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El señor NAVARRO.-
Señora Presidenta , luego de casos como el de La Polar y los diversos escándalos que han involucrado a prestigiosas empresas de auditoría externa (por ejemplo, Price water house Coopers), uno se pregunta ¿qué consultoras van a auditar a los partidos? En realidad, ellos las eligen.
Hasta donde yo sé, las empresas prefieren las auditorías en las que siempre les va bien en sus resultados.
¿Por qué esta supervisión no la hace el Servicio Electoral bajo un régimen de inscripción regulado y severo? De lo contrario, cada partido va a inscribir su propia empresa auditora, como ha ocurrido tantas veces. Al final, las colectividades políticas serán auditadas por las consultoras que ellas mismas han registrado.
En mi opinión, el Servicio Electoral debería contar con la potestad para contratar las auditorías externas. Además, tendría que implementarse un régimen estricto para determinar qué empresas auditoras están calificadas para llevar a cabo tales controles.
Si no, esto será un traje a la medida.
Se va a desvirtuar lo relativo a la auditoría externa si no se regula primero el tipo de entidad que la va a realizar. A mi juicio, la sola inscripción en el Servicio Electoral no basta. ¡Puede inscribirse cualquiera! ¡Pueden crearse empresas auditoras ad hoc para ese solo efecto!
Por lo tanto, nos vamos a llenar de consultoras vinculadas a partidos. En el fondo, van a hacer sus propias auditorías. ¡Y se las van a pagar, más encima!
Pienso que la norma propuesta es liviana. Lo digo después de la experiencia que hemos vivido con relación a las compañías que auditaron a importantes empresas del país durante muchos años, consultoras que, a pesar de contar con prestigio internacional, igual incurrieron en muchas irregularidades.
En mi opinión, esta letra b), al no incluir mayores exigencias, no da garantías. Más bien, representa un problema.
Me habría gustado que este control quedara radicado en el propio Servicio Electoral. Este debiera determinar qué compañías auditan a los partidos mediante una elección ciega y no a dedo.
Como la norma dispone que los partidos eligen a dedo, los resultados siempre serán como reza el refrán: "El que paga pone la música".
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