-
http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/640741/seccion/akn640741-po1-ds5-ds9
- bcnres:tieneTipoParticipacion = bcnres:Intervencion
- bcnres:tieneEmisor = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/2645
- rdf:type = bcnres:SeccionRecurso
- rdf:type = bcnres:Participacion
- bcnres:tieneCalidad = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/cargo/2
- bcnres:tieneReferencia = http://datos.bcn.cl/recurso/persona/2645
- rdf:value = "
El señor NÚÑEZ.-
Señor Presidente , creo que, en algún momento, todos nos preguntamos acerca de los múltiples factores que estuvieron presentes en el desenlace trágico que tuvo la democracia en Chile en 1973.
Por cierto, no vamos a abrir grandes debates sobre la materia. Ya se han hecho. Existe bastante bibliografía y se han escrito muchos paper con respecto a lo acontecido. Pero hay un factor sobre el cual, en mi opinión, nunca se ha trabajado con la intensidad requerida por ese hecho histórico tan dramático.
Chile era y sigue siendo extraordinariamente presidencialista y centralista. Y cuando un país depende de manera fundamental de su estructura político-administrativa (en la práctica, seguimos dependiendo de ella) y la figura del Presidente de la República es determinante en el acontecer político-administrativo, el mero hecho de que dicha autoridad culmine como terminó en 1973 implica la caída, no de esa figura y de la institución, sino del país en su conjunto.
La derrota de la Unidad Popular significó la destrucción de la democracia, de la institucionalidad, en fin, por la sola circunstancia de que Chile era una nación muy centralizada -y lo sigue siendo-, y el Jefe del Estado, una figura excepcionalmente determinante en el devenir de la patria.
Creo que esas dos experiencias históricas esenciales no han sido asumidas cabalmente por nuestro país.
Por eso, la descentralización y la regionalización tienen un componente histórico muy determinante. Chile no siempre fue presidencialista. Y no siempre fue centralista en los términos en que lo es en la actualidad, señor Presidente , no solo por la experiencia que Su Señoría conoce muy bien -y me alegra que en el ex Congreso Nacional se haya inaugurado una sala de lectura en honor a Pedro León Gallo -, sino porque, si uno empieza a horadar bien en la historia de nuestro país, se va a encontrar con que se efectuaron grandes esfuerzos para que la centralización no llegara a los límites excesivos que hoy registra.
Reconocemos tales esfuerzos. Yo formé parte de la Comisión que debatió la reforma constitucional del año 1990, donde -varios señores Senadores lo recordarán- ya tuvimos presente la necesidad de incorporar factores que fueran abriendo camino a la descentralización.
Sin embargo, todos estamos contestes en que aquello no ha bastado; en que sigue prevaleciendo una cultura altamente centralista y presidencialista, que se refleja no solo a nivel del Estado nacional, sino en todas las instituciones.
Para algunos, quitarle un poco de poder al intendente es una revolución que puede acabar sumamente mal. Y, más aun, quienes están informados de la historia de nuestro país dicen que queremos poco menos que reabrir un debate en cuanto a la factibilidad de un Chile federal.
Chile no tiene posibilidad alguna de ser un país federal. ¡Eso es absurdo! La única Constitución federalista fue la de Mariano Egaña , que culminó muy mal.
En consecuencia, nadie está abriendo camino para que Chile sea un país federal, porque no tiene ni cultura ni historia federal. Estamos tratando de dar un paso más significativo en materia de descentralización. Pero me refiero a una descentralización con mayúscula y no a la que todos entendemos como un buen camino para dar respuesta a los programas a los que nos hemos comprometido con la gente. Aquí ello tiene que ver con la supervivencia del Estado nacional en un mundo cada vez más complejo.
Por tal motivo, en mi opinión, el proyecto de ley que generó tanta discusión desde el punto de vista de su formalidad, no sólo se fundamenta en la necesidad de dar mayor fuerza a la regionalización y a su prima hermana, la descentralización, sino que también se relaciona con las demandas regionalistas a nivel mundial. Si se observa lo que está ocurriendo en Europa, se advierte que en países muy cercanos a nosotros, como España, Italia y Alemania, la regionalización ha sido el único camino que han encontrado las estructuras político-administrativas para enfrentar la llamada "globalización", fenómeno de tal magnitud que está rompiendo las identidades nacionales. ¿Y dónde se refugian los ciudadanos? En las identidades regionales o comunales.
Y esa es la razón por la cual todos nosotros -en forma particular, quienes vivimos bien lo que sucede en Regiones- sabemos perfectamente que la expresión localista que se ha dado en ellas en los últimos tiempos obedece a la idea de dotar de identidad, de enfrentar la globalización que uniforma todo nuestro quehacer, incluida la manera en que debemos valorar las cosas. Y la gente se refugia en lo que es propio de las Regiones. Prácticamente en todas han surgido fuertes movimientos para que adquieran singularidad. Eso no es baladí: es un fenómeno real, inherente a la globalización y la relación que hoy vive nuestro país.
Además, quienes participamos en el debate de la Comisión de Gobierno, dirigida por el Senador señor Bianchi -la discusión se llevó a cabo en forma conjunta con el Ejecutivo y, digámoslo francamente, la actual Ministra del Trabajo -, no estuvimos discutiendo uno o dos meses sobre el tema, sino al menos durante seis, porque es una cuestión muy de fondo. Y me alegro de la disposición intelectual y política que la Secretaria de Estado manifestó, en su momento, para enfrentar el asunto de una manera diferente a como hubiésemos podido hacerlo.
¿Por qué?
Primero, porque no se puede prescindir de lo relativo a la legitimidad y respaldo democráticos de los consejeros regionales. Eso es muy importante.
En el país se registraba una anormalidad en ese aspecto: se elegía al Presidente de la República , a los Senadores y Diputados, a los concejales y alcaldes, pero no a los consejeros. Esa es una anomalía democrática en cualquier lugar del mundo. En consecuencia, dotar a estos últimos de legitimidad y respaldo democráticos, provistos por el soberano, era algo obvio, respecto de lo cual todos somos responsables por no haberlo resuelto antes.
Segundo, porque si un inconveniente, entre otros, presenta hoy nuestro sistema político es la falta de participación. Seguramente, ese es uno de los problemas que encontrarán los Diputados y Senadores que irán a la reelección y a combatir nuevamente para lograr el voto popular, porque es algo que ya se percibe. En efecto, esta es una democracia con un enorme déficit de participación ciudadana. Y, cada vez más, esa es una de las dificultades que exhibe nuestro sistema político para reproducirse de manera natural y democrática. Estamos haciendo participar a la gente de una forma absolutamente artificial.
A mi juicio, uno de los mecanismos que tendríamos que pensar más seriamente en fortalecer es el de la asunción por los ciudadanos de la responsabilidad de elegir a quienes deben resolver, más allá de la comuna, los problemas concretos y cotidianos de la población.
Tercero, porque tanto el sistema político cuanto los partidos están hoy, desde ese punto de vista, bastante desprestigiados. Uno de los factores que en las Regiones han incidido en ello es el hecho de que los consejeros han sido elegidos a dedo durante veinte años. Y su designación se ha efectuado mediante mecanismos que a veces no han prestigiado a las colectividades políticas, todas las cuales han hecho algún tipo de maniobra para que sean nombrados a través de los concejales propios. Y resulta que los consejeros, durante estos veinte años de democracia, han tenido que ver con cuestiones sustantivas de las Regiones, fundamentalmente con el Fondo Nacional de Desarrollo Regional, que ha sido una palanca esencial para programar en alguna medida el desenvolvimiento que se desea que logren.
Por eso, insistimos en que este es el momento oportuno. Es el instante, además, en que los candidatos a la Presidencia de la República -en el Senado hay varios- se están comprometiendo con una mayor regionalización, no por demagogia, sino por existir una necesidad. No encuentro que sea demagógico decir: "¡Vamos a dotar de mayores atribuciones a las Regiones! ¡Vamos a hacer todos los esfuerzos posibles para una mayor entrega de atribuciones a los consejos regionales!". Eso no es demagogia, sino el reflejo de una demanda que va a ser mayor y más creciente, sobre todo en la campaña presidencial que se avecina.
Existe una cuarta razón. Chile no tiene ninguna posibilidad de hacer lo mismo que Argentina, que, por la vía administrativa, distribuyó a sus habitantes en forma adecuada a través de prácticamente todo su territorio. Incluso, abrió espacios para ocupar la Patagonia, que estaba habitada, básicamente, por chilenos. Fue una decisión muy bien dotada, en la cual participaron todas las instituciones fundamentales, incluida la Iglesia, y lograron repartir bastante bien y de modo armónico a la población.
Brasil, por su parte, trasladó su capital a Brasilia.
Es decir, todos los países han hecho algún esfuerzo en el ámbito que nos ocupa, algunos infructuosos y otros con cierto éxito.
Otros Estados, autoritarios, como la Unión Soviética de Stalin, determinaron el traslado de poblaciones de manera absolutamente arbitraria.
En Chile nunca hemos hecho eso.
El señor PROKURICA .-
¡Por suerte...!
El señor NÚÑEZ.-
Lo único que hemos vivido en los últimos treinta años es un proceso de concentración demográfica que ha transformado a Santiago, Viña del Mar y Valparaíso en una gran urbe, en una conurbación de la cual no se conoce una experiencia en el mundo. No hay una más grande, y domina el país.
La concentración demográfica registrada en Chile es absolutamente imposible de parar si no se adoptan algunas medidas. Y la única que se nos ocurre es que las Regiones empiecen a ser más atractivas. Y para que lo sean deben contar con buenas universidades; con recursos de mejor calidad, tanto humanos cuanto financieros.
No basta con que un porcentaje determinado de aquellos que genera la minería queden en comunas y Regiones. Ese es un paso.
Lo mismo se extiende al producto de la explotación acuícola.
Cuando hacemos referencia a la posibilidad de impuestos regionales, no solo el Ministro de Hacienda , sino que también casi todo el mundo se pone rápidamente a pensar que podemos llegar a situaciones límites. Pero abramos un debate al respecto. Porque en algunas Regiones puede ser absolutamente inapropiado aplicarlos, pero no así en otras. En los hechos, el royalty, como tributo específico, es una suerte de impuesto regional.
Es decir, hay temas que están planteados y que en la Comisión nos pareció pertinente y necesario abrir, porque no nos hemos atrevido a hablar en serio acerca de qué entendemos por regionalización. Y creo que este es el momento más oportuno para hacerlo, no solo por la razón que señalé anteriormente, sino también porque existe madurez política. Nadie quiere hacer demagogia con estas materias. Nadie aspira a generar con ello una suerte de revolución demográfica, política y administrativa. Nadie desea, ni mucho menos, cambiar el conjunto de la estructura del Estado nacional. Nadie pretende decir que el nuestro debe dejar de ser un país unitario. Chile tiene vocación de país unitario: a algunos nos gustará, y a otros, no.
Señor Presidente, al incorporar todos estos puntos en el proyecto, ya mencionados por los señores Senadores que me antecedieron en el uso de la palabra, no hacemos sino avanzar positivamente. Y voy a enumerar algunos.
No se trata solo de la elección de los consejeros regionales, sino que el hecho de que el intendente no sea presidente del CORE nos parece también absolutamente lógico, natural. En cualquier democracia, quien es elegido por sus pares, legitimados por el voto popular, cuenta con mucha más legitimidad para dirigir una entidad como esa.
El que exista la posibilidad de mecanismos para la transferencia de atribuciones resulta del todo necesario. Será una ley la que los señale.
De igual modo, estimamos positivo que el Senado dirima ante la falta de acuerdo entre un gobierno regional y el gobierno central. En varias oportunidades -por lo menos, recuerdo dos- hemos abordado conflictos de competencia.
La entrega de mayores atribuciones a los consejeros regionales y el hecho de que el Presupuesto de la Nación tenga alguna relación con los presupuestos regionales constituyen un paso relevante. Nos parece importante que avancemos en ello.
Por eso he participado con entusiasmo de la idea que nos ocupa. Lo vengo haciendo desde 1990, el mismo año en que empezamos la discusión. Transcurridos veinte años, creo que ya es el momento de la madurez. Porque todos queremos avanzar, sin destruir nada, sino construyendo algo que consideramos vital en un país que está enfrentando la actual crisis y, además, la globalización, que no se detendrá fácilmente de la noche a la mañana.
He dicho.
"
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/640741/seccion/akn640741-po1-ds5
- bcnres:esParteDe = http://datos.bcn.cl/recurso/cl/documento/640741