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    • rdf:value = " El señor ZEPEDA COLL.- Señor Presidente, un principio fundamental, que constituye el modo como los chilenos, apreciamos los procesos y los problemas en el mundo, es el derecho de cada pueblo para autodeterminarse. De este principio ha hecho uso la nación checoslovaca, pero, en la realidad de los hechos, no lo ha podido llevar a cabo con plenitud. La Unión Soviética, haciendo tabla rasa de las esperanzas e ilusiones de la juventud, estudiantes y obreros checos, que apoyaban a su Gobierno, porque deseaba realizar reformas, para encontrar su propio destino, a través del camino que lo condujera al progreso, son aplastados por la represión. Han revivido nuevamente dramas tan intensos como los que en estos últimos veinte años han tenido que contemplar y vivir los países centroeuropeos: su imposibilidad de poder encontrar un destino y su imposibilidad para poder darse normas tendientes al desarrollo de sus economías y de sus sociedades. Hemos escuchado esta noche al señor Guastavino, quien nos ha hablado de la democracia de Platón. Y decía que en la democracia de Platón, en esa misma época en que se enunciaba, existían esclavos que pretendían rebelarse en contra de la democracia ateniense, y que era acartonada. Ahora, nuevamente, se vive la democracia de Platón en los países socialistas, donde la Rusia soviética, donde el Kremlin fija los marcos, señala las metas y no admite que esos esclavos que viven el drama diario de no poder autodeterminarse en busca de su libertad puedan rebelarse en contra del yugo que ya por más de veinte años los tiene sometidos. El señor GUASTAVINO.- Eso no es cierto. El señor ZEPEDA COLL.- Frente, ahora, al concepto ambivalente, en el orden romántico que tiene el Partido Comunista para referirse al principio de la autodeterminación, es necesario destacar que habla de autodeterminación en el caso de Guatemala, de la República Dominicana, de Cuba; pero que no permite que esos mismos principios puedan ser aplicados plenamente por las naciones ubicadas tras la "cortina de hierro", países con inmensa cultura, países con mil años de historia, países que han aportado tantos valores positivos a la civilización europea y a la cultura mundial. ¡Qué historia más dramática exhiben estos pueblos, al no poder tener la libertad de encontrarse a sí mismos! Frente al proceso checo, se aprecia una falsía tan refinada en los dirigentes de la Unión Soviética, y de otros países comunistas, que han llegado hasta Checoslovaquia a "dialogar"; pero han llegado a "dialogar" con el arma bajo el manto y, sobre todo, con el ánimo resuelto de imponer por la fuerza lo que son incapaces de imponer con la dialéctica y el convencimiento. Pero hay actitudes que nosotros valoramos, y así lo manifestamos al comienzo de la sesión pasada. Yugoslavia y Rumania, países comunistas que han señalado también como metas el principio de no intervención y el derecho de los pueblos a autodeterminarse, han hecho honor a lo que han predicado y han sostenido en este último tiempo. El Partido Comunista francés y el italiano, de los cuales nos separan tantas discrepancias ideológicas, también han tenido una actitud de reconocimiento. En cambio, ha sido, precisamente, el comunismo de nuestra patria el que, en una forma rastrera, en una manera que demuestra su absoluta dependencia frente al comunismo soviético en asuntos tan importantes que en este momento conmueven al mundo, ha llegado a adherir sin reservas a la actitud de la Unión Soviética, que ha avasallado por las armas el derecho de un pueblo a ser libre. No es primera vez que los comunistas incurren en estas contradicciones en nuestro país. ¡Cuántos años, en esta Cámara, en la prensa y en la tribuna, se alabó la personalidad de Stalin! Se le consideraba el padre y el redentor del proletariado. Y después, cuando la memoria de Stalin fue execrada en el año 1956 en Moscú, el Partido Comunista chileno fue el primero en suscribir esa execración, y el primero en denostar a Stalin por todos los errores cometidos por la Unión Soviética en los 25 años en que ejerció su dictadura. La propia guerra mundial a la cual se refirió el señor Garay la guerra mundial de 1939 no habría sido posible sin el pacto Fubbentrop-Molotov, por el cual se traicionó y se apuñaló por la espalda, tanto por Hitler como por Stalin, a la noble nación polaca. Y no sólo la nación polaca sufrió las consecuencias de ese pacto ; los submarinos alemanes, que actuaban como piratas en los mares del mundo, se abastecían en Murmansk, puerto de la Unión Soviética, y los graneros rusos servían para avituallar los regimientos y ejércitos de Hitler que destrozaron Francia, Holanda, Bélgica, Noruega. Toda la Europa occidental fue destruida y logró ser avasallada por los nazis gracias a la colaboración culpable de la Unión Soviética. Y porque después los socios pelearon, y tanto Hitler como Stalin cambiaron de opinión, los rusos se pusieron de parte de las democracias occidentales, y con la ayuda económica norteamericana lograron obtener el triunfo en la guerra, porque lograron conquistar destruida ya por los nacis, la mitad de Europa, para someterla a una dictadura, y tiranía que, por desgracia, en muchos países duran hasta el día de hoy. Ayer fue el caso de Hungría, en 1956; cuando los estudiantes y obreros quisieron ser libres, los tanques reprimieron esta revolución. Anteriormente fue Alemania Oriental, Berlín. Ahora, es Checoslovaquia. ¿No pueden esas naciones acaso gozar de ese principio de autodeterminación del cual tanto hablan los comunistas en la Cámara? ¿De este derecho de libertad que invocan todos los días en este Parlamento para defender sus acciones desquiciadoras en contra de las instituciones chilenas? Pero hay ilusos que creen que el Partido Comunista respeta seriamente los principios que dice defender en una democracia. El Partido Comunista... "
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