdf:value = " El señor PALMA.-
Naturalmente, no me referiré a las discusiones suscitadas entre algunos de mis colegas.
Como destacaron los Honorables señores Allende y Fuentealba, en torno de estos problemas para confirmarlo basta mirar la historia, leer novelas, recordar por ejemplo a Martín Rivas siempre hay algún hecho político de fondo que debe considerarse cuando se desea obtener una solución.
El país ha vivido en los últimos cinco años un proceso de cambios como no lo había experimentado tal vez desde la primera mitad del siglo pasado.
No entraré a analizar sus detalles, pero sí quiero destacar un solo hecho: que se ha realizado dentro de los marcos de la democracia y la libertad. Efectuar un proceso profundo de transformaciones en democracia y en libertad es extraordinariamente difícil en estos tiempos. Por cierto, la democracia chilena ha demostrado capacidad para resistirlo a pesar de las dudas de muchos.
Yo diría que en América Latina hay pocos ejemplos como éste. En verdad, constituimos un caso muy especial, que en esta hora ha vuelto a confirmarse.
Todavía más: sostengo que ejemplos de este tipo son escasos en el mundo actual. Si observamos la historia contemporánea, veremos que no todos los grandes líderes modernos han actuado respetando la dignidad humana y la libertad, como lo hemos hecho en Chile al llevar adelante tantas y tan profundas transformaciones, irreversibles, que el país apreciará en el futuro, no con criterio apasionado y politizado como suele hacer ahora.
Es explicable que en la actualidad se mire con pasión cada medida que adopta el Gobierno, pues todos son afectados por el proceso de cambios: unos, por ser víctimas, promotores o autores de las reformas y por estar englobados en ella; otros, por no tener la dirección de la tarea que se realiza; algunos, por su afán de satisfacer de inmediato anhelos incumplidos durante años y que ahora podrían lograr ante las nuevas y extraordinarias posibilidades que se abren. Naturalmente, ello produce un íntimo desajuste que no sólo afecta a las personas, sino también, muchas veces, a las instituciones y a los partidos políticos que no participan en estos procesos de cambios que desearon a lo largo de generaciones. Ello conduce a que gran número de los que se dicen revolucionarios y de avanzada se transformenen una especie de grupo frustrado. Evidentemente, durante esta etapa de evolución, nadie está satisfecho.
Sin duda, tal proceso alcanza a todos los sectores de la sociedad, y como se ha dicho durante el curso del debate el Ejército no es un sector estático frente a lo que acontece. Hasta él llegan las oleadas de un mundo que está adquiriendo nuevas estructuras y que no puede serle ajeno. ¿No es lógico, entonces, que en el Ejército también surja el anhelo de cambios profundos? ¿Acaso, desde el punto de vista profesional, no está cambiando todo lo relacionado con la actividad militar? ¿No se están modificando los armamentos y transformando el papel de los ejércitos? ¿No se está innovando en la preparación del personal? ¿No está evolucionando el criterio con que se manejan esas instituciones, en el sentido de establecer mandos colectivos o colegiados, y hasta en cuanto a sus objetivos, especialmente en países que tienen recursos limitados, como es el caso de Chile?
Por otra parte, es evidente que cuando se genera un proceso del ascenso social, como el que hemos vivido durante estos años, las aspiraciones de mejoramiento del personal de las Fuerzas Armadas también tienen que expresarse de manera tan categórica como en otros sectores. Pero, contrariamente a lo afirmado aquí, con criterio injusto por quienes han analizado este proceso, el Gobierno, aunque ha debido poner mayor énfasis en solucionar los problemas de aquellos sectores, donde era urgente introducir reformas, también ha actuado de manera concreta y profunda en todo lo atinente al problema de la modernización de las Fuerzas Armadas del país y también a los niveles de vida de su personal.
Los señores Senadores que se han preocupado más de estos asuntos y han tenido oportunidad de concurrir a algunas de las reuniones celebradas por las Comisiones de Hacienda y de Defensa Nacional, unidas, han podido darse cuenta de cuán importante es lo que el Ejecutivo ha estado tratando de hacer en este aspecto. Como Sus Señorías comprenderán, mucho de lo obrado no puede analizarse en detalle en una sesión como ésta. En todo caso, y de acuerdo con lo que nos han informado los más altos funcionarios, todos tenemos antecedentes de cómo el Gobierno ha modernizado las diferentes ramas de los Institutos Armados; de cómo ha introducido cambios profundos en cada uno de ellos; cómo se han remodelado los planes en todo orden de actividades; cómo, en fin, los sueldos del personal profesionalizado que sirve dentro de la institución, han sido duplicados, virtualmente, en cinco años y sus aumentos han superado a los de muchos de los otros sectores de la Administración Pública.
El señor RODRÍGUEZ.-
Entonces, ¿por qué se produjo esta situación?
El señor PALMA.-
Por las condiciones en que este Gobierno recibió la Administración del Estado. Los niveles de los sueldos eran extraordinariamente bajos en 1964, sobre todo en los sectores medios del Ejército. No respondían a las necesidades de la vida moderna ni al nivel económico que es indispensable otorgar a oficiales a quienes se exige cultura y preparación. De ahí que los reajustes hayan resultado insuficientes, a pesar de su importancia.
No hay duda alguna de que durante el proceso de apertura hacia una nueva sociedad, se crean impaciencias, muchas veces inmaduras, no sólo en los partidos políticos y en los grupos sociales, sino hasta en las instituciones castrenses.
¿Cuántos discursos hemos escuchado en esta Sala, que son la expresión de impaciencias inmaduras de quienes exigen mayor velocidad en el proceso de cambios que la permitida por la capacidad del país para realizarlos? ¿Cuántas veces, para criticarnos, se nos ha dicho que somos reformistas, que no somos revolucionarios, porque no vamos con la velocidad con que algunos impacientes creen que se podría avanzar en circunstancias de que durante estos cinco años se ha producido uno de los procesos de cambios más profundos en la historia del país?
El señor RODRÍGUEZ.-
¿El señor Tomic es impaciente...?
El señor PALMA.-
Pero esa impaciencia conduce muchas veces a actos inmaduros, no preparados; actos, en cierto modo, inconscientes. Y la crisis del Tacna es la expresión, como ocurre también dentro de los partidos políticos, de esa especie de impaciencia inmadura. Como es evidente, no todos los profesionales que actúan en estos casos tienen una visión amplia de la complejidad de los problemas que se plantean, y con frecuencia sus actuaciones o juicios son determinados por posiciones parcializadas o personalizadas en exceso. Por desgracia, de ello resultan juicios y actos que con frecuencia, en vez de provocar avances, hacen retroceder. El Gobierno se ha dado cuenta...
El señor CHADWICK.-
¡Tarde..!
El señor PALMA.-
...de que existe esta impaciencia inmadura en muchos sectores, especialmente en las Fuerzas Armadas. Por eso, manejó los acontecimientos con la ponderación, ductilidad y serenidad con que era necesario abordarlos, precisamente para que no se transformaran, de un acto de impaciencia inmadura, en otro proceso que podía alterar las estructuras jurídicas de la nación.
Creo que el Ejecutivo, al actuar así, ha interpretado al pueblo mejor que muchos otros. El pueblo y la democracia chilena han demostrado ser inmensamente más sólidos de lo que parecen, porque la autoridad que respeta las libertades y sabe entender la complejidad de los problemas humanos, lo que por algunos puede ser interpretado como signo de debilidad, es en el fondo la única poderosa y fuerte. En Chile no se puede actuar como si no se estuviera en el país. Ya no es el peso de la noche lo que detiene el desorden o las impaciencias inmaduras.
El señor CHADWICK.-
¿Y por qué las provoca?
El señor PALMA.-
Es el pueblo entero quien participa y el que en definitiva estoy seguro juzgará los hechos pasados ; el mismo que en un futuro próximo emitirá un juicio más serio y profundo de lo que nosotros mismos imaginamos.
Como no dispongo de tiempo, termino expresando mi convicción de que nada ni nadie, en los períodos críticos que se avecinan, podrá romper la realidad de un país democrático, progresista y abierto a la participación de cada uno para construir la nueva sociedad chilena.
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