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El señor PROKURICA.-
Señor Presidente, a lo largo de nuestra historia se pueden constatar procesos de migración desde diversos países del mundo a Chile.
Es el caso de la migración italiana, entre 1880 y 1930, y de la árabe, entre 1885 y 1950.
También existen registros de migrantes británicos.
Por otro lado, está la migración judía.
La migración croata, a partir de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, se estableció en distintas regiones del país: en el Norte Grande, atraída por el salitre y el cobre; y en Magallanes.
A su vez, los colonos alemanes llegaron a Valdivia y Llanquihue entre 1850 y 1910, inicialmente, como parte de una política chilena de captación de inmigrantes con miras a impulsar el desarrollo económico de las distintas regiones.
No hay ninguna duda del aporte que los inmigrantes han hecho a Chile y a otros países de América.
Y, dada su estabilidad económica y política respecto de otros países de la región, Chile es percibido en la actualidad como un destino atractivo para muchos inmigrantes.
Según el Director del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), señor Miguel Jaksic , el número de inmigrantes en nuestro país llegaría a un millón en ocho años más.
En este mismo sentido, un informe de la Biblioteca del Congreso establece que la inmigración en Chile pasó de 184.464 personas el 2002, a 441.529 personas el 2014. Es decir, hay una variación de 239 por ciento.
El 82 por ciento de esa inmigración se distribuye entre 10 países: Perú (37,8 por ciento), Argentina (15 por ciento), Bolivia (7,7 por ciento), Ecuador (5,2 por ciento), Colombia (5,1 por ciento), España (2,9 por ciento), Brasil (2,7 por ciento), Estados Unidos (2,6 por ciento), China (1,7 por ciento) y Alemania (1,6 por ciento). Es decir, el 61 por ciento de esta inmigración corresponde a países fronterizos con Chile.
Este proyecto de ley tiene por objetivo rebajar de 21 a 18 años la edad para optar a la nacionalidad chilena y permitir la nacionalización de hijos de extranjeros mayores de 14 años autorizados por quienes estén a cargo de su cuidado personal, así como de los hijos menores de 18 años de padre o madre que Chile reconozca como refugiado desde el momento en que uno de ellos obtenga su carta de nacionalización, para evitar que queden como apátridas.
Señor Presidente, voy a votar a favor de esta iniciativa. Sin embargo, echo de menos algo que hemos planteado tanto a este Gobierno como a los dos anteriores, al Ministro de Defensa Nacional , al Ministro del Interior, en fin: la urgencia de que nuestro país cuente con una verdadera política de Estado en materia de inmigración.
La idea es no solo recibir al que quiera venir a Chile, sino llevar adelante una política más activa, de manera de captar a inmigrantes de otros países que estén orientados a nuestras necesidades: especialistas médicos, ingenieros en minas, geólogos, científicos u otros profesionales o técnicos.
Lo anterior, con la finalidad de que realicemos una política más activa -como decía recién- en materia de inmigración.
Este es un buen proyecto de ley. Sin embargo, si lo discutimos línea por línea, observaremos que, en verdad, hay una desregularización total, ya que lo que hoy día se hace es ver quién quiere venir a Chile. Llega gente buena, pero también gente no tan buena. Y no contamos con un filtro para poder ordenar el ingreso de personas al país.
En la actualidad tenemos serios problemas con microtraficantes, clonadores de tarjetas o carteristas que entran a nuestro país porque las policías no disponen de los mecanismos adecuados para evitar su ingreso.
Queremos que vengan inmigrantes, pero a aportar y no a incrementar los índices de delincuencia.
Hace unos días, ocurrió un hecho que me parece gravísimo: una banda narco pagó 600 mil pesos por el asesinato de un menor, en pleno centro de la población La Legua, en San Joaquín, lo que desnudó el primer crimen cometido por sicarios colombianos en Chile.
Eso debiera prender una luz roja a todas las autoridades chilenas para evitar que sigan ocurriendo hechos semejantes.
En Chile el sicariato no ha cundido, pero sí hay países en que es muy común.
Finalmente, quisiera decir que debiéramos imitar a naciones como Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, que tienen políticas activas en esta materia y que entregan beneficios a los inmigrantes en función de sus propios requerimientos, fomentando el ingreso de médicos especialistas, ingenieros y otros profesionales y técnicos difíciles de encontrar y necesarios para el país.
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