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- rdf:value = " El señor ALLENDE.-
Me congratulo de las palabras del Honorable señor Fuente-alba y espero, con interés, su opinión acerca de la Conferencia Tricontinental. Seguramente, en la Oficina de la Redacción, el señor Senador podrá obtener copia de mi intervención de esta noche.
Señor Presidente, como decía, quiero recordar que debido a la iniciativa de los pueblos de Asia y África se celebró la Conferencia Tricontinental.
Desde la última guerra mundial, han ocurrido acontecimientos de gran importancia que van jalonando este proceso social que los Senadores de la Democracia Cristiana tienen que medir en su verdadera amplitud. Por ejemplo, en África, la revolución egipcia de 1952, vale decir, la guerra del Canal de Suez; el nacimiento de la República de Ghana; la lucha de Guinea contra el colonialismo francés, la guerra por la liberación de Argel, que duró 7 años; la resistencia heroica de Kennya; la lucha contra la segregación racial en África, y la lucha de las colonias portuguesas.
En Asia han ocurrido hechos de una importancia trascendental: la revolución china y la liberación de Indochina francesa; la guerra de Corea; la de Indonesia contra los holandeses; la de Laos y Camboya; y ahora, el heroísmo del Vietnam, la lucha del Vietnam, el sacrificio de Vietnam.
En América Latina, Guatemala y su revolución aplastada por el imperialismo; Cuba, liberada en 1959, siendo el primer territorio libre en Latinoamérica, después de derrotar a la reacción internacional e impedir que el imperialismo aliado, contrarrevolucionario, pretendiera derrocar al gobierno revolucionario de Fidel Castro, por lo cual recibió su castigo en Playa Girón. Y, ahora mismo, Santo Domingo, como expresión de la negación de los otros, a la autodeterminación y soberanía de los países.
Señor Presidente, tengo a mano el discurso que pronuncié en la sesión inaugural de la Conferencia Tricontinental. Deseo que él sea intercalado en la parte pertinente de mi exposición de esta tarde. Son cinco o seis páginas que constituyen el pensamiento del movimiento popular chileno. Considero que al Senado le interesará saber qué fue lo que dijimos.
El señor GARCÍA (Vicepresidente).-
Como no hay quórum de votación en la Sala, la indicación del señor Senador debe quedar pendiente.
-La inserción fue acordada en sesión 83ª, de 22 de marzo, y el documento es del tenor siguiente:
Compañero Raúl Roa, Presidente de la Primera Conferencia de Solidaridad de los pueblos de Asia, África y América Latina;
Compañeros representantes de los Movimientos Populares que luchan contra el imperialismo, el colonialismo y neocolonialismo.
La Delegación de Chile saluda emocionada por mi intermedio a los Delegados que traen hasta La Habana la experiencia y las esperanzas de sus respectivos pueblos.
La Delegación de Chile: saluda al hospitalario pueblo de Cuba, cuya victoriosa revolución ha hecho posible que en las tierras de nuestra América, se reúna esta histórica Conferencia Tricontinental.
Martí, voz eterna de Cuba, dijo en el siglo pasado: "He vivido en el monstruo y conozco sus entrañas". Fidel Castro nos enseña hoy el primer territorio libre de América Latina.
Saludamos muy en especial a los hombres que traen a esta Sala la representación de los pueblos que en distintos continentes luchan implacablemente contra la explotación y la opresión y con mayor emoción lo hacemos con delegados del pueblo vietnamita, con cuya heroica resistencia revolucionaria nos sentimos definitiva y totalmente solidarios. Y denunciamos al agresor que pone en peligro la paz del mundo con su acción criminal.
Esta Conferencia significa el comienzo de una nueva etapa en la acción y en la conciencia antimperialista de los pueblos del inundo.
En la medida en que imperialismo ha acentuado su agresión y el yanqui se ha convertido en el gendarme universal de los intereses que oponen a la independencia nacional y a la emancipación social de los pueblos, hiriendo a estos cada vez con mayor impudicia y violencia, se ha ido desarrollando en el seno de las naciones oprimidas el convencimiento de que la unión combativa de todas las fuerzas antimperialistas, es condición indispensable del triunfo.
De allí que nos hayamos dado cita en La Habana para hacer un balance de nuestras experiencias, fortalecer los lazos que nos unen, desarrollar la solidaridad antimperialista y señalar las grandes metas que deben inspirar a los pueblos en su comité liberador.
En América Latina, por decenios de decenios, hemos sufrido la insolencia imperialista, expresada en la explotación económica y el sometimiento político. Distintos métodos y procedimientos han sufrido nuestros países: la política del garrote, desembarco de marines, corrupción de la diplomacia del dólar, nuevos desembarcos de marines, hasta llegar a la llamada ayuda económica, técnica y militar, que no es otra cosa que una palanca de opresión y saqueo de nuestras naciones.
En el aspecto militar, la llamada "ayuda" se elevó, hace pocos años, a 67 millones de dólares; los gastos de todos los países latinoamericanos se elevaron por su parte a 1.400 millones, o sea, 21 dólares por cada uno recibido.
Humphrey, cuando era Secretario del Tesoro, dijo: "La ayuda militar y la extensión en que debe continuar, según yo lo veo, es exactamente la cuestión de porqué vías podemos hacerlo más barato; en tanto podamos ahorrar algún dinero yo la apoyo; en tanto podamos salvar algunos de nuestros muchachos, yo la apoyo también.
Vorys fue más explícito en las audiencias de la Cámara de Representantes al tratar la Ley de Seguridad Mutua expresó: "El año pasado costó 5.900 dólares tener en ultramar un soldado sin un fusil en las manos; este programa (ayuda militar) costó ahora 744 dólares por cada hombre con armas en sus manos y situados donde nuestros jefes conjuntos piensan que debe estar para nuestra seguridad mutua".
El propio Kennedy sostuvo: "La ayuda militar debe servir claramente los objetivos y compromisos de la política exterior de Estados Unidos.
La ayuda económica a América Latina se expresa a través de distintos organismos, instituciones y entidades. Es mínima comparada con lo que llaman "ayuda total". El año 1961 se presentó sólo el 7%, mientras que el 10% fue para la colaboración técnica y otras finalidades; la asistencia, militar, en cambio, 83%.
Su filosofía está en las palabras de Douglas Dillon cuando manifestó que el 80% de la ayuda económica solicitada por Kennedy "será empleado en comprar productos y servicios de los Estados Unidos".
Averell Harriman ha declarado que el Fondo de Préstamos para el Desarrollo es ||AMPERSAND||quot;una ayuda para los Estados Unidos".
La ayuda técnica, por cierto, no está destinada a terminar con el subdesarrollo. Para calmar a los inquietos, Dean Acheson manifestó: "Opino que hay una idea ampliamente extendida de que nosotros vamos a construir grandes fábricas, minas y talleres en esos pueblos subdesarrollados. Eso no es verdad". Y explicó lo que sería la ayuda técnica: "Nosotros podemos, por ejemplo, ayudar a las gentes de esas áreas en labores tales como la técnica y estadísticas vitales; no se necesita invertir capitales para estas cosas... Los llamados expertos no necesitan ser todos figuras destacadas en sus cargos..."
El imperialismo yanqui pretendió ensayar, como respuesta a la Revolución Cubana, que sirvió y sirve de poderoso estímulo al despertar de decenas de millones de obreros y campesinos que sufren la expoliación del capitalismo monopolista extranjero y de sus agentes externos e internos, una nueva política, aparentemente reformista, denominada por ellos "Alianza para el Progreso".
Han buscado, mediante dicha política, ocultar la verdadera naturaleza y fines del imperialismo y engañar a los pueblos con falsas promesas destinadas a mantener sus métodos de explotación y crear otros nuevos. Pero pocos años han bastado para desenmascarar esta hipocresía y para evidenciar que sólo la victoria final sobre el imperialismo hará posible nuestra liberación.
Lejos de mejorar, la situación de América Latina ha empeorado notoriamente durante los últimos años. Su ritmo de desarrollo es cada vez más lento, el desangre de sus recursos a través de las relaciones del intercambio desfavorable y de las remesas y utilidades de los monopolios, se hace cada vez más gravoso para nuestros países. De ahí, que no es de extrañar que en diversas partes de continente latinoamericano, en una u otra forma y según lo determinan las condiciones de cada país se haya ido desenvolviendo en estos últimos años un vigoroso movimiento antiimperialista y antioligárquico que pone en peligro la dominación norteamericana.
A tanto ha llegado la insolencia inquietud del imperialismo, frente al súbito desarrollo del movimiento popular, que descaradamente ha debido plantear la llamada Doctrina Johnson, según la cual los Estados Unidos se reservan el derecho de intervenir unilateralmente por la fuerza de las armas, en cualquier lugar de América Latina en que estime amenazado el orden social, vale decir, sus intereses económicos y políticos.
La Doctrina Johnson significa la negación absoluta del principio de autodeterminación de los pueblos, de la no intervención y de la soberanía de nuestros países.
Además, frente a las fronteras geográficas, plantea las denominadas fronteras ideológicas, lo que implica la limitación del pensamiento y la bastarda defensa de sus bastardos intereses.
Finalmente, envuelve una advertencia y una notificación de que los Estados Unidos impedirán con la violencia el triunfo de los movimientos de liberación nacional en nuestras tierras.
Esta nueva política ha sido ensayada con diáfana claridad en la ignominiosa invasión armada de la República Dominicana. Este cobarde atentado contra el pueblo hermano despertó profunda indignación en todas la América Latina y ha servido más de mil discursos y mil libros para demostrar a los pueblos del continente la brutal decisión del imperialismo y el sometimiento servil de la mayoría de los gobiernos.
La Doctrina Johnson ha servido, también, para consumar el proceso de liquidación y desprestigio de la Organización de Estados Americanos, convertida definitivamente en mero instrumento de la política del Departamento de Estado, organización imposible de mantener siquiera como fachada jurídica de su dominación en el continente, toda vez que el desconocimiento de las soberanías nacionales por los Estados Unidos, demuestra que aquí, en América Latina, vencerá quien logre acumular más fuerzas: el pueblo o el imperialismo. Sólo de nosotros depende entonces nuestra liberación.
Los trabajadores de Chile: sus obreros, campesinos e intelectuales, su pueblo en general, se han desarrollado políticamente en forma vigorosa durante los últimos años, luchando precisamente en contra del imperialismo, sus aliados criollos y los gobiernos que le sirven. Han conquistado así, esta preciosa herramienta de lucha: su unidad en el plano sindical a través de la Central Única de Trabajadores, su unidad política a través del Frente de Acción Popular, en cuya representación viene la delegación de Chile a esta Conferencia.
El Frente de Acción Popular, sobre la base del entendimiento de los dos grandes Partidos de vanguardia, el Socialista y el Comunista, agrupa tras sus banderas a todos los sectores auténticamente antiimperialistas del país, constituyendo por su unidad, organización, combatividad y conciencia, la m��s poderosa de las fuerzas políticas de Chile.
En 1964 y para evitar la segunda derrota electoral de los sectores reaccionarios, hubo de crearse bajo la inspiración del imperialismo, una Santa Alianza de todas las fuerzas conservadoras y centristas apoyadas por la iglesia y el poder económico que puso a su disposición el capitalismo nacional y extranjero; fue el único medio que tuvieron para impedir temporalmente el ascenso del pueblo al poder y la instauración de un gobierno popular.
En todo caso un millón de voluntades, sobre dos millones quinientos mil sufragantes, expresaron su apoyo a un definido programa antiimperialista, antioligárquico y antifeudal. A un candidato confesadamente marxista. Que en el parlamento burgués de su patria jamás ha olvidado que es socialista y que aquí no necesita recordar su condición de militante revolucionario. Este 40% es la amplia base de la transformación de la lucha política-social. Pese a esa transitoria derrota, la influencia del movimiento popular y la conciencia antimperialista promovida por él sido tan grande que los dos últimos gobiernos, incluido el actual, no han podido menos que hacerse eco de la voluntad antiyanqui de pueblo chileno, resistiendo en diferentes formas, incluso en las conferencias interamericanas, los intentos del imperialismo de avasallar totalmente nuestros países.
La posición de Chile, al oponerse a la invasión de Santo Domingo y a la creación de la Fuerza Armada Interamericana, es un resultado claro del desarrollo, el ascenso y la combatividad del movimiento popular, que se ha convertido en un factor determinante en nuestra vida política.
La doctrina Johnson constituye para el pueblo chileno, como para todos los países de América Latina, una declaración explícita de que los imperialistas opondrán la violencia a cualquier movimiento popular que en nuestro continente esté en condiciones de alcanzar el poder. Ello determina que el movimiento popular chileno, que ha logrado señalados triunfos en la ampliación y profundización de la democracia en nuestro país, sepa ahora, claramente, que los Estados Unidos le impedirán por las armas el acceso democrático y legal al poder.
Ello determina, también, en consecuencia, nuestra obligación de acentuar la lucha; movilizar las masas, vincular la acción antimperialista a las reivindicaciones cotidianas de la población: la huelga, la ocupación de tierras, la movilización colectiva, y la toma de conciencia de que a la violencia reaccionaria se opondrá y opondremos la violencia revolucionaria.
Será el propio pueblo de Chile y las condiciones de nuestro país, lo que determinen que hagamos uso de tal o cual métodos, para derrotar al enemigo imperialista y sus aliados.
No se nos escapa que esta lucha es excesivamente dura y difícil para un país solo y que para hacerla más fácil deberá contar con el respaldo, el apoyo y la solidaridad internacional.
Es fuerte y poderoso el imperialismo, pero en conjunto los pueblos oprimidos son mucho más fuertes que él y están en condiciones de vencerlo. De ahí por qué valoramos nosotros, extraordinariamente, la lucha antimperialista de todos los pueblos del mundo y la sentimos como nuestra.
La Segunda Declaración de La Habana, aprobada en la Asamblea General del Pueblo de Cuba, dijo: "¿Qué es la Historia de América Latina?" "¿Y qué es la historia de... América Latina sino la historia de África, Asia y Oceanía?" "¿Y qué es la historia de estos pueblos sino la historia más despiadada y cruel del imperialismo en el mundo entero?"
Estamos con los pueblos de Asia y Africa, y el mundo árabe que combaten con las armas en el Congo, en las Colonias portuguesas, en el Yemen, en Laos, especialmente en el Vietnam, en contra del enemigo común.
Estimamos que sus luchas son valiosas ayudas para los pueblos latinoamericanos que a su manera y en cada uno de los frentes se oponen al imperialismo.
Estamos con los combatientes de Guatemala, Colombia, Venezuela y Perú, y en especial con el valeroso pueblo dominicano, con cuya heroica batalla por conquistar su libertad y expulsar a los invasores yanquis nos solidarizamos.
Estamos también con los que bregan por derrotar al imperialismo.
Hemos estado, estamos y estaremos con Cuba, que construye valerosamente el socialismo. No olvidamos que contra este país se descarga día a día una feroz acción imperialista que, entre otros aspectos, se traduce en el despiadado bloqueo económico. Esta isla que a menos de cien millas de sus costas, levanta en sus aguerridos brazos la bandera de la dignidad no sólo de su pueblo sino de América Latina toda y todos los pueblos oprimidos del mundo.
Compañeros delegados: Los representantes del movimiento popular chileno hemos llegado a esta histórica Conferencia para insistir que su máxima importancia consiste en la posibilidad de lograr, sobre la base de la lucha sin renuncios contra el imperialismo, una combativa unidad en favor de la liberación de Asia, África y América Latina. La unidad de los pueblos en su lucha emancipadora es la base esencia! de la victoria definitiva.
Esperamos que de esta Conferencia emerja una acción concertada y permanente de sus organizaciones de masas, representadas aquí para luchar resueltamente contra el imperialismo, creando las autoridades y mecanismos adecuados que sin perjuicio de los organismos regionales existentes o por existir permitan ligar más estrechamente sus luchas con la de los países de América Latina.
Sostenemos, asimismo, que de esta Conferencia debe salir una iniciativa destinada a relacionar y coordinar en forma permanente la acción antimperialista despueblo latinoamericano.
La Conferencia de Méjico en 1961 polla "Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz", y el Congreso de los Pueblos realizado en La Habana en 1962 en pro de la autodeterminación y la no intervención constituyen jalones señalados de un proceso de coordinación de los movimientos populares antimperialistas del continente.
Compañeros: La Delegación de Chile se esforzará por que la solidaridad de los pueblos de los tres continentes alcance en esta Conferencia los mejores instrumentos de Acción, colocando por sobre todo, su afán de unidad mundial antimperialista. Unidad basada en la lucha intransigente que lleva a la derrota a las fuerzas que obstaculizan el avance de los pueblos de Asia, África y América Latina hacia la democracia, el socialismo y la paz; unidad para pasar con decisión a la ofensiva y conquistar la independencia económica y la soberanía política de nuestros pueblos. Unidad, para darle al hombre la dignidad que hoy se le niega.
Unidad para terminar con el hambre, la enfermedad y la miseria moral y fisiológica.
Unidad para estructurar la nueva sociedad, sin explotados y explotadores.
Unidad para construir el socialismo.
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