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El señor VALENZUELA VALDERRAMA (don Héctor).-
Señor Presidente, al iniciar el informe del proyecto de ley, de origen en un Mensaje del Ejecutivo, que modifica el Código del Trabajo en lo relativo a la forma de poner término a los contratos de trabajo de empleados y obreros, creo conveniente circunscribir las circunstancias en que se propuso y dictó la ley Nº 16.270, de 19 de julio de 1965, que prorrogó la vigencia del artículo 92 de la ley Nº 16.250, de 21 de abril de 1965.
El Diputado que habla tuvo el alto honor de presentar la moción correspondiente, ante una situación de hecho que se estaba planteando. Luego de expirado el plazo de inamovilidad fijado por el artículo 92 de la ley Nº 16.250, sabíamos que, por efecto de circunstancias ya conocidas, se produciría un despido masivo en diversos sectores industriales del país; sabíamos también que muchos de esos despidos, que provocarían cesantía y situaciones dramáticas en muchos hogares, estaban siendo alentados con el propósito de crearle situaciones difíciles al Gobierno del Excelentísimo señor Freí, que acababa de tomar las riendas del Poder.
Ante ese hecho, y a pesar de tener plena conciencia de que una ley de inamovilidad rígida podría producir otro tipo de inconvenientes, se impuso esta iniciativa hasta obtener su despacho por el Congreso Nacional, su promulgación por el Presidente de la República y su publicación en el "Diario Oficial".
Pero, en esa oportunidad, se hizo una clara advertencia, en el sentido de que se trataba de una ley de emergencia, que en su oportunidad sería sustituida por disposiciones sustantivas, incorporadas en forma permanente al Código del Trabajo, tendientes a obtener de la sociedad el debido respeto al trabajador y el reconocimiento de su derecho al trabajo.
El proyecto de ley que, en tal sentido, ha enviado el Ejecutivo al Parlamento, y que esta tarda tengo el honor de informar en nombre de la Comisión de Trabajo y Legislación Social, representa un paso de extraordinaria importancia en la consecución de las metas aludidas.
Con el ánimo de llevar adelante de una manera ordenada el informe correspondiente, considero necesario dividir mi exposición en tres partes: en primer término, entregaré a la Honorable Cámara una explicación acerca del espíritu general que informa este proyecto -el espíritu general dentro del cual está incorporado-, aspecto que juzgo esencial y sin cuya debida consideración no resulta posible comprender el alcance que tienen sus disposiciones. Luego presentaré un breve estudio de legislación comparada, para mostrar cómo encaran otros países el tema que hoy nos preocupa. Finalmente, analizaré en forma circunstanciada las diversas disposiciones del proyecto de ley que nos corresponde hoy despachar.
La inamovilidad rígida se justifica sólo como una etapa transitoria; pero no defiende cabalmente al trabajador o, al menos, a todos los miembros de la clase trabajadora, por una razón fundamentalmente simple. La cesantía tiene dos fuentes de origen: una, es la provocada por los despidos de trabajadores que las diversas empresas efectúan; otra fuente es aquélla que emana del hecho de que muchos empresarios -o muchas empresas, más bien dicho- no contratan al nuevo contingente humano que, año a año, se incorpora al mercado del trabajo y que, entre nosotros, alcanza a cifras del orden de los 80 a los 100 mil trabajadores.
Nosotros pensamos, señor Presidente, que todo hombre en condición de trabajar tiene derecho al trabajo. La sociedad debe proporcionarle la oportunidad de trabajar. Esta responsabilidad de la sociedad de proporcionar a todo hombre la oportunidad de trabajar constituye una de las concepciones más modernas y, tal vez, más incontrovertibles del concepto actual del derecho del trabajo. El hombre ha venido promoviendo una evolución en el concepto y en el establecimiento de normas de convivencia, pasando desde el individualismo burdo y craso, a etapas de una conciencia solidaria más clara y de más alto nivel.
Uno de los graves problemas que yo creo que afronta el movimiento social chileno, es el choque entre la conciencia social o conciencia de clase, por una parte, y el egoísmo de grupos o la conciencia de grupos, por otra.
Si nos colocamos en el terreno en el que, tal vez, sería más fácil conversar, la conciencia de clases como factor de madurez de la clase trabajadora supone considerar, en primer lugar, los intereses de la inmensa mayoría de la clase asalariada y los medios que favorezcan la mejor y mayor participación de los trabajadores en la vida económica y social del país, sin dejarnos fascinar por la apreciación que, sobre el problema, planteen algunos grupos que, por respetables que sean, no constituyen la gran mayoría, sino un sector o un grupo dentro de ella. Podrán ser, en un momento determinado, los profesionales, los técnicos, los trabajadores de una empresa tal o cual, los mineros, los campesinos, los industriales, etcétera. Cada uno de estos grupos o sectores son elementos integrantes de una realidad mayor, que debe ser considerada en la lucha entre los sectores sociales por su unidad, sin que ello nos lleve a perder la conciencia "social" de la comunidad.
En el plano del Derecho del Trabajo, el problema también se puede plantear en términos de pequeños grupos, por una parte, y la gran masa, por otra. Si enfocamos la privación del derecho al trabajo a la luz de la conveniencia y de la necesidad de un trabajador a permanecer, no en el trabajo, sino en "su" trabajo en tal empresa determinada, y radicamos en cada empresa la obligación, que, por otra parte, sabemos es propia de la comunidad, de proporcionar trabajo, estamos inspirando la estabilidad en el trabajo, en la línea de la inamovilidad, dentro de un trabajo, en cada empresa determinada. Estamos, al mismo tiempo, proyectando el país hacia una imagen absolutamente retrógrada, conservadora y, diría, contra-revolucionaria, en oposición a lo que son los esenciales anhelos comunes de cambio en la estructura económica y social, que yo estimo que alberga, propicia e impulsa la inmensa masa de la población del país. Podría objetar alguien que mientras en el proyecto en estudio se legisla respecto de un ordenamiento de relaciones entre el trabajador y la empresa, se mantiene intacta la estructura del régimen capitalista.
Quiero hacerme cargo de esta idea, que algún Honorable colega puede estar albergando en su mente, y afirmar, enfáticamente, que en nuestro concepto no se mantiene intacta la estructura del régimen capitalista. El régimen capitalista, en el mundo y en Chile, está siendo sometido no sólo a un proceso de revisión, sino, más aún, a un proceso de agonía y, diríamos, de desaparición inexorable. Está "jugando sus últimos descuentos", porque la participación creciente del valor del hombre común, expresado primero a través de la democracia política y, en seguida, a través de la democracia social; la presencia de los grupos sociales populares cada vez más influyentes en los destinos políticos y en los organismos legislativos, económicos y sociales, está produciendo, digo, un proceso de desaparición del sistema capitalista, en cuanto éste implica o significa el predominio, en la vida social, del hombre que posee capital sobre el hombre que ejerce trabajo.
En el caso actual, cualquiera que sea la visión que podamos tener de la mayor o menor eficacia con que el Gobierno actual lo hace, es un hecho incontrovertible que esta Administración enfrenta la realidad inevitable -la presencia popular en la vida económica y social- con la plena conciencia de que es al Gobierno al que le incumbe proyectarla, encauzarla y darle una reestructuración según sus convicciones. También tiene conciencia de que su misión no es detener este proceso, sino, por el contrario, afianzarlo, puesto que se trata de un proceso histórico irreversible. En el hecho, dicho proceso, en este momento, está siendo afianzado a través de cambios tales como la reforma agraria, la reforma constitucional, la reforma del régimen labor, la reforma del régimen de empresas, que se inicia con esta iniciativa legal; la reforma del régimen previsional y de la seguridad social.
-Hablan varios señores Diputados a la vez.
El señor VALENZUELA VALDERRAMA (don Héctor).-
Todas ellas son nuevas formas que van conduciendo a hacer de la vida solidaria en el nivel nacional, el norte o guía de la transformación económico-social, frente a una tradición que todavía hace predominar el interés de los "grupos de presión" sobre el interés general.
¿Cómo enlazar, señor Presidente, este planteamiento con el proyecto en actual discusión? Nosotros sostenemos que en la medida en que una sociedad requiere del cambio en su estructura económica, y -para decirlo de una vez por todas- en la medida en que pretende proyectar la producción de bienes y servicios hacia la gran mayoría de la población del país, hacia los más pobres, para la satisfacción de las necesidades primordiales, antes que para la producción de elementos de boato y de lujo, se está cambiando la dirección y orientación total de la actividad empresarial.
La estructura capitalista no debe seguir mirándose en su proyección tradicional, en lo que era y en lo que está dejando de ser. Me refiero a esa estructura que tiende a producir para las clases privilegiadas y para grupos minoritarios, fundamentando el lucro en el mejor negocio: en aquél realizado a través de sectores pequeños de gran ingreso. Nosotros queremos proyectar la estructura de la vida y servicios de carácter popular, que sirvan las necesidades de la inmensa masa. Y, por eso, estamos también procurando que en los sectores más carentes de capacidad de consumo, se opere un mayor ingreso, y que su mayor capacidad de compra sea el contra-equilibrio de una economía que se transforme al servicio de la masa popular.
¿Cómo vamos a transformar la orientación de la vida económica; cómo vamos a hacer producir a las empresas para la gran masa popular; cómo vamos a desalentar o impedir el funcionamiento de la actividad empresarial que sólo tiene como norte o guía a la producción suntuaria, si establecemos un mecanismo de inamovilidad en el nivel de cada empresa y si procuramos que la situación que hoy existe sea la que se mantenga, esto es, que las empresas que producen suntuarios con el trabajo de mil obreros, sigan produciéndolo con el trabajo de esos mil obreros y que la empresa que produce artículos populares con quinientos trabajadores siga produciéndolos con los quinientos trabajadores?
En realidad, en el fondo, lo que buscamos es alentar o impulsar el desplazamiento de los recursos humanos y económicos que el país posee, de las actividades económicas de bienes suntuarios hacia las actividades productoras de bienes populares. Este desplazamiento económico y humano no puede hacerse si mantenemos una línea rígida de inamovilidad, a nivel de los recursos humanos, porque ello acarrearía indefectiblemente la tendencia al estancamiento de los recursos económicos. Eso significaría permitir que subsista y continúe proyectándose una estructura reaccionaria, pues se dejaría que las empresas sigan produciendo y haciendo en economía y en recursos humanos, lo mismo que han estado haciendo hasta ahora y vienen haciendo desde el fondo de nuestra historia. Pretender mantener esto es ser reaccionario. Estamos en contra de esto; y el presente proyecto pretende solucionar esa situación.
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