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- rdf:value = " El señor CARDEMIL.-
Señor Presidente, me propongo hacer un esfuerzo de serenidad -difícil, por cierto- para abordar un debate como el que hoy se nos impone, en un proyecto con urgencia calificada de “suma”, por razones fundamentalmente electorales y políticas, como lo probaré al final de mi intervención. Digámoslo claramente.
Pienso que para abordar una situación como la de hoy es necesario distinguir claramente tres planos distintos: uno, el personal, en el cual coincido con el Diputado señor Juan Pablo Letelier. El hombre es él y sus circunstancias. Todos tenemos una historia, una situación, una evolución, una perspectiva para mirar la vida.
El 11 de septiembre es fundamentalmente una fecha de eclosión histórica, que evidencia la pérdida de un consenso nacional, que se venía gestando desde tiempos muy remotos, como lo han estudiado todos los historiadores serios de nuestra realidad y desarrollo político. Chile venía evidenciando, desde 1900, proceso que se acelera entre 1964 y 1973, una pérdida de su consenso ideológico, doctrinario, político y social. El 11 de septiembre es una fecha que eclosiona esta ruptura de consenso y que golpea como un cataclismo histórico a las personas cuya realidad y dolor, muchas veces, hay que respetar. Eso me parece fundamental.
Pero ése no es todo el problema. También hay otro plano, pues la situación y el significado del 11 de septiembre debemos analizarlo desde una perspectiva histórica.
El gran historiador contemporáneo holandés, Johan Huizinga, decía que, en realidad, es difícil hacer historia, porque el sujeto que la hace y la situación que está abordando son un artefacto y un producto cultural. Uno siempre tiene una desviación, un clivaje cultural para interpretar la historia. Por eso, en primer lugar, es fundamental hacerla con perspectiva de tiempo. En segundo lugar, nunca falsificarla, pasarla de contrabando o hacer historia pequeña, de un período, de un día, de dos años, sin entender que tiene causas y efectos mucho más remotos. En tercer lugar, nunca se pueden aplicar, por reciente que sea, claves culturales de hoy.
Es posible hacer historia. Para ello, dejemos que los elementos se vayan decantando. Pero si hemos de referirnos al 11, hablemos de historia. Tengo aquí declaraciones del ex Presidente de la República, don Patricio Aylwin, en ese tiempo senador y Presidente de la Democracia Cristiana, con una versión sobre esa fecha, que no podemos ignorar.
Dice el 24 de septiembre de 1973, a pocos días del 11: “Yo sostuve, desde hace bastante tiempo, que Chile marchaba en una experiencia muy parecida a la de Checoslovaquia, en el período 1943, en que progresivamente los elementos totalitarios fueron ganando posiciones. Marchábamos, y el 11 de septiembre significó anticiparse a los hechos, hacia un golpe de Praga, hacia una situación parecida al golpe de Praga...”. Hecho y declaraciones históricas.
Quizás una de las visiones más lúcidas sobre el 11 de septiembre fue la del ex PresidenteEduardo Frei, en su célebre carta a Mariano Rumor. Es una carta apasionada, un análisis rutilante, sutil, punzante, pormenorizado de la historia de Chile y de la situación que se desencadenó y produjo el 11 de septiembre. Todos ustedes deben conocerla.
No quiero citar innumerables párrafos, que sitúan esa fecha en su perspectiva histórica, sino sólo aludir a uno que me ha golpeado en la revisión apresurada que hice de ella en estos minutos, especialmente por lo que nos dice a los diputados que hoy estamos discutiendo en esta sesión.
¿Qué dice don Eduardo Frei a don Mariano Rumor, a propósito del 11 de septiembre de 1973?: “Quiero terminar diciéndole, Presidente de la Democracia Cristiana, en esta ocasión, que recuerdo dos hechos de mi viaje a Europa en 1971. En esa oportunidad, un gobernante europeo me dijo que nuestro país estaba perdido, y agregó textualmente: “Cuando el comunismo agarra, nunca suelta”.”
(Se trata de arqueología, tal vez. Cayó el muro de Berlín, el comunismo está sepultado y se ha evidenciado el gigantesco error demagógico que significó, pero en ese tiempo era una realidad evidente).
“Cuando el comunismo agarra, nunca suelta. Pero después un alto representante de la Democracia Cristiana en el gobierno de su país manifestó que el caso chileno era un caso perdido. Le dije -expresó Frei- que estaban equivocados, porque si bien Chile quería avanzar en un proceso de transformación social, jamás aceptaría un régimen totalitario. Los dos me miraron con esa benevolencia con la que se trata a un visitante ingenuo”.
Continúa Frei: “Con la misma seguridad con que afirmé en ese entonces que Chile saldría adelante, puedo afirmar hoy que, pese a lo duro y doloroso que puede ser el esfuerzo, nuestro país se levantará y volverá a dar una lección de democracia y libertad.
“En esa tarea está empeñado este país -dice Frei- y mi partido, la Democracia Cristiana, una vez más, desempeñará un papel conforme a lo que ha sido su historia y su porvenir”.
Palabras apasionadas, que no tratan de contemporizar. También hay un intercambio epistolar, que todos debemos tener presente, publicado en los diarios en estos días, entre don Eduardo Frei y don Bernardo Leighton, que de nuevo sitúan al 11 de septiembre en la perspectiva que debe tener.
Yo me quedo con eso, sin seguir tirándonos al rostro trozos de la historia, la sangre de nuestros muertos, de los de allá y de los de acá. Me quedo con los niños que están oyendo este debate, que no habían nacido el 11 de septiembre; me quedo con un país que asume su historia, que la entiende como un todo, con causas y efectos mucho más profundos que los simplemente anecdóticos, que los simples titulares de los diarios; con un país que sigue avanzando en construir un futuro mejor, una democracia mejor, en el cual queremos que nunca más se produzca una explosión cataclísmica de su consenso político, doctrinario, ideológico y social.
Hay aún un tercer plano. Si lo que se quiere verdaderamente es dejar que la historia haga el juicio que corresponde, lo que debemos hacer, con prudencia y humildad, pues no hay soluciones perfectas, es dejar a la reflexión de esta generación y de las que vienen lo sucedido el día 11.
En este interés por terminar con el feriado del 11 de septiembre no puedo advertir sino el deseo de agitar, de traer a colación los argumentos, una y otra vez, como decía el Diputado señor Juan Pablo Letelier, y que nos sigamos enfrentando y enfrascando en análisis históricos que nunca seremos capaces de hacer con la verdadera dimensión y capacidad que se requiere.
¿Por qué digo que estamos sometidos a un debate absurdo? Porque precisamente para evitar estas situaciones, en agosto de 1995, nuestra bancada propuso trasladar el feriado del día 11 y muchos otros al lunes siguiente, como sucede en todos los países civilizados. En esa oportunidad, el 31 de agosto de 1995, el Ministro del Interior, don Carlos Figueroa -tengo en mi mano el documento-, le dijo a nuestra bancada que el Gobierno no tenía apuro en este asunto, que no estimaba conveniente darle urgencia a un proyecto de esta naturaleza. Entonces, pregunto por qué ahora se renueva una discusión absurda que, más que calmar los ánimos y producir las instancias de reflexión que todos necesitamos para aprender de la historia y construir un mejor futuro, tiende exclusivamente a un aprovechamiento político electoral. ¿Por qué se da urgencia a un proyecto de esta índole y se somete e impone a esta Cámara de Diputados a un debate tan absurdo, tan sin significado, tan de troya corta, tan ciego como el actual?
Nuestra bancada votará en contra del proyecto, porque lo único que hace es agitar, en vez de pacificar.
He dicho.
"
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