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- rdf:value = " El señor LEAL (Presidente).-
Tiene la palabra el diputado Julio Dittborn.
El señor DITTBORN.-
Señor Presidente , muchas cosas en la vida hacen mal; lo peor es que mientras más ricas son, parece que más mal hacen.
Después de leer el proyecto, debemos pensar seriamente en poner algún tipo de advertencia en las longanizas, porque tienen mucho colesterol, y éste es uno de los más importantes causantes de muerte en el país. No sé cuántos millones de dólares en ausentismo laboral causa una buena parrillada del fin de semana el lunes siguiente.
En cuanto a los perniles, por ejemplo, de frentón habría que prohibirlos, absolutamente. La capa de grasa del pernil me parece un atentado a la vida y probablemente los parlamentarios por la vida deberíamos tomar nota de este asunto.
Respecto de la mayonesa, tendríamos que distinguir entre la mayonesa casera, que es tremendamente negativa, porque se hace de elementos naturales. A lo mejor, deberíamos despedir a la nana sin indemnización si hace mayonesa y obligarnos a adquirir mayonesa elaborada, sin ningún elemento que nos perjudique.
Francamente, el proyecto invade la libertad de un adulto de beber lo que quiera y de decidir de qué diablos se quiere morir. La muerte está muy cerca de nosotros, y la última decisión que nos va quedando es pensar de qué nos queremos morir. Si un señor se quiere morir después de comer miles de perniles, me parece muy legítimo, y no tenemos ningún derecho a impedírselo.
La iniciativa atenta contra la libertad de un adulto de comer lo que se le ocurra.
La única parte del proyecto con la que concuerdo es la que se refiere a la publicidad. Debemos regularla porque puede afectar a los niños y a los adolescentes y vamos a suponer que éstos no tienen criterio formado para saber lo que les hace bien o mal. Regular la publicidad me parece razonable.
A mucha gente le molesta que una fábrica de cerveza auspicie a los deportistas. Estoy dispuesto a concurrir con mi apoyo a eso, pero me parece un exceso restringir la libertad de los adultos respecto de lo que quieren comer.
He presentado tres indicaciones. Una, para aumentar de uno a diez la graduación alcohólica para advertir los daños que implica el consumo excesivo de alcohol -porque me parece que tenemos derecho a tomarnos una cervecita sin ningún tipo de regulación-, y rebajar de 25 a 10 por ciento la superficie que ocupará dicha advertencia en la etiqueta respectiva.
Finalmente, si una empresa exporta licores no debe estar obligado a cumplir nuestra regulación, sino la del país al cual va destinado el licor. La ley no distingue entre exportaciones y venta en el mercado nacional.
He dicho.
"
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