REP�BLICA DE CHILE DIARIO DE SESIONES DEL SENADO PUBLICACI�N OFICIAL LEGISLATURA 352�,EXTRAORDINARIA Sesi�n 40�, en martes 5 de abril de 2005 Especial (De 16:22 a 17:33) PRESIDENCIA DEL SE�OR SERGIO ROMERO PIZARRO, PRESIDENTE, SECRETARIO, EL SE�OR JOS� LUIS ALLIENDE LEIVA, SUBROGANTE ____________________ � N D I C E Versi�n Taquigr�fica P�g. I. ASISTENCIA......................................................................................................... II. APERTURA DE LA SESI�N............................................................................... III. ORDEN DEL D�A: Homenaje en memoria del Papa Juan Pablo II (se rinde)�������.. VERSI�N TAQUIGR�FICA I. ASISTENCIA Asistieron los se�ores: --Aburto Ochoa, Marcos --Arancibia Reyes, Jorge --�vila Contreras, Nelson --Bombal Otaegui, Carlos --Canessa Robert, Julio --Cantero Ojeda, Carlos --Cariola Barroilhet, Marco --Chadwick Pi�era, Andr�s --Coloma Correa, Juan Antonio --Cordero Rusque, Fernando --Espina Otero, Alberto --Fern�ndez Fern�ndez, Sergio --Frei Ruiz-Tagle, Carmen --Garc�a Ruminot, Jos� --Gazmuri Mujica, Jaime --Horvath Kiss, Antonio --Larra�n Fern�ndez, Hern�n --Mart�nez Busch, Jorge --Matthei Fornet, Evelyn --Moreno Rojas, Rafael --Naranjo Ortiz, Jaime --Novoa V�squez, Jovino --N��ez Mu�oz, Ricardo --Ominami Pascual, Carlos --Orpis Bouch�n, Jaime --Parra Mu�oz, Augusto --R�os Santander, Mario --Romero Pizarro, Sergio --Ruiz De Giorgio, Jos� --Ruiz-Esquide Jara, Mariano --Sabag Castillo, Hosa�n --Silva Cimma, Enrique --Stange Oelckers, Rodolfo --Vald�s Subercaseaux, Gabriel --Vega Hidalgo, Ram�n --Zald�var Larra�n, Adolfo --Zald�var Larra�n, Andr�s --Zurita Camps, Enrique Concurri�, adem�s, el se�or Ministro Secretario General de la Presidencia. Actu� de Secretario el se�or Jos� Luis Alliende Leiva, y de Prosecretario, el se�or C�sar Bergu�o Benavente. II. APERTURA DE LA SESI�N --Se abri� la sesi�n a las 16:22, en presencia de 23 se�ores Senadores. El se�or ROMERO (Presidente).- En el nombre de Dios, se abre la sesi�n. III. ORDEN DEL D�A HOMENAJE EN MEMORIA DEL PAPA JUAN PABLO II El se�or ROMERO (Presidente).- Esta sesi�n especial, convocada por acuerdo un�nime de los Comit�s, tiene por objeto rendir homenaje a Su Santidad Juan Pablo II, recientemente fallecido. Excelent�simo Nuncio Apost�lico y Decano del Cuerpo Diplom�tico, Monse�or Aldo Cavalli; Monse�or Gonzalo Duarte Garc�a de Cort�zar, Obispo de la Di�cesis de Valpara�so y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Chile; Monse�or Ricardo Ezzatti Andrello, Obispo Auxiliar de Santiago y miembro del Comit� Permanente del Episcopado; Monse�or Javier Prado Ar�nguiz, Obispo Em�rito de Rancagua; Monse�or Jorge Sapunar, Vice Gran Canciller de la Pontificia Universidad Cat�lica de Valpara�so; Hermana Mar�a del Rosario C�rdenas, Presidenta de la Conferencia de Religiosas de la Di�cesis de Valpara�so; Vicario General de Valpara�so, Monse�or �lvaro Bernal; se�or Alfonso Muga, Rector de la Pontificia Universidad Cat�lica de Valpara�so; se�or David Dahma, C�nsul de Polonia en Valpara�so; Reverendo Padre Erwin Prieto, Rector del Pontificio Seminario Mayor San Rafael, de Valpara�so; sacerdotes, religiosas y p�rrocos de la Di�cesis de Valpara�so; se�or Enrique Palet, Secretario General Adjunto de la Conferencia Episcopal de Chile; seminaristas de la Di�cesis de Valpara�so; Reverendo Padre Mariano Labarca, Rector del Colegio San Pedro Nolasco, de Valpara�so; se�ores Vicerrectores del Colegio Seminario San Rafael, de Vi�a del Mar y Valpara�so; se�ores profesores, padres y apoderados, alumnos; se�oras Senadoras, se�ores Senadores, amigas y amigos: Introducci�n Que el Senado de Chile ofrezca hoy, a s�lo d�as de su partida, un homenaje al recientemente fallecido Juan Pablo II es el mejor testimonio del reconocimiento y gratitud de todo el pueblo de nuestro pa�s a uno de los grandes l�deres morales de los �ltimos tiempos. Testimonio de lucha Juan Pablo II fue, desde sus tempranos a�os y hasta sus �ltimos d�as, un luchador incansable para enfrentar la adversidad. Su capacidad y esp�ritu de lucha son elementos esenciales para comprender su legado. Habi�ndose registrado la temprana muerte de sus padres y hermano, el sometimiento de su tierra natal, Polonia, al nazismo, primero, y al comunismo, despu�s, despierta su motivaci�n doctrinaria central de aversi�n a los totalitarismos y de percepci�n de la abierta incompatibilidad del cristianismo con �stos, lo que templ� con fuerza su personalidad. Su lucha a favor de la moral objetiva y de los principios de la �tica y del derecho natural se prolong� incansable en pro de la dignidad del hombre, que �l ve�a amenazada por las nuevas formas de explotaci�n humana que fueron surgiendo despu�s de la ca�da de los reg�menes totalitarios y por el relativismo moral que se alzaba en varios pa�ses del mundo, con su secuela de degradaci�n y menosprecio de la dignidad de la persona. Su incansable defensa de la vida, desde la concepci�n hasta la muerte natural, as� como de la integridad de la familia, ser�n sus banderas se�eras. Luch�, como todos los que han elegido el camino de la santidad, contra s� mismo y contra la enfermedad que lo acompa�� en sus �ltimos a�os. Muchos, ante su estado de salud, dijeron o pensaron: "�Por qu� no renuncia el Papa?". Pero �l se�alaba: "Cristo no se baj� de la cruz". Y, al igual que Cristo, sigui� su camino y cumpli� hasta su �ltimo aliento todo lo que Dios esperaba de �l. Tal es el ejemplo de vida tanto para creyentes como para no creyentes, de entereza moral y de adhesi�n sin l�mites a un ideal noble. En estos tiempos en que las ideas de entrega, sacrificio y generosidad resultan cada vez m�s distantes y ajenas a la conciencia colectiva, Juan Pablo II nos ha dado su �ltima gran lecci�n, dejando a la Iglesia universal un legado espiritual que ha hecho recuperar la fe a vastos sectores de la humanidad, incluida una parte del propio clero, que hoy ve recuperado con claridad el norte de su acci�n. Ha sido precisamente ese testimonio de lucha y entrega el que ha marcado a las generaciones m�s nuevas. As� se explica que el Sumo Pont�fice, en la ciudad de Manila, durante las celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud, en 1995, pudiera celebrar una misa frente a cerca de cinco millones de personas, principalmente j�venes, provenientes de todo el mundo y que sus palabras finales fueran tambi�n al encuentro de ellos. Los j�venes saben mirar, con la nobleza de esp�ritu que caracteriza a esa etapa de la vida, el fondo del alma y la rectitud de intenci�n de quienes se alzan como l�deres, y, por tanto, fueron los que m�s le entregaron su cari�o y admiraci�n al Santo Padre. Un postrer testimonio de lo anterior pudimos observarlo en las �ltimas horas de la agon�a, con una plaza de San Pedro llena principalmente de j�venes que quer�an estar cerca de quien les hab�a abierto nuevos caminos y espacios de servicio en el mundo. En tal sentido, c�mo no recordar su mensaje a la juventud chilena congregada en el Estadio Nacional un 2 de abril de 1987: "Cristo nos est� pidiendo que no permanezcamos indiferentes ante la injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la construcci�n de una sociedad m�s cristiana, de una sociedad mejor. Para esto es preciso que alejemos de nuestra vida el odio; que reconozcamos como enga�osa, falsa, incompatible con su seguimiento, toda ideolog�a que proclame la violencia y el odio como remedios para conseguir la justicia. El amor vence siempre, como Cristo ha vencido, aunque en ocasiones ante sucesos y situaciones concretas, pueda parecernos impotente. Cristo parec�a impotente en la cruz. Dios siempre puede m�s.". Esa entrega sin l�mites y esa fe a prueba de todo es lo que ha llevado a muchos j�venes en el mundo a ver al Santo Padre como un ejemplo de ideales por seguir. Su influencia internacional La capacidad de lucha y el valor para enfrentar las m�s grandes amenazas que atentaban contra la Humanidad lo hizo ser el necesario referente moral y la personalidad m�s influyente del acontecer mundial. Juan Pablo II jam�s rehuy� los desaf�os: m�s bien se caracteriz� por ir a su encuentro, en especial de los m�s grandes que afectaban a la humanidad. As�, en 1979 se convirti� en el primer Papa en visitar un pa�s dominado por el r�gimen comunista. En 1986 se transform� en el primer Pont�fice, desde los tiempos apost�licos, en visitar una sinagoga. Y en 2001 fue el primero en visitar una mezquita. Y se constituy� en el primer Santo Padre en pedir perd�n p�blicamente por las injusticias que algunos cristianos pudieron haber cometido en la historia de la Iglesia. Todos ellos son actos que demuestran decisi�n y valor para enfrentar situaciones que se arrastraban por siglos en las relaciones con otros credos religiosos. Su sola presencia y testimonio serv�an para modificar realidades mantenidas por a�os. Prueba de ello fueron los frutos de su visita a Fidel Castro en Cuba, en 1998, y el encuentro con el l�der ruso Mijail Gorbachov, en diciembre de 1989, los cuales marcaron cambios importantes en la vida de millones de personas. La democracia contempor�nea Juan Pablo, en su libro "Memoria e Identidad", entrega con especial claridad sus reflexiones respecto de la democracia, entendida no s�lo como un sistema pol�tico, sino tambi�n como "mentalidad y comportamiento". All� describe con particular acierto, desde la historia de Israel hasta nuestros d�as, la evoluci�n pol�tica, sobre la base de que en un Estado de Derecho se pone en pr�ctica el postulado de toda democracia: formar una sociedad de ciudadanos libres que trabajan conjuntamente para el bien com�n. Se�ala que el c�digo moral que proviene de Dios, sancionado en la Antigua y en la Nueva Alianza, es asimismo fundamento inamovible de toda legislaci�n humana. La ley establecida por el hombre, por los parlamentos o por cualquier otra entidad legislativa no puede contradecir la ley natural, es decir, la ley eterna de Dios, en definitiva. Hace presente que Santo Tom�s formul� la conocida definici�n de ley como "una ordenaci�n de la raz�n al bien com�n, promulgada por quien tiene a su cargo la comunidad". En cuanto "ordenamiento de la raz�n", expresa que "la ley se funda en la verdad del ser: la verdad de Dios, la verdad del hombre, la verdad de la realidad creada en su conjunto. Dicha verdad es la base de la ley natural. El legislador le a�ade el acto de la promulgaci�n. Es lo que sucedi� en el Sina� con la Ley de Dios, y lo que sucede en los parlamentos en sus actividades legislativas.". Y observa Juan Pablo en esa obra c�mo Hitler, a trav�s de un Parlamento legalmente elegido, hizo aprobar normas para organizar campos de concentraci�n y poner en marcha la llamada "soluci�n final" de la cuesti�n jud�a. Agrega que "Basta recordar estos hechos de tiempos recientes para darse cuenta con claridad de c�mo la ley establecida por el hombre tiene sus propios l�mites que no puede violar. Son los l�mites marcados por la ley natural, mediante la cual Dios mismo protege los bienes fundamentales del hombre.". Finaliza esas reflexiones el Santo Padre haciendo referencia a cuando un Parlamento legaliza la interrupci�n del embarazo y acepta la supresi�n de un ni�o en el seno de la madre. Expresa que "los parlamentos que aprueban y promulgan semejantes leyes han de ser conscientes de que se extralimitan en sus competencias y se ponen en patente contradicci�n con la ley de Dios y con la ley natural.". As� de claro y de concluyente es Juan Pablo II para proclamar la posici�n de la Iglesia universal en cuestiones tan contempor�neas en que se enfrentan las democracias. Mensaje a los chilenos Tambi�n es necesario recordar su mensaje a nuestro pa�s en 1987, en momentos en que la convivencia se encontraba amenazada. En efecto, a�n resuenan las palabras de su discurso en la poblaci�n La Bandera, el 2 de abril de 1987, cuando nos instaba a luchar por fortalecer la familia chilena: "Las verdades, los valores, los comportamientos, los modos de pensar, de relacionarse con las otras personas y con el mundo se aprenden en el hogar, y es �sta una misi�n y un derecho que hay que ejercer amorosamente, y que hay que defender ante los peligros de un mundo materialista que propone el acumular cosas como el sumo bien del hombre y de la sociedad". Tambi�n sus conceptos tocan personalmente a quienes nos encontramos en actividades de servicio p�blico, como "constructores de sociedad". En su intervenci�n en la CEPAL, el 3 de abril de 1987, enfatiz� lo relativo a "la elaboraci�n y la puesta en marcha de programas de acci�n audaces con miras a la liberaci�n socioecon�mica de millones de hombres y mujeres cuya situaci�n de opresi�n econ�mica, social y pol�tica es intolerable.". "La situaci�n de �stos" �de los m�s despose�dos- "est� pidiendo medidas extraordinarias, socorros impostergables, subsidios imperiosos. �Los pobres no pueden esperar! Los que nada tienen no pueden aguardar un alivio que les llegue por una especie de rebalse de la prosperidad generalizada de la sociedad.". El Santo Padre subray�, por tanto, cu�l es el fin �ltimo de quienes nos encontramos en situaciones de decisi�n de las pol�ticas p�blicas de la naci�n: la ayuda a los m�s necesitados. Sin embargo, y a pesar de la necesaria adaptaci�n de esas pol�ticas en favor de los m�s postergados, destacaba con igual fuerza que no deb�amos perder el rumbo en las soluciones de fondo que demanda nuestro pa�s, las cuales nacen necesariamente desde el coraz�n mismo del hombre, convencido de que toda prosperidad social y personal se basa ineludiblemente en una concepci�n moral fijada en la verdadera naturaleza del ser humano: "Las causas morales de la prosperidad son bien conocidas a lo largo de la historia. Ellas residen en una constelaci�n de virtudes: laboriosidad, competencia, orden, honestidad, iniciativa, frugalidad, ahorro, esp�ritu de servicio, cumplimento de la palabra empe�ada, audacia; en suma, amor al trabajo bien hecho. Ning�n sistema o estructura social puede resolver, como por arte de magia, el problema de la pobreza al margen de estas virtudes; a la larga, tanto el dise�o como el funcionamiento de las instituciones reflejan estos h�bitos de los sujetos humanos, que se adquieren esencialmente en el proceso educativo y conforman una aut�ntica cultura laboral.". No podemos, por consiguiente, considerar de manera parcial las soluciones sociales, pol�ticas o econ�micas que requiere Chile, sino entendiendo al ser humano como un todo, tanto en sus dimensiones f�sicas como espirituales. Por �ltimo, y en relaci�n con nuestro pa�s, no puedo dejar de mencionar la destacada participaci�n del Papa en la soluci�n definitiva del diferendo con Argentina por la zona del canal Beagle, pues la guerra, inminente, habr�a destruido probablemente lo mejor de ambas naciones. Su intervenci�n providencial, oportuna y resuelta quedar� en la historia de los dos pueblos como un verdadero milagro de paz y hermandad entre chilenos y argentinos. Palabras finales Son �stos algunos aspectos de la gran obra y del mensaje de Juan Pablo II, lo cual quedar�a incompleto si no nos refiri�ramos a lo que constitu�a el motor y la causa primera de la eficacia del Sumo Pont�fice en todos los �mbitos. Me refiero a su ejemplo de santidad; a esa uni�n con Dios que caracteriza a los hombres santos y que hace patente que toda fortaleza y eficacia nacen de un alma entregada y confiada a �l, como un ni�o peque�o a su padre. Sin duda, esta forma de vivir la filiaci�n divina en Juan Pablo II constituye el denominador com�n de toda su obra, de todo su apostolado y de todo su testimonio. Hoy, Juan Pablo II est� feliz junto a su Padre, Dios Todopoderoso, y a su Madre, la Sant�sima Virgen Mar�a, a quien dedic�, en su lema papal "Totus Tuus", toda su vida y su pontificado. Muchas gracias. (Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- Est�n inscritos los siguientes se�ores Senadores: por la Democracia Cristiana, el Honorable se�or Ruiz-Esquide; por la Uni�n Dem�crata Independiente, el Honorable se�or Fern�ndez; por el Partido Socialista, el Honorable se�or Naranjo; por Renovaci�n Nacional, el Honorable se�or Horvath; por el Comit� Institucionales 1, el Honorable se�or Mart�nez; por el Partido Radical Social Dem�crata, el Honorable se�or �vila, y por el Comit� Institucionales 2, el Senador se�or Silva, cuyo retorno al Senado agradecemos. Tiene la palabra el Honorable se�or Ruiz-Esquide. El se�or RUIZ-ESQUIDE.- Se�or Presidente; Excelent�simo se�or Nuncio Apost�lico, Monse�or Aldo Cavalli; se�ores Obispos; se�oras y se�ores Senadores; autoridades; se�oras y se�ores: Con motivo del fallecimiento de Su Santidad Juan Pablo II adhiero, en representaci�n del Comit� Dem�crata Cristiano, al homenaje que esta Corporaci�n rinde. "T� eres Pedro y sobre ti fundar� mi Iglesia, y sobre ella no prevalecer�n las puertas del infierno.". As�, por dos mil a�os, el Sumo Pont�fice de la Iglesia Cat�lica ha sido la piedra angular donde "las puertas del infierno" no han prevalecido, y se mantiene como uno de los referentes espirituales del mundo frente a todas las vicisitudes del crecimiento, desarrollo, virtudes y debilidades con que ha cruzado su historia. Hoy, el Senado rinde homenaje a uno de los Papas de m�s extenso pontificado en la historia de nuestra Iglesia, con las caracter�sticas que su muerte ha permitido conocer y enfatizar a trav�s de los medios de comunicaci�n. Por mi intermedio, y con estas pocas palabras, los Senadores democratacristianos entregamos el testimonio de nuestro dolor; las condolencias a los representantes de la Iglesia Cat�lica aqu� presentes; nuestra admiraci�n por el papel que Su Santidad Juan Pablo II, a�n insepulto, ha jugado durante su misi�n en el desarrollo de la Humanidad, y nuestra sana preocupaci�n y esperanza de que la Iglesia sabr� encontrar al sucesor adecuado para enfrentar un mundo tan cambiante, tan multifac�tico y tan inimaginable en el futuro. El Sumo Pont�fice, a quien venimos a rendir un homenaje sincero y profundo, con la mirada no s�lo en el pasado sino tambi�n en el futuro de la Iglesia y en su rol ante las nuevas generaciones, no puede ser analizado en su globalidad en estas escasas frases. Creo, sin embargo, que algunas l�neas centrales de su obra pasar�n a la historia del Papado a trav�s de sus escritos, enc�clicas y palabras permanentes, serenas y claras. El Papa Juan Pablo II encarna como nadie la definici�n de Iglesia que se ha hecho en las propias enc�clicas y concilios: "Se�al e instrumento de la uni�n �ntima con Dios y de la unidad del g�nero humano.". Ninguna otra definici�n -creo yo- ha sido tan profunda cuando se quiere definir a la Iglesia. En una sociedad alejada permanentemente de la visi�n hol�stica del hombre, agobiada por un individualismo brutal y llevada cada vez m�s a pertenecer al mundo y no s�lo a estar en �l, esa definici�n nos trae la visi�n de la trascendencia individual y colectiva del hombre, ligada en forma indivisible a la noci�n de un ser superior y creador desde el comienzo de los tiempos. Juan Pablo II es el ejemplo v�vido de este sentido eclesial, que por mandato de Cristo representa en su desarrollo posterior. Mantuvo los valores espirituales que son la esencia de la Iglesia, y lo hizo con la fuerza de su palabra y de su ejemplo. Llev� directa y personalmente a m�s de 200 millones de personas la unidad del g�nero humano, se�alada en la definici�n del Lumen Gentium. Una palabra de unidad que s�lo se sostiene en la medida en que simult�neamente �l entreg� a los hombres y mujeres de todo el orbe, m�s all� de su fe, la concepci�n de un hombre trascendente, �nico, irrepetible, respetable en sus derechos por el solo m�rito de existir, superior como persona a la sociedad y sometido a ella por la maravillosa visi�n del bien com�n. Sin embargo, su mensaje y su acci�n p�blica de predicador perenne no fueron s�lo un discurso te�rico, sino tambi�n una palabra de esperanza y de soluci�n a los problemas que impiden la paz mundial, la concreci�n de "las puertas del infierno", al final del siglo XX y comienzos del tercer milenio. Una paz que se basa en la justicia, porque jam�s la habr� si no se sustenta en un orden social, pol�tico y econ�mico solidario, y en un respeto a la persona humana como la base esencial del desarrollo de la sociedad moderna. Paz y respeto parece ser la consigna que nos transmite desde su pontificado hasta hacerlo literalmente clamar para que no se rompa la estabilidad de las naciones. "Nada es posible sin la paz", dijo. Todo es posible si los hombres se entienden entre s� y las grandes potencias comprenden que sus recursos deben ser aplicados en ese sentido y no en la loca carrera de la destrucci�n. Paz y respeto para que todos los seres humanos depongan sus iras y comprendan que ni siquiera la religi�n -tal vez lo m�s profundo que pueda hacer actuar al hombre- puede ser motivo para provocar la muerte de alguien o atropellar sus derechos. Paz es amor. Y �l dijo entre nosotros -ello nos hace privilegiados-: "El amor es m�s fuerte". Sin embargo, no s�lo en esta l�nea de pensamiento bas� su pontificado. Fue capaz de unir su claridad para mantener los principios de la Iglesia, que consideraba permanentes y sustentados en valores expl�citos en los que jam�s cedi�, con una visi�n de cambio social, de transformaci�n de la sociedad moderna en un hito de justicia y en la comprensi�n de que la esencia de la econom�a moderna son el trabajo y el hombre o la mujer que lo realiza, y que todo lo dem�s, incluidos el progreso tecnol�gico, la riqueza acumulada o las estructuras sociales y econ�micas, debe estar sujeto al sagrado respeto a los trabajadores. La frase tremenda que us� en la enc�clica Sollicitudo Rei Socialis, en cuanto a "su rechazo a los mecanismos perversos de la econom�a" que desde uno a otro extremo de la visi�n materialista de la econom�a se han impuesto en el mundo de hoy, es la expresi�n m�s precisa de su conocid�sima frase de que los pobres no pueden esperar, donde hace un llamado no s�lo te�rico, sino tambi�n a la urgencia de actuar en esa direcci�n. Es un llamado a quienes poseen el poder financiero. Es un llamado a los gobiernos para adecuar su legislaci�n a ese solo fin. Es el llamado a la sociedad para que comprenda una vez m�s que si no hay paz no hay vida, pero que no hay paz sin justicia personal y colectiva, ni tampoco justicia personal ni colectiva sin la disposici�n personal de cada uno de nosotros para actuar en consecuencia. En definitiva, se�oras y se�ores, el cristianismo no es m�s que la condici�n espiritual y personal de acatar estas l�neas. �ste es su llamado, que hoy debemos recordar para transformar el hombre viejo de que nos habla San Pablo en el hombre nuevo de que nos habla Juan Pablo II. Es un llamado personal a nuestros corazones, a nuestra voluntad, a nuestra acci�n, a nuestra comprensi�n, a nuestro amor, a nuestros semejantes, a cada uno y a todos quienes lo hemos escuchado. Pareciera que en su �ltima aparici�n en la Plaza de San Pedro, en medio de su dram�tica expresi�n facial, nos hubiera pedido, en una suerte de grito de silencio, que juntemos las manos y amemos a quienes carecen de esperanza y de respeto entre sus semejantes. Se�oras y se�ores, se�ores Obispos y miembros de la Iglesia que nos acompa�an, antes de terminar, no puedo dejar de mencionar lo que significaron para nosotros la visita del Papa y las transformaciones que ella produjo en Chile. M�s all� de cualquier interpretaci�n pol�tica y de cualquier visi�n que se tenga del pasado o del presente, no cabe duda de que aqu�lla abri� las puertas y ventanas de nuestro pa�s para que sus hombres y mujeres expresaran sus quejas, sus alegr�as, sus demandas, sus esperanzas, e incluso, las realizaciones que muchos chilenos consideraban efectuadas. Desde Juan XXIII, la Iglesia moderna ha se�alado que la expresi�n de la voluntad personal es parte del orden social que necesitamos. Y el Sumo Pont�fice a quien hemos venido a recordar lo concret� entre nosotros con su sola presencia y, m�s a�n, con las verdades que nos hizo escuchar. La petici�n de una apertura de las puertas y ventanas de la Iglesia se concretaba entre nosotros con enorme emoci�n. Los tiempos de la Humanidad no son f�ciles ni lo ser�n. El mundo se asoma a una transformaci�n de luces y sombras. La inteligencia humana llegar� en los pr�ximos a�os a niveles insospechados, y tambi�n lo har� la tragedia de los despose�dos, si no hacemos los cambios necesarios. El conocimiento tecnol�gico nos har� volar a las estrellas, pero tambi�n cruzar� lo m�s �ntimo de nuestro ser, con una capacidad de contrariar el orden natural que nos maravilla y que de repente nos aterra. En presencia de los prelados de la Iglesia, rogamos para que el Esp�ritu Santo ilumine al C�nclave a fin de que el mejor entre los iguales la siga gobernando. Todos entendemos el maravilloso cambio que ha tenido la Iglesia en los cuatro �ltimos pontificados. Y esperamos que se siga produciendo en el futuro, porque hay una modificaci�n sutil en nuestra historia, donde la muerte de Juan Pablo II y el advenimiento de su sucesor significar�n un instante relevante para conducirnos a la sociedad a que siempre hemos aspirado. �Que la esperanza reemplace nuestro dolor; que el Papa, desde aquel lugar donde ya se encuentra, nos conduzca en la paz y en el amor! --(Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable se�or Fern�ndez, en representaci�n del Comit� Uni�n Dem�crata Independiente. El se�or FERN�NDEZ.- Se�or Presidente, Excelent�simo se�or Nuncio Apost�lico, se�ores Obispos, estimados colegas, se�oras y se�ores: Al culminar un pontificado con caracter�sticas como las que distinguieron al de Su Santidad Juan Pablo II, ning�n juicio sobre �l puede ser parcial e insuficiente. Una figura como la suya tiene dimensiones que s�lo el paso de las d�cadas y de los siglos permitir� ponderar con justicia. Nosotros no alcanzamos sino a admirar algunos de sus rasgos excepcionales. Pero no cabe duda alguna de que �l fue un Papa que marc� la historia de su siglo. Y pudo hacerlo, no s�lo por sus sobresalientes dotes intelectuales, sino tambi�n porque, antes de acceder al gobierno de la Iglesia Cat�lica, �l mismo debi� sufrir, en su experiencia personal, en la de sus seres queridos y en la de su propio pa�s, los dos peores totalitarismos que su siglo conoci�: el nazismo y el comunismo. De all� que cuando la responsabilidad papal recay� sobre sus hombros la asumi� con f�rrea determinaci�n, no para contemporizar con males que muchos daban entonces por inevitables, sino para luchar incansablemente por eliminarlos. En su vasta personalidad, el impulso m�stico -muy real e intenso- fue supeditado, por un acto de voluntad, a su determinaci�n -igualmente intensa- de actuar y combatir por el logro de condiciones de dignidad y libertad para todos los seres humanos por igual. Su contribuci�n al avance hist�rico que signific� el fin del sistema sovi�tico merece, por s� sola, perdurar en la historia. Todas las recapitulaciones hechas en estos d�as coinciden en consignar eso. Y es l�gico que as� sea: la magnitud de tal liberaci�n para la Humanidad no ser� nunca olvidada. Pero el alcance mundial de ese aporte no nos hace olvidar otra contribuci�n inapreciable para los chilenos: su valerosa resoluci�n, en 1978, de asumir las inmensas dificultades y responsabilidades de una mediaci�n entre Chile y Argentina cuando la guerra era un peligro inminente, un asunto de horas. Fui testigo directo de esos momentos de suprema tensi�n, que, con virtual certeza, habr�an desembocado en una tragedia b�lica sin la intervenci�n de Juan Pablo II. Su autoridad moral cambi� el curso de los acontecimientos. Tras grandes esfuerzos, en los que �l se comprometi� y particip� personalmente, en vez de guerra entre hermanos se lleg� al "Tratado de Paz y Amistad" que por m�s de 20 a�os rige entre ambos pa�ses. El que este Papa haya abordado semejante tarea a muy pocos meses de ce�ir la tiara pontificia habla con elocuencia de su visi�n y de su temple. Chile y Argentina tienen a ese respecto una deuda inconmensurable. Fue firme y severo en la defensa de principios que estimaba fundamentales e irrenunciables: respeto a la vida humana en todas sus manifestaciones, desde la concepci�n hasta su t�rmino natural; protecci�n incondicional a la familia; condena sin vacilaciones, reservas ni excusas a toda forma de violencia; rigor en la denuncia de cualquier abuso contra los m�s d�biles, y rigor para corregirlo si lo comet�an quienes estaban en el �mbito de su autoridad. Tuvo el coraje de enfrentar impert�rrito las cr�ticas y aun los odios que eso le granjeara, y que lo hicieron v�ctima de un atentado en 1981. Sin embargo, a esa severidad doctrinal aun� tolerancia y amplitud. Cuando todav�a el concepto de globalizaci�n no era moneda com�n en el habla de todos, �l dio pasos sin precedentes hacia el ecumenismo. Visit� iglesias luteranas, anglicanas, ortodoxas; tambi�n, sinagogas y mezquitas. Sus jornadas por la paz en As�s, en 1986 y 1993, reunieron a dirigentes de todos los credos: desde aquellos de la Am�rica precolombina a los de la Ocean�a preeuropea. Y a todos llam� "hermanos": desde el Dalai Lama hasta rabinos y muft�es; desde sikhs hasta zoroastrianos. En esa materia, no s�lo invoc�, sino que, adem�s, dio realidad personal al llamado del Salmo 133 a "habitar los hermanos todos juntos" en la casa que nos es com�n. Combati� los sistemas inhumanos; combati� las ideas que crey� deshumanizantes, pero nunca atac� a las personas que las sosten�an, y abri� los brazos a todos, incluso a quien intent� asesinarlo. El mundo ha sufrido la gran p�rdida del Papa Juan Pablo II. Pero su legado es a�n m�s grande y los caminos que abri� se orientan a un futuro que, gracias a su obra, puede ser mejor que el de los tiempos que Karol Wojtyla debi� sufrir. La Iglesia Cat�lica se postula ecum�nica. El gran pastor que reci�n ha concluido su obra encarn�, verdaderamente, ese principio. Reciba su memoria, en nombre de la Uni�n Dem�crata Independiente, este homenaje y nuestra m�s profunda y admirativa gratitud. --(Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- Tiene la palabra el Honorable se�or Naranjo, en representaci�n del Comit� Partido Socialista. El se�or NARANJO.- Se�or Presidente, Excelent�simo se�or Nuncio Apost�lico, autoridades eclesi�sticas, sacerdotes, religiosas, seminaristas, Honorable Sala, se�oras y se�ores, queridos j�venes: La Humanidad est� de duelo: ha fallecido Su Santidad Juan Pablo II, "Juan Pablo El Santo" o "Juan Pablo El Grande", como ya lo denominan algunos. Hoy, como no hab�a ocurrido nunca en toda nuestra historia, debido a su carisma y a la masividad y universalidad de los medios de comunicaci�n, el mundo entero llora la partida de uno de sus hijos predilectos. Hombres, mujeres y ni�os de todas las razas, de todas las confesiones religiosas o ideolog�as pol�ticas, lamentan su muerte. Los socialistas, como todos los chilenos, nos inclinamos respetuosamente ante Juan Pablo II a la hora de su viaje eterno. �l, sin ninguna duda, ha sido y seguir� siendo uno de los personajes m�s relevantes de fines del siglo XX e inicios del XXI. Se�or Presidente, como todo personaje p�blico, Juan Pablo II ha tenido y tendr� detractores y admiradores. Dejemos que el tiempo haga su trabajo. Ser� tarea principalmente de historiadores y te�logos, una vez transcurridos los a�os, hacer ver a los hombres con m�s objetividad y serenidad lo que fue y lo que hizo. Sin embargo, ah� est�n sus enc�clicas, sus documentos, sus intervenciones. Hoy los socialistas queremos recordar y rendir homenaje a Juan Pablo II, el Papa peregrino, quien hizo uno de los objetivos de su apostolado "llevar el Evangelio a los confines de la tierra" y lo consigui� visitando m�s de 130 pa�ses. Para �l, lo importante, lo decisivo, era hacer sentir su presencia en el mundo; estar junto a los peregrinos, a los despose�dos, a los que profesaran o no profesaran la fe cat�lica. Ni las guerras, ni los riesgos a su vida, ni los dictadores pudieron detenerlo. Queremos recordar al Papa tolerante que impuls� la reconciliaci�n entre las diversas iglesias cristianas; que con respeto busc� el entendimiento con otras religiones, y que, incluso, alarg� su mano para implementar un di�logo con los no creyentes, ya que a todos los consideraba, en �ltima instancia, hijos de Dios. Queremos recordar al Papa que pidi� perd�n por los excesos cometidos por algunos de los miembros de la Iglesia a lo largo de la historia, y especialmente durante la Inquisici�n, o bien, por la d�bil actuaci�n de ella ante el holocausto del pueblo jud�o. Queremos recordar al Papa que constantemente se opuso a la guerra y que no call� en dicho af�n, como lo hizo hace poco con motivo del conflicto con Iraq. Queremos recordar al Papa que puso especial �nfasis en los j�venes, a quienes llam� a vivir en esperanza e invit� a construir un mundo mejor a trav�s del �nico medio posible: el amor. Queremos recordar al Papa que, en un mundo donde el dios del dinero y el �xito f�cil son para muchos un valor sagrado, nos llam� a impulsar una econom�a de la solidaridad, pues "los pobres no pueden esperar". Queremos recordar al Papa que nos invit�, una y otra vez, a guiarnos por principios y valores. Queremos recordar al Papa que, reconociendo nuestras faltas, nos instaba a no renunciar nunca al camino de la santidad. Se�or Presidente: Juan Pablo II, seg�n quienes estuvieron junto a �l, ten�a especial cari�o por Chile y su gente, motivo por el cual no estuvo ajeno a los avatares que sufri� nuestro pa�s en su historia reciente. A modo de ejemplo, recordar� dos situaciones donde la actuaci�n de Su Santidad revisti� importancia decisiva para nuestra naci�n. En primer lugar, su intervenci�n decidida, apenas iniciado su pontificado, con el fin de impedir una guerra fratricida con nuestros hermanos argentinos en 1978. Frente a este hecho, uno no puede dejar de preguntarse cu�ntos de nuestros compatriotas habr�an muerto si Juan Pablo II no hubiese mediado entre Chile y Argentina. �Cu�nto dolor evit�! �Gracias, Juan Pablo II, porque dijiste "s� a la vida" y "no a la muerte"! En segundo t�rmino, su visita a nuestra patria en abril de 1987, cuando el Mensajero de la Paz y de la Vida enfrent� a la cultura de la muerte que exist�a en nuestro pa�s y nos invit� a sumarnos a la Cultura de la Vida con su frase "El amor es m�s fuerte". Si bien es cierto que la visita del Papa a Chile ten�a un claro sentido y sello evangelizador, no podemos desconocer que produjo innegables implicancias en los planos econ�mico, pol�tico y social, que ayudaron a que m�s chilenos tomaran clara conciencia de la necesidad de que nuestra naci�n retornara a sus tradiciones hist�ricas, como pa�s con vocaci�n de entendimiento y no de enfrentamiento. Se�or Presidente, si hay algo notable en Juan Pablo II, es que no s�lo dec�a las cosas con claridad y fuerza cuando las cre�a justas y necesarias, sino que adem�s pose�a una cualidad muy suya: su enorme capacidad de hablar a trav�s de gestos. �C�mo no recordar que cada vez que visitaba un pa�s se arrodillaba para besar su suelo! �C�mo no recordar cuando se quedaba orando largamente! �C�mo olvidar cuando abraz�, una y otra vez, a Carmen Gloria Quintana, quemada por una patrulla militar! �C�mo no recordar que al pisar el Estadio Nacional lo calific� como un "lugar de muerte" e hizo en su pasto la se�al de la cruz! �C�mo no recordar que en el parque La Bandera ofici� la misa con la Biblia del asesinado sacerdote Andr� Jarlan! �C�mo olvidar cuando invit� a la Nunciatura a diferentes dirigentes pol�ticos opositores a la dictadura militar! Tal como ha se�alado el Cardenal Francisco Javier Err�zuriz, "s�lo con la distancia que dan los a�os valoraremos lo que el Papa hizo por Chile". Se�or Presidente, Honorable Sala, para finalizar, los socialistas queremos decir: �Descansa en paz, Juan Pablo II, que tu misi�n en la Tierra la cumpliste largamente! �Descansa en paz, pues millones de hombres y mujeres seguiremos trabajando por construir una sociedad m�s justa y solidaria, porque, tal como lo reiteraste hasta el cansancio, tenemos clara conciencia de que los pobres no pueden esperar! Muchas gracias. --(Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- En representaci�n del Comit� Renovaci�n Nacional, tiene la palabra el Honorable se�or Horvath. El se�or HORVATH.- Muy estimadas autoridades eclesi�sticas y acad�micas, estudiantes, se�or Ministro, Honorables Senadoras y Senadores: Para iniciar mejor estas palabras de homenaje al Papa Juan Pablo II, en nombre de los Senadores de Renovaci�n Nacional, deseo evocar la emoci�n que sentimos en el suelo austral los habitantes de Ais�n cuando nos dirigi� por radio un saludo desde el avi�n que surcaba el cielo de la Patagonia y nos envi� "de coraz�n su bendici�n apost�lica", y en la participaci�n de la misa que celebr� en Puerto Montt, despu�s de recorrer la bah�a entre los pescadores, con su homil�a de los 500 a�os de evangelizaci�n. �ste es el homenaje de un cristiano -por decirlo de alg�n modo- de este lado, del mundo real, con todas sus caracter�sticas, problemas y desaf�os, del mundo de los sentidos, que reh�ye el dolor, busca soluciones y plantea establecer pol�ticas, y que tiene, sin embargo, sed de trascendencia, hambre de esp�ritu. Karol J�sef Wojtyla naci� el 18 de mayo de 1920 en Wadowice, peque�o pueblo de 10 mil habitantes ubicado a 50 kil�metros de Cracovia. Fue el segundo de dos hijos. Con apenas 9 a�os de edad, pierde a su madre, Emilia Kaczorowska, quien muere antes de dar a luz; a los 12, a su hermano m�dico, Edmund, contagiado de escarlatina, y a los 21, a su padre, tambi�n de nombre Karol, ex oficial del ej�rcito austro-h�ngaro y miembro del ej�rcito de su amada patria, Polonia. Sin embargo, nunca fue un ni�o triste; por el contrario, era alegre, deportista: arquero de f�tbol, monta�ista. Desde temprana edad am� el contacto con la naturaleza. En 1938 se matricula en la universidad y en una escuela de teatro. Con la ocupaci�n nacionalsocialista de Hitler, tuvo que trabajar como obrero en una cantera y en una f�brica de qu�micos para ocultar sus actividades clandestinas, ya que organiza una universidad que llega a contar con 5 facultades, 130 profesores y 800 alumnos. Estudia filosof�a, idiomas, literatura y, tambi�n, teatro. En 1942 siente su vocaci�n sacerdotal y comienza a instruirse en religi�n. Despu�s de la Segunda Guerra Mundial contin�a en la universidad y en el seminario, orden�ndose sacerdote el 1� de noviembre de 1946. Enviado a Roma, se doctora en Teolog�a en 1948, con una tesis sobre el tema de la fe en las obras de San Juan de la Cruz. Vuelve a Polonia, donde ejerce su labor pastoral, y luego se desempe�a como profesor de Teolog�a Moral y �tica Social en la universidad y en el seminario. El 4 de julio de 1958, con apenas 38 a�os, es nombrado Obispo Auxiliar, y el 13 de enero de 1964, Arzobispo, por Su Santidad Paulo VI, quien, a su vez, le hizo Cardenal el 26 de junio de 1967. Participa activamente en el Concilio Vaticano II. Se puede apreciar en su libro "Signos de contradicci�n" la profundidad de su pensamiento y esp�ritu, con motivo de los retiros espirituales que organiz� para el Sumo Pont�fice de la �poca. Despu�s del breve pontificado de 33 d�as del carism�tico y revolucionario Juan Pablo I, Karol Wojtyla es elegido Papa: el primer Pont�fice no italiano en 455 a�os. R�pidamente se da a conocer como un Papa en�rgico, carism�tico, de gran llegada a trav�s de los medios de informaci�n y -lo que es m�s importante- con mucho esp�ritu que comunicar. A pocos meses de su elecci�n, el 8 de enero de 1979 Chile y Argentina le solicitan la mediaci�n por el diferendo del Canal Beagle, cuyo arbitraje el pa�s vecino hab�a declarado, en forma unilateral, insanablemente nulo y nos arrastraba de manera inevitable a la guerra. Largo y fecundo resulta enumerar los 26 a�os y 5 meses del papado de Juan Pablo II, el tercer per�odo m�s extenso despu�s de San Pedro (34 � 37 a�os) y de P�o IX (31 a�os y 7 meses). Las estad�sticas nos arrojan los siguientes datos. Recorri� un mill�n 248 mil kil�metros (3,24 veces la distancia entre la Tierra y la Luna) en sus distintos viajes: 104 al exterior de Italia -visit� 129 pa�ses- y 146 al interior de esa naci�n �estuvo en 301 parroquias romanas-, con lo que sum� dos a�os y tres meses fuera del Vaticano. Pronunci� m�s de 20 mil discursos, equivalentes a casi 100 mil p�ginas, pr�cticamente en todos los idiomas. Otorg� 1.160 audiencias a 17 millones 64 mil personas. Redact� 100 documentos, que incluyen 14 enc�clicas, 45 cartas apost�licas y 14 exhortaciones apost�licas. Beatific� a 1.338 personas y canoniz� a 482 -m�s que sus predecesores en cuatro siglos-, cumpliendo con todas las rigurosidades, como nos consta en el proceso de Santa Teresa de Los Andes y en el del Beato Padre Alberto Hurtado. Nombr� 231 cardenales, 183 de los cuales a�n est�n vivos y 119 tienen menos de 80 a�os, quienes participar�n en el pr�ximo C�nclave. Adem�s, se reuni� con m�s de 1.590 Jefes de Estado o de Gobierno. Pero, por sobre esos n�meros y dentro de ellos, hay un fuerte contenido, marcado por una aparente contradicci�n de un Papa moderno que usa todos los medios y modos de comunicaci�n, enraizado en una fuerte tradici�n y en los valores m�s profundos del cristianismo. �C�mo no tener presente, por un lado, su profunda objeci�n al nacionalsocialismo, al comunismo y al socialismo marxista sovi�tico -lleg� a ser clave en el derrumbe de estos sistemas-, y por otro, su enfrentamiento cr�tico al deshumanizado modelo neoliberal de mercado! �C�mo no mirar asombrado sus misiones en �frica, continente marcado por el hambre y las enfermedades, donde hizo ver a sus habitantes, contra toda pol�tica, que la soluci�n no est� en los anticonceptivos, sino en la fidelidad y en la familia! �C�mo no recordar su duro reto al insigne poeta nicarag�ense sacerdote Ernesto Cardenal y, tambi�n, la excomuni�n del Obispo Marcel Lefebvre, en 1988! �C�mo no tener a la vista, ante los esc�ndalos de abusos deshonestos cometidos por algunos religiosos en distintas partes del mundo, lo que calific� dura y certeramente como "cr�menes contra la sociedad"! �C�mo no resaltar su tremendo amor patrio; su amor por la naturaleza; su discurso ecol�gico; su amor comprometido y permanente por los j�venes, a quienes abri� un camino de luz; su amor pastoral por los m�s d�biles, y su voz tremenda para enfrentar todos los conflictos y todas las guerras! Sus planteamientos superan las contradicciones y los modelos. Sus soluciones provienen del esp�ritu, de ese esp�ritu que sobresale en nuestras propias luchas, conflictos y desacuerdos, y que lleva cada cual en su ser como individuo �nico y trascendente. Esto lo hizo ser reconocido como un l�der indiscutido en todos los sectores pol�ticos y religiosos. Ejerci� su liderazgo respecto de los m�s duros objetores, quienes incluso trataron de arrebatarle la vida en la plaza de San Pedro, situaci�n que milagrosamente super�, llegando a perdonar en persona al malhechor. Es as� como logr� revitalizar a la Iglesia Cat�lica, la que en 1978 contaba con 749 millones de fieles y hoy tiene aproximadamente 1.100 millones. Si bien mantiene el mismo 17 por ciento, de acuerdo con el crecimiento de la poblaci�n, hizo revivir la Iglesia en la esperanza y en la fe de que el mundo se renueva a partir de cada uno de nosotros. Juan Pablo II es para nosotros el Papa por antonomasia. Esas cuatro letras iniciales: Petri Apostoli Potestatem Accipiens, significan "El que recibe la Potestad del Ap�stol Pedro"; las de Pater Pastor equivalen a "Padre y Pastor", y las de Pont�fice, que proviene de Pontifex, a "El que hace puentes" (en este caso, con Dios). Es el Papa que tuvo un inmenso cari�o por Chile y los chilenos. Es el Papa que nos hizo abrir los ojos del coraz�n y que dram�ticamente dijo, ante los disturbios del parque O'Higgins, "El amor es m�s fuerte", fiel testimonio de la m�xima "Seg�n el amor en que hay�is vivido, ser�is juzgados". Muchas gracias. --(Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- En representaci�n del Comit� Institucionales 2, tiene la palabra el Honorable se�or Silva. El se�or SILVA.- Se�or Presidente, distinguido se�or Nuncio Apost�lico, distinguidas autoridades eclesi�sticas, Honorables Senadoras y Senadores, se�oras y se�ores: Hablo en nombre del Comit� Institucionales 2, y especialmente, de los Senadores del Partido Radical Social Dem�crata. En los �ltimos d�as, a nuestro entender de manera justificada, absoluta y plena, se ha rendido un homenaje recordatorio del Papa Juan Pablo II, a todo nivel. Y es que al Papa se lo ha rememorado, no s�lo por su actividad en cuanto tal y como Jefe de la Iglesia Cat�lica, sino en tanto genuino exponente del mundo entero. No es, en consecuencia, nuestro prop�sito destacar lo que la personalidad del Papa represent� en s�, porque ello ha sido recogido plenamente. Nuestras motivaciones conducir�n a explicar por qu� nosotros, las personas del mundo laico, espec�ficamente del Partido Radical Social Dem�crata, muchas de ellas agn�sticas, estimamos esencial de nuestro deber �tico y social concordar de manera plena con ustedes y con el mundo entero en este homenaje. Para nosotros, el Papa Juan Pablo II se caracteriz� como personero permanente de la defensa de los pobres. Aquello de que "los pobres no pueden esperar" se ha transformado en testimonio inolvidable de su visita a Chile, en abril de 1987. En consonancia con lo anterior, su permanente lucha por el imperio de lo social como eje fundamental de la vida humana se materializa m�s que nunca cuando sostiene, junto con sus cr�ticas a la globalizaci�n econ�mica, que ella s�lo puede concebirse si se la impregna de un sentido social y de, en una sola palabra, solidaridad. De all� que los Senadores laicos y los radicales no s�lo comprendamos sino que tambi�n compartamos sus juicios acerca de lo que con fundamento denomin� "El capitalismo salvaje"; es decir, un sistema econ�mico absolutamente individualista y ego�sta, en el cual un justo sentido social aparece omitido y olvidado por entero. No siempre, es cierto, estuvimos de acuerdo con sus planteamientos, que en algunos aspectos consideramos fundamentalistas y que nos llevan a sostener que Juan Pablo II, al transformarse en defensor de ellos, habr� de pasar a la historia como un Papa conservador. Nos referimos especialmente a aquellas concepciones que, recogiendo la doctrina tradicional de la Iglesia, sin admitir el avance de la evoluci�n y de modernas ideas cient�ficas, y basadas esencialmente en una noci�n tradicional de la sexualidad, grafic� con alto sentido cr�tico materias concernientes al divorcio vincular; al control de la natalidad, especialmente en lo que se ha denominado "p�ldora del d�a despu�s"; al aborto, sin comprender o aceptar su justificaci�n por razones terap�uticas; a la eutanasia, y a otras que en tal campo, gen�ricamente concebido, nos hacen defender un planteamiento de respeto a la autonom�a e independencia de la vida humana. No dejamos de comprender la cr�tica del pensamiento cat�lico cuando sostiene que, al amparo de tales derechos, se ha llegado al abuso pernicioso. Pero, a la vez, no podemos dejar de expresar que, precisamente al amparo de tales concepciones tradicionales, se han producido a menudo repercusiones abusivas. Empero, al margen de esto, en que vemos a Juan Pablo II como recogiendo el esp�ritu tradicional de la Iglesia, debemos reverenciarlo en la excelsa condici�n de Papa peregrino encargado de proyectar sus principios por el mundo entero y, sobre todo, en la plenitud de una vida llena de coraje y de esfuerzo en defensa abierta de la paz, de los derechos fundamentales de la persona humana y del est�mulo al trabajo y al amor como valores esenciales de la vida. En tal car�cter, tuvimos el honor de conversar con �l en dos oportunidades. Y su recuerdo habr� de ser perdurable entre nosotros, porque la humildad y la valent�a con que defendi� y estimul� valores tan excelsos y de tanta fuerza moral, espiritual y material lo han transformado, sin duda, en uno de los personajes m�s grandes de la Humanidad. He dicho. --(Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- El �ltimo orador es el Senador se�or Mart�nez, quien intervendr� en representaci�n del Comit� Institucionales 1. Tiene la palabra Su Se�or�a. El se�or MART�NEZ.- Se�or Presidente; Excelent�simo se�or Nuncio Apost�lico; autoridades de nuestra Iglesia Cat�lica; invitados especiales; Honorables Senadoras y Senadores; se�oras y se�ores: El Comit� Institucionales 1, en esta ocasi�n, quiere plantear su sentimiento de pesar por el fallecimiento de Su Santidad Juan Pablo II. Un amor a la verdad, un reconocimiento profundo y unas gracias infinitas nos obligan como chilenos a respetar, con la m�xima fuerza de nuestra alma, el duelo que hoy aflige al mundo cat�lico y a todos quienes vieron en la figura de Su Santidad Juan Pablo II un gu�a religioso, una autoridad moral y un extraordinario hombre de bien que influy� en los asuntos mundiales de su tiempo. En estos d�as, los recordatorios de sus acciones y visitas nos llevan a preguntarnos si en la naci�n chilena, en cuyas ra�ces se encuentra profundamente arraigada la cosmovisi�n cristiana, se han quedado sus ense�anzas y se han aplicado sus directrices en torno a la vida social, las conductas personales y las pol�ticas p�blicas. En medio de la estridencia comunicacional, esa pregunta queda sin respuesta, dejando una deuda que debiera llevar a asumir el compromiso de saldarla aplicando aqu�llas desde ahora en adelante. As� entendemos este homenaje, recordando que, s�ase creyente o no, la filosof�a emanada de todos los trabajos, documentos y discursos realizados por Juan Pablo II en sus 26 a�os de pontificado apunta a hacer m�s digna a la persona sin cuestionar su creencia religiosa, su ideolog�a pol�tica, el color de su piel y el idioma que hable. Humanidad en todo el esplendor de esta palabra: �Humanidad! Cuando Su Santidad acepta mediar en el conflicto argentino-chileno a partir de 1978, tiene en mente la paz como concepto fundamental para dignificar m�s la existencia humana. Percibi� la inminente confrontaci�n; se dio cuenta de que la guerra entre las dos naciones significaba abrir los caminos del odio por largos a�os en un continente donde hay demasiados conflictos potenciales, que, de suceder aqu�lla, ser�an fomentados. De haber estallado la guerra, a�n hoy la inestabilidad pol�tica y los dolores sociales, m�s la destrucci�n econ�mica, estar�an presentes en nuestro d�a a d�a. Tengo el deber de dejar clara constancia en este Hemiciclo de que la intervenci�n de Su Santidad fue motivada, y realmente motivada, por el personal inter�s y el profundo respeto que ten�a el Presidente constitucional, Capit�n General don Augusto Pinochet Ugarte, a su figura moral, a su gesti�n, a su estatura y a su influencia. Como testigo presencial de las m�s cruciales decisiones en este tema, un homenaje en memoria de Su Santidad no puede estar completo en la historia de Chile si no se menciona clara y definidamente la intervenci�n del Presidente Pinochet y del selecto grupo de colaboradores, tanto militares como civiles, que lo apoyaron en esta gesti�n, sin duda la m�s importante en la historia del siglo XX. �C�mo no estar, entonces, agradecidos de Su Santidad! �C�mo no estar agradecidos de sus se�ales para invitar a buscar una vida espiritual m�s grande y comprensiva! La canonizaci�n de Santa Teresa de Los Andes y su efecto como modelo para la juventud que busca la riqueza espiritual como primer objetivo de su formaci�n personal son se�ales extraordinarias de comprensi�n y de apoyo a nuestro Chile. Nadie puede negar que la gesti�n del Papa Juan Pablo II va m�s all� del mundo cat�lico. Sus visitas a los m�ximos l�deres religiosos jud�os y musulmanes; sus reuniones con los no creyentes, y la comprensi�n de la especial vida religiosa del mundo africano lo convirtieron en la personificaci�n de la tolerancia y del mejor ejemplo de la manera en que realmente debe aplicarse la caridad cristiana. �C�mo definir su gesti�n? Pienso que San Francisco de As�s, en su premonici�n de la iglesia futura, al crear su Oraci�n Simple, retrat� la gesti�n de Juan Pablo II al decir: "Oh Se�or, haz de m� un instrumento de tu paz: Donde hay odio, que yo lleve el Amor. Donde hay ofensa, que yo lleve el Perd�n. Donde hay discordia, que yo lleve la Uni�n. Donde hay duda, que yo lleve la Fe. Donde hay error, que yo lleve la Verdad. Donde hay desesperaci�n, que yo lleve la Esperanza. Donde hay tristeza, que yo lleve la Alegr�a. Donde est�n las tinieblas, que yo lleve la Luz. Oh Maestro, haced que yo no busque tanto: Ser consolado, sino consolar. Ser comprendido, sino comprender. Ser amado, sino amar. Porque es: Dando, que se recibe. Perdonando, que se es perdonado. Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.". Analizando sus 26 a�os de pontificado, uno concluye que esa oraci�n es la mejor s�ntesis de la gesti�n del Papa misionero que fue Juan Pablo II. El Comit� Institucionales 1 hace llegar sus m�s sentidas condolencias a las autoridades del Vaticano, en la persona del se�or Nuncio Apost�lico, aqu� presente, y a nuestra Iglesia Cat�lica chilena por el fallecimiento de Su Santidad Juan Pablo II. He dicho. --(Aplausos en la Sala y en tribunas). El se�or ROMERO (Presidente).- Se�ores Senadores, los integrantes del Coro del Colegio Seminario San Rafael de Valpara�so me solicitaron que se les brindara la posibilidad de agradecer este homenaje cantando el himno oficial de la visita del Santo Padre a nuestro pa�s. Solicito autorizaci�n de la Sala en tal sentido. Acordado. --El Coro del Colegio Seminario San Rafael de Valpara�so entona el himno "Mensajero de la vida". El se�or ROMERO (Presidente).- Habi�ndose cumplido su objetivo, se levanta la sesi�n. --Se levant� a las 17:33. Manuel Oca�a Vergara, Jefe de la Redacci�n