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- rdf:value = " El señor RODRÍGUEZ.-
La verdad es que la reforma al artículo 10 de la Constitución da motivo para hacer otros análisis.
No puedo permanecer callado frente a las observaciones del Honorable señor Aylwin.
En resumen, la historia sucinta de esta iniciativa se refleja en que ella fue patrocinada por las filas del Frente de Acción Popular. Los elementos de Izquierda comprendíamos que, para que el proyecto de reforma agraria -cabe hacer notar que las fuerzas de Gobierno, no obstante tener una mayoría holgada, abrumadora y disciplinada, lo mantuvieron durante nueve meses en la Cámara- se despachara, era fundamental desglosar el artículo 10, cosa que no se le ocurrió a ningún per-sonero de la Democracia Cristiana.
El señor LUENGO.-
Además, en un comienzo se opusieron al desglose.
El señor RODRIGUEZ.-
Ello, con el objeto de acelerar y contar con un acicate para la aprobación de la reforma agraria. Como hemos dicho: colocar luz verde a su aplicación.
El Senado, con muy buenas razones, en la discusión amplia y democrática de la Corporación y de su Comisión Especial, llegó a una conclusión ineludible: todos los latifundios debían estar afectados por el régimen de expropiaciones; pero la Democracia Cristiana, con la intervención directa del gerente de la Anaconda, impuso la intocabilidad de los grandes yacimientos mineros de las empresas norteamericanas. Y para ocultar su jesuitismo, añadieron al proyecto los colgajos: los derechos sociales, el plebiscito, creación de la décima agrupación provincial. Lo anterior, a fin de disimular el contrabando.
No obstante ese criterio antinacional y antipatriótico, ahora, con toda soltura de cuerpo, el Honorable señor Aylwin, dice: "los socialistas son enemigos de los derechos sociales de los trabajadores; enemigos del plebiscito".
Aconsejo a este presidente improvisado en materias de trabajo del Senado, que pregunte al colega que está a su lado cómo se ha trabajado en la reforma "grande" respecto de esas materias y cuál ha sido la conducta, no sólo nuestra, en homenaje a la verdad, sino la de todos los miembros de la Comisión Especial de Legislación, en cuanto a consagrar en la Carta Fundamental -y mejorarlo, incluso- todo el capítulo que extiende los derechos sociales a los trabajadores.
Pero nosotros, consciente y responsablemente, sabíamos que era necesario despachar en forma independiente lo relativo al derecho de propiedad y no hacer discriminaciones odiosas entre nacionales y extranjeros.
Por lo tanto, no venga el Honorable señor Aylwin a disfrazar su grave pecado: haber participado, como presidente del partido oficial, en una vergonzosa entrega al imperialismo, como lo demuestra la forma como sancionaron en la Cámara de Diputados la intocabilidad o intangibili-dad de los grandes yacimientos mineros, que están, por desgracia, en manos de una potencia extranjera.
Ese es el quid del problema. En sus comunicados políticos y en sus intervenciones en esta Corporación hablan de los colgajos que encubren este espíritu jesuítico que domina todo el agregado al artículo 10. Ese es el problema de fondo.
No estamos dispuestos a que se siga embaucando a la opinión pública.
Con todos nuestros medios y energías, denunciamos este hecho vergonzoso.
No es el Honorable señor Aylwin el llamado a calificar la conducta de los socialistas en cuanto al amparo de los derechos de los trabajadores.
Cada jalón de sangre del sacrificio del movimiento proletario chileno tiene una cuota importante de contingente del partido. No pocas conquistas de la clase obrera han requerido el esfuerzo sistemático, permanente, abnegado y pleno de coraje de nuestros cuadros combativos en el movimiento sindical. No somos autores de tantos aleves crímenes contra la clase obrera, cuyo último triste episodio fue el del Salvador, donde ustedes, señores de la Democracia Cristiana, ensangrentaron la política de la mano dura. De manera que no se nos venga a hablar de derechos sociales.
El Honorable señor Prado, a quien solicito aclarar este problema, sabe que en la Comisión acabamos de terminar, precisamente, este capítulo, ensamblado donde corresponde y no engarzado artificiosa y jesuíticamente, repito, en el derecho de propiedad.
Esta es la verdad de la tramoya ideada por el Gobierno y el partido mayoritario en la Cámara de Diputados.
"