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- rdf:value = " El señor BULNES SANFUENTES.-
He preferido traer mis observaciones por escrito, pues me corresponde cumplir una tarea que para mí siempre es delicada, cual es la de criticar la conducta de una persona. Más delicada en este caso, por tratarse de un colega, y todavía de un colega que -lo reconozco- ha juzgado con altura de miras y respeto mis propias actitudes políticas.
No he querido que al calor de una improvisación se deslicen en mis observaciones conceptos extremados u ofensivos, que no corresponden a mi pensamiento. Doy esta explicación porque como he traído mi discurso preparado no podré referirme en detalle a cada una de las expresiones del Honorable señor Allende.
Esta sesión especial ha sido convocada porque el Comité Democratacristiano, en la sesión ordinaria del martes último, acusó al señor Presidente del Senado de haberse conducido con "tropicalismo" cuando acompañó a los guerrilleros de Bolivia en su viaje a Isla de Pascua y a Tahiti..
Si la conducta del Presidente del Senado no mereciera otra crítica que su supuesta "tropicalismo", yo ni siquiera, participaría en este debate. Ser más exuberante y exagerado que el término medio, merecer el calificativo de tropical, no es un baldón para nadie; como tampoco lo es al ser más grave y circunspecto que el común de los mortales. Y no me parece nada conveniente acusarse de "tropicalismo" en el Senado y en un debate de tanta resonancia, porque ello podría parecer despectivo para los muchos hijos de este continente que nacieron en regiones tropicales. No acumulemos un nuevo motivo, por pequeño que sea, para reforzar las antipatías que los chilenos nos hemos ganado en los últimos tiempos en el resto de América Latina. Para hacernos antipáticos, basta con la jactancia con que este Gobierno se ha conducido en el plano internacional; con las ofensas que el señor Canciller prodigó a todos sus colegas latinoamericanos en el diario "Le Monde"; con los repetidos ataques de altos personeros del Partido Demócrata Cristiano a otros Gobiernos del continente; con las permanentes invectivas del FRAP y su participación en OLAS admitida por el Gobierno y por todos los sectores políticos, a excepción del nuestro.
Lo que nos interesa precisar en el debate no es el supuesto "tropicalismo" del Honorable señor Allende, sino una cuestión de fondo y de verdadera trascendencia para el país: si resulta o no conveniente para Chile que el Presidente del Senado sea miembro activo y dirigente de la organización latinoamericana de solidaridad con las guerrillas (OLAS), y concretamente, si fueron o no favorables para nuestro país sus actuaciones con motivo de la presencia en Chile de cinco guerrilleros evadidos de Bolivia.
Participación del Presidente del Senado en OLAS.
Sobre lo primero, la presencia de un miembro activo y dirigente de OLAS en la presidencia del Senado, tenemos criterio formado y arraigado desde que esa organización se constituyó. El 19 de junio de 1967, los senadores nacionales presentaron por mi intermedio un voto de censura contra la Mesa, que fue debatido en esa misma sesión y en la del día 25. Al presentar esa moción, manifesté que su único fundamento era "la participación directa del actual Presidente del Senado en la organización OLAS -son palabras textuales-' "participación que a nuestro juicio, es incompatible con su alto cargo y está causando graves daños al país en el plano interno y en el campo internacional". Analicé en seguida las finalidades de OLAS y la intervención en ella del Honorable Senador Allende y dije textualmente:
"En el orden interno, consideramos profundamente disociador y nocivo para nuestra nacionalidad que el Presidente del Senado participe en una empresa de ese jaez. Es el personero máximo del Poder Legislativo y como tal debe ser, más que nadie, el guardián celoso de las instituciones jurídicas y democráticas. Creo que las nuevas generaciones, o gran parte de ellas, no podrán formarse en el respeto al Derecho si ven al Presidente del Senado, con la aparente tolerancia de todos, dirigiendo una institución que trata de derribar los Poderes constituidos, de trastornar todo el orden jurídico, mediante una. de las peores formas de violencia que puede concebir la mente humana. " Y agregué:
"En el campo internacional, la actuación del Presidente del Senado, segunda autoridad del Estado de Chile, y la tolerancia de la mayoría parlamentaria que lo eligió y lo sostiene, ha de producir las peores repercusiones y puede llevar al país a situaciones de incalculable gravedad. Yo me pregunto cuál habría sido la reacción nuestra si un día cualquiera hubiésemos sabido que el Presidente del Senado del Perú o de la Argentina estaba actuando en la directiva de una organización destinada a promover guerrillas en nuestro país; y si del Perú se habla, no se olvide que ese pueblo hermano ya padeció, hace tres años, las guerrillas de Fidel Castro, como hoy las padece otro de nuestros vecinos, Bolivia, que está estrechamente ligado a Argentina. "
Actitudes de los demás partidos.
Creo que estos fundamentos eran y sigue siendo de estricta lógica para cualquiera mentalidad democrática; pero, ¿cuál fue la reacción de los otros sectores ante nuestra censura?
El FRAP, por conducto del Honorable Senador Altamirano, hizo una desafiante apología de las guerrillas y de OLAS, y naturalmente votó en contra de la censura.
El Partido Radical también rechazó nuestra moción. Su actitud fue fundada por el Honorable Senador González Madariaga, en nombre de su adhesión a la lucha contra el imperialismo y el colonialismo y de lo que llamó con palabras textuales la libertad de elocución del pensamiento.
El Partido Demócrata Cristiano se abstuvo de votar. Fundó esta posición el entonces Presidente de ese partido Honorable Senador Gumucio. Su discurso fue extenso, pero hubo en él tantos distingos, que -debo decirlo con franqueza- no entendí en esos momentos ni ahora que he vuelto a leer, si el partido de Gobierno se declaraba partidario o contrario a las guerrillas.
Los hechos acaecidos ahora último nos han dado la razón. El Honorable Senador Allende ha puesto su cargo de Presidente del Senado -es lo que espero demostrar- al servicio de OLAS, y esto ha provocado fuertes reacciones contra Chile en el campo internacional.
Actuación del Gobierno frente a los guerrilleros.
Pero antes de entrar en esa materia, deseo dejar claramente establecido que los Senadores nacionales estamos en pleno acuerdo con el tratamiento que dio a los guerrilleros el Gobierno de la República. Sobre este aspecto del problema formulé detenidas consideraciones en un foro de Radio Agricultura transmitido el domingo, y ahora me limitaré a hacer una síntesis de ellas.
Los delitos cometidos por los guerrilleros en Bolivia son, a nuestro juicio, en el plano moral absolutamente condenables, porque las guerrillas de ese país no presentan, por muchas razones, el carácter de una rebelión legítima. Una de ellas es que la rebelión no provino del pueblo boliviano, ni encontró apoyo en él, sino de una banda internacional, formada en su mayor parte por extranjeros, capitaneada por extranjeros, y organizada, financiada, y dirigida desde el extranjero. Otra consiste en que las guerrillas no tienden a establecer un gobierno legítimo, sino que están dirigidas a entronizar una tiranía similar a la de Cuba, que vive sin Constitución hace diez años, cuyas autoridades han sido generadas por la fuerza, donde predomina la voluntad omnipotente de un amo y donde toda oposición al grupo que manda es castigada duramente hasta con la muerte.
No obstante, 1a condenación moral que merecen los delitos de los guerrilleros de Bolivia, es indiscutible que se trata de delitos políticos, de acuerdo con la jurisprudencia de nuestra Corte Suprema y a la luz de la doctrina penal más exigente en la materia. Ahora bien, los dos Tratados de Extradición celebrados con Bolivia -el tratado bilateral de 1910 y la convención multilateral de 1935- disponen perentoriamente que no se concederá la extradición por delitos políticos, salvo en determinados casos de excepción, entre los cuales no cabe, sin lugar a dudas, el que nos ocupa. Si el Gobierno Boliviano hubiese solicitado la extradición a pesar de ello -lo que pudo hacer hasta por telégrafo- la petición habría debido ser resuelta por nuestra Corte Suprema, permaneciendo entretanto detenidos los guerrilleros. Pero, en el hecho, Bolivia no solicitó la extradición y manifestó inequívocamente el propósito de no hacerlo. En tales circunstancias, el Gobierno chileno tenía dos alternativas: conceder asilo político a los guerrilleros, poniéndoles en libertad, o bien expulsarlos del país por haber entrado a él en forma irregular. Optó por lo segundo, porque lo primero habría creado problemas internos y habría resultado además agraviante y peligroso para Bolivia. La expulsión no podía hacerse a territorio boliviano, porque ello habría equivalido a conceder hipócritamente una extradición improcedente y no solicitada; ni resultaba digno hacerla a suelo argentino, peruano o de otro país amigo de Latinamérica, porque ello habría importado endosar un problema que estábamos obligados a afrontar Por lo tanto, la expulsión a territorio francés y a través de éste a Cuba, fue una medida correcta y sensata, y, puede decirse, necesaria.
El hecho de que Bolivia haya anunciado al Gobierno chileno con dos o tres días de anticipación, que los guerrilleros saldrían de su territorio por un sector de unos 80 kilómetros de longitud, que bien podía, vigilar, unido a la circunstancia de no haber protestado de la conducta chilena hasta después de que los acontecimientos estuvieron concluidos, permite afirmar que el Gobierno del altiplano dejó deliberadamente escapar a los guerrilleros, con el doble propósito de evitarse problemas internos y de crear artificiosamente un nuevo pretexto para la campaña de difamación que realiza permanentemente contra Chile y que el Senador que habla tantas veces ha denunciado.
Conducta del Presidente del Senado.
Nada tenemos, por lo tanto, en contra de la conducta del Gobierno chileno en este caso; pero muy distinta es nuestra opinión en lo que concierne a las actitudes de nuestro Honorable colega el Senador Allende, que transformó a los guerrilleros en huéspedes de honor del Presidente del Senado de Chile.
Tan pronto como se anunció la entrada de los guerrilleros a nuestro territorio, el Honorable señor Allende inició sus homenajes, volando al norte del país, con abundante publicidad, a acogerlos bajo su patrocinio. Invocando su calidad de Presidente del Senado, los acompañó a Pascua y a Tahiti, prodigándoles en público extremadas manifestaciones de solidaridad, camaradería y admiración.
Según el señor Senador Allende y su partido, la movilización del señor Presidente a través de nuestro largo territorio, primero, y de buena parte del planeta, después, obedeció a la necesidad imprescindible de "prestar protección" a los guerrilleros. Pero aquí viene la interrogante: ¿ protección de qué clase y contra quién? No podía ser, por cierto, una protección física contra bandas armadas, porque eso excede, naturalmente, de las posibilidades de nuestro colega. Lo único de que podía protegerlos, con su influencia de Presidente del Senado, eran los abusos que quisieran cometer contra los guerrilleros las autoridades de nuestro país o los policías que los custodiaban.
¡ Desprestigio de Chile.
¡ Que mal han dejado a Chile el Honorable Senador Allende y los partidos del FRAP, al proclamar ante el mundo la necesidad de esa protección! Los guerrilleros estaban en manos del Gobierno de Chile; el Presidente de la República y el Ministro del Interior habían dispuesto que los llevarán a Tahiti bajo la custodia de altos funcionarios policiales, en un avión operado por el Estado, sin tocar tierra más que en la isla de Pascua, donde hay un enjambre de funcionarios públicos y no pocos oficiales de nuestras Fuerzas Armadas. Pero tan poco de fiar son nuestros gobernantes, cuando se trata de la preservación de la vi-do de personas; tan poco de fiar son nuestros policías, nuestros funcionarios y nuestros militares, marinos y aviadores, que era necesaria, al decir del Partido Socialista, la presencia personal del señor Presidente del Senado para poner a los guerrilleros a cubierto de los desmanes que contra ellos pudiesen cometer las autoridades chilenas. Nada de ello llamaría la atención en una opereta de principios de siglo o en una novela de 007; pero, cuando ocurre en la realidad, ello resulta profundamente desdoroso para el país, como sin duda lo ha sido.
Deterioro de nuestras relaciones internacionales.
Pero el Honorable señor Allende no sólo ha puesto en tela de juicio el prestigio de Chile como nación organizada y respetuosa de los derechos fundamentales de la persona humana Además, ha contribuido a deteriorar aún más y de manera aguda, las relaciones ya difíciles de Chile con los demás países latinoamericanos. Ni el Perú, ni Venezuela, ni Colombia, ni Guatemala, ni Bolivia -naciones que sufren o han sufrido las guerrillas- pueden mirar con simpatía a un pueblo cuyo Presidente del Senado da las más extremadas manifestaciones de solidaridad a guerrilleros que acaban de esconder las armas fratricidas y que se aprestan a empuñarlas otra vez. Tampoco nos podrán mirar con simpatía los latinoamericanos expuestos a la misma ofensiva o que solidarizan con los que la han sufrido. Y no se diga que tendremos la simpatía de los sectores populares, porque las experiencias de estos años han demostrado hasta la saciedad que las guerrillas son empresas particulares de la tiranía de Cuba y de un puñado internacional de elementos extremistas, que no encuentra, la menor acogida popular en los países en que se desatan, como lo han reconocido varias veces los propios guerrilleros de Bolivia.
Responsabilidad del Honorable señor Allende y del Senado.
Frente a los hechos y a sus consecuencias, ¿podemos afirmar con franqueza que el Honorable señor Allende no actuó como Presidente del Senado, sino en su calidad de simple Senador o de un particular cualquiera?
No, señores Senadores. Cuando nosotros actuamos en privado, lo hacemos como simples particulares; pero, cuando participamos en la vida pública, de cualquier manera que sea, ponemos en juego, lo digamos o no, todas las calidades públicas que tenemos, sin que nadie pueda dividirlas. Tan Presidente del Senado es el Honorable señor Allende cuando preside esta Corporación, como cuando acompañaba a los guerrilleros en su peregrinaje a todo lo ancho del Océano Pacífico. Si a alguien le queda alguna duda, póngase en el caso de que el acompañante de los guerrilleros, el que les hubiera demostrado solidaridad, camaradería y admiración, hubiese sido el Presidente de la República o tan sólo el Ministro del Interior. ¿Nos habríamos atrevido a decir que no se trataba del Jefe del Estado o de un Ministro de Gobierno, sino sólo de don Eduardo Frei o de don Edmundo Pérez? Ruego a mis Honorables colegas que contesten esta pregunta en el silencio de sus conciencias.
Tampoco podemos eludir el juicio que merece la conducta del Presidente del Senado, en nombre de la libertad de pensamiento. Respetamos el derecho de cada uno a pensar como quiera; pero no podemos respetar a nadie la libertad de actuar como se le antoje, porque si creyéramos en la libertad humana irrestricta, no estaríamos haciendo leyes, que significan inevitablemente restricciones de la libertad de los habitantes de este país. Cada uno de nosotros tiene no sólo el derecho, sino la perentoria obligación, de juzgar la conducta pública del hombre que representa a la Alta Corporación de que formamos parte. Si su conducta nos parece conveniente para el país, debemos decirlo honradamente y cooperar a que se mantenga en el cargo. Si, por el contrario, nos parece desfavorable para Chile, debemos declararlo así y contribuir a que deje su puesto. Lo único que no podamos hacer es lavarnos las manos como Pilatos, aunque sea en el agua perfumada del respeto a la opinión ajena, la misma, por lo demás, que Pilatos empleó en la noche del Calvario.
A pesar de nuestra convicción, los Senadores nacionales no tomaremos por ahora la iniciativa de un voto de censura, porque no queremos causar otro daño al país, dando ocasión a que una amplia mayoría del Senado reitere su confianza al actual Presidente. Nos basta con saber nosotros y con que sepa el país que somos los únicos Senadores no comprometidos por las actuaciones pasadas o futuras del Honorable señor Allende, ya que con la censura anterior demostramos que él nos representa contra nuestra decidida voluntad.
En un plano estrictamente particular, tenemos consideración personal por el Honorable señor Allende, porque le reconocemos atributos humanos valiosos y porque apreciamos su firmeza de convicciones y su valor para defenderlas. Pero en el plano del interés general, consideramos que, por el bien de Chile, debe alejarse de la Presidencia del Senado. Que esto ocurra o no ocurra, no depende del Partido Nacional, sino de los otros sectores políticos. Cada uno cargará con su propia responsabilidad ante el país y ante la historia.
He dicho.
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