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- rdf:value = " El señor MONTES.-
Señor Presidente , hemos solicitado esta sesión especial por la importancia del llamado del obispo Goic a pagar salarios éticos o justos, que toca un problema neurálgico de la sociedad chilena. Creemos que es importante que la Cámara de Diputados no eluda su responsabilidad en este desafío y contribuya a enfrentarlo.
En Chile, no hemos logrado construir una mejor sociedad. A pesar del crecimiento, no tenemos una sociedad más integrada, más justa, más ética. Y éste, sin lugar a dudas, es un desafío para todos.
El obispo Goic , a nuestro juicio, nos plantea desafíos claros: menos desigualdad, un Chile más justo; mejorar significativamente las remuneraciones e ingresos de las familias trabajadoras.
Los parlamentarios de la Concertación tenemos al respecto un doble debate: por un lado, con la Derecha y, por otro, con nosotros mismos.
El debate con la Derecha, creo yo, es más fácil y no es el principal. La Derecha nos dice: llevan 17 años y aún no logran disminuir la desigualdad ni aumentar los salarios suficientemente.
Es claro todo lo que ha hecho la Concertación para construir un país más justo y equilibrado. En la orientación del gasto público; los esfuerzos en salud, educación, vivienda; derechos, en general; el modelo de protección social. Y quizás las 800 salas cunas sean un símbolo de este gran esfuerzo.
A la Derecha hay que recordarle que la desigualdad no le parecía problema. Sólo crecimiento económico, y en los ciclos de baja de la economía, siempre han planteado que hay que disminuir los salarios mínimos, que hay que disminuir el gasto social, que hay que disminuir los impuestos. No se le hizo caso y, por eso, la desigualdad se ha contenido.
La reflexión de fondo de la propia Concertación parece ser el eje principal. Queremos una sociedad más justa y mejores remuneraciones.
¿Qué hemos logrado? ¿Por qué no hemos logrado una sociedad más integrada y una mayor valoración del trabajo y los trabajadores? ¿Qué errores hemos cometido? Es fundamental que hagamos una valoración crítica de nuestro desempeño. Ésta es la base para vitalizar nuestro proyecto de país y éste será el eje de mi reflexión.
Yo sugiero leer sobre esto. A Ricardo Frfench Davis , a Humberto Vega , a María Ester Feres , a Osvaldo Sunkel , a Ricardo Infante , entre otros.
Primero, sobre el país. La injusticia y la desigualdad en Chile.
Aprendimos a crecer, pero aún no hemos logrado un país más justo. Hay enormes brechas, en ingresos, en educación y saber; en salud, en poder, en acceso a la justicia; en los medios de comunicación.
Hay que reconocer que Chile tiene problemas serios de inequidad, de integración social, de cohesión social. Y nuestro proyecto de país tiene aquí un desafío fundamental.
Las brechas siempre las hemos tenido. Sin embargo, las privatizaciones y la desocialización de los servicios sociales las agudizaron.
Hemos acumulado logros en muchos campos: en democracia, en respeto a los derechos humanos, en crecimiento económico, en relaciones internacionales, en una fuerte disminución de la pobreza, en cobertura educacional. Pero aún no hemos logrado las estructuras básicas de justicia, para asegurar justicia, convivencia y paz entre los chilenos.
Hemos cometido errores importantes que están en la base de la desigualdad. Por ejemplo, el modelo de financiamiento compartido en educación, que produce segregación y segmentación. Un crecimiento urbano también segregado, se autosegrega en La Dehesa, y los más pobres van al borde de la ciudad.
Una política de pequeña empresa que no ha logrado generar una sólida modernización, a pesar de todos los avances que ha habido. Y esto, desde la rebaja de aranceles en 1991 y 1992.
Hay fuerte inequidad tributaria. Los pobres y sectores medios pagan más impuestos que los más ricos.
Hay subsidios para los más ricos. Dos tercio del IVA de la construcción se les entrega a los sectores de más altos ingreso.
Los trabajadores, por otra parte, no pueden negociar sus derechos porque la negociación colectiva es muy limitada.
No tenemos una política social constructora de tejidos de vínculo social ni de organización de la sociedad.
Quizás, el problema principal sigue siendo de orden cultural, valórico. La desigualdad es escandalosa en Chile. ¡Escandalosa! No es normal; no debemos aceptarla. Hay que reconocer el problema y fortalecer la solidaridad y la responsabilidad de unos por otros.
En términos generales, podríamos decir que la estrategia de desarrollo que Chile ha implementado permite crecer económicamente, pero genera fuerte concentración y desigualdad en la riqueza, los ingresos y los bienes públicos.
Las políticas sociales han mitigado estos desequilibrios, pero no han logrado revertirlos. Nada sacamos con limitarnos a mostrar a la Derecha lo que hemos hecho.
Para la vitalidad de la Concertación, debemos asumir que a pesar de las grandes cosas que se han hecho, de lo mucho que se ha hecho, todavía no tenemos un país con los niveles de igualdad y equidad que quisiéramos, que serán los que enriquezcan nuestro proyecto.
El segundo gran tema, que es parte sustantiva del anterior, es el de las remuneraciones, de la revaloración del trabajo y los trabajadores, del salario justo. Esto, no sólo para los sectores de más bajos ingresos, sino para todos, incluyendo a los sectores medios.
La Derecha dice que para esto no hay atajos, que sólo con crecimiento y educación lograremos mejores sueldos. Esto no es verdad.
Chile ha crecido como nunca antes en estos 17 años; más del 300 por ciento. En educación, hemos logrado gran cobertura, en todos los niveles. Sólo en educación superior hemos pasado de 8 a 30 por ciento.
El crecimiento y la educación son condiciones necesarias, pero no suficientes para construir un país con mayor equidad y mayor igualdad.
No hay que eludir el debate; tampoco las responsabilidades. El debate sobre el salario ético partió por una propuesta de complemento fiscal a los ingresos de los que trabajan. Se dijo: “Completemos lo que falta para llegar a los 250.000 pesos que planteó el obispo Goic” .
Algunos proponen que el Estado se haga cargo de la diferencia.
A nuestro juicio, éste es un debate muy importante, pero hay que profundizarlo. El debate europeo ha ido creciendo en la idea de que hay que tener un ingreso básico garantizado para todos los ciudadanos, desde la cuna hasta la muerte. Un ingreso garantizado sólo por ser personas, y no por el grado de aporte productivo; sólo por ser personas. Y todos acceden con éste a un mínimo de bienestar.
Este debate, -en proceso de implementación, en Alaska y en otras partes- ha sido muy importante.
El debate de estos días ha sido para complementar los ingresos de las familias o los trabajadores, la propuesta de Piñera y otros o el salario de referencia ética de Longueira.
Y la Concertación, ¿qué ha hecho en estos años al respecto? Ha dicho: Hay que reconstruir un modelo de protección social y generar un conjunto de subsidios a familias y personas.
Si sumáramos en la Casen última todo lo que esto representa, hay una compensación, un agregado. Y se reflexiona sobre la posibilidad de racionalizar el conjunto de estos subsidios.
Esta propuesta necesita aclarar con qué ingresos permanentes se cubrirán. No se puede eludir la reforma tributaria. En caso contrario, sería poco serio.
Si se quiere asumir este problema, tenemos que pensar en una reforma tributaria.
Este debate ético, de justicia, de voluntad política, hay que ligarlo al proceso real, a la realidad objetiva para que sea efectivo. No basta con la voluntad, aunque es fundamental en la vida de las naciones.
Es necesario compatibilizar tres dimensiones del problema de los salarios justos. Primero, tener en cuenta los ingresos permanentes para una vida digna de los trabajadores. Segundo, ver cuál es la capacidad de pago de las empresas. Y tercero, considerar los requisitos del desarrollo económico, como productividad, por ejemplo.
Es difícil compatibilizar estas tres dimensiones. Para esto necesitamos preguntarnos cómo se forman los salarios en una economía como la chilena, abierta, pequeña. Un Estado pequeño con un sector informal grande. ¿Qué eslabones del proceso de formación de los salarios se pueden tocar para alterar sus patrones?
La teoría al respecto se ha enriquecido mucho. El enfoque de Chicago está muy superado en sus supuestos simplificadores. Las cadenas de valor y la asimetría de mercado configuran un enfoque superior. Y esto lo vemos en las teorías de autores como Porter, Pietrobelli, Drucker y otros, según las cuales se está haciendo otro análisis del proceso de formación de los salarios.
En este marco, me referiré, en primer lugar, a la participación de la empresa en las distintas cadenas de valor en las cuales están insertas y, en segundo lugar, a la distribución del valor agregado entre utilidades y salarios en la empresa.
Las cadenas de valor y la empresa.
El ingreso de las pequeñas empresas depende de la competencia con las importaciones y de las ventas a las grandes empresas, las que imponen las condiciones -precios, plazos de pago, publicidad, etcétera- a las pequeñas y se apropian de una parte importante de la cadena de valor. Las pequeñas empresas ven reducidos sus ingresos de venta, por lo que caen sus utilidades y no pueden pagar salarios altos. Las pequeñas empresas tienen grandes asimetrías de poder de mercado. Para aumentar los salarios reales hay que reducir estas asimetrías y proponerse un desarrollo y una modernización sostenidas de las pequeñas y medianas empresas.
La distribución del valor agregado entre utilidades y salario.
El nivel del salario lo determina unilateralmente el empleador, considerando diversos factores, como la situación de la empresa, de la economía y del mercado laboral. También incide su sesgo ideológico.
Los trabajadores en Chile tienen un bajo porcentaje de sindicalización -sólo 12 por ciento- y de negociación colectiva -sólo 2 por ciento-. En estas condiciones se tiende a salarios de entrada lo más bajos posible; es el piso que se pone sobre todo en las grandes empresas. Además, los empleadores pueden determinar el resto de las condiciones contractuales y despedir muy fácilmente a los trabajadores.
Las grandes empresas no consideran la productividad para determinar los salarios. Se divorcia el salario de las utilidades. Aumentan las utilidades, pero los trabajadores no aumentan sus ingresos. A nuestro juicio, éstos son los factores principales que explican la desigualdad e injusta distribución del ingreso en la economía chilena, a pesar del crecimiento.
El tema de fondo es que existe una estrategia de desarrollo que se agota. Hay que diseñar otra, diferente, que asuma la inequidad en la distribución de los ingresos y las profundas diferencias de productividad y de calidad de nuestra estructura productiva de bienes y servicios.
No se puede dejar sólo al mercado la distribución funcional de los ingresos. Se debe fortalecer la capacidad de negociación colectiva. Esto es necesario para equilibrar la situación.
También se requieren nuevos parámetros para el salario mínimo y un gran esfuerzo de capacitación laboral al más corto plazo. Quizás, para esto habría que utilizar buena parte de los excedentes de que disponemos.
Es necesario asumir las enormes asimetrías contractuales entre las grandes empresas y las de menor tamaño y productividad. Para esto se necesita un estatuto jurídico que regule de otra manera esta relación. Trabajadores y pequeños y medianos empresarios tienen un campo de entendimiento indiscutible en términos de unidad y de aportar a construir un país mejor.
Los dos factores que he señalado conducen a un aumento creciente de la brecha entre el incremento de los salarios reales y el de la productividad. Ello seguirá ocurriendo en la medida en que no haya capacidad de intervenir con negociación colectiva y otros factores y en la medida en que existan asimetrías de poder.
En 2005, la productividad creció 30 por ciento más de lo que crecieron los salarios reales. No me refiero sólo a los salarios más bajos, sino a los de todos los sectores.
Necesitamos un salario más justo y ético y un país con más equidad y más integración social. Esto requiere concordar elementos de una nueva estrategia de desarrollo que sea socialmente inclusiva y que concite el crecimiento económico y la justicia social.
Sabemos que en una sesión como ésta se podrán plantear distintas visiones. Queremos presentar un proyecto de acuerdo, que ojalá sea suscrito por todos, para pedir que se constituya una comisión especial destinada a analizar materias como la desigualdad, el salario ético y la pobreza.
Esperamos hacer un debate serio -ordenar nuestros pensamientos y visiones, hacer sugerencias, porque la inercia no deja bien a Chile- del que surjan propuestas que contribuyan al Consejo Asesor sobre Equidad Social que ha creado la Presidenta de la República . Necesitamos hacer cambios en la estrategia de desarrollo, en la manera en que se distribuye el valor dentro de la cadena de valor y en la forma en que se enfrentan las asimetrías del mercado. También requerimos un cambio en la manera en que se relacionan los trabajadores con las empresas. Por eso es importante fortalecer la negociación colectiva.
Tenemos la expectativa de que en esta sesión especial estableceremos el marco para el trabajo de la comisión que queremos que se constituya. Creemos que la Cámara de Diputados va a aportar al debate nacional. La Presidenta de la República ha constituido el Consejo Asesor con la mayor voluntad de recoger las distintas posiciones y visiones, y debemos contribuir a esa instancia. A lo mejor, las distintas comisiones podrían proponer ideas que enriquezcan nuestro aporte al debate nacional, que por ahora está centrado en el Consejo Asesor sobre Equidad Social, que es tan importante para dar un salto en nuestra estrategia de desarrollo y en la calidad de vida de nuestra sociedad.
He dicho.
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