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- rdf:value = " La señora MUÑOZ (doña Adriana).-
Señor Presidente, la movilización de los trabajadores del pasado 29 de agosto es una fuerte señal de hastío y de rechazo a seguir viviendo en silencio en un país con horribles contrastes entre quienes nadan en la riqueza y los que se ahogan en la miseria.
Chile se ubica dentro de los doce países del mundo con peor distribución del ingreso. Además, cuenta con dos grupos económicos cuyos nombres están en la lista de los hombres más ricos del mundo; Angelini y Matte, cada uno de los cuales gana diariamente entre los 500 y los 1.000 millones de pesos; luego, está el 0,09 de los denominados Club de los Millonarios, al cual pertenecen cerca de tres mil trescientas familias de muy altos ingresos. Más o menos, veinte de ellas pertenecen a grupos económicos cuyas rentas superan los 100 millones de pesos diarios; a ello le sigue el 9 por ciento más rico, compuesto por la clase media alta; después viene un salto brutal, donde se encuentra el 59 por ciento de los chilenos que forman parte de la clase media baja empobrecida; y el restante 20 por ciento, pertenece a los tres millones de pobres de la nación. Son datos entregados por la periodista María Elena Andonie , en su artículo “Desigualdad en Chile: Subversión silenciosa”.
Uno se pregunta: ¿por qué esta brecha? ¿Por qué esta vergonzosa e insolente brecha?
En su intervención, la diputada señora Denise Pascal hizo una reseña importante y nos trajo a la memoria el tema de las privatizaciones hechas durante la dictadura militar. Ahí -hay un informe de esta Corporación- se constituyó una nueva elite económica, un nuevo poder económico, funcionarios públicos, como seremis de minería y de agricultura, llegaron a ser grandes zares de la minería y de los poderes eléctricos en este país.
El modelo económico neoliberal, contra el cual marcharon los trabajadores el pasado 29 de agosto, que se funda en el crecimiento económico como la llave maestra para el desarrollo y en la famosa y humillante teoría del chorreo, como un mecanismo de distribución, está mostrando un agotamiento que todos tenemos que reconocer. Esos hechos han dejado a miles de compatriotas fuera de la brecha del desarrollo, sumidos en la pobreza, en la miseria y en la frustración.
El Banco Mundial hace rato que viene dando muestras de poner en cuestión ese modelo de desarrollo. El péndulo de esa forma de desarrollarse de los países, en Chile y en el mundo, viene de vuelta. Eso abre una enorme posibilidad para revisar lo que hemos hecho y poner la ética en el centro de las políticas económicas y, sobre todo, de las relaciones laborales.
Por eso, hoy nos hace mucho sentido el llamado de la Iglesia, que no es nuevo. A fines del siglo XIX, el Papa León XIII, en la carta encíclica Rerum Novarum , señalaba -cualquiera podría pensar que era Carlos Marx quien estaba hablando-: “Hombres opulentos y riquísimos han puesto sobre la multitud inmensa de proletarios un yugo que difiere poco del de los esclavos”; hace pocos años, el Papa Juan Pablo II, señaló: “Los pobres no pueden esperar”; por último, monseñor Goic expresó: “Es una vergüenza, un pecado. Tenemos un pecado social con los sueldos y salarios que existen en nuestro país”.
Debemos preguntarnos si la elite política y empresarial de este país quiere hacer un cambio, un giro, sobre todo, cuando hoy ocurren situaciones vergonzosas, como las que suceden en las salmoneras, donde los capataces obligan a las mujeres a trabajar con pañales para que no vayan al baño, porque las multas se descuentan de los ingresos de los salarios.
Sólo debemos preguntarnos: ¿Podremos ponernos de acuerdo, desde esta brecha ética, moral, salarial y de concentración de la riqueza? Pienso que sí. Sólo debemos mirar el ejemplo de Finlandia, un país que en poco menos de un siglo, de una situación similar a la que hoy se vive en Chile, fue capaz de superar la pobreza y la desigualdad a través del diálogo.
He dicho.
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