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El señor LORCA, don Alfredo (Presidente).-
Con la venia de Su Señoría, tiene la palabra el señor Hamuy.
El señor HAMUY.-
Señor Presidente, argadezco al señor Cademártori la interrupción que me ha dado. La verdad es que él es un economista muy versado; pero me parece que está festinando un poco este debate.
El señor CADEMARTORI- ¿Cómo festinándolo?
El señor HAMUY.-
Lo voy a explicar. El colega sabe perfectamente que la política económica del actual Gobierno no puede compararse con la política patrocinada por la "Misión Klein-Saks" y por la Administración anterior. En primer lugar, debo recordar que los reajustes otorgados por el Gobierno anterior. ..
El señor PHILLIPS.-
¿Por cuál?
El señor HAMUY.-
Por el Gobierno del señor Alessandri, al cual Su Señoría perteneció, junto con el Partido Radical.
-Hablan varios señores Diputados a la vez.
El señor LORCA, don Alfredo (Presidente) .-
¡ Señor Phillips!
El señor HAMUY.-
Como decía, en el Gobierno anterior se otorgaron reajustes bastante inferiores al ciento por ciento del alza del costo de la vida. Por ejemplo, en la ley Nº 13.305, cuyo proyecto fue propuesto al Congreso Nacional en 1959, se estableció un reajuste que, en promedio y sobre la base del sueldo vital, sólo repre-
sentaba el 19% del alza del costo de la vida, que había alcanzado a un 38,2%.
Esta es la primera vez -lo sabe el país v también el señor Cademártori- que un Gobierno impulsa una política de redistribución de la renta nacional, del ingreso, y lo ha conseguido, y propicia, además, la implantación de una política de disminución gradual del proceso inflacionario.
Ahora bien, el señor Cademártori, como economista, sabe que el hecho de que las remuneracoines se hayan reajustado, en los últimos tres años, sobre la base del ciento por ciento del alza del costo de la vida, como quedó demostrado en los propios informes de la Dirección de Estadística y Censo, que Su Señoría ha señalado, representan una ganancia, en valores, en términos reales de las remuneraciones, de más de un 40%. Esto se deduce de los porcentajes totales de los últimos tres años que, junto con los guarismos promedios, tengo aquí. Es bueno que quienes impugnaban los índices de la repartición indicada, reconozcan hoy día su veracidad.
Como economista, el colega sabe que tal ganancia, en una economía como la nuestra, produce inflación de demanda y también inflación de costos; de tal manera que si Su Señoría nos quiere examinar sobre la materia, podríamos hablar largamente siempre que se prorroguen los tiempos acordados.
El señor LORCA (don Gustavo). -
No hay muchos economistas en la Cámara. . .
El señor HAMUY.-
No tes necesario ser economistas, pues para llegar a las conclusiones señaladas basta tener los antecedentes a la mano. No es comparable -para que el señor Cademártori no sostenga después que su pregunta no fue contestada- producir raímente un ahorro nacional con la concurrencia de las empresas, de los trabajadores, de los sectores público y privado e, incluso, del Estado, con el caso actual de la Unión Soviética, muy respetable, por cierto, pero cuya revolución tiene cincuenta años.
Su Señoría ha podido decir sólo esta
tarde, con motivo de los antecedentes que proporcionó el señor Ministrodel Trabajo y Previsión Social, que no nos olvidáramos de anotar que en Rusia se da previsión, educación, becas y atención médica gratuitas, y que, por la vía de la rebaja de los precios, se incrementa realmente el salario de los trabajadores. ¡ Pero son cincuenta años de revolución! Por ello, el señor Cademártori no nos ha dicho qué ocurrió en los primeros diez años de la revolución, ni qué pasó en el segundo decenio con los planes quinquenales. Tampoco Su Señoría nos ha expresado si ello significó un ahorro forzoso realmente ajustado a la técnica y al conocimiento económico, ni expuso razones políticas. Sin duda, en la Unión Soviética se aplicó el ahorro forzoso como base fundamental del desarrollo económico, para alcanzar una capitalización nacional y lograr justamente aquellas bondades sobre las cuales el colega ha hecho tanto alarde hace poco. Esto constituye un argumento irrebatible.
Si este país quiere realmente hacer un esfuerzo antinflacionario, requiere de la movilización de todos los recursos nacio-males y también de medidas audaces, como la que se ha propuesto, que es, en sí misma, evidentemente, el instrumento que permitirá que los trabajadores de este país alcancen realmente la propiedad de las empresas, objetivo que se ha señalado reiteradamente esta tarde.
En el despacho de varios proyectos de reajuste, respecto de los cuales el Partido Comunista y otros bancos de Oposición, han tenido la misma posición, sostenida hoy día por el señor Cademártori, jamás hemos visto que Sus Señorías, fuera de señalar que se sigue la vieja política en contra de los trabajadores, hayan propuesto, dentro de las posibilidades concretas de este país, fórmulas reales que tiendan a mejorar los proyectos.
Dando el último argumento, para no abusar de la interrupción, también en términos económicos, porque es bueno ac-
tuar sobre este plano, lo otro sería justamente hacer lo contrario de lo que quiere demostrar el señor Cademártori; porque si propusiéramos hoy día, aquí, un reajuste equivalente al 200 ó 300% del alza del costo de la vida, tenemos la seguridad de que desde los bancos del Partido Comunista nos aplaudirían y dirían: "Bravo; no es aquello a que aspiramos, pero, por lo menos, vamos a darle el pase". Aún así, Sus Señorías saben que tal aumento producirá una inflación en un nivel de costo y en uno de demanda, y cuando esto se produzca, no se estará defendiendo a los asalariados, porque, precisamente, la espiral inflacionaria despojaría a los trabajadores de lo que han logrado, en estos tres años, en la redistribución de la renta nacional, cuyos guarismos no daré, porque han sido reiterada y brillantemente expuestos por el señor Ministro del Trabajo.
¿A quién afecta la inflación en términos técnicos? ¿Al capital o a los trabajadores? Desde luego, más que nada, a estos últimos, a quienes estamos defendiendo con este proyecto. Cuando enjuiciamos la política antinflacionaria, reconocimos que hemos tenido éxito en los dos primeros años de Gobierno, pero que en el tercero, a pesar de que hemos logrado la redistribución del ingreso, los índices han rebasado un poco las metas propuestas. Si queremos ser realmente consecuentes, como partidos populares o representantes de una fracción de ellos, lo justo es tener una posición de acuerdo con eso, para dar los instrumentos legales que permitan detener eficazmente el proceso inflacionario. Porque yo quiero decir, finalmente, que la inflación, como hemos sostenido todos, es un mal de Chile, es la tragedia de un país subdesarrollado, y su solución no es tarea sólo del partido de Gobierno, no es sólo de un sector, por importante que sea la Democracia Cristiana, sino que de todos, si realmente queremos ser consecuentes con lo que afirmamos y demostrar que la lucha antin-
flacionaria es lo que más nos importa. Pero, si en lugar de proponer medidas concretas, adecuadas y patrióticas en un momento dado, asumimos la posición obcecada de oponernos en general al proyecto, exclusivamente para empujar con esta actitud el proceso inflacionario, ello implicaría, a mi juicio, el despojo de los trabajadores chilenos. ¡Eso es lo concreto en términos económicos, en términos reales, y bueno es que la opinión pública conozca cuál es la posición de los que se dicen partidos defensores de los sectores más modestos de Chile!
-Hablan varios señores Diputados a la vez.
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