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    • rdf:value = " El señor ROSALES.- Señor Presidente, los Diputados comunistas estamos plenamente conscientes de que entramos a un debate de la mayor importancia y de innegable trascendencia para la vida de nuestro pueblo, para sus masas de campesinos y para el destino de toda la nación. Creemos no exagerar si afirmamos que éste es el debate de mayor significación que se haya realizado en la vida y en la historia del Parlamento chileno. Lo creemos así, porque el proyecto sobre reforma agraria que entramos a discutir está destinado a cambiar el actual sistema de tenencia de la tierra en nuestro país. Como dijera en esta misma Sala, hace sólo algunos días, nuestro Honorable colega señor Robles, los comunistas fuimos los primeros en levantar en Chile la bandera de la reforma agraria. Desde hace medio siglo venimos hablando de este problemas y de la necesidad de acabar con el latifundio, cuando decir estas cosas era una especie de herejía. En todo los congresos plenos y reuniones de nuestro Partido ha estado siempre presente este tema y hemos abogado por satisfacer la urgente necesidad de llevar a cabo en Chile una auténtica y profunda reforma agraria. Estas ideas fueron haciendo conciencia en la clase obrera, en los campesinos, en la masa ciudadana y en la opinión pública, y nos alegramos muy sinceramente de que otros partidos y otros sectores hayan en-arbolado también esta bandera y hoy nos encontremos debatiendo un proyecto de ley sobre reforma agraria. Los comunistas siempre hemos dicho que una auténtica reforma agraria, como la que se ha hecho en los países del mundo socialista, donde gobierna el pueblo y donde están en el poder los trabajadores, o como la que se ha operado en Cuba, aquí en nuestro propio continente, debe reunir tres condiciones esenciales: 1°.- Acabar de una vez y para siempre con la lacra maldita del latifundio, responsable del atraso, de la miseria y del hambre que sufre nuestro pueblo; 2°.- Entregar, efectivamente, la tierra a los hombres que la trabajan y que son capaces de hacerla producir con su esfuerzo y sacrificios; en lo posible, en forma gratuita ya que no puede exigírsele el pago de un terreno a un campesino que recibe salarios miserables. Pero, junto con entregar la tierra a los campesinos, los comunistas hemos planteado que es indispensable también proporcionarles todos los elementos necesarios para trabajarla y hacerla producir en buenas condiciones, como herramientas, animales, maquinarias, semillas, aperos, abonos, créditos etcétera, y 3°.- Una auténtica reforma agraria debe dar a las masas campesinas la organización adecuada y conveniente para que puedan luchar contra sus opresores y defender las tierras que se les asignen. Hemos afirmado, en muchas ocasiones, que la nación chilena y nuestro pueblo tienen dos grandes, poderosos y mortales enemigos: el imperialismo norteamericano, que saquea nuestras riquezas, atenta contra nuestra soberanía y lesiona nuestra dignidad e independencia; y el latifundio, que condena a nuestro pueblo a vivir en el atraso y en la miseria. Estos dos enemigos siempre han marchado juntos, se han amparado y se han protegido. Nunca ha habido pugnas entre ellos, como pudiera desprenderse de las palabras que esta tarde escuchamos al Honorable señor Zepeda Coll. No, señor Presidente. Y hay un hecho reciente que lo demuestra: los convenios del cobre fueron posibles y se perfeccionaron y promulgaron -estos convenios que dan más ganancias, más privilegios y utilidades a las empresas imperialistas- gracias al apoyo de la oligarquía. Por eso nadie puede llamarse a engaño. Hemos dicho también que no podrá haber progreso ni avance ni bienestar para las masas campesinas ni democracia ni paz social, ni libertad, mientras no seamos capaces de erradicar definitivamente este cáncer del latifundio que corroe el cuerpo social de nuestra nación. Así lo han entendido incluso países del mundo capitalista. Al definir las tareas que es necesario cumplir en la lucha antiimperialista el programa de nuestro partido dice textualmente: "Luchamos decididamente por todas las reivindicaciones de los obreros agrícolas y de las demás capas trabajadoras del campo. Solidarizamos con el combate por la tierra y por el agua que sostienen las grandes masas campesinas, incluidos los indígenas. Apoyamos las acciones de los inquilinos, medieros, peones y voluntarios contra los intentos de reducir y aun de eliminar las regalías que tradicionalmente les han correspondido. Respaldamos decididamente la organización sindical de los asalariados agrícolas y la movilización por sus reivindicaciones. "Valorizamos la constitución de la Federación de Campesinos e Indígenas y la unidad en ella de las capas antifeudales del campo. Nos pronunciamos en favor de la inamovilidad en la tierra de los inquilinos, medieros, arrendatarios y colonos, y de todo lo que tienda a arrebatar privilegios a los latifundistas y a extender el crédito y la ayuda técnica, los medios de trabajo, la posibilidad de disponer de aperos, semillas, abonos, maquinarias, etcétera, a los sectores rurales, incluso a los propietarios que no sean grandes latifunditas. "Sostenemos la necesidad de desahuciar el Convenio Agrícola con los Estados Unidos, construir caminos que pongan en comunicación a los sectores abandonados del campo con los centros de consumo, fomentar el regadío mediante una amplia red de tranques y canales, ampliar y poner al servicio de los campesinos equipos mecanizados, instalar silos, estimular el cultivo de forrajes e internar reproductores para fomentar la ganadería, mantener la integridad de las comunidades indígenas amenazadas de división, detener el avance de las dunas y del desierto en el Norte Chico, defender la riqueza forestal del país, combatir la erosión y propender al desarrollo agropecuario del Norte Grande y de las provincia de Aisén y Magallanes. " Y refiriéndose concretamente a la reforma agraria, en el programa de nuestro partido se expersa: "La reforma agraria, que constituye uno de los objetivos fundamentales e inaplazables de la actual etapa de la revolución chilena, debe confiscar las tierras y los medios de producción anexos (edificios, maquinarias, aperos, etc. ) de los grandes terratenientes y entregarlos a los obreros agrícolas, inquilinos, ocupantes, campesinos pobres y técnicos agropecuarios. Los grandes fundos, racional o intensamente explotados en forma capitalista, y las estancias ganaderas de Aisén y Magallanes, también serán confiscados; pero se entregarán a cooperativas de obreros agrícolas o pasarán a poder del Estado como granjas modelos para impulsar determinados cultivos al más alto nivel técnico de producción. A las comunidades y ocupantes da tierras fiscales se les entregarán títulos gratuitos de dominio. A los mapuches y demás indígenas se les devolverán las tierras usurpadas, se les asegurará la enseñanza en su propia lengua además del idioma español, y se desarrollarán sus tradiciones y cultura nacionales. "La reforma agraria no afectará los intereses de los agricultores que no sean latifundistas. Se expropiarán los latifundios y a sus actuales propietarios se les dejará una cantidad de tierra suficiente para que ellos puedan vivir trabajándola. "La realización del lema "La tierra para el que la trabaja" puede tener diferentes formas prácticas. La entrega de la tierra a los obreros agrícolas será, en general, sobre la base cooperativa. Una gran parte de los campesinos recibirá, con la reforma agraria, individualmente, determinados mínimos de hectáreas de acuerdo con la zona y calidad de los suelos a fin de que puedan mantener a sus familias alcanzando un nivel de productividad más elevado que el actual. Pero ello no basta. Se requiere organizar en gran escala la entrega a los campesinos de ayuda y medios de trabajo. Además, el progreso de la agricultura y el bienestar da! campesino exigen que éstos adopten, sobre la base de la más absoluta voluntad, diversas formas de cooperación en su trabajo. "Los comunistas somos partidarios del desarrollo de una gran agricultura colectiva, basada en cooperativas constituidas democráticamente, que aprovechen todos los medios de la ciencia y de la técnica y faciliten el acceso de las masas agrarias a la cultura y al progreso. " Esto es lo que dice en el programa de nuestro Partido sobre las materias que entramos a debatir. Otras instituciones se han pronunciado también en favor de la reforma agraria, incluso la Iglesia Católica. Ahí está para demostrarlo, lo expresado en las últimas encíclicas papales, o lo que dijeron los Obispos del Episcopado chileno en la tan conocida y comentada Pastoral del año 1962, titulada "La Iglesia y el problema del campesinado", que fue recordada aquí por el Honorable Diputado informante de la Comisión de Agricultura y Colonización, nuestro estimado amigo don Julio Silva Solar. Condenando, expresamente, las injusticias que se derivan del actual sistema de tenencia de la tierra en nuestro país en el Nº 21 de esa Pastoral se dice textualmente: "Cuando es impedido el ejercicio de los derechos primarios y naturales al uso de los bienes de la tierra y los hombres viven deprimidos por la miseria, la ignorancia o el desprecio, se está cometiendo la más grave de las injusticias y se pone en gravísimo riesgo la paz social. Dios ciertamente no puede querer que unos disfruten de todas las comodidades procuradas por el progreso moderno, mientras otros, con cuyo sudor y trabajo se han producido, en buena parte, aquellas comodidades, vivan en condiciones de necesidad y de miseria. No es conforme a la naturaleza de las cosas que un gran número de seres humanos viva en peligro de frustrar su destino personal. La liberación del hombre de la miseria es el primer y más urgente objetivo de la acción social que el cristianismo tiene por tarea". Más adelante, analizando las diferencias que separan a los dueños de la tierra de los campesinos, en el Nº 24 de esa misma Pastoral se expresa... El señor ISLA (Vicepresidente).- ¿Me permite, Honorable señor Rosales? La Mesa propone a la Honorable Cámara adoptar los siguientes acuerdos: Unir la presente sesión con las dos sesiones a que ha sido convocada la Cámara para mañana. Suspender la sesión de hoy a las 24 horas y reanudarla mañana a las 10 horas, en vez de un cuarto para las 11. Acordado. Puede continuar el Honorable señor Rosales. El señor ROSALES.- Decía, señor Presidente, que más adelante se expresa en esta misma Pastoral: "Nos es doloroso comprobar un desequilibrio pronunciado, que no puede subsistir sin convertirse en amenaza de rupturas violentas entre el propietario de la mayor parte de las tierras cultivables en nuestro país, y el campesino que las trabaja directamente. Aquél vive en la ciudad casi todo el año; éste es un extraño en la ciudad. Los adelantos y comodidades son para aquél, no para éste". Por su parte, el estudioso sacerdote señor Oscar Domínguez, en su celebrado libro titulado "Sociología Rural", tiene también palabras de condenación para el latifundio en Chile. Desde luego, este sacerdote afirma que este sistema, ya anacrónico en el mundo y que ha merecido la reprobación universal, se basa en el robo y el despojo. Historiando sus orígenes, el sacerdote señor Domínguez expresa textualmente, al referirse a los actuales propietarios de la tierra: "Al atribuir a la propiedad un valor casi religioso, olvidan que en su origen los hacendados fueron los beneficiados por la reforma agraria que despojó a los indios de sus tierras". Ya hemos dicho que el latifundio es el responsable del atraso y del hambre que sufre nuestro pueblo. No podemos olvidar que en el agro chileno se encuentran los más altos y aterradores índices de mortalidad infantil. Los niños de nuestros campesinos nacen y crecen desnutridos y raquíticos, porque, muchas veces, se da el caso de que la mujer campesina que ordeña la vaca del patrón no dispone de un vaso de leche para darles a sus hijos. Ocurre también el hecho insólito de que el campesino que prepara la tierra, que siembra el trigo, que lo riega, que lo cuida, que lo siega, que lo cosecha, muchas veces no dispone del pan suficiente para alimentar a su familia. Podemos afirmar, sin caer en exageraciones, que el 60 ó el 80% de los niños campesinos se acuestan con hambre y, lo que es mucho peor, ¡van a la escuela con hambre! El latifundio también es el responsable de la ignorancia en que han vivido y viven las masas campesinas, ya que los índices de analfabetismo acusan porcentajes del 40 y hasta del 50% en algunas regiones del país. Además, el latifundio es el responsable de que en nuestra Patria falten los alimentos esenciales para nuestro pueblo. En el curso de este año, como en los anteriores, faltará trigo, carne, leche, mantequilla, papas. ¿Por qué ocurre esto, señores Diputados? ¿Es que en nuestro país no se da el trigo, ni se pueden cultivar las papas, en cantidades suficientes para po-der alimentar convenientemente a nuestra población? Técnicos extranjeros que han recorrido nuestro país, especialmente su territorio agrícola, han dicho que aquí podrían vivir, bien comidos, bien alimentados, bien vestidos y con un alto "standard" de vida, 30 ó 40 millones de habitantes. Somos poco más de 8 millones y vivimos a medio comer. Y si los señores Diputados me permiten la expresión podría decir que vivimos a "media tripa". ¿A qué se debe esta situación? A una razón muy sencilla: a que la mayor parte de la tierra cultivable en Chile se encuentra acaparada por un puñado de latifundistas que no la trabajan, que no la hacen producir, que la mantienen, por lo general, abandonada y ociosa, y que ni siquiera viven en sus tierras. Desde hace algunos años, se viene acentuando la escasez y la falta de alimentos en nuestro país. Cada vez son más grandes las. sumas que debemos invertir en importar estos alimentos desde el extranjero. En el propio informe, se dice que, en el año 1960, Chile debió gastar la considerable suma de 117 millones de dólares en traer alimentos desde otros países, aparte de aquéllos que se recibieron por la vía denigrante de la caridad internacional. Esta cifra aumentó a 126 millones, en números redondas, en el año 1961; se elevó a 127 en el año 1962; ascendió a 181 millones de dólares en el año 1963; volvió a subir en el año 1964; y fue del orden de los 190 millones de dólares el año pasado. Durante el presente año, se batirán todos los "records", ya que ella sobrepasará los 200 millones de dólares, calculándose las cantidades que se indican para la importación de los productos que se señalan: Trigo, para un déficit calculado entre 6 y 8 millones de quintales, 65 millones de dólares. Carne, 50 millones de dólares. Leche, para un déficit calculado entre 500 a 600 millones de litros, 45 millones de dólares. Aceite, 10 millones de dólares. Azúcar, 20 millones de dólares. Todo esto da un total de 190 millones de dólares, sin tomar en consideración importaciones de otros productos, como cueros, grasas, cebos, productos tropicales o subtropicales, lo que hace que esta extraordinaria sangría de dólares aumente considerablemente. De estos guarismos se desprende que, en los últimos seis años, Chile ha gastado más de mil millones de dólares en importar alimentos que el país está en condiciones de producir si se cultiva convenientemente la tierra y se elimina la lacra del latifundio. Los señores Diputados pueden imaginarse lo que se podría hacer, o construir, en el agro chileno, con la extraordinaria suma de dinero que el país debe pagar para traer, desde otras naciones, los alimentos que nuestro pueblo necesita. ¡Cuántas obras de infraestructura se podrían realizar; cuántas escuelas, puentes, hospitales, caminos, postas de primeros auxilios, obras de agua potable, de alumbrado público, de alcantarillado, de pavimentación, construcción de silos, adquisición de herramientas, semillas, aperos, abonos, etcétera, destinados a mejorar la explotación agrícola y la situación económica y social de los trabajadores de la tierra! No queremos abrumar con estadísticas a la Honorable Cámara. Ya el señor Diputado informante ha proporcionado antecedentes abundantes para demostrar la aberración y la injusticia que significa la actual tenencia de la tierra en Chile. Sólo queremos agregar, a manera de simple ilustración, que el 1% de los propietarios agrícolas tienen en sus manos, en nuestro país, el 60% de la tierra cultivable; mientras que, por otro lado, hay 76 mil predios que tienen menos de 10 hectáreas. A esto podríamos agregar que del millón trescientas mil hectáreas regadas que hay en Chile, el 42% está en manos de grandes y poderosos latifundistas, y que 500. 000 hectáreas, más o menos, tienen pastos naturales. Deseamos agregar estos otros antecedentes abismantes: 696 propietarios, que representan apenas el 0, 5% del total, son dueños aproximadamente del 55% de toda la superficie agrícola del país; mientras que el 85% de los propietarios, desde aquellos que poseen menos de una hectárea hasta los que tienen 99, son dueños apenas de un 0, 8% del total de la superficie agrícola y, frente a todo esto, hay 350 mil y tantos campesinos, trabajadores de la tierra que viven en condiciones de parias, que no tienen una sola pulgada de tierra. Con esto hay que terminar. Esto es lo que no puede seguir. No podemos tolerar que haya en Chile hacendados que tienen 4 ó 5 fundos, con miles y miles de hectáreas que no se cultivan, que no se trabajan; en tanto que, frente a este pequeño grupo de privilegiados, que son verdaderos "zánganos" ociosos, haya miles y cientos de miles de campesinos que trabajan los suelos ajenos y que no tienen más tierra propia que la que llevan pegada a sus ojotas. Por eso, nosotros, los comunistas, hemos dicho -y lo repetimos aquí esta tarde- que no podrá haber progreso y bienestar en nuestra patria mientras no seamos capaces de liquidar de una vez y para siempre el latifundio. Y por eso, también decimos al país, desde alta tribuna, que no hay en este instante en Chile una tarea más noble, más urgente y más revolucionaria que la de luchar por la implantación de una auténtica y profunda reforma agraria. Y ésta no es una apreciación caprichosa de nuestra parte, sino que es ampliamente compartida por la abrumadora mayoría de la opinión nacional. Así quedó plena y definitivamente demostrado y ratificado en la última elección presidencial. El millón de votos que alcanzó el candidato popular, compañero Salvador Allende, se pronunció clara y categóricamente por una auténtica y profunda reforma agraria. Y del millón cuatrocientos mil votos que obtuvo el candidato señor Frei, por lo menos, un millón estuvo también por la modificación de la actual tenencia de la tierra. Lo mismo podría decirse con respecto al pronunciamiento ciudadano en la elección parlamentaria de marzo del año pasado; y si a todo esto sumamos la posición del Partido Radical, quiere decir que el 95% de los chilenos está exigiendo y reclamando la realización de la reforma agraria. Este verdadero clamor nacional no puede ser desoído. Y es que la reforma agraria no sólo interesa a los miles y cientos de miles de campesinos sin tierras, a los medieros y a los arrendatarios que trabajan la tierra ajena, a los inquilinos, a los voluntarios o a los minifundistas que tienen poca tierra. La reforma agraria interesa también al obrero de la ciudad, al trabajador minero, al que labora en las fábricas, en los talleres, en las industrias, a la dueña de casa, al estudiante, al profesional, al técnico, al comerciante; porque, si hay más producción en los campos, habrá más que comer en la ciudad. Si la tierra chilena produce en abundancia, habrá más materias primas para las industrias; si el campesino tiene un más alto "standard" de vida y aumenta su poder de compra, podrá adquirir los artículos que producen las fábricas: zapatos, vestidos, muebles, radios, televisores, etcétera, como ocurre -y lo hemos visto- en los países del mundo socialista, donde el obrero campesino, liberado para siempre de la explotación y dueño de la tierra que cultiva, vive confortablemente con su familia, disfrutando de todos los adelantos de la técnica y de la ciencia. Eso queremos también para nuestros hermanos campesinos y para ello deseamos que se implante en Chile una auténtica y profunda reforma agraria. Pero no sólo es necesario terminar con el monopolio de la tierra acaparada en unas pocas manos; es urgente terminar además con el monopolio de las aguas de riego, que también han sido acaparadas por la oligarquía terrateniente y feudal. Las aguas que, en tiempos de la Colonia, fueron bienes nacionales de uso público, pasaron a ser, con el correr del tiempo, propiedad exclusiva de los que acapararon la tierra, y hoy nos encontramos con hechos absurdos y aberrantes como el que los dueños de las aguas de riego pueden disponer libremente y a su antojo de este vital elemento en la fecundidad de los suelos. Pueden venderlas, arrendarlas, transferirlas o simplemente botarlas y, por lo general, es esto último lo que hacen con mayor frecuencia y con un desprecio absoluto por el interés y bienestar de la humanidad. Se da el caso, por ejemplo, de que en los ríos de Chile no se pueden realizar trabajos o proyectos de mejoramiento o almacenaje en tranques nocturnos, porque todas las mercedes de esos ríos pertenecen a oligarcas de la tierra; o hechos tan irritantes como el que ocurre en la zona de Calama, donde dos o tres personas disponen de todas las aguas de riego de ese lugar. Esto tampoco puede continuar, porque constituye un atentado odioso en contra del interés común y del progreso de nuestra Nación. También es conveniente dejar constancia del aprovechamiento inicuo que han hecho los terratenientes de las obras de regadío realizados con el aporte y el sacrificio de toda la población. Conviene hacer presente a la Honorable Cámara que, durante cuatrocientos años, los oligarcas de la tierra sólo lograron incorporar al territorio agrícola regado una superficie inferior a un millón de hectáreas; en cambio, en menos de treinta años el Estado de Chile, con dinero de todos los contribuyentes, ha logrado regar cerca de medio millón de hectáreas. Esto demuestra la indolencia de la clase terrateniente... El señor OCHAGAVIA.- O sea, ha hecho menos que los empresarios. El señor ROSALES.- ... que se concretó a realizar las obras de riego de más fácil ejecución, mientras el Estado ha realizado aquéllas de alto costo y que en su mayoría han servido para valorizar grandes latifundios, en provecho de hacendados poderosos. Refiriéndonos ahora al proyecto en debate, debemos señalar que los comunistas le hemos prestado nuestro apoyo desde que llegó al Congreso. Públicamente, hemos dicho que él no representa el máximo de las aspiraciones de las masas campesinas, pero hemos manifestado que esta iniciativa significa un paso hacia adelante, representa un avance de importancia, abre caminos, despeja vías y, por sobre todo, constituye una posibilidad de cambio en la actual tenencia de la tierra y una posibilidad también de la entrega de esa tierra a los campesinos que la trabajan. Creemos, sin embargo, que este proyecto llegó demasiado tarde al Parlamento. Se dejó transcurir un año entero y sólo en noviembre último llegó al Congreso, para su tramitación. Estimamos que éste un gran error, porque significó una conciliación con el latifundio y la oligarquía, que fueron aplastados y barridos en sucesivas campañas electorales. En vez de darles a esos enemigos tradicionales de nuestra Patria el golpe de gracia que los hubiera hundido para siempre, se les dio una tregua, que ellos supieron aprovechar muy bien. Durante todo este tiempo, los oligarcas de la tierra se dedicaron a reorganizar sus instituciones, a fortalecerlas, a reunir cajas multimillonarias, a constituir superorganizaciones, como la presidida por Pedro Enrique Alfonso, para luchar contra la reforma agraria. El país ha sido testigo de una de las más violentas y envenenadas campañas de prensa y radio, en contra de esta iniciativa. Y el diario "El Mercurio", que apadrina en Chile todas las causas sucias en contra del interés nacional, ha publicado desde entonces más de cuatrocientos artículos y editoriales en sus páginas mercenarias, para combatir el proyecto que hoy debatimos y defender los intereses y los privilegios de una casta que ha manejado a Chile como si fuera un fundo de su exclusiva propiedad. Ellos no sólo han detentado el poder económico, sino que también han usado y abusado por más de un siglo del poder político. Todos sabemos que de esa cueva de la oligarquía, que es la Sociedad Nacional de Agricultura, salieron muchas candidaturas presidenciales; y para ser Presidente de Chile, se requería, antes que el voto ciudadano, el visto bueno de los latifundistas. No es extraño, que en medio de su soberbia y de su prepotencia, los terratenientes hayan llegado a decir que lo prefieren todo, incluso la guerra civil, antes que la reforma Y para demostrar lo que acabamos de decir, conviene tener presente lo que escribió uno de estos enemigos de Chile en la revista "El Campesino", órgano oficial del latifundio chileno. En el Nº 1, correspondiente al mes de enero del año en curso, bajo el título sugestivo "¿De quiénes tenemos que defendernos?", en carta dirigida al Director, termina diciendo: "Señor Director, con todas estas amenazas, la parte moral está mala y el ánimo mucho peor; por eso quiero preguntarle lo siguiente: ¿de quiénes tenemos que defendernos primero? ¿De los argentinos que nos balean? ¿De los bolivianos que nos amenazan ? ¿ O de los chilenos que nos gobiernan? Por todos son argumentos especiales o por la fuerza quieren adueñarse de la tierra ajena. " Pero los latifundistas no sólo se han dedicado durante todo este tiempo a organizar campañas, a lanzar amenazas y provocaciones y a conspirar abiertamente en contra del régimen democrático, sino que han ido mucho más lejos: han intensificado su campaña de odio en contra de los trabajadores de la tierra. Miles de campesinos, como ocurre en estos mismos momentos, han sido lanzados a los caminos en esta época del año, con sus mujeres y con sus hijos, en una actitud de inhumana crueldad. Otros han sido perseguidos y hostilizados, privándoseles de sus derechos o de sus beneficios previsionales, aumentando su triste condición de parias y de explotados. Pero hay algo más; aprovechándose de las vacilaciones del Gobierno y de una política que se ha caracterizado por la conciliación, los terratenientes se han burlado de los campesinos, de la opinión pública y del país, realizando parcelaciones o divisiones brujas, hijuelando o rematando sus predios. Estas maniobras en contra del interés nacional comenzaron durante la campaña presidencial misma. Centenares de grandes haciendas fueron divididas apresuradamente ante el temor de la victoria del candidato popular, Salvador Allende; y continuaron siéndolo después, con el evidente propósito de burlar las disposiciones de la reforma agraria, como quedó en evidencia cuando discutimos en esta Sala el proyecto destinado a paralizar esas maniobras. Transcurrieron, sin embargo, muchos meses antes de que el Gobierno se decidiera a poner atajo a esta vergüenza y a este escándalo. Durante ese tiempo fueron rematados, divididos a parcelados, haciendas y fundos que sumaron cientos de miles de hectáreas, que se han restado para siempre a la reforma agraria, y con lo cual se cometió una doble estafa a los campesinos de esos predios, ya que se les privó de sus derechos legítimos a la tierra que ellos trabajaron durante muchos años, y se les estafó también en su derecho a reclamar una justa indemnización. Para cometer estos abusos, los terratenientes han contado con el poderío de sus organizaciones y con la tolerancia de muchas autoridades. Para ellos no ha existido mano dura, ninguno ha ido a parar a la cárcel. En cambio, muchos campesinos, privados de sus organizaciones, indefensos ante sus explotadores, han sido perseguidos por la fuerza policial, lanza dos de los predios, y también encarcelados por luchar en defensa de sus derechos, en defensa del pan de ellos y de sus hijos. Por otra parte, todos sabemos que el proyecto que discutimos, ha sido objeto de una larga y fatigosa tramitación. Hace más de 6 meses que llegó a esta Cámara y solamente ahora está cumpliendo su primer trámite constitucional. Además, tenemos que decir que de su paso por las Comisiones de Agricultura y Hacienda, esta iniciativa ha salido indudablemente desmejorada. Se han hecho, a nuestro juicio, las siguientes graves concesiones. 1°.- Se ha declarado la inexpropiabilidad de las viñas con el evidente propósito de favorecer y amparar los privilegios de un reducido grupo de poderosos viñateros, que ocupan las mejores tierras del valle central, so pretexto de conservar la calidad de sus vinos de exportación. Esto ha significado restar centenares de hectáreas a la reforma agraria, lo que es muy grave si se consideran las propias declaraciones que en reiteradas oportunidades ha hecho el señor Ministro de Agricultura, don Hugo Trivelli, en el sentido de que existe poca tierra que repartir en Chile. Ahora con la inexpropiabilidad de las viñas, habrá, por cierto, mucho menos. 2°.- Se ha permitido que los terratenientes puedan incluir en sus reservas las casas patronales, lo que también consideramos grave, por cuanto, en el sector que ocupan dichas casas, se encuentra lo que podríamos llamar la cabeza y el corazón de los predios, porque allí están todas las más importantes instalaciones, como bodegas, talleres, galpones, silos, etcétera. Esto es mucho más injusto si se considera el ausentismo patronal, ya que, se demostró en la Comisión de Agricultura, el 40% de los latifundistas no viven en sus predios. El señor OCHAGAVIA.- Su Señoría estuvo en otra Comisión. -Hablan varios señores Diputados a la vez. El señor ROSALES.- 3º.- Se ha modificado la tabla de equivalencias, incorporando a última hora una nueva categoría de sueldos que va a permitir entregar justamente el doble de la extensión de tierra que en la reserva había contemplado el proyecto primitivo. 4.- Por una indicación formulada en la Comisión de Hacienda, a iniciativa del Gobierno y firmada por Diputados democratacristianos, quedarán al margen de la reforma agraria todas aquellas tierras de predios que fueron divididos, parcelados e hijuelados entre el mes de noviembre de 1962 y el 4 de noviembre de 1964. No se ha dicho cuál es la extensión que cubren estas tierras, pero no cabe duda de que se trata de muchos miles de hectáreas, que ya tampoco podrán ser entregadas a los campesinos. A esto abría que agregar que el proyecto de reforma agraria en discusión deja intacto el latifundio en aquellas zonas en que su existencia es mayor, como ocurre en Magallanes, por ejemplo, donde, como saben los señores Diputados, se encuentran ios latifundios más grandes del mundo, como el que tiene en su poder la Sociedad Explotadora de Tierras del Fuego, que ha llegado a acaparar un millón de hectáreas, de los cuatro millones aprovechables de esa región. Sin duda, es también grave la disposición contenida en el artículo 151, a la cual se refirió esta mañana nuestro Honorable compañero señor Jorge Montes, que afecta los derechos sindicales de los campesinos, que borra los compromisos internacionales suscritos por nuestro país en el sentido de conceder a las masas campesinas los mismos derechos que tienen los obreros industriales. Esta disposición amaga el derecho de huelga, que teóricamente se ha concedido a los campesinos en el proyecto de sindicación, aprobado por la Honorable Cámara. La disposición del artículo 151 no sólo es agresiva, anacrónica y profundamente reaccionaria, sino también abiertamente peligrosa y abusiva, por cuanto faculta a las autoridades para intervenir con la fuerza militar en los conflictos campesinos. Esta disposición es mucho más grave si se considera que se trata de enfrentar a campesinos indefensos con la fuerza armada del Ejército, y creemos que después de la trágica y dolorosa experiencia que dejó la "masacre" de El Salvador, debieran los responsables de la mayoría parlamentaria meditar profundamente en las consecuencias que podría tener esta disposición legal incorporada al proyecto que estamos debatiendo. Con todo, los Diputados comunistas votaremos, en general, favorablemente esta iniciativa, reservándonos el derecho de formular todas aquellas indicaciones tendientes a mejorarla. No lo hicimos en las Comisiones, con el objeto de no retardar su despacho, porque nos interesa fundamentalmente que este proyecto se convierta, dentro del más breve plazo, en ley de la República. Entregaremos, al final de este debate, todas las indicaciones que hemos preparado, para que sean consideradas en el segundo informe. Daremos nuestros votos favorables a la idea de legislar, porque estamos también profundamente convencidos de que serán las masas campesinas, será la unidad obrera-campesina, serán los trabajadores de la tierra, será la lucha unitaria de nuestro pueblo, de nuestra clase obrera, de las mayorías nacionales, las que dirán la última palabra y decidirán la suerte de este proyecto en su aplicación práctica, para establecer en Chile una auténtica y profunda reforma agraria. Los comunistas tenemos una confianza ilimitada en la capacidad de lucha y de trabajo de nuestros campesinos. Ellos son los que han trabajado hasta ahora la tierra ajena; ellos la han hecho producir; ellos, con su esfuerzo y sacrificio, han acumulado ganancias para enriquecer a una casta minorista de explotadores. Ellos son los que, ahora mismo, en los asentamientos, están demostrando cómo se puede aumentar la producción, a pesar de los muchos problemas que se han presentado y de las mil dificultades que han debido enfrentar y vencer. Mañana, cuando se les proporcione la ayuda necesaria, podrán hacer mucho más. Esto, por otra parte, está definitivamente incorporado a la experiencia que se ha vivido en los países del mundo socialista, donde las masas campesinas han alcanzado su total liberación. Los campesinos, en nuestra patria, tendrán que ser los motores de la reforma agraria. Sin ellos no se puede llevar adelante esta histórica empresa de cambiar la tenencia de la tierra. Sería lo mismo que tratar de hacer pan sin harina. Comprendemos, sin embargo, que ésta no será una lucha fácil. Así lo han entendido, en primer lugar, los campesinos que se han puesto de pie a lo largo de todo el territorio nacional para combatir por la conquista de la tierra. Habrá que vencer la resistencia enconada de los latifundistas que hoy, incluso, se reagrupan políticamente para defender y conservar sus privilegios, para seguir explotando a los campesinos, controlando el crédito y las ayudas que siempre han recibido del Estado. Algunos hombres de Gobierno tienen plena conciencia de que ésta no será una lucha fácil. A comienzos del año pasado, hablando en una reunión a que convocara la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), dijo el señor Ministro de Agricultura, don Hugo Trivelli, -ahora presente en la Sala- en Viña del Mar: "Todavía persisten en nuestros países centros o verdaderos focos de poder que, aunque representando a un mínimo de gente, un mínimo de intereses, son tan extraordinariamente poderosos que se convierten en focos de resistencia que están bloqueando, trabando e inhibiendo la acción o la decisión de los Gobiernos, para llevar adelante la reforma agraria. " Y a renglón seguido, el señor Ministro agregó: "Hay una serie de medidas que es muy posible pudiesen tomar o adoptar los Gobiernos en contra de estos centros de resistencia. Estas medidas podrían ser, entre otras, llevar adelante y conseguir la participación efectiva y democrática del pueblo y especialmente del campesinado en estos procesos de cambio. Yo quiero explicarme mejor -dijo el señor Ministro- "en este sentido. Mientras estos grupos de poder económico y financiero sigan interfiriendo en todos los canales o límites de decisión que el Gobierno pueda utilizar para realizar la reforma agraria, va a ser muy difícil llevarla a cabo, a menos que se produzca una tremenda presión desde abajo". Así habló el señor Ministro. Los Diputados comunistas compartimos ampliamente estos conceptos del señor Ministro de Agricultura, don Hugo Trivelli. Eso es lo que hace falta, señor Ministro. Precisamente, lo que ha dicho, cortar la interferencia de los grupos del poder económico, cerrar los canales y las vías que utilizan los latifundistas para sabotear e impedir la reforma agraria, acabar con la verdadera conspiración que se hace en esos centros de resistencia, que sirven de guarida a los poderosos, y apoyarse en el pueblo, en los campesinos, en los trabajadores de la tierra. Desencadenar lo que ha insinuado: ¡La tremenda presión desde abajo! Señor Presidente, no podría terminar estas palabras, expresadas en nombre y representación de los Diputados comunistas, sin rendir aquí, esta noche, un homenaje emocionado a todos los que han caído a lo largo de la lucha, que no ha tenido tregua ni cuartel durante muchos años, por la conquista de la tierra. A los cientos de campesinos que cayeron traspasados por las balas asesinas en matanzas inhumanas y horrorosas. El ejemplo que ellos nos dieron con el sacrificio de sus vidas tendrá que ser y servir como el mejor aliciente en esta lucha histórica por conseguir que la tierra sea, en Chile, de los hombres que la trabajan. Y en este combate en nuestra patria, los comunistas como ayer, como hoy y como siempre sabremos cumplir con nuestro deber. Nada más. El resto del tiempo los ocupará el Honorable señor Tejeda, quien se referirá a los aspectos jurídicos del proyecto en debate. "
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