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- rdf:value = " El señor AMPUERO.-
Cuando uno tiene adversarios majaderos, está irremediablemente condenado a ser también majadero.
No puedo dejar transcurrir el debate sin esclarecer, en homenaje a mi propia responsabilidad, el alcance de los conceptos del Honorable señor Aylwin.
Desde luego, me parece que si hay algo ostensiblemente claro es que en esta sesión se iniciaba el estudio de la reforma del artículo 10 número 10 de la Constitución Política del Estado. Y al Ejecutivo le pareció que este estudio era prematuro y precipitado. Es lo menos que puede deducirse del hecho de que haya retirado la urgencia en esta misma sesión, como oficialmente se comunicó a la Sala.
No sé cómo compaginar la premura, del deseo de velocidad que embarga al Honorable señor Aylwin, con esa actitud específica, inequívoca, contenida en el oficio, según el cual el señor Eduardo Frei nos dice: "No se apuren tanto, caballeros; no tengo premura; les retiro la urgencia". ¡Lo lógico es que la Democracia Cristiana procure resolver esta contradicción! Yo quedo hasta aquí en mi comentario.
Además, debo protestar en la forma más terminante por los conceptos expresados por el Honorable señor Aylwin cuando hizo aquí una terrible acusación contra el Senador que habla. ¡Tremebunda! Yo habría estado reunido o habría participado, junto con militares, en reuniones no sé de qué tipo, porque Su Señoría no las calificó; pero lanza a la faz del Senado, y en cierto modo del país, la afirmación de que un Senador socialista haya estado en reuniones que no se atrevió a calificar -por lo que presumo deben ser de cualquier tipo de reuniones con militares-, y lo hace como si fuera un pecado o un delito. ¿Qué pecado y qué delito hay en ello?
Soy Presidente de la Comisión de Defensa Nacional. Siempre, aun desde antes de ser Senador, he tenido amigos pertenecientes a las Fuerzas Armadas, y los sigo teniendo. ¿Es mío el pecado? ¿Es mío el delito? ¿O son los militares quienes han faltado a su deber profesional de alguna manera, porque, en lugar de reunirse en las elegantes casas de algunos señores Senadores de la Democracia Cristiana o de la Derecha, se reúnen conmigo, en mi humilde hogar, por el hecho de ser socialista?
Rechazo terminante e indignadamente cualquiera pretensión de discriminar en este plano y confirmo que tengo muchos y muy buenos amigos militares, Honorable señor Aylwin, y que los seguiré teniendo, porque la censura de nuestro Honorable colega Presidente de la Democracia Cristiana no puede inhibirme en cuanto a mantener mis derechos, a reclamar mis facultades y a ejercer mis funciones.
Por último, para traer, como habitual-mente lo hago, comprobaciones prácticas del jesuitismo institucionalizado de la Democracia Cristiana, que ayer dijo una cosa y ahora hace otra, que proclama ciertos principios y después los desconoce a diario, deseo recordar un hecho recién producido. Aludí a ese hecho cuando estaba presente en la sala el señor Ministro comunitario, o de Tierras y Colonización, como se lo denomina oficialmente, al hacer referencia a los atropellos a la libertad de expresión y a las facultades de los parlamentarios, en los cuales están comprometidos funcionarios de Gobierno. Con cierta indignación contenida, el señor Jaime Castillo manifestó que él se haría un deber en investigar la veracidad de mi denuncia y que el Gobierno se apresuraría a tomar medidas para corregir el abuso.
Quiero que el Senado sepa cómo se corrigen los abusos. Una de mis denuncias consistía en que, en Arica, ciudad que, entre otras, represento, quise hablar por la radio "El Morro", de propiedad del Banco del Estado, y durante tres días se me tramitó con el pretexto de recabar autorización de Santiago. En definitiva, no pude hablar por esa radio, tal vez por una prohibición de hecho que se mantiene desde hace ya diez largos años, por lo menos. Protesté de esto al señor Ministro del Interior, quien me acaba de responder. Su oficio dice literalmente lo que sigue:
"Por oficio Nº 784, de 14 de junio último, V. E. se refirió a la actuación del Gerente de Radio "El Morro", de Arica, ante una petición que le formulara el Honorable Senador don Raúl Ampuero.
"Al respecto, me es grato remitir, para
conocimiento de V. E. y del Honorable parlamentario mencionado, la nota de fecha 29 de julio del año en curso, que, sobre el particular, ha hecho llegar a este Ministerio el Presidente del Banco del Estado de Chile.
"Saluda atentamente a V. E.,
(Fdo.) : Bernardo Leighton Guzmán".
Cualquiera debe suponer que el Ministro del Interior no tuvo reparos que hacer al oficio ni a las excusas o explicaciones que daba el señor Presidente del Banco del Estado, pues habría sido una burla del señor Leighton remitirnos un oficio que él no compartiera. ¿Qué dice el oficio del señor Alvaro García, Presidente de ese Banco, consultado por el señor Ministro del Interior? Tras el encabezamiento de costumbre, el párrafo específico dice:
"Sobre el particular, tengo el agrado de informar al señor Ministro que el Gerente de la Radio "El Morro", señor Camilo Nieto, actuó en cumplimiento de las instrucciones establecidas en el Reglamento para la Administración de la Radio "El Morro", aprobado por el Consejo de la Corporación Chilena de Broadcasting y Televisión S. A., propietaria de esa radioemisora, según lo dispuesto en el artículo 3º h), cuyo texto actual fue fijado por ese Consejo en sesión de fecha 12 de marzo de 1963, y que a continuación transcribo :
"Velar porque las transmisiones noticiosas orienten la opinión de los auditores en el conocimiento verdadero de los sucesos de interés público, regional o nacional, excluyendo toda información y propaganda de cualquier especie de partidos políticos que envolvieren ataques a personas o autoridades".
La Constitución Política del Estado reconoce a cualquier ciudadano de este país la libertad de expresión, de la cual no habría razón para excluir a los parlamentarios, mucho menos a aquellos que pretenden hablar por una radio de la zona o región que representan. En lugar de aplicar ese texto explícito, relativo a la libertad de expresión, derecho que yo deseaba
ejercer, pagando, por supuesto, a la radío el espacio correspondiente, el señor Ministro nos notifica que la Constitución Política del Estado está modificada por el reglamento para la administración de Radio "El Morro".
El señor GUMUCIO.-
¿De qué año es ese reglamento?
El señor AMPUERO.-
¡Este es el democrático Ministro del Interior, expresión de las democráticas aspiraciones y de los democráticos procedimiento de la Democracia Cristiana!
He traído este ejemplo a colación sólo para demostrar, una vez más, la falsedad crónica en que incurren los parlamentarios democratacristianos al rasgar vestiduras para presentarse como campeones de la democracia, cuando, en los hechos, con tinterilladas y recursos cobardes, están negando derechos elementales, inclusive a quienes tenemos investidura parlamentaria.
"