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El señor HORVATH.-
Señor Presidente , como primera reflexión, deseo señalar que asumo todo lo dicho con anterioridad -para no repetirlo-, que interpreta el afán regionalizador.
Ahora bien, siempre se habla de que hay acuerdo en regionalizar; sin embargo, en los hechos, lo único que avanza es el centralismo: 10 pasos por cada uno que se da en materia de regionalización.
IMAGEN
Si Sus Señorías observan la imagen, se darán cuenta de que nuestra geografía no es como se nos enseña -de hecho, para representarla tuvimos que minimizar la Región Metropolitana en la cantidad suficiente para que cupiera-, pues las zonas extremas tanto del norte como del sur aparecen apenas como apéndices si uno considera el número de habitantes, la actividad económica y otros indicadores.
Tal vez cabría preguntarse: ¿cuál es el patrón seguido por nuestro país en la materia?; ¿dónde está el ADN, la huella o la impronta del centralismo?
El centralismo no solo abarca múltiples dimensiones, sino que además hoy día es pasto fértil para un enfoque más bien globalizado. Las decisiones no se están tomando en la Región Metropolitana, sino en otras partes del mundo.
El cuadro que quisimos compartir con Sus Señorías también representa un homenaje al Consejo Nacional para la Regionalización y Descentralización de Chile (CONAREDE), cuyas raíces no solo vienen de los años setenta, sino que se entroncan claramente con los afanes regionalizadores de los inicios de nuestra historia.
Los gobiernos regionales son verdaderas entelequias. Entelequia, en el estricto sentido filosófico de la palabra, dice relación más bien al centralismo que se refiere a sí mismo, y, en el entendimiento popular, a algo que no se puede dar en la realidad.
No menciono el aspecto comunal, porque los déficits de las municipalidades provocan que sus grados de autonomía hagan agua y que dependan en exceso de programas sectoriales y, en particular, de la Subsecretaría de Desarrollo Regional y Administrativo.
A lo anterior se superpone el hecho de que nuestro país es tremendamente legalista, siempre apegado a la forma, y, por lo tanto, la huella o impronta del centralismo termina imponiéndose.
Resulta claro que la fórmula para elegir a los consejeros regionales no resiste más, y no entregaré más detalles al respecto. Pero: ¡ojo! Debemos tener cuidado al momento de definir los procedimientos respectivos para no caer en los llamados "centralismos regionales", en cuanto a volver a ajustar tal patrón a cada una de las Regiones.
Tuve la oportunidad de leer el libro Armas, gérmenes y acero, de Jared Diamond -lo recomiendo a las personas presentes en la Sala-, donde se formula la pregunta: ¿por qué China o los países del Asia no descubrieron primero América, en circunstancias de que, centenares de años antes de tal hecho, disponían de mejores conocimientos y mecanismos de navegación?
La respuesta se encuentra, entre otras causas, en su excesivo centralismo. Las naciones europeas eran tan diferentes unas de otras que se posibilitaba el emprendimiento. Por ejemplo, Colón tuvo que golpear cinco puertas para que se le abriera una; en China habría debido tocar una sola y, de no abrirse, no lo haría jamás.
Asimismo, atendido el hecho de que Chile se orienta fundamentalmente sobre un eje norte-sur, lo que genera tremendas diferencias dentro de él, al superponérsele un centralismo lo único que se garantiza es la ineficiencia y la inequidad. Ahora, si sumamos a lo anterior nuestros potenciales factores productivos, la verdad es que el sistema no funciona ni funcionará.
En materia cultural, con la huella trazada solo lograremos una suerte de homogeneización, que constituye exactamente la antítesis de lo vital.
En cuanto a las facultades, a los medios que se transferirán a las Regiones, puedo citar como ejemplo -sobran en el país- a la acuicultura. Hace más de 14 años, intentamos colocar en la Región de Aisén una barrera sanitaria -al igual como se realiza en tierra con los controles fitosanitarios- para impedir que las ovas, los alevines, los reproductores pasaran de una Región a otra. No obstante, fuimos acusados de constituir un monopolio, llevados a tribunales y sancionados por tal hecho.
De haber prosperado esa iniciativa regional, desde luego no estaríamos enfrentando crisis como las provocadas por el virus ISA, el cáligus y otros.
Y abundan ejemplos sobre el particular.
Se nos señala reiteradamente por parte de la autoridad de turno -porque se trata de una cuestión mental- que más del 50 por ciento de los fondos se decide a nivel regional. ¿Pero quién toma la determinación? Las autoridades nombradas desde el nivel central: intendentes, gobernadores, secretarios regionales ministeriales, directores de servicios, directores de programas. Y los fondos, previo sometimiento al respectivo visto bueno, se recapturan a través de convenios de programación.
Deseo agregar dos datos adicionales.
En los años noventa, cuando un secretario regional ministerial - René Bobadilla , según me recuerda mi vecino y buen amigo el Senador señor Bianchi - se opuso a la enajenación de gran parte de Tierra del Fuego para el proyecto Trillium , que después no prosperó, su propio Gobierno lo echó.
El caso más reciente es el relativo a la COREMA de la Quinta Región, donde el Seremi de Bienes Nacionales se opuso a un proyecto y el Ministro del Ramo lo despidió.
Por lo tanto, ¿de qué autonomía podemos hablar a nivel de Regiones?
La iniciativa en debate -tal como se ha señalado- representa un pequeño avance y debe ser corregida. Pero si no logramos entender que un país unitario debe serlo en la diversidad regional y no solo desde el punto de vista legal, administrativo, cultural, sino además mental de cada uno de quienes lo integramos, desde luego no lograremos prosperar.
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