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El señor VARGAS (Presidente en ejercicio).- De acuerdo con el Reglamento, los ministros hacen uso de la palabra cuando lo estimen pertinente.
Tiene la palabra el diputado señor Ignacio Urrutia.
El señor URRUTIA.- Señor Presidente , si el ministro señor Velasco no quiere hablar, no queda otra alternativa que hacerle los planteamientos. Tomará nota y después nos contestará.
No es la primera vez que estamos en una sesión especial de Sala o de comisiones, tanto en la Cámara como en el Senado para tratar el mismo tema. ¡Ni hablar cuando su valor estuvo a 440 ó 430 pesos, pues ahí sí que el grito en el cielo que pegamos fue caballuno! Por lo menos, hoy, su precio no es tan bajo, pero, sin lugar a dudas, estamos ante un problema.
Tal vez, uno de los mayores problemas que tenemos con el dólar es la fluctuación de este tipo de cambio. Variaciones tan grandes provocan una incertidumbre gigantesca. En un momento dado, su precio llegó a 680 pesos, hoy está en 547,50. El año pasado bajó a 430 pesos. Es decir, en el último año y medio, ha variado desde los 430 pesos hasta los 680 pesos. ¿Quién puede invertir en un país con esa variación del precio del dólar? Esto es absolutamente insólito. Chile es el único país donde pasa una cosa así.
Salvo en el caso de algunos berries, el resto de las inversiones en la agricultura comienzan a producir en cuatro años o más.
¿En qué momento tomar la decisión con una variación del dólar tan gigantesca? Me parece que, para el problema de la fluctuación del dólar, habría que buscar algún mecanismo que signifique que el dólar se mueva en un rango menor al que lo hace hoy. También me parece importante que el ministro nos informe cuál es el dólar ideal para el Gobierno. ¿430, 550 ó 600 pesos? Me imagino que debe haber un dólar ideal. De lo contrario, esto no tendría razón de ser.
Señor Presidente , por su intermedio, quiero decirle al ministro que, por versiones de prensa, tengo entendido que cuando anunció la venta de los 4 mil millones de dólares, le pidió al Banco Central que se los comprara -ahí se nota que hay un esfuerzo de su parte por tratar de que estos dólares no salieran al mercado- y que el Banco Central le había dicho que no podía intervenir en esa materia, que respetaba su autonomía, y no los habría comprado. Pero en el caso de los cuarenta millones de dólares que se están vendiendo diariamente en el mercado, el Banco Central podría salir a comprar -no en forma directa-la misma cantidad o una parecida en el mercado, de manera de no provocar este exceso de dólares y así mantener el tipo de cambio más alto de lo que está hoy.
En mi opinión, el precio del dólar no debería ser menor a 600 pesos y tener una fluctuación entre 580 y 620 pesos, no más allá, para la seguridad de las inversiones futuras.
De repente el señor ministro nos ha dicho: “Cuando el dólar está alto, lo que tienen que hacer los exportadores es tomar un seguro.” No es nada fácil tomar un seguro. Quizá, los agricultores más grandes tengan mayor facilidad para hacerlo, porque, además, tienen un costo. Para un pequeño agricultor que hoy está exportando, contratar un seguro es lo más complicado que hay. No sabe ni siquiera por dónde partir para tomar un seguro. Se dice: “Por qué se quejan tanto, si en esta época no hay fruta, no se está exportando nada.” Resulta que, en esta época, llegan los retornos de lo que se vendió en la temporada pasada, y no llegan en euros ni yenes, sino en d��lares. Se dice: “Pero si ustedes le están vendiendo a la Unión Europea en euros y a los países asiáticos en yenes.” No, pues, a todos los agricultores les pagan los retornos en dólares. Por lo tanto, no sirve de nada venderle a la Unión Europea o a los países asiáticos, porque les pagan exactamente igual en dólares. Reitero, hoy, precisamente se están recibiendo esos retornos y liquidando en el mercado a un precio mucho más bajo del que tenía el dólar hace tres meses, cuando se determinaron los costos. Es decir, se está perdiendo plata.
Las consecuencias no las vamos a ver este año y, tal vez, ni siquiera el próximo. Un dólar bajo significa menos inversión y, reitero, las consecuencias no las veremos ahora, sino en dos o tres años más.
Por eso, ministro , póngase la mano en el corazón y busquemos algún mecanismo que ayude, no sólo a los exportadores, sino también a los que sustituyen exportaciones.
He dicho.
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