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    • rdf:value = " El señor ARAVENA (don Andrés).- Señor Presidente, el Partido Socialista, por mi intermedio, inicia su participación en este debate sobre el proyecto de reforma agraria, enviado por el Ejecutivo, con la satisfacción plena e íntima que da el hecho de ver confirmado por la historia uno de los principios básicos de su programa, es decir, la necesidad de realizar una auténtica reforma agraria en nuestro país, que logre poner fin al actual régimen feudal del latifundio y que permita fomentar la explotación científica y racional de la agricultura y, fundamentalmente, sacar al campesino nuestro de los marcos de miseria, frustración y condiciones subhumanas de existencia. Durante toda nuestra lucha partidaria, es decir, por más de 30 años, hemos insistido, en todos los tonos, en cada circunstancia propicia, en esta necesidad fundamental para el desarrollo de nuestro país. A lo largo de todo este tiempo, hemos afrontado, de parte de nuestros enemigos seculares, que a la vez son enemigos de la Patria, las más infamantes acusaciones, persecuciones y calumnias. Los diarios, las emisoras de la reacción chilena, todos sus medios de publicidad, los testaferros de la oligarquía, a cada instante nos motejaban de "demagogos", de "agitadores profesionales", de "sembradores de odio", de "activistas de países extranjeros". Pero cuando se está al lado de la razón, cuando una profunda convicción anima la lucha por cualquier objetivo de beneficio para las mayorías, sabemos nosotros, los socialistas, que terminará por imponerse el interés común y no el interés de unos pocos, aunque éstos apelen a todos los recursos que otorga el poder político y económico. Y no solamente hemos sido calumniados por exponer francamente nuestra posición insobornable en favor de la reforma agraria, sino que también cuando hablamos y exigimos una verdadera reforma educacional, una reforma industrial y una política exterior libre e independiente de los dictados del imperialismo extranjero. Entonces, también, somos, y seguimos siendo, atacados vilmente, si afirmamos que nuestra Patria sólo podrá encontrar el camino de su progreso cuando efectivamente el pueblo, sus trabajadores, su juventud, sus empleados, técnicos, profesionales, en suma, toda su gente progresista, tomen participación activa y creadora en la función y la gestión de un Gobierno auténticamente democrático y popular. Cuando un Gobierno interpreta al pueblo trabajador, nunca, señor Presidente, hace matar a sus propios hermanos de clase, como fatalmente ocurrió, hace pocos meses, en la "masacre" del mineral de "El Salvador"; nunca mata y hiere a campesinos, como también ocurrió con la muerte del campanero Cereceda, del fundo "Los Cristales", en Curicó, por reclamar, junto a sus compañeros, una seguridad elemental para el desempeño de su trabajo. Ahora, ya no solamente es el Partido Socialista el que sustenta tal necesidad, sino que vastos y mayoritarios sectores del país concuerdan fervorosamente con nuestra posición. Desde luego, es el propio campesinado el que ha despertado ante una nueva conciencia de sus derechos. La voz de los partidos populares, acerada cada día más en la lucha, logró tener eco entre los hombres que trabajan la tierra. Y en memorables oportunidades electorales, en los años 1958 y 1964, éstos votaron por candidatos que incluían en sus programas la realización urgente de una reforma agraria. Claro es que los que votaron por el actual Gobierno, lo hicieron creyendo de buena fe que tal reforma se haría rápidamente, y con la participación del campesinado. Hasta la Iglesia Católica, en muchos aspectos, cuna y sostén de clanes conservadores, ha tenido que hacer oír su voz, reclamando un cambio de fondo en la política agraria seguida en nuestro país. Hasta los organismos más reaccionarios e insensibles, aglutinados especialmente en los ya casi olvidados Partidos Conservador y Liberal, hablan de reforma agraria; pero, naturalmente, de una reforma agraria tal, que no perjudique sus grandes y seculares intereses de señores de la tierra. La juventud, en una mayoría abrumadora, ha llegado a organizarse en un frente común de lucha, con el objeto de impulsar un rápido despacho del proyecto y su pronta y efectiva aplicación. El clamor popular va creciendo en la medida en que transcurren los días, sin que se vea un afán sincero del Gobierno de lograr una pronta dictación de esta ley. El tono conciliador empleado por el Ministro de Agricultura y el propio PresidenteFrei, las concesiones cada vez más amplias otorgadas a aquellos sectores que han acumulado sus riquezas mediante la explotación indiscriminada de la tierra y la explotación inhumana de los auténticos campesinos chilenos, hacen que, a nuestro juicio, estas contradicciones entre la teoría y la realidad democratacristiana sean totalmente funestas para el interés del país. Ya hemos dicho que una mayoría impresionante de chilenos está con esta iniciativa de ley; y, por lo tanto, cuenta con su respaldo objetivo para avanzar sin vacilaciones, sin timidez alguna. Las campanas bélicas, que llaman a la insurrección, sus toques de amenazas y de alarma, son reacciones lógicas de una clase añeja, retardataria, en el ocaso de su vida, en su mayor parte negativa, que usufructo del trabajo ajeno. No puede tenerse, entonces, la ingenuidad de creer que en las luchas económicas, las clases perjudicadas vayan a permanecer indiferentes y tranquilas ante la ofensiva popular, que pugna por una más justa y equitativa redistribución de la riqueza. Pero todo lo que hagan por impedir el cambio será en vano, porque ya el veredicto ha sido dado y las fuerzas progresistas se impregna cada vez más con el afán de realizarlo. Toda demora traerá, como ya ha ocurrido, componendas y transacciones, "muchas veces impulsadas por propios militantes democratacristianos, que son conocidos latifundistas, o que guardan estrechos vínculos y relaciones con representantes del gran latifundio". Por ello, el Partido Socialista afirma que no hay razón valedera y justa para que este proyecto progrese en la forma tan lenta e irritante en que se ha llevado, hasta ahora, por parte de los representantes democratacristianos. El interés común, el interés de la sociedad toda, debe ser el arma imperativa que este Gobierno tiene que usar para su pronto despacho y rápida aplicación. Por lo demás, personeros importantes de la Democracia Cristiana han insistido, públicamente, en declaraciones sobre la materia, en que en la rapidez de la aplicación de una reforma agraria radica, en gran parte, el éxito de ella; por opinar así, estos personeros tampoco han escapado a que se les moteje de "marxistas emboscados"... Hay un punto acerca del cual todos los sectores de la vida nacional... El señor URRA.- ¿Me permite una interrupción, Honorable colega? El señor BALLESTEROS (Presidente).- Honorable señor Aravena, el Honorable señor Urra le solicita una interrupción. El señor ARAVENA (don Andrés).- Tal vez más adelante, señor Presidente, pero ahora no deseo ser interrumpido. El señor BALLESTEROS (Presidente).- Puede continuar Su Señoría. El señor ARAVENA (don Andrés).- Hay un punto acerca del cual todas los sectores de la vida nacional expresan unánime criterio. Y éste es el reconocimiento de que, en nuestro país, existe una dramática crisis agrícola, cuyas profundas raíces han hecho y siguen haciendo estériles cuantos esfuerzos se han hecho por superarlas. Será inútil toda nueva tentativa, si ella no se hace dentro de un sistema político, social y económico diferente; es decir, si no se hace dentro de un Gobierno que luche impulsado y respaldado por la clase trabajadora. Esta crisis afecta, como es fácil suponer, no solamente a la población relacionada directamente con la agricultura, sino que, en una u otra forma, a todos los sectores del país. Está comprobado históricamente que la actual estructura agraria chilena provoca la subutilización del factor tierra, porque la existencia de propiedades de gran extensión que hay en el país... El señor URRA.- ¿Me permite una interrupción, Honorable colega? El señor BALLESTEROS (Presidente).- El Honorable señor Aravena manifestó que no desea ser interrumpido, señor Diputado. El señor ARAVENA (don Andrés).- ... determina que la mayoría de los propietarios no demuestren mayor interés por mejorar su productividad por unidad de superficie, por cuanto las inmensas extensiones de tierras que poseen les permite explotar reducidas superficies, naturalmente, escogiendo las partes mejores, y abandonando a los variados fenómenos naturales, entre ellos la erosión, gran cantidad de suelo, el que, con un concepto audaz y progresista, podría incorporarse a la producción agrícola. "
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