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- rdf:value = " El señor SOTOMAYOR.-
Señor Presidente, en el Mensaje del proyecto de ley sobre reforma agraria Su Excelencia el Presidente de la República hace presente, en primer lugar y en forma destacada, que está destinado a corregir uno de los mayores obstáculos para el desarrollo de nuestra economía, por el déficit creciente de la producción agropecuaria y, en especial, de la alimentaria. Pasa, en seguida, a referirse a las diversas razones que motivan el envío de este proyecto y expresa, a ese respecto, que la primera de ellas es de carácter económico.
No me referiré a los aspectos social y cultural de la reforma agraria que ya han tratado y tratarán, oportunamente, otros señores Diputados de mi partido, sino, exclusivamente, a la parte económica, en lo que respecta a la producción misma, a sus defectos y a la manera de corregirlos.
En la página 2ª del Mensaje aludido, el Primer Mandatario hace referencia a los estudios realizados por la Oficina de Planificación Nacional, de los cuales es preciso destacar algunos antecedentes.
La producción agropecuaria, entre 1939 y 1965, aumentó en una tasa de sólo un 2%, mientras que la población lo hizo en un 2, 26%, produciéndose un notorio desajuste, que ha obligado al país a importar una creciente cantidad de alimentos. Mientras en 1939, Chile tenía un superávit de 13 millones de dólares, entre lo que importaba en alimentos y exportaba por productos agrícolas, esta diferencia de importación-exportación, en 1964, dejaba un saldo, en contra nuestra, ascendente a 120 millones de dólares. Esta cifra representa el 20% del valor de todas nuestras importaciones.
Más adelante expresa que, para apreciar dichas cifras, en los últimos catorce años Chile gastó en importar productos agropecuarios que se puede producir en el país, una cantidad superior a los mil millones de dólares. La inmensidad de esta suma se puede medir en que con esos recursos se habrían podido instalar dos nuevas usinas en Huachipato, tres plantas de celulosa, tres de azúcar de remolacha y dos refinerías de petróleo, lo que habría proporcionado trabajo a más de veinte mil personas.
Además de las consideraciones que más adelante expresa el referido Mensaje, nos encontramos que, de acuerdo con el Censo del año 1955, un tercio de la superficie arable del país no se cultiva, o se la explota en forma muy rudimentaria. En los terrenos dedicados al "talajeo" entre Santiago y Cautín, ese mismo tercio está cubierto con pastos naturales, en circunstancias que, si se contara con praderas mejoradas o pastos artificiales, su capacidad talajera aumentaría en cuatro veces.
Se refiera también el Mensaje a la enorme gravedad que reviste para el país que la masa ganadera bovina esté estancada desde 1955, lo que ha obligado a importar carne, anualmente, por un valor de 35 a 40 millones de dólares, a fin de satisfacer las necesidades de la población, la que incluso ha disminuido su consumo en forma alarmante.
De todas estas consideraciones, se deduce que, teniendo en vista los datos que más adelante expondré, Chile ha sufrido un gran mal, que es necesario remediar, a objeto de que a este proyecto de ley que hoy estamos discutiendo y que nosotros aprobaremos no le suceda lo mismo que han acontecido a otras iniciativas similares, en diversos países sudamericanos, que han pretendido realizar una reforma agraria, lo que incluso ha ocurrido en Rusia y China Roja, aunque esta última ha solucionado el problema. Este gran mal se debe a que, en Chile, no ha existido jamás una política agraria y a que con el sistema de precios políticos instaurado en el país, desde el advenimiento del Frente Popular, se ha desquiciado la agricultura, ya que esta política de precios ha tenido en vista sólo los intereses del consumidor y no los del productor agrícola, cuando debían haberse conjugado ambos factores.
Este productor se ha sostenido solamente gracias a las grandes extensiones de tierras que trabajaba, y que ahora, con esta ley, no va a poder disponer de ellas, como tampoco las va a tener esa inmensa cantidad de nuevos propietarios que queremos formar, y que sólo podrá subsistir merced a una serie de medidas que expondré más adelante.
Quiero hacer un paréntesis para demostrar lo que estoy afirmando. Según antiguos estudios de la CORFO -y entiendo que también del Banco Central de Chile-, la rentabilidad de la agricultura se calcula en un 8%. Pero la de las propiedades de renta es del 11%, y la de ciertas compañías que la tienen fijada por ley, como la de Teléfonos, es del 10%. Para los efectos tributarios, para el pago del impuesto a la renta que se aplica sobre el casco del predio, es del 10%. Si nosotros nos atenemos al proyecto que estamos tratando, de que los predios agrícolas deben tener una inversión por lo menos igual al valor del casco, quiere decir que dicha inversión está rentando solamente un 6%, lo que hace de ella un pésimo negocio, muy por debajo de los índices de inflación.
Por eso, nada obtenemos con repartir tierras, sin que paralelamente les demos a esos nuevos productores las herramientas necesarias para que desarrollen sus actividades en forma óptima. Estas herramientas, en gran medida, las debe proporcionar el Gobierno, como ciertamente vemos que lo está haciendo, ya que la agricultura es la única actividad productiva del país que no puede fijar sus precios de acuerdo a sus costos, como ocurre con todas las demás, por lo que, lógicamente, es muy sensible a cualquiera fijación de precios a sus productos. El Gobierno está consciente de este problema, y sabemos que remediará la situación con decisión y valentía.
Índice de producción y de precios.- Para poder saber qué ha pasado con la agricultura en un determinado período, no tenemos sino que estudiar sus índices de producción y de precios, y nos vamos a encontrar con cifras que nos demuestran que el mal está, como decía denantes, en la falta absoluta de una política agropecuaria.
En el estudio del trigo, que es el artículo de mayor producción del país, nos encontramos con lo siguiente: en 10 años, de 1950 a 1960, su rendimiento aumentó en un quintal por hectárea; entre los años 1960 a 1965, aumentó en otro quintal, sus áreas sembradas aumentaron, en promedio, un 10%; y su precio o valor bajó en casi un 10%. Después recupera su valor solamente en la cosecha de 1966, gracias a la nueva política que, a este respecto, está aplicando el Gobierno. En esta materia hay que ser objetivo, ya que, si hablamos de escudos de 1965, el valor en 1950 fue de Eº 28, 73, bajando a Eº 22, 93, en 1963; y a Eº 22, 71, en 1964.
Yo pregunto a mis Honorables colegas: ¿hay algún productor industrial que resista que le bajen sus precios en casi un 25%, sin que vaya a la quiebra? Esta es una de las razones más importantes que, a mi juicio, han liquidado, en gran parte, la producción agrícola.
Con los datos estadísticos vemos que la producción por hectárea ha aumentado, lo que significa mejor trabajo y empleo de la tierra; pero si la producción no ha aumentado, en general, se debe a que no ha tenido alicientes económicos, que son los únicos reales y efectivos.
Producción de ganado.- Aquí nos encontramos, tal como expresa el Ejecutivo en el Mensaje de este proyecto, con que la masa ganadera se ha mantenido prácticamente estancada desde 1950, lo que es sumamente grave para un país joven y lleno de recursos como el nuestro. Pero no sólo se ha mantenido estancada la crianza de ganado bovino, sino también la de cerdos que, en el decenio de 1950 a 1960, subió en un 12%, lo que, a todas luces, es insuficiente. En cuanto a la de ovinos, que siempre hemos considerado más que suficiente, ha disminuido en un 4%, en el decenio 1950 a 1960, lo que demuestra la absoluta gravedad de la situación a este respecto. Solamente la producción de carne de aves aumentó, en el mismo lapso, en un 14%, pero, gracias a la nueva política del Gobierno en esta materia, creemos que este aumento será sustancialmente mayor en el presente año. Estos antecedentes demuestran, hasta la evidencia, que la producción agrícola aumenta sólo cuando tiene precios remunerativos y mercados estable, con un poder comprador asegurado.
Volviendo al ganado bovino, debemos decir que su mantención, en el mismo número de cabezas, hay que tomarlo, en realidad, como disminución, ya que en el lapso indicado aparecieron vacunas mejoradas contra la fiebre aftosa, y se desarrolló su producción en forma masiva. Asimismo, se inició la fabricación de casi todos los remedios y vacunas y, lógicamente, su perfeccionamiento ha permitido abaratar sus costos, y mantener al ganado en mucho mejores condiciones sanitarias que hace quince años.
Pero veamos qué dicen los precios. Si nos basamos en el índice 100, que corresponde al quinquenio 1956-1960, y lo comparamos con el del quinquenio 1951-1955, que fue de 135, 05, resulta que el precio del ganado bovino bajó, para el productor, en un 35%.
Señor Presidente, solicito que se prorrogue la hora para dar término a mis observaciones.
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