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El señor SCHILLING (de pie).- Señor Presidente , distinguida familia y amigos de María Rozas , estimados colegas. No me cabe duda de que a Denise Pascal o Clemira Pacheco les habría encantado estar en mi lugar para rendir este homenaje a María Rozas . Diversas circunstancias impidieron que así fuese. Espero estar a la altura de lo que hubiesen hecho.
La partida de María se siente en los sindicatos, en los gremios, en las organizaciones no gubernamentales, en los partidos políticos y, por cierto, en nuestro Congreso Nacional, en especial, en la Cámara de Diputados, a la que perteneció.
Una de las nuestras nos deja con el recuerdo de su obra, con el mensaje para las generaciones futuras de seguir luchando sin cejar en la consecución de una sociedad más justa y la convicción forjada con su propio ejemplo de que no solo es posible, sino necesario avanzar con mayor fuerza en mejorar las condiciones de trabajo y de vida de millones de chilenos y chilenas.
Rendir un homenaje a María Rozas debería ser fácil, si pensamos en su importancia para el movimiento sindical chileno. Sin embargo, al mismo tiempo, es algo tremendamente complejo, debido a la dificultad que nos presenta el traer en pocas palabras una vida rica, una lucha intensa y el significado de su obra para el país, para el movimiento popular, para su partido y para las mujeres. Y es que se ha ido uno de los personajes que hicieron historia levantando el nombre del sindicalismo a lo más alto, precisamente, cuando era más difícil; cuando reinaba la represión y la violencia de Estado, cuando el trabajador chileno había perdido el sitial que otrora le entregaran sus propias luchas reivindicativas.
María Rozas fue educadora y una apasionada militante de la Democracia Cristiana por más de treinta años, donde ocupó el cargo de consejera nacional durante tres períodos y llegó a ser primera vicepresidenta nacional.
Todos sabemos de la cantidad de obstáculos que han debido sortear las mujeres para integrarse en igualdad de condiciones a la política, lo que aún no se ha logrado plenamente, por ello, el solo hecho de mencionar su trayectoria de vida política nos devela el esfuerzo que había en esta enorme mujer.
También cumplió con un destacado rol de dirigenta de la Asociación Gremial de los Educadores de Chile, apenas recién salida de la sede de Chillán de la Universidad de Chile. Posteriormente, fue una importante dirigente del Colegio de Profesores, organismo que ayudó a fortalecer. Hablamos de una educadora, que tenía muy claro que la mejor educación que se puede entregar a los niños de nuestro país es el ejemplo de una vida en lucha permanente por ideales. Siempre estaremos agradecidos de su rol como dirigenta gremial, porque fue, en el mundo de los profesores, un factor de cohesión y unidad que permitió a los docentes evidenciar las injusticias que se cometieron contra la educación chilena en la dictadura militar, que hasta el día de hoy pagamos, y, asimismo, ello le permitió convertirse en un referente para muchos otros gremios en el país.
Fue a ella a quien el querido Manuel Bustos , por allá en 1979, cuando la situación de los trabajadores chilenos era muy precaria, encomendó la misión de representar a Chile en la Ciosl, Cooperación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres, en España, y ese mismo año María Rozas llegó a ocupar la presidencia del departamento femenino de la Coordinadora Nacional Sindical, de la que también formaba parte desde su egreso universitario. En otras palabras, hablamos de una persona que no sólo no eludía las responsabilidades políticas y gremiales, sino, además, estaba dispuesta a asumir el trabajo intersindical que fuese necesario para continuar con la lucha por una sociedad más justa y más igualitaria, donde los trabajadores se encontraran efectivamente representados políticamente.
Recordemos también que María Rozas fue una de las fundadoras de la Central Unitaria de Trabajadores -en 1988-, donde participó activamente hasta el fin de sus días. Allí desempeñó con valentía e inteligencia la vicepresidencia, entre 1991 y 1995 y, por supuesto, la Secretaría General, entre 1996 y 1998. Desde entonces, la CUT, al representar los intereses de los trabajadores chilenos frente a las autoridades de turno, ha sido uno de los pilares de nuestra democracia. Allí, María Rozas no sólo consolidó un liderazgo entre sus pares, sino que, a través de sus roles de alta responsabilidad política y organizacional, mostró a todo el país el rostro de una organización sindical seria, con ideales y metas claras. Un legado para esta organización que no desaparecerá en la medida en que lo que ella representaba se siga sosteniendo como un estandarte. ¡Cuánta falta le hace hoy María Rozas a la CUT!
Pero hay que decir que los ámbitos de participación para María Rozas fueron múltiples. Además de la dirigencia gremial y sindical, fue la representante de los trabajadores en el Consejo del Hogar de Cristo entre 1984 y 1992.
Estando en esa función, alrededor de 1992-1993, me correspondió participar en una especie de caravana que recorrió diferentes ciudades de Chile abogando, desde distintos puntos de vista, por la canonización del Padre Hurtado. Entre otros, integraban esa pequeña caravana el ex diputado Gustavo Alessandri y la ex diputada Mariana Aylwin .
Precisamente, ella fue la encargada y la más indicada para reemplazar a Manuel Bustos en su cargo de diputado , en 1999, de modo que perteneció a la Cámara Baja representando al distrito Nº 17, hasta 2002. Como diputada , María Rozas fue una activa participante en las Comisiones de Trabajo y Seguridad Social y de Educación, Cultura, Deportes y Recreación.
Su espíritu siempre fue la conciliación y el respeto por los derechos de los trabajadores. En este sentido, quiero destacar unas palabras pronunciadas por ella en 1999. En una entrevista al boletín de la Dirección del Trabajo, María Rozas dijo:
“En Chile, no tenemos asumida la importancia del diálogo social. En los sindicatos, al empresario y al gobierno se los ve como “el enemigo”, al igual como ellos nos ven a nosotros. Con esa lógica, no hay ninguna posibilidad de asociarnos en cosas fundamentales”.
¿Diálogo social no es acaso lo que hoy están pidiendo jóvenes, estudiantes, ecologistas, trabajadores, jubilados y mujeres?
María Rozas no estaba para pequeñas disputas, sino para aquellas verdaderamente importantes, las que significan un cambio verdadero del pacto fundante de una sociedad moderna. Y su mensaje claro y fuerte fue un llamado al diálogo social; a no vernos como enemigos, sino parte de una sociedad que tiene metas y planes comunes.
Por cierto, María Rozas era una visionaria y una mujer incansable que luchó hasta el fin por la vida, porque sabía que, sin ella, estaríamos más solos.
Hoy le rendimos este sentido homenaje a ella, una de las mujeres más importantes del Chile del siglo XX y comienzos del XXI, a quien no olvidaremos quienes la conocimos y fuimos parte de las mismas reivindicaciones.
Para María Rozas Velásquez , educadora y dirigente sindical, diputada de la República , quiero expresar mi más sentido y respetuoso adiós que, en realidad, también es una afirmación del compromiso de seguir luchando por la justicia social y la igualdad.
He dicho.
-Aplausos.
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