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    • rdf:value = " El señor SILVA (don Julio).- Ya en el Plan Agrario de 1945, preparado por el Ministerio de Agricultura, se consigna que "entre las causas del desamparo en que viven el inquilino y el obrero agrícola, se encuentra el ausentismo patronal", ausentismo que por cierto termina con ese sentido protector del viejo paternalismo que, en su época, pudo mostrar algunas virtudes sociales. Los salarios agrícolas han sido los más bajos en comparación con otras actividades, como se desprende de las estadísticas del Servicio de Seguro Social, y sólo recientemente, a partir del 1° de mayo del año pasado, se igualó el salario mínimo de la industria y el comercio. Se sabe que, en general, las condiciones ambientales, de vivienda, salubridad, educación, han llegado a ser extremadamente críticas y hasta subhumanas. En un seminario sobre la vivienda campesina efectuado en la Universidad Católica en 1958, se llegó a la conclusión de que más de la mitad de las viviendas campesinas debían ser totalmente reemplazadas. Un estudio del Ministerio de Agricultura en fundos de más de cien hectáreas en la comuna de San Vicente de Tagua-Tagua, cuyas condiciones son más bien superiores a las del promedio del país, estableció que el 37% de las casas tenían piso de tierra; el 60%, ningún tipo de servicio sanitario; el 37% se abastecía con agua de acequia. En una pieza habitaban, hacinadas, hasta seis personas, y el 90% de las camas servía hasta para cuatro personas. Según el censo, de la población en edad escolar en el área rural, de 7 a 14 años, había un 48% de analfabetos, 232. 000 personas, y un 36% de la población rural mayor de 15 años, más de 400. 000 personas, cifras por cierto muy superiores al analfabetismo urbano, 11, 2% de la población mayor de quince años. Según el Servicio Nacional de Salud, la mortalidad infantil en el sector rural ha llegado a la tasa de 129 por mil de niños menores de un año, que mueren por falta de una alimentación adecuada, o por carecer de condiciones higiénicas mínimas para subsistir. Si bajos son los ingresos del sector agrícola en relación con la población ocupada en él, la distribución de estos ingresos es aún peor que la distribución de ingresos en el resto de la economía nacional, todo lo cual determina un ingreso bajísimo para el sector laboral o trabajador del campo. Este sector, que comprende el 92% de la población activa en el campo, recibe apenas el 34 % del ingreso total agropecuario del país, en tanto que el sector patronal, formado por el 7, 6% de la población activa, recibe el 65, 6% de los ingresos, según datos proporcionados por el Ministerio de Agricultura, don Hugo Trivelli, a la Comisión de Agricultura. Según otros estudios, en 1960 el promedio de lo recibido por cada persona del sector que hemos llamado laboral o trabajador fue de 380 escudos al año; en cambio, cada persona del sector que hemos llamado patronal recibió 6. 500 escudos, moneda de 1960. Pero esto es en términos globales, porque, según un estudio practicado por el profesor de la Universidad de California señor Marvin Sternberg en el mismo año 1960 se estableció que el ingreso neto de veinte agricultores que poseen más de cinco mil hectáreas entre las provincias de Aconcagua a Colchagua alcanzó a 65. 000 escudos, para cada uno, en moneda de 1960. Según el mismo estudio, estos agricultores dedicaron, en promedio, el 84% de su ingreso neto a gastos de consumo generalmente suntuario, dejando para inversión una parte ínfima, en tanto que los campesinos, con ingresos muy bajos, quedaron al margen del mercado de productos industriales y sin medios para procurarse una vida digna. La emigración masiva de los campesinos a las ciudades, que se calcula en más de un millón de campesinos, entre 1940 y 1960, no se hace tanto bajo el estímulo positivo del desarrollo industrial, sino mucho más por el estímulo negativo de la falta de trabajo, y a menudo de las insufribles condiciones de vida en el campo, durante una época en que el hombre aspira a una vida civilizada que llega, aun a los campesinos más apartados, mediante los medios de información y comunicación que se extiendan a todas partes. La prueba de lo que decimos la encontramos en que la economía urbana no está en condiciones de integrar a estos campesinos y los deja marginados en las llamadas "poblaciones callampas", fenómeno que tampoco es exclusivo de nuestro país, sino que se da también en otros países del continente, y podemos observar que estas "poblaciones callampas" han crecido en forma paralela al éxodo de los campesinos. En efecto, el censo de 1952 registra 130 mil viviendas de este tipo con 640. 000 ocupantes, y en 1960 el número de estas viviendas había aumentado a cerca de 200 mil; y sus ocupantes, a 1. 050. 000, cifra que corresponde casi exactamente a la emigración de 1. 000. 000 de campesinos entre 1940 y 1960, a que aludimos antes. No nos corresponde aquí enjuiciar a los grandes agricultores que han sostenido y aprovechado el régimen de la tierra a que nos venimos refiriendo. Se sabe que el dominio de la tierra les dio durante más de cien años un poder político y social casi incontrarrestable, que, hasta no hace mucho, conservaban en buena medida, y que sus importantes influencias se ejercieron sistemáticamente para resistir a toda política de impuestos sobre la agricultura, para devaluar la moneda a fin de reducir el monto real de sus deudas, y oponerse, en general, a las innovaciones que pudieran amagar las condiciones de su poder económico y político, hasta el punto de haber solicitado con viva molestia, en 1931, por medio de la Sociedad Nacional de Agricultura, nada menos que la derogación del Código del Trabajo respecto a las labores agrícolas y haber conseguido, hasta el día de hoy, que los obreros agrícolas estuvieran imposibilitados de ejercer su derecho elemental a asociarse en sindicatos. Sobre esta materia, han escrito diversas obras autores nacionales y extranjeros. El estudio del señor Ricardo Lagos titulado "Tributación agrícola de Chile" establece, a propósito del problema de los impuestos, que en el año 1940 la participación agrícola en el producto total del país fue de 14, 9% y, en cambio, su participación en la tributación, fue de 5, 7%; en 1950, la participación agrícola en el producto del país fue de 13% y en la tributación, de 5, 9%; en 1960, su participación en el producto fue de 13, 2% y de 4, 9% en la tributación; en 1962, la participación agropecuaria en el producto nacional fue de 9, 1% y en la tributación, sólo de 3, 8%... "
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