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- rdf:value = " El señor DURAN.-
Hay que hacerse una pregunta. Si lo que el Presidente Frei expresó en Castro, que motivó su satisfacción y su alegría, es verdad, ¿de dónde salieron las leyes que concedieron fondos y recursos, ya que nadie nos podrá hacer creer que ellos fueron también producto de un milagro? De algún lugar se obtuvieron los recursos para los planes habitacional y hospitalario, construcción de caminos, desayunos escolares, escuelas, fomento de la producción, etcétera. ¿ De dónde se obtuvieron? De aquí, señor Presidente, de esta rama del poder público llamada Congreso Nacional, que mediante la dictación de leyes, como la de Presupuestos y otras especiales, otorgó fondos para la Corporación de Fomento y algunas filiales de ella y hasta para la Promoción Popular, entidad que legalmente no ha obtenido respaldo legislativo. ¿Y qué hay del proyecto que legisla sobre la Promoción Popular? También tiene mayoría en la Sala para ser aprobado ; pero no la tiene el montaje de las Juntas de Vecinos, en cuanto a otorgarles recursos que, al eximirse del trámite normal de la Administración Pública, se puedan dilapidar con criterio político y electoral. Si lo hiciéramos, mereceríamos un sobrenombre que no estamos dispuestos a aceptar.
Durante su exposición, el señor Ministro nos habló nuevamente del artículo 10, número 10, de la Constitución Política. Honradamente, creí que el Gobierno no se atrevería a abordar de nuevo esta materia, porque respecto de ella hay una actitud muy comprometedora del Ejecutivo, de conformidad con las normas constitucionales.
El Senado, en un estudio profundo sobre las fórmulas y maneras de procedimiento para el trámite de esa reforma, fijó una conducta. Determinó, de acuerdo con el análisis del artículo 109 de la Constitución Política del Estado, que los vetos aditivos son inconstitucionales, porque así lo dice expresamente dicho precepto constitucional. Sin embargo, el señor Ministro nos ha dicho ahora que dimos al proyecto respectivo un trámite no previsto en ninguna norma reglamentaria, y que hemos invadido las atribuciones del Ejecutivo. Durante todo el debate es lo que me importa destacar, porque no entraré a analizar nuevamente este punto, hablamos de los vetos aditivos, y nos negaron tercamente que las observaciones al artículo 10, número 10, tuvieran tal carácter. Recuerdo muy bien que un señor Senador dijo; "Se están fabricando nombres; esto no existe en el Derecho constitucional; es parte de alguna doctrina, pero no se encuentra en el texto de la actual Constitución". Sin embargo, el Presidente Frei declaró en Castro que él envió un veto aditivo al Congreso Nacional. Es decir, han quedado mal, tanto los Senadores democratacristianos como el propio señor Ministro. El Primer Mandatario ha reconocido que se trataba de un veto aditivo. Pero aquí nace el problema: si el Presidente de la República sabía que el veto era inconstitucional, porque así se lo había hecho presente un informe de la Comisión de Legislación y Justicia del Senado, ¿por qué, a sabiendas de que esta Corporación consideraba que tenía carácter inconstitucional, mandó ese veto aditivo? Planteo la pregunta, porque aquí va naciendo una serie de lógicas consecuencias o derivaciones. Tengo la íntima convicción de que, tras la voluntad del Jefe del Estado, otras voluntades están buscando fórmulas que rompan la convivencia democrática.
Un día alguien señaló en el Senado que el Presidente de la República tenía una idea fija en cuanto a que no le doblen la mano. El cree que cuando a un Mandatario le doblan la mano, significa que ha perdido un campeonato de lucha libre; pero no es así. A los Presidentes de la República muchas veces les han doblado la mano. Ellos, incluso, en forma inteligente, se la han dejado doblar. Hubo un maestro de este sistema en Chile, que fue el Presidente Alessandri no el último, que tiene un carácter distinto, el "León", quien vivía quejándose de que todos le doblaban la mano. Y era como el alcalde de La Pérgola de las Flores: A todos les sonreía, pero hacía lo que él quería. Esta actitud es parte de una fórmula política. Pero resulta que los personajes que ahora estamos conociendo obedecen a otra estructura.
Estoy verdaderamente alarmado. El señor Ministro dio una respuesta que me indujo a formular, con relación a ella, una indicación, Tal indicación está concebida en los siguientes términos: "Si el Ejecutivo no logra el triunfo del partido que lo sostiene, ahí se verá". En mi concepto, ésta es la idea que fluyó del debate; pero lo único que me interesa al formular la indicación es poder apreciar las risas que se producen, y que todos hemos tenido oportunidad de ver. Esto naturalmente causa risa...
El señor RODRIGUEZ (Ministro de Justicia).-
Tal vez, a Su Señoría.
El señor DURAN.-
..., ya que esa indicación no puede prosperar.
El propio señor Ministro se dio cuenta que las cosas no andaban, no porque no estén dispuestos a plantearlas. ¡Si ya lo hicieron! Es que resulta demasiado gordo que este negocio se plantee en la Constitución Política chilena. Ello sólo producirá carcajadas dentro de nuestros límites. Pero cuando lo lean los tratadistas argentinos, peruanos o alemanes, seguramente dirán: "¡Y éste es el primer país democrático de América ! Estos caballeros tienen la pretensión de ser juristas. ¡Miren lo que han dicho aquí: "¡Ahí se verá!"."
Esa no es la manera de arreglar los problemas. Y en este terreno estamos; después, "ahí se verá". ¡Si el Gobierno pierde las elecciones, ahí estudiará lo que hace...!
Como dije denantes, cualquiera de las soluciones que aquí han sido esbozadas es muy mala para el país.
Deseo terminar mis observaciones haciendo alusión a algo que me parece importante dejar consignado en el debate. El proyecto del Ejecutivo pretende que por una sola vez cada Presidente de la República pueda disolver el Congreso. Este será un cuchillo que manejará cada uno de los Mandatarios que el pueblo elija. Como serán elegidos cada seis años, si el hombre no obtiene un éxito claro, si en la segunda elección le va mal, deja caer sobre el Congreso la disolución.
¿Creen los señores Senadores del partido de Gobierno que sus electores le dieron el voto para eso? ¿Están convencidos Sus Señorías de que los eligieron en la creencia de que en la casa de donde democráticamente iban a buscar cobijó para la defensa de sus doctrinas serían víctimas de este ataque brutal que permita, con los votos democratacristianos, disolver el Congreso? ¿Creen que ésta será una fórmula que podrán plantear a sus electores? Yo creo que no. Estimo que para eso no fueron elegidos, sobre todo en un país formado por gente íntegra, varonil, hasta agresiva. Ya lo dijo Alonso de Ercilla y Zúñiga cuando describió los caracteres de esta raza. ¿Elegirán los ciudadanos un Parlamento formado por gente sumisa, castrados morales, sujetos a la voluntad del amo, del Ejecutivo? Aquí se impone un amo que actuará por presencia. La espada estará sobre las cabezas de los parlamentarios: si se portan mal, entonces les caerá el cuchillo y morirán. Entonces, este Congreso será muy heroico, entero, firme y valiente.
Yo prefiero una actitud más derecha. Si los incomoda el Congreso, trabajen con asesores; nombren un conjunto de gente que les obedezca, que esas personas se reúnan en esta sala o en otra, que procedan a votar y más tarde pregunten de qué se trata. Así se despacharán en forma mucho más rápida los proyectos. Pero ello tiene un nombre: se llama dictadura.
Ahora estamos abocados al estudio de un proyecto de ley que trasunta la sed de poder de los democratacristianos: más y más poder; todo les queda chico. Para el señor Alessandri era mucho; para el señor Frei es escaso. ¡ Más y más poder! ¡ Estas borracheras de poder conducen a las peores consecuencias! Es la morfina que no tiene atajo: cada día una inyección más; el vicio del poder los va corroyendo. Pero esa actitud tiene una sanción: el vicio conduce a la muerte. Y eso es lo que temo para Chile: que la sed de poder, que abrasa las gargantas de la Democracia Cristiana y del Ejecutivo termine por liquidarlos. Y en estas circunstancias, el Excelentísimo señor Frei haría muy bien en precaverse del cuidado de algunos sacristanes que terminan siempre por matar al señor obispo.
Aquí, entre la documentación, tengo lo relativo al proyecto sobre plebiscito. Me alegro mucho de que el Honorable señor Sepúlveda haya patrocinado tal iniciativa sólo para los efectos reglamentarios. Si no hay una fórmula que a nadie repugne en forma fundada, yo rechazaré el proyecto original del Ejecutivo. Y me alegro mucho de la indicación formulada por el Honorable colega, pues tengo buena opinión de él. Su explicación de que firmó tal indicación para los efectos reglamentarios está dentro de nuestras prácticas habituales.
He estado leyendo detenidamente el proyecto de plebiscito que se nos plantea. Lo referente a esta materia no lo pregunto a los Senadores democratacristianos, pues sé anticipadamente su respuesta: aquí todos son democratacristianos y van en la línea del partido. Estoy seguro de que cada uno de los Senadores pertenecientes al partido oficial ni siquiera han pensado lo que esto significa.
Soy un hombre muy reservado. Hay cosas que no he dado a conocer ni las contaré nunca. Asimismo, espero que Sus Señorías no revelen nuestras conversaciones sostenidas entre caballeros. Pero debo declarar que cuando los Honorables colegas "engolan" la voz para plantear lo relativo a los pareos, me da risa y salgo de la Sala para que no me sorprendan.
El plebiscito tiene como finalidad que el Presidente de la República pueda llamar a una consulta popular; es decir, no disolver directamente el Congreso, pero sí llamar a una consulta para la reforma constitucional y, mediante ella, proceder a hacerlo. Esto es, como quien dice, "una carambola con baranda".
En el plebiscito que se nos plantea, el Gobierno puede llamar a una consulta popular cuando cualquiera de las Cámaras rechace uno de sus proyectos. O sea, si una rama legislativa rechaza un proyecto, se produce el plebiscito. Si la Cámara de origen aprueba determinada iniciativa y ésta es rechazada por la otra, la primera puede insistir por dos tercios. Pero cuando estamos aquí debatiendo sobre los pareos, aparece un tremendo matón constitucional, que dice: "Pare la pelea; no sigan en este debate. ¡Plebiscito!"
De ese modo se perturba la acción de una de las ramas del Congreso.
Es disparatado el proyecto que faculta al Presidente para llamar a plebiscito cada vez que en determinado trámite le dicen que no, con las excepciones aquí expresadas. Se llamaría a plebiscito respecto del común de las leyes, pero siempre con una excepción: cuando una Cámara rechace un proyecto de ley por los dos tercios de los Diputados y Senadores que voten.
Respecto de las reformas constitucionales, también se dice: "Rechazada una reforma constitucional en una Cámara, plebiscito". Pero aquí se suelta la mano y se dice: "Yo no llamo a plebiscito si una de las dos ramas del Congreso logra dos tercios de los parlamentarios en ejercicio".
O sea, para impedir el plebiscito en el caso de la reforma constitucional, se exige una votación más alta. Por lo tanto, es mucho más fácil llegar al plebiscito por las reformas constitucionales que por cualquiera de las leyes comunes. ¡Esta es la chacota legislativa !
Este sistema no tiene ninguna estructura jurídica ni ninguna lógica. Y lo que he dicho respecto del trámite de los proyectos dentro del Congreso, también rige para el veto, el cual se regula por la misma norma: dos tercios de los parlamentarios que votan las leyes y dos tercios de los parlamentarios en ejercicio para las reformas constitucionales. Pongámonos en el caso de existir una mayoría opositora estrecha, no de dos tercios. El Gobierno envía un proyecto con el cual pide estabilizar su mandato por veinte años, y el Parlamento lo rechaza. Se llama a plebiscito, a la consulta del pueblo, por haber sido rechazado ese proyecto monstruoso.
Nosotros tratamos de buscar un camino. No me niego a ello. A mi juicio, si hay problemas, deben estudiarse, pero no con el sistema que nos proponen ni antes de una elección de regidores, bajo la fanfarria de una propaganda para esa lucha electoral. Yo los estudio serenamente, y creo que el más sereno debe ser el Presidente de la República, porque cuando en una disputa entre el Congreso y el Ejecutivo, el Jefe del Estado tiende su mano cordial, el pueblo juzga su actitud en la altura moral en que se coloca. Pero cuando el Congreso, sometido a una política de golpes, de violencia, de injurias y difamaciones, es quien tiende la mano, causa ante el pueblo la impresión de estar pidiendo perdón, y sólo los miembros de un Senado palatino besan los pies al asesino, a trueque de vivir. No se puede exigir a un conjunto de hombres dignos que en esta política de dificultades o de querellas busque la política de la mano tendida. En mi concepto, para el país es buena la cordialidad de los poderes, y el Presidente de la República tiene medios de lograrla. No nos pida, sí, que busquemos la ruta del arreglo mediante el lenguaje del Ejecutivo y de su partido. ¡Y no hablemos de la prensa, porque de sólo leerla en la mañana, uno ya tiene descompuesto el desayuno! No se puede llegar a ningún tipo de debate después de leer todo este montaje publicitario.
Tengo aquí un interesante libro de un distinguido tratadista de derecho constitucional, el señor Linares Quintana. Leeré sólo algunos párrafos importantes, que en cierto sentido pueden parecer desvinculados de la materia central. Sin embargo, son definiciones y conceptos tan profundos, que considero indispensable dejar constancia de ellos en la versión taquigráfica de la sesión.
He estado afirmando que el país está viviendo una política por donde se está despeñando el absolutismo bonapartista; el anhelo de más poder, el deseo de ir silenciando, mediante la propaganda, a las oposiciones y de aterrorizar a la gente; es decir, todo un conjunto de políticas. Y en este libro se expresan, en comentarios y en repartición de juicios importantes, algunas ideas que no me resisto a leer, aunque sólo sea en la parte más importante:
"Trocado" dice Platón "el protector del pueblo en tirano, "al principio, en los primeros días de su dominación, ¿no sonríe graciosamente a todos aquellos con quienes se encuentra, no llega incluso a decirles que piensa en cualquier cosa antes que en ser tirano? ¿No hace las más hermosas promesas en público y en privado, perdonando a todos los deudores, repartiendo las tierras entre el pueblo y sus favoritos, tratando a todo el mundo con ternura y dulzura de padre? Preciso es que empiece así. Cuando se ha librado de sus enemigos de fuera, en parte con transacciones, en parte con sus victorias, y cuando ya se ve en paz por esa parte, tiene siempre buen cuidado de mantener viva alguna chispa de guerra, con el fin de que el pueblo sienta la necesidad que de un jefe tiene". Agrega Platón que "algunos de los que han contribuido a su elevación y que poseen la máxima autoridad después de él, ¿no hablarán entre sí con mucha libertad de lo que ocurre, llegando incluso los más osados a quejarse al propio tirano?... Preciso es, pues, que el tirano se deshaga de ellos si quiere reinar en paz, y que, sin distinguir entre amigos y enemigos, haga desaparecer a toda la gente de algún mérito"."
'Más adelante hay otras frases, esta vez de Cicerón:
"La tiranía" afirma "es el peor de los Gobierno", y califica al tirano como "el monstruo más espantoso, el más repugnante, el más abominable de los dioses y los hombres que imaginarse pueda: tiene aspecto humano, pero corazón más cruel que las fieras. Pero añade "a ningún Estado negaré más terminantemente el nombre de República que a ése en que impera como soberana la multitud", pues "el imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombre solo, y esta tiranía es tanto más cruel, cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y nombre del pueblo". Cree Cicerón que "no existe forma alguna de gobierno que por su constitución, organización y reglas pueda compararse a la que nuestros padres nos han transmitido y nuestros mayores establecieron"."
Cicerón cita diversos pueblos donde se impuso una norma de carácter constitucional, gracias a los hombres que señala: "Creta, de Minos; Lacedemonia, de Licurgo; Atenas, cuya constitución ha experimentado tantos cambios, de Teseo, después de Dracón, de Solón, de Clístenes, y posteriormente de otros muchos, hasta que extenuada y moribunda las recibió de un varón sabio, Demetrio de Falerio, que la reanimó un poco, mientras que nuestra república no ha sido constituida por un ingenio solo, sino por el concurso de muchos; ni se consolidó por una sola edad, sino por el transcurso de bastantes generaciones y bastantes siglos."
Creo que para terminar un análisis de la filosofía de los tiranos y de los dictadores, es útil leer "El Estado fascista de Mussolini", sólo en un párrafo. Y lo leeré, pues mucha gente dice: "¡ Qué exageración tan grande! ¿ Cómo se puede imputar a un partido que tiene tradición democrática estos arrestos fascistoides, como calificamos a este mensaje y a muchas otras actitudes?"
Dice el libro de Linares Quintana:
"Al iniciar su vigencia, el l9 de enero de 1949", se refiere al Estado fascista "la nueva Constitución italiana, pocas o ninguna de las disposiciones del estatuto fundamental anterior regían ya. El fascismo, en efecto, introdujo en este último reformas suficientes para injertar en su antigua arquitectura liberal el cuadro del Stato fascista. Sin embargo, tan radical transformación de las instituciones políticas, constitutiva de lo que se llamó la rivoluzione fascista, no fue introducida de manera revolucionaria, mediante la imposición de una situación de facto sobre las normas e instituciones existentes, ni por la substitución de éstas por otras normas e instituciones nuevas mediante la violencia. Todo se desenvolvió bajo las apariencias de la más perfecta legalidad. Cada nueva reforma como aquella por la cual las Cámaras renunciaron a muchas de sus atribuciones o aquella otra por la que se suprimió la Cámara de Diputados fue el resultado de decisiones de los órganos jurídicos existentes. "Es que" como observa Balladore Pallieri "el fascismo, que gustaba proclamarse revolucionario, fue siempre, en los hechos, escrupulosa y pedantemente cumplidor de la legalidad exterior".
Hay dos frases que deseo leer, para que los señores Senadores mediten al respecto, reproducidas en este mismo libro. Son un comentario hecho por Hitler en su libro "Mein Kampf":
"La psiquis de la masa popular manifestaba en su Mein Kampf, que Loewens tein califica como "la Biblia del III Reich" no es sensible a nada que tenga sabor a debilidad, ni reacciona ante paños tibios.
Como una mujer cuya sensibilidad siente no tanto la influencia del razonamiento abstracto como la de un ansia ardiente gobernada por sensaciones, especialmente la de la energía que realiza la tarea por cumplir, y que a dominar al pusilánime prefiere sú voluntad al hombre fuerte, el pueblo prefiere el gobernante al suplicante y siente mayor satisfacción íntima por las doctrinas que no toleran rivales, que por el liberalismo, del que apenas sabe hacer uso y del que pronto acaba por renegar. Tiene tan poca conciencia de la afrenta que representa el hecho de verse espiritualmente aterrorizado como de la violación de las libertades que disfruta en su carácter de conjunto de seres humanos, violación concebida con el propósito de conducirlo a la revuelta; tampoco advierte la falsedad intrínseca del credo. Sólo ve la energía despiadada y la brutalidad de su lenguaje, ante el cual acaba finalmente por inclinarse". "Toda propaganda sostenía el Jefe del Estado nazi debe ser popular, adaptando su nivel intelectual a la capacidad receptiva del menos inteligente de los individuos a quienes se desee que vaya dirigida. De esta suerte, es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande la muchedumbre que deba conquistar".
"Superfluo resulta agregar que, como en Italia, en la Alemania nazi, frente a la omnipotencia del Estado personificado en el Führer, el individuo no podía hacer valer ningún derecho: no era más que un simple y minúsculo rodaje de la formidable máquina estatal, a cuya marcha cabía sacrificar la existencia, la libertad y la dignidad de cualquiera de sus piezas,..."
No voy a distraer la atención de los señores Senadores para repetir algunas de las frases contenidas en el libro de Hitler, que revelan esa misma mentalidad.
"El pueblo ha sido formado por largos siglos de creencia religiosa, por la tradición, por los usos y costumbres; no es una masa. La masa es una cantidad, no formada por ella misma; es necesario dirigirla para que no permanezca puramente caótica y un esfuerzo es realizado para ello. Pero se pregunta "¿cómo?" Por la propaganda partidaria, por panfletos, por divulgaciones superficiales de ciencia, por la radio, por el cinematógrafo; en el hecho por todos los medios por los cuales no alcance la penetración del ser humano. Este proceso de moldeamiento cuantitativo es evidentemente muy superficial en comparación con un verdadero proceso espiritual, y el resultado es deplorable; se resuelve en una cierta despersonalización, una inmersión de la personalidad humana informe en una masa amorfa hasta perder su identidad".
Éstas palabras que he leído y que corresponden a la filosofía de un movimiento totalitario, reflejan, en mi opinión, que cometen un grave error los que presuntuosos, nos hablan de que un día hicieron una concentración gigante en donde el pueblo los aplaudió, como expresión de adhesión a sus tesis. Las masas gigantescas que en la plaza frente a la Casa Rosada aplaudían a Perón, no eran pueblo argentino : eran masa argentina, una masa pervertida y desmoralizada, una masa corrompida en el valor individual, en la propia dignidad que contiene la personalidad de cada uno de los hombres que constituyen el, pueblo argentino. Y allí no sólo aplaudían al tirano, al dictador elegido por voluntad popular. Lo ovacionaban con versos y cantos: "Perón, Perón" todavía suena en nuestros oídos el canto fatídico, ¡ qué grande sos! Perón, Perón; General: ¡cuánto vales!; Perón, Perón, gran conductor, sos .el primer trabajador". Y la masa pululante lanzaba al viento sus sombreros, sus chaquetas, para convertirse en descamisados, servidores de los intereses populares.
Antes que él, en la "Unter den Linden", ¿ no eran las masas alemanas las que aplaudían, cuando, montada la "mise en scéne", el Führer, que viajaba en avión, aterrizaba en la calle sobre una alfombra roja, bajo el estrépito brillante de 20 ó 30 bandas instrumentales de guerra, haciendo resonar los bronces en los himnos de las marchas wagnerianas, para encaramarse en la tribuna de los oradores y estremecer a las multitudes que no razonan y que actúan por pasión generalmente negativa? ¿Dónde están los viejos nazis de ayer? ¿Dónde, no digo los que colaboraron con el Tercer Reich, sino los que aplaudían los discursos del tocado por la mano de Dios? Ahí están circulando después de haber llorado sobre los escombros de sus ciudades destruidas, sobre los cuerpos muertos dé los miembros de sus familias. Ahí están negando que un día ellos también fueron nazis. Y las cenizas de Hitler, olvidadas bajo los fierros y el concreto deshecho de la Cancillería por el bombardeo de las fuerzas de la democracia y la libertad.
¿Dónde quedó la histeria popular por el Duce, por el hombre que hacía temblar a Italia con su lenguaje elocuente en la Plaza del Duce? ¿Dónde quedó esa inmensa masa que aplaudía sus discursos, cuando, colgando de los pies, su cadáver se exhibía al pueblo en compañía de Clara Pe taeci? Seguramente, uno de los mismos que un día en la Plaza del Duce aplaudía sus discursos, sus violencias, sus amenazas, sus demasías, no movió las manos, sino los pies para dar un puntapié en la boca abierta, desencajada por la muerte, del que un día hizo temblar a Italia y amenazó al mundo.
Es la historia de todos los que comienzan a deslizarse en la línea de la sed del poderío. Y creo que nunca hay que perder la posibilidad de encerrarse por un instante consigo mismo y de detener el carro de las demasías antes de que sea tarde, pues las masas, cuando son tales, un día aplauden, pero son las mismas que más tarde dan puntapiés al cadáver del líder o ignoran los movimientos en que militaron.
Todavía es tiempo, señor Presidente y señores Senadores. Nosotros votaremos en contra de este proyecto, porque no queremos cargar con la responsabilidad histórica de lanzar a nuestro país por la vía de la dictadura. Esta iniciativa es para la dictadura, y los primeros en llorarla serán los que se enfrenten a ella. Pero tienen al menos la tranquilidad en el alma, por sentir la satisfacción de conciencia de haber combatido por sus ideas en una hora en que todavía era oportuno. Pero la segunda víctima es el pueblo, en cuyo nombre se piden estas demasías.
Por amor a ese pueblo, por amor a la democracia; por respeto al Parlamento, por actitud, como diría Unamuno, de hombre puro, nosotros vamos a rechazar el proyecto, y esperamos que el Presidente de la República y el Partido Demócrata Cristiano, estudiando con serenidad las horas que vive el país, no empujen a su patria a situaciones que más tarde, más que nosotros, lamentarán nuestros propios hijos.
Ninguno de los hombres que aquí se sientan puede sentirse tan grande, tan importante, tan trascendente que, por soberbia, por orgullo, por pretensión consciente o inconsciente de lo que está aconteciendo, no pueda tener un instante de reposo para juzgar con serenidad el acontecer político.
Para que eso acontezca, en actitud respetuosa, pero firme y decidida, nosotros rechazamos el proyecto del Ejecutivo. No queremos que por medio de ese sistema, por las razones tantas veces expresadas, se rompan las estructuras que, realizadas desde la época del "ancestro" histórico de Chile y perfeccionadas en nuestra evolución histórica, llegaron hasta hoy, esperanzadas en una era constructiva, y no en la violencia desatada en torvas mentalidades totalitarias.
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