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El señor WALKER, don Patricio (Presidente).-
Tiene la palabra el Senador señor Girardi .
El señor GIRARDI.-
Señor Presidente, pienso que ya se han tocado gran parte de los temas en cuestión.
Solo quiero agregar que cuando uno escucha la discusión se lleva la sensación de que lamentablemente un sector del país, los empresarios y una parte del espectro político, no ha entendido que el mundo cambió. Y siguen queriendo mantener una sociedad y una economía que no es posible en los años que corren.
Los sistemas feudales y los hiperjerarquizados, verticales no funcionan en el siglo XXI.
El siglo actual es el mundo de la colaboración; de la red; un mundo donde los trabajadores debieran sentirse socios de los proyectos y donde puedan aportar su creatividad, su visión innovadora.
Las grandes economías del presente siglo ya no responden a los modelos del pasado, donde llegaba un actor que tenía capital financiero y podía desarrollar un negocio o un proyecto.
Los grandes emprendimientos del siglo XXI son mundos que tienen que ver con contenidos; con capacidades innovadoras, creativas.
Me parece que se sigue viendo, lamentablemente, por parte del mismo sector político y de un segmento del ámbito empresarial al trabajador como un enemigo, como un adversario. Y se lo trata como enemigo, como adversario y como amenaza.
Entonces, yo pregunto, ¿podrá transitar Chile de verdad a ser parte de un proyecto de país que tenga la capacidad de poner su énfasis en la innovación, en no dejar de depender de los commodities?
Aquel es el modelo que sustenta la estructura de los commodities, donde, por cierto, se requiere trabajadores casi descalzos, que hagan la pega, que ganen pocas remuneraciones; pero que no sean creativos, innovadores, con educación, capacidad, competencia y que puedan ser socios en los proyectos.
Por lo tanto, veo incluso que hay una crisis de la productividad.
No sé cómo los trabajadores son tratados así. Es el caso -el Senador Carlos Montes hizo alusión a esto hace un rato- de los trabajadores de las farmacias. Eso yo lo viví: los tratan peor que a adversarios, en un esquema en verdad totalmente feudal.
Entonces, querer mantener ese tipo de relaciones me parece del todo equívoco.
No veo posible que sea consistente que Chile dé un salto hacia adelante; que Chile desarrolle una sociedad más compleja, más profunda; que Chile pueda valerse por sí mismo, generar capacidades para enfrentar el futuro, cuando tenemos instituciones absolutamente arcaicas. Ya la institución educacional que intentamos reformar -lo hacemos en parte- es arcaica, porque no se modifica el cómo se educa. Esto todavía lo realizamos de manera expositiva, con tiza y pizarrón, sin incorporar la capacidad de generar atributos de innovación, de creatividad.
Y acá pasa lo mismo.
En consecuencia, con instituciones arcaicas nos quieren condenar a la soledad en que hemos permanecido estos últimos años: la del desarrollo para unos pocos, de los beneficios para unos pocos, donde no existe posibilidad de generar competencias que le permitan al conjunto de la sociedad expresarse en un modelo de desarrollo económico.
¡Se les olvida, además, que los trabajadores son padres o madres de familia!
Hay en esto una total disociación en el discurso de la Derecha. Esta dice que le preocupan la violencia, la droga, la pobreza, pero cuando tiene la posibilidad de resolver estos temas, pareciera que el viento se llevara sus preocupaciones.
Y eso ocurre en muchos aspectos.
Estamos discutiendo el proyecto en general, ni siquiera en particular. Y resulta bastante complejo que no se quiera colaborar para modernizar una legislación que desde todo punto de vista está obsoleta, que contraviene la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Porque se violan los derechos humanos -a algunos quizás no les importa tanto- y los convenios que hemos suscrito con la OIT.
Se planteaba recién la extensión de los beneficios laborales. Y para esto hay dos fórmulas: que esos beneficios los pueda asignar el sindicato, lo cual significa fortalecer esos órganos, o bien, que los entregue el jefe de la empresa. Hoy se da esto último.
Algunos no quieren sindicatos: desean mantener la lógica de la amenaza. Nosotros somos partidarios de una convivencia pacífica...
Está por terminar mi tiempo.
Le pido un minuto adicional, señor Presidente.
El señor WALKER, don Patricio (Presidente).-
Bien, señor Senador.
El señor GIRARDI.-
Gracias.
Como decía, nosotros queremos convivencia pacífica. Nadie pretende que haya algún movimiento, ni siquiera uno sindical, que pueda usar métodos violentos. Sin embargo, estigmatizar a priori al mundo sindical como violento no me parece pertinente, porque en este país existe un arsenal de justicia lo suficientemente potente y de instrumentos que sancionan justamente los actos de violencia. No se necesita fortalecer a priori la concepción que la Derecha quiere instalar: la lógica del miedo, de la amenaza, de que los trabajadores son -entre comillas- "los adversarios y los enemigos que hay que derrotar sistemáticamente".
¿Para qué plantear esa lógica cuando -lo dijo el Senador Chahuán- tenemos un arsenal lo suficientemente poderoso para sancionar aquello y no para estigmatizar?
Por eso, es lamentable que no haya voluntad para aprobar en general la iniciativa. Porque con ello se quiere condenar a este país, no solo a sus trabajadores, a seguir viviendo en una lógica a medias y no avanzar al siglo XXI.
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