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El señor BERTOLINO (Vicepresidente).- Tiene la palabra el diputado señor Patricio Hales.
El señor HALES.- Señor Presidente , este es un momento histórico en materia de regulación para la calidad de vida de los chilenos y adecuada armonía de nuestras ciudades.
Lograr, finalmente, un proyecto que regule la instalación de torres de antenas de celulares satisface un anhelo de muchísimos ciudadanos, especialistas, profesionales y de gran parte del Congreso Nacional.
En todo caso, tenemos que corregir este proyecto de ley en una comisión mixta.
Al respecto, me permitiré hacer, a lo menos, tres recomendaciones principales, derivadas de varios conceptos que me han preocupado a lo largo del estudio de la iniciativa.
La situación que nos ocupa es vieja y forma parte de la historia de la desregulación. No es cualquier cosa lo que ha pasado con este proyecto de ley. La indiscriminada instalación de torres de antenas para telefo-nía celular a lo largo del territorio es parte de una permisividad gubernamental y, por supuesto, de un abuso, un forzamiento de las empresas privadas, como lo hacen en tantas áreas. A mi juicio, los mismos gobiernos que nuestras bancadas ayudamos a elegir fueron permisivos.
El actual gobierno no fue el autor de la iniciativa, pero valoro mucho el trabajo del ministro Errázuriz . Asimismo, aprecio lo que logró realizar el gobierno de Michelle Bachelet al allanarse este proyecto, pues en 2009 logramos aprobarlo en la Comisión de Obras Públicas, y en enero de 2010, antes de que asumiera el actual Gobierno, por fin lo enviamos al Senado, que demoró más de un año y medio en despacharlo.
De igual forma, valoro el gran trabajo que hizo el ministro Cortázar en 2009. Ahora, en su lugar, se encuentra el ministro Errázuriz para desempantanar este proyecto, que se hallaba entrabado debido a un mal trabajo funcionario y que, además, se mantenía sin urgencia en el Senado.
Pero ya estamos en tercer trámite constitucional; así pronto iremos pagando la deuda de la desregulación.
Hace un momento dije: “los mismos gobiernos que nuestras bancadas ayudamos a elegir fueron permisivos”, pero no solo lo relativo a la instalación de antenas para telefonía celular se encuentra en la lista de responsabilidades críticas. No puedo dejar de hacer una consideración política. No por casualidad perdimos elecciones. Ahí se cuentan las AFP, las autopistas, los bancos, la educación, las isapres -¡tanta regulación que ha hecho falta!- y las antenas para telefonía celular, puesto que las empresas han hecho lo que han querido.
Sobre el particular, se han producido problemas graves de salud cuya causa no está probada, pero que son parte de un enorme debate público. También ha habido tremendos efectos urbanos y arquitectónicos que, a veces, incluso se han mirado en menos no solo en los gobiernos, sino también en el Congreso Nacional.
Cuatro veces he sido electo diputado , y luego de tantos años en la Cámara, mi admiración es por la enorme cantidad de abogados que aquí despliegan su eficiencia profesional, así como también profesores, sociólogos y trabajadores de distintas áreas.
No ha habido la misma correspondencia al momento de valorar, a lo menos, la participación de un solitario arquitecto cuando ha puesto sobre la mesa materias vinculadas al urbanismo. Y siempre suele esbozarse, con un gesto despectivo, la idea de que la preocupación de la arquitectura es la estética y que se trata de aspectos que son “voladuras de arquitecto”, como si no fuera grave la alteración generada en el patrimonio de tanta gente a raíz de la instalación de torres soportes de antenas en la ciudad. Puedo asegurar que una vivienda ubicada en derredor de un barrio donde se colocó una antena hoy vale entre 25 y 30 por ciento menos que lo que su dueño pagó por ella. Eso no es estética, no es decoración, es el patrimonio -quizás el más grande de una persona-, que tenía en su casita o departamentito que permitiría ir saliendo de la pobreza para acercarse un poquito a la capa media y que se vio deteriorado para siempre.
Ahí está el daño al espacio público que tanto decimos querer cuidar, que genera el daño al interés por la ciudad.
Por algo la ciudad se afea, se desasea, se ensucia y se pierde el interés por ella.
Aquí se ha señalado que el buen espacio público está relacionado con la buena seguridad ciudadana. Porque “los buenos” ocuparían el espacio público. Pero se trata de un espacio público donde se reemplaza una buganvilia por una antena, una plaza pública por una antena, una escultura por una antena.
El afeamiento -ahí agrego también la estética-, la sensación de riesgo, la molestia, ¡tantas afectaciones!
Sobre ello, debo decir que para lograr terminar este proyecto de buena manera es necesario incorporar conceptos más precisos sobre la arquitectura y el urbanismo, aun cuando el predominio parlamentario en la historia de Chile haya sido de abogados, médicos, profesores, sociólogos, trabajadores, obreros, agricultores, es hora de que el Congreso Nacional incorpore en la Ley General de Urbanismo y Construcciones -porque de aquí no salió esa normativa, sino que de dos dictaduras: una, la de Ibáñez, y la otra, la del innombrable- de una vez por todas, elementos de juicio adecuados que vayan un poquitito más allá de la biología o la guerra.
Tenemos que corregir los vocablos que se emplean en este proyecto. La palabra “mimetización” la estudié en biología, y era un cambio de apariencia cuando, por ejemplo, una lagartija quería salvarse. Es cierto, las torres son verdaderas sabandijas que se han entrometido en la ciudad; por eso quieren mimetizarse. Se usa el término “camuflaje”, como si se tratara de un elemento de guerra para cuando alguien quiere atacar o prepararse para no ser atacado y poder replicar.
Ése es el concepto que tienen de la antena. Y no se dice “adaptación a la arquitectura”, “identidad del entorno”, algo de lo que señalaron los diputados Pérez y Auth . Sería muchísimo más claro pensar en mejorar la instalación desde el punto de vista arquitectónico.
Y no me hablen del afeamiento, no me vengan con la palmerización o la aberración de querer colocar una estatua semejante a una antena, que parezca un guanaco, pero instalada en Puerto Montt, donde existen, o una araucaria -lo señaló el diputado García - donde no hay araucarias, sólo robles, porque lo que les inspira es simplemente colocar la antena.
Arquitectura significa la capacidad de crear un entorno con el diseño. Y en esto hay que distinguir, por un lado, la adaptación al entorno urbano, que es la ciudad, y, por el otro, la adaptación a la arquitectura. Si uno coloca elementos de ese tipo, tendrá clara la posibilidad -ahora veo a las empresas mejor dispuestas- de instalar, si se trata de entorno urbano, una escultura. Así, la empresa lo va a pensar mejor y en vez de colocar un adefesio, de palmerizar las ciudades hará, por ejemplo, un concurso de arte y le pagará a un artista por hacer una escultura en la plaza. La gente sabrá que, en el fondo, es una antena, pero con un sentido escultórico. Será un aporte a la ciudad. También la incorporación a la losa tapa de un edificio o el rediseño del envigado del contorno.
A veces se han hecho esfuerzos en la pilarización de un edificio, en la forma en que termina arriba, lo que se ha realizado con los ductos de ventilación.
Eso ha sido llevado a cabo en otras partes del mundo. Aquí nos dijeron muchas veces, “no hay tecnología”, “no da”, “vamos a quedar sin celulares”, “no vamos a poder tener transmisión”. Ello significaría colocar la preocupación en la arquitectura como el objeto construido, diseñado ex profeso, y el entorno urbano, que son distintos. No es lo mismo “ciudad” que “objeto construido”. Los objetos construidos van conformando la ciudad, pero la ciudad es el conjunto donde los seres humanos tienen que vivir adecuadamente.
Me inquieta la revisión de los artículos 116 bis E, 116 bis F y 116 bis G, porque son los que en realidad describen cómo se va a instalar la antena de 12 metros. Existe un surtido disperso muy confuso en este proyecto tan mal armado e inadecuadamente construido en el Senado; porque no se trata del proyecto que despachó la Cámara de Diputados.
En tres artículos distintos, disfrazaditos, mimetizados, se señala: en el 116 bis E, la altura menor de 12 metros para antenas no mimetizadas; en el 116 bis F, la altura mayor de 12 metros y en el 116 bis G, la altura menor de 12 metros para antena mimetizada.
¡Vaya uno a entender cómo deberá pedirse el permiso para cada situación! Naturalmente, el objeto es camuflar y hacer pasar de contrabando la proliferación de antenas de 12 metros, y eso es peligroso.
Debo decir -me habría gustado extenderme sobre lo otro, pero me quedan 60 segundos-, que es fundamental una colocalización retroactiva razonable, racional. Si las empresas con buenas ideas logran resolver esta medida con la incorporación de objetos arquitectónicos, pues bien, probablemente determinada antena podría no ser colocalizada. Esto lo podemos tratar en la Comisión Mixta. Pero, retroactivamente, hacia el espacio público hay que colocalizar.
Puedo comprender que, a lo mejor, exista inconstitucionalidad cuando se trata de un contrato entre particulares respecto de un espacio privado, por lo que no se podría hacer esa colocalización. Intentémoslo. No obstante, comparto con el diputado Hernández , con quien hemos trabajado en esta materia, que es necesario que la Comisión Mixta trabaje en la búsqueda de una forma de colocalización razonable, sobre todo en el espacio público.
Finalmente, valoro el trabajo que ha hecho la Comisión de Obras Públicas durante tantos años y espero que, con lo que se resuelva en la Comisión Mixta, le podamos dar al país una satisfacción con esta regulación, que es la gran deuda que tienen los gobiernos chilenos con la ciudadanía, ya que son los que deben tomar la iniciativa en esto. Sin ellos, el Congreso Nacional no podría haber hecho nada.
He dicho.
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