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- rdf:value = " El señor PAREDES (de pie).-
Señor Presidente, señores ministros, familiares y amigos de nuestro recordado ex Presidente de la Cámara, diputado Juan Bustos :
Quiero iniciar estas palabras agradeciendo a la bancada del Partido Socialista y, en particular, a su jefe, diputado señor Fidel Espinoza , por cederme el honor de expresar desde mi particular visión, los sentimientos y objetivaciones que provoca nuestro querido colega y amigo Juan Bustos Ramírez .
Quienes me antecedieron en el uso de la palabra, abundaron, sin lugar a dudas, importantes datos biográficos formales respecto de la vida y trayectoria de Juan Bustos ; de ese hombre que nunca concibió el concepto de enemigo, porque nunca estuvo en una guerra, pero sí de adversario, porque siempre entendió las diferencias como la dialéctica necesaria para la transformación y el paso a estados superiores de bienestar material e intelectual; de ese gran hombre que se cobijaba en el cuerpo de Juan, que reía con la risa de Juan, que abrazaba con los brazos de Juan, que hablaba con la boca de Juan, que amaba con el corazón de Juan.
Los homenajes desde la institucionalidad han sido impresionantes y más que merecidos, y nos hemos alegrado de ello, porque, en definitiva, también se está homenajeando y fortaleciendo nuestro sistema democrático, nuestra convivencia democrática y el diálogo, que deben ser constantes y ascendentes, en cantidad y calidad.
En nuestras relaciones personales, fui más que favorecido. Más allá de la militancia socialista y de las visiones comunes de sociedad; más allá de compartir responsabilidades parlamentarias; más allá de haberse transformado en el abogado que me defendió en muchas oportunidades, incluso, con ocasión de la solicitud de desafuero en mi contra; más allá de todo aquello, Juan me dispensó su amistad, su cariño, entregándome, como a muchos, su calidez y calidad humana.
Por eso, señor Presidente, estimados y estimadas colegas, me voy a permitir recordar algunas vivencias, no por un efímero afán de protagonismo, sino porque a través de ellas podré testimoniar de mejor forma la trashumancia de Juan.
Más de una vez me pregunté qué lleva a un hombre como Juan Bustos Ramírez , con su sapiencia, su sabiduría, su estatura intelectual y su reconocimiento internacional, a transformarse en amigo de mujeres y hombres, entre los cuales me cuento, con vidas, formaciones profesionales y realidades sociales diferentes.
Comencé a encontrar respuestas cuando, en una ocasión, tuvo la delicadeza de invitarme a la ceremonia de lanzamiento de algunas de sus obras por una editorial peruana, que se llevó a efecto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. En esa oportunidad, expresamente me pidió que llevara a mi hijo, entonces estudiante de derecho y hoy egresado, en etapa de preparación de su examen de grado. Por medio de sus propias palabras y de confesiones de amigos en común, me enteré de sus carencias durante su infancia, de la madre costurera, de sus esfuerzos por superarse en los estudios, de las desprotecciones, de sus abandonos primeros, entendiendo, así, que en el acercamiento y en la estructuración de sus amistades estaba la referencialidad particular y la posibilidad que se le ofrecía de llenar las carencias, de aportar las protecciones necesarias y de superar los abandonos de otros.
Seguramente esa capacidad para transformar lo ingrato en grato, lo amargo en dulce, lo doloroso en lección, fue lo que vivió con las aceitunas azapeñas que, como en un rito de paso, de iniciación, de amargas, en su paladar pasaron a deliciosas, como desde los años del desamor a la alegría más profunda del reencuentro nacional, caminos que diseñó y recorrió junto a muchos hasta el último de sus días.
Porque, ¿qué otra cosa sucedió en sus honras fúnebres oficiales, cuando flameaban al viento las rojas banderas del Partido Socialista de Chile al mismo tiempo que resonaban las marchas militares, llenando los oídos de los presentes?
¿Qué convoca de este hombre o qué se invoca en su nombre para provocar la presencia de connotados personeros de la derecha chilena, incluso, haciéndole guardia de honor en su velorio en el ex edificio del Congreso Nacional?
Como nobleza obliga, es, por lo tanto, necesario, importante y fundamental reconocerlo, manifestarlo y consignarlo.
Fue, en verdad, un gran gesto, entre otros, el del diputado Alberto Cardemil , quien realizó dicha guardia de honor junto a otros parlamentarios, con un profundo respeto por lo que ha significado para este país la figura, el trabajo, el pensamiento y el accionar de Juan Bustos Ramírez .
Porque, de manera definitiva, señor Presidente, en el tema de la justicia, de la defensa de los derechos humanos, hay un antes y un después de Juan Bustos Ramírez . También para muchos de quienes lo conocimos y compartimos su profunda humanidad, hay un antes y un después de Juan. Para mí, sin ninguna duda.
¡Cómo olvidar la cara de orgullo de mi hijo mayor al momento de casarse, al ver a Juan con su mujer, Claudia , y su hijo Ignacio, entre sus invitados, allá en la lejana
Arica, bailando hasta las cuatro de la madrugada!
Recuerdo que un día, por esas cosas de la llamada buena crianza, después de representarme en un juicio en la Corte de Apelaciones de Arica, le pregunté entre bromas y en serio cuáles serían sus honorarios por defenderme. Sin pensarlo dos veces, me dijo: “¡Treinta manguitos de Azapa para plantarlos en mi parcelita de Olmué!”. Y allí están, treinta hermosas plantas de mango echando raíces como manos que buscan y que se buscan, abrazando la tierra comunitaria, sosteniendo la vida que se ve arriba, en la superficie, pero siempre gracias a lo que sucede abajo, sin anuncios, sin colores, sin vociferaciones; tranquilas, seguras y discretas, como la vida de Juan Bustos .
Me acompañaba a Arica permanentemente. Le gustaban Arica y los sabores y sanaciones -según había escuchado- de ella. Así, en una suerte de trueque o de reciprocidad constante, este diputado lo recibía e intentaba devolver la dimensión de lo entregado, aunque esto pareciera imposible. Pero aun así, llegaban hasta su casa carnosas y frescas hojas de sábila nortina que, mezcladas con la dulzura de las manzanas centrinas, ofertaban mejor salud para su cuerpo, que ya se empezaba a negar a seguir el ritmo vertiginoso del intelecto superior, que continuaba funcionando como en los mejores tiempos.
Como no recordar aquellos tiempos dolorosos, exiliado en Honduras, en que, al decir de Eduardo Galeano , “Juan arrastra sus días de mala manera. Lleva meses así, de pena en pena, como avergonzado de sobrevivir”. O aquellos en Argentina, en que, para estar más cerca de su patria, recorrió sus calles, incluso, como vendedor ambulante. O aquellos de prisión, tortura y simulacros de lanzamiento desde helicópteros de la Operación Cóndor. O los tiempos solidarios en que el embajador alemán en Argentina tomó como tarea fundamental ayudar a ese catedrático, doctor, eminencia jurídica que había conocido y admirado alguna vez en su país.
Queda una marca indeleble -¡qué duda cabe!- en la historia de este país, en la historia de esta Cámara, en la historia del pueblo chileno y en la historia de su bancada y de su partido, nuestro partido, que hoy le rinde un homenaje y se enorgullece de su legado y de su estatura.
Por eso, más que dolor, sentimos un tremendo orgullo de lo que ha significado Juan . Porque, como dijo el ya legendario español Pablo Iglesias , “los socialistas no mueren; los socialista se siembran”. Y ahora nos preparamos para la cosecha de la buena siembra de nuestro camarada y compañero Juan Bustos Ramírez , que es la misma buena siembra realizada en su familia, a la cual saludo y entrego un sincero reconocimiento y todo mi cariño y agradecimiento por permitirme compartir con Juan y con los suyos hasta los últimos momentos.
Querido Ignacio, probablemente pueda parecerte -como me dijiste- que el padre Pío no se portó bien esta vez. Hay que entender que hay designios superiores difíciles de aceptar y de entender. Pero, como te habrás dado cuenta, con el correr de los días ha ido creciendo el reconocimiento de un país entero a la grandeza intelectual y humana de tu padre, que, por su humildad y sencillez -era quitado de todo afán de lucimientos personales-, no permitía que afloraran en toda su dimensión.
No te preocupes, amigo Juan , camarada y compañero: los mangos siguen creciendo fuertes, sanos, dulzones y sabrosos, para que su amarillento fulgor ilumine cada paso y cada camino de justicia que construiste y seguirás construyendo. Ten la certeza de que este país que tanto amaste seguirá creciendo para que los dolores y las heridas que ayudaste a sanar en las víctimas de la dictadura desaparezcan para siempre y sea, al fin, un país reconciliado, objetivo en el que -no tengo dudas- pusiste tus más grandes afanes.
Hasta la vista, querido amigo Juan Bustos Ramírez .
He dicho.
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