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El señor BUSTOS (Presidente).-
Tiene la palabra el diputado Jorge Burgos.
El señor BURGOS.-
Señor Presidente, pongamos un minuto de atención en lo que estamos discutiendo.
Analizamos una cosa sencilla en cuanto a su forma, pero importante en el fondo. Lo sencillo es que se trata simplemente de suprimir un guarismo en un artículo de la Constitución Política de la República. Lo de fondo, como dijo el ministro Viera-Gallo , es romper el cerrojo constitucional que evita que modifiquemos el sistema electoral, incluso en la lógica de perfeccionamiento del sistema que tenemos. Eso está por discutirse.
Además, el Gobierno, en una indicación que presentó ayer, a fin de evitar riesgos de mayorías transitorias, incorporó en el proyecto un quórum más alto, algo muy parecido al acuerdo que se llegó cuando se modificó la Constitución en 2005. Se han ofrecido todas las garantías posibles.
En consecuencia, lo que venía a continuación era el cumplimiento de la palabra sobre lo conversado. Y ese elemento no está. Es grave que no se cumpla con la palabra. Más grave aún es para la Alianza, no para nosotros, que el más probable candidato a Presidente de la República diga una cosa y los parlamentarios de sus partidos manifiesten otra. Eso es muy grave respecto de la gobernabilidad que ofrecen.
Como se han dado argumentos populistas, de repente uno tiene la tentación de contestarlos, porque hay mucha preocupación no por la discusión de ahora, sino por la que viene, mediante la cual pudiera ampliarse el actual número de diputados.
Alguien decía que hay que construir hospitales y no aumentan el número de diputados. No hay problema. Si es cuestión de plata, dividamos los 130 ó 140 por el presupuesto actual. Se lo suscribo altiro. No hay ningún problema.
(Aplausos en las tribunas)
Por ahí, no tendríamos complicación.
De lo que se trata aquí es muy sencillo: de cumplir o no cumplir la palabra; de cumplir o no cumplir los acuerdos. Eso es lo que mira la gente. Su desencanto, en parte, tiene que ver con el sistema. Pero también con los políticos que dicen una cosa y después terminan haciendo otra. Ahí radica buena parte del desencanto.
Los millones de jóvenes que no se han inscrito no lo han hecho porque quieran votar por el Partido Comunista. ¡Por favor, no nos engañemos! Simplemente, no se han inscrito porque están desilusionados de una política que no siempre dice la verdad. A mi juicio, por ahí va la cosa.
Soy un convencido de que a la hora de discutir el proyecto de fondo pueden surgir algunas diferencias, pero hay un tema central: ¿cómo evitamos la exclusión? En eso debemos ponernos de acuerdo, porque al país no le hace bien que algunos, teniendo votos suficientes para elegir tal vez un número pequeño de diputados, estén excluidos por una norma jurídica.
Eso no puede ser porque le resta legitimidad al sistema. Hay que solucionarlo, porque, en caso contrario, existe el grave riesgo de que quienes se sienten excluidos, piensen que hay una decisión política de exclusión.
Quienes creemos en la democracia y en que no se puede excluir a nadie por las ideas o los miedos que produzca, siempre nos vamos a jugar por esto, para que sea así tanto en Chile como en Cuba, para no equivocarnos.
Debe ser así en todas partes del mundo. La democracia es un valor esencial universal y la exclusión es una regla que va en su contra, tal como ocurre con la existencia de un partido único o asambleas populares elegidas a dedo.
He dicho.
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