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- rdf:value = " El señor JARAMILLO LYON.-
Con el mayor gusto.
Existe el sistema -y Su Señoría lo sabe, porque es un distinguido agricultor- denominado rotación de los cultivos, lo cual implica dejar normalmente un campo sin explotar para que la tierra descanse. Así, la tierra puede estar uno, dos o tres años sin ser cultivada, pero se la explota como empastada natural. Resulta que ahora las empastadas naturales constituyen una de las razones fundamentales que tiene en vista la CORA para calificar de abandonado un predio agrícola. El señor Senador lo sabe, porque lo ha visto en las provincias de O'Higgins y Colchagua, de las que ambos somos representantes. Lo anterior hace necesario recurrir a la pradera artificial, la que no siempre es extraordinariamente productiva en esa zona, aparte que, sin duda, importa un tremendo costo de explotación.
A eso me refería, Honorable colega, al hablar de plena explotación. Con lo expuesto, creo haber satisfecho sus inquietudes agrícolas en esta materia.
El señor CASTRO.-
Hasta por ahí no más, Honorable colega.
El señor JARAMILLO LYON.-
En tal caso, espero que Su Señoría ilustrará el debate más adelante.
En segundo lugar, para nadie es secreto el desequilibrio producido entre las alzas de los costos agrícolas, por una parte, y el aumento de precios de los productos agrícolas, por la otra. En la gran mayoría de los casos, ello ha determinado que los agricultores estén haciendo un sacrificio gigantesco para defender sus predios. Hay alzas inmoderadas que el Honorable señor Castro conoce, porque de ellas ha dado cuenta toda la prensa de las provincias de O'Higgins y Colchagua, como, por ejemplo, el alza de la electricidad, un factor determinante en la producción agrícola. En efecto, muchas maquinarias empleadas en estas labores utilizan la energía eléctrica. El alza de estas tarifas fue de 40%, y sin que mediara aviso previo.
Además, hay varios impuestos que pesan sobre la agricultura.
En suma, los agricultores necesitan tener una posibilidad crediticia que les permita desarrollar normalmente su actividad, que es fundamental para nuestra economía. La ley 13.305 les dio esa posibilidad: la de obtener créditos con plazos más o menos prudentes de tres, cuatro o cinco años, y con intereses razonables.
El señor CHADWICK.-
¿Con reajuste o sin él?
El señor JARAMILLO LYON.-
Sin reajuste, señor Senador; pero ahora tienen que pagar impuestos sobre los créditos obtenidos.
Tal vez Su Señoría está en antecedentes de que existe un gravamen de 41% sobre los intereses, lo cual hace muy gravoso el pago de éstos en la actualidad. En la práctica, los intereses, sumados al impuesto referido, ascienden al 3% mensual, lo que los hace usurarios. Cuando yo era estudiante de leyes aprendí -de ello no hace mucho tiempo- que tres por ciento mensual, según mis recuerdos, es interés usurario.
Pues bien, ¿cuál era la situación existente en 1960?
El artículo 199 de la ley 13.305, discurría sobre una cuota que los bancos debían destinar, de los depósitos a plazo, a fin de beneficiar con créditos a la agricultura. Los depósitos a plazo -estos son datos proporcionados por la Superintendencia de Bancos- disponibles en 1960 ascendían a 110 millones de escudos. Se instruyó a los bancos para que destinaran sólo 22 por ciento de los depósitos a plazo, es decir, 24 millones de escudos, a créditos en favor de los agricultores. En la actualidad, tales depósitos ascienden a 930 millones de escudos. Si aplicamos sobre esta suma el mismo porcentaje de 1960, se obtienen 200 millones de escudos.
No obstante, la Superintendencia de Bancos ha preferido usar un concepto distinto. En la Comisión de Hacienda, cuando estudiábamos el precepto en debate, los representantes de esa institución recomendaron razonar sobre la base del total de las colocaciones bancarias, que en este momento ascienden a 3.500 millones de escudos. Con el objeto de buscar una paridad entre el total de las colocaciones y los depósitos a plazo, el Senador que habla y el Secretario de la referida Comisión hicimos los cálculos correspondientes, y llegamos a la conclusión de que fijar el 6 por ciento del total de las colocaciones bancarias significará 200 millones de escudos, lo cual tendería, única y fundamentalmente, a restituir a la agricultura las posibilidades crediticias que tenía en 1960. Ello no es en absoluto exagerado si tomamos en consideración la forma cómo la actividad agrícola se desenvolvía ese año. Eran condiciones total y completamente distintas a las actuales.
En un debate pasado, el Honorable señor Aylwin señaló que los agricultores, con motivo de la dictación de las leyes de sindicación campesina y de reforma agraria, pensaban que el país estaba poco menos que terminando y que la actividad agrícola desaparecería. ¡No! Sostengo que la situación de la agricultura en nuestro país es grave. El otro día, el señor Ministro de Agricultura, refiriéndose a factores de orden natural en un gran programa de televisión, dijo al país que el problema de la sequía, que se venía encima, era extraordinariamente serio y gravitaría sobre todas las explotaciones de rulo de nuestra patria. Agregó un dato extraordinariamente curioso: que en el mes de septiembre de 1966 la costra de hielo en la cordillera alcanzaba a un metro cincuenta centímetros, en circunstancias de que la existente en la actualidad llegaba apenas a quince centímetros. Era presumible pensar, entonces, que la agricultura de rulo, de secano, y también la de riego, sufrirían tremendo menoscabo.
Esta es la razón que he tenido para poner el acento en defensa de una actividad tan importante. Creo que de otra manera serán muy tristes los momentos que los empresarios agrícolas tendrán que pasar, y mucho más los que el país entero padecerá por carecer de una producción adecuada.
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