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El señor LARRAÍN (don Carlos).-
Señor Presidente , con relación a este proyecto de ley, que incrementa las subvenciones del Estado en los establecimientos educacionales, debo manifestar que las cifras han sido analizadas por personas que las manejan muy bien. Y el resultado arroja -raya para la suma- que en el año en curso se agregarán 84 mil millones de pesos; en 2013, 159 mil millones, y en 2014, 174 mil millones para reforzar la subvención escolar preferencial.
Eso comprueba el interés que tiene el Gobierno de don Sebastián Piñera, que nosotros sustentamos desde estas bancadas, por el proceso educativo.
Además, el enfoque que se le da es, según los estudios vigentes, precisamente el más necesario, ya que se refiere a los primeros años de la educación.
Lo propuesto, a diferencia de lo que suele ocurrir, no es retórico, no es verbal, sino algo concreto y específico que debiera ser aprobado por -espero- la unanimidad de la Sala.
Sin embargo, en el artículo 4° se congela, en términos nominales, es decir apostando a la inflación, el monto máximo por alumno que será posible cobrar mensualmente por concepto de financiamiento compartido.
La inflación, como sabemos, puede erosionar cualquier cifra que se establezca en términos nominales. Pero lo que está detrás de esto es lo que más habría de preocupar. Ya algunos señores Senadores se han referido al punto, pero no puedo sino discrepar.
El copago es un camino óptimo para que la gente destine su dinero a lo que, en la mayoría de los casos, más le interesa: a la educación.
En efecto, hay personas para quienes el orden de prioridades es distinto. Pero normalmente todos apostamos por el futuro a través de los hijos. Y quienes no tienen dinero son los que más esfuerzos hacen para mejorar las condiciones en que ellos se educan. Otros están dispuestos a sacrificar sus propias inclinaciones, a veces egoístas, para apalancarlos.
Eso forma parte de la libertad individual. Cualquiera que sea el ingreso de las personas, debe permitírseles destinar la cantidad que quieran para la educación de sus hijos.
Esta es una cuestión muy elemental.
Me parece arriesgado apostar a que se desgaste la cifra consignada en el texto, que ha sido fijada en 80 mil pesos. Y, de paso, me pregunto: ¿por qué 80 mil pesos y no 81 mil o 72 mil 500?
El señor ROSSI .-
¡O 5 mil!
El señor LARRAÍN (don Carlos).-
O 5 mil, como acota, con gran generosidad, un señor Senador.
¿De dónde salió la cifra de 80 mil pesos?
Bueno, yo me admiro de la preciencia que encierra esto: 80 mil es la cifra mágica, menos la inflación anual acumulada.
Puedo decir, con alguna experiencia en la materia puesto que durante muchos años he impartido clases en colegios, que la educación gratuita solo es sinónimo de educación estatizada. Nadie puede proveer educación gratis sino el Estado. Este, por lo demás, cubre el gasto que ello implica distrayendo recursos destinados a otras necesidades.
No es dable, objetivamente, sostener que es ventajoso para la educación el que esta sea estatizada, centralizada, y que la carrera pedagógica equivalga a una carrera funcionaria.
Nada puede ser más malo que prescindir de la variedad en la educación. Se habla mucho de diversidad, pero la gran diversidad deriva del proceso educativo: que se enseñen los contenidos que los padres prefieran. Por eso es muy útil que exista la posibilidad de que ellos destinen una parte de sus ingresos a la educación de sus hijos, y la cifra que deseen.
Probablemente -lo que voy a afirmar es el resultado de reuniones con sostenedores-, si se eliminara o se erosionara el copago, ellos podrían virar hacia una forma de educación particular íntegramente pagada. Y esa sí que sería una manera de impulsar la segregación educativa, porque, efectivamente, se estaría -como quien dice- engranando con el aumento de los ingresos personales, lo cual viene ocurriendo desde hace muchos años. De modo que más familias van a desear destinar mayor parte de sus ingresos a la educación y, de pronto, pueden inclinarse por la particular pagada.
Señor Presidente, me parece que el artículo 4° debiera ser rechazado.
He dicho.
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