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- rdf:value = " PRECISIONES SOBRE COLAPSO DE LA DEMOCRACIA EN 1973
El señor MARTÍNEZ.-
Señor Presidente , el debate suscitado en los últimos días, especialmente en el Senado de la República, acerca de las causas y las responsabilidades del colapso de la democracia chilena, de la acción militar institucional del 11 de septiembre de 1973 y de los avatares de la guerra antisubversiva posterior obliga, para su cabal comprensión, a hacer algunas precisiones.
Se ha podido apreciar, en los sectores marxistas o vinculados políticamente al marxismo en la Concertación, un uso de las palabras digno de un tratado soviético de guerra semántica en pleno tiempo de la guerra fría.
En efecto, cada vez que se han visto obligados por la información indesmentible y la realidad histórica maciza a admitir siquiera en parte sus gravísimas responsabilidades, han calificado los hechos que dieron origen a éstas como simples "errores" y han asegurado que la reflexión posterior los habría hecho superar tales "errores".
Por el contrario, para quienes cumplieron con el deber patriótico de salvar los derechos fundamentales de los chilenos y la independencia y soberanía de nuestro país, y reorganizar la institucionalidad destruida por los aludidos "errores", todos los adjetivos peyorativos parecen pocos. Se ha llegado a hablar de genocidio y de tortura sistemática y masiva, con la pretensión de incluir tales hechos entre los llamados "delitos de lesa humanidad", buscando transformarlos en Chile en imprescriptibles e inamnistiables, pasando por sobre el derecho natural, nuestra legislación positiva y nuestra Carta Fundamental.
La realidad es muy diferente. Chile sufrió por largos años un asedio que perseguía sojuzgarlo, ocuparlo y violentar no sólo el ámbito público, sino las mismas conciencias de los chilenos, para transformarlos por la fuerza en el utópico "hombre nuevo".
Ese asedio fue realizado por una Organización transnacional, con ramificaciones en el país, que tenía sojuzgadas a otras naciones -incluyendo a una de las dos superpotencias mundiales- y que estaba controlada por un grupo de personas que rompieron todos los récords históricos en materia de genocidio, aplicación sistemática de la tortura y del terror, utilización del trabajo esclavo, persecución religiosa y toda la lista de delitos y violaciones a los derechos humanos que la imaginación pueda concebir.
Baste a este respecto el abrumador acopio de antecedentes de diversos estudios e investigaciones ya publicados, de universal conocimiento y reconocida seriedad, y nunca refutados, para hacerse una idea de los crímenes (o, en la jerga utilizada por la Concertación, "errores") de tal Organización, que se cuentan por abundantes decenas de millones, en los distintos países que dominó o en los que intervino o actuó.
¡Qué asombroso silencio el que ante tal abrumadora constancia de actos tan atroces mantienen aquellos que fueron o son miembros de las diferentes ramas en Chile de esa Organización y sus actuales aliados políticos en la Concertación!
Tal silencio basta para despojar de toda respetabilidad a la argumentación concertacionista. Con ese silencio ocultan nada menos que la causa del colapso político de Chile; la causa de la introducción en nuestro país de la violencia como método de acción política para acceder al poder total, y la causa de una situación internacional que tuvo por decenios al mundo al borde una guerra nuclear y sufriendo constantemente diferentes pero graves guerras localizadas provocadas por los brazos de la citada Organización llamados "movimientos de liberación".
Nos referimos a una Organización transnacional que, por sus efectos, muestra que se trata de la mayor asociación ilícita para el crimen en todas sus facetas y en toda la historia, o, lo que es lo mismo, de la mayor conspiración para delinquir de la historia, Organización que realizó en muchos lugares e intentó realizar en otros, incluso en Chile, crímenes tales que ni siquiera los códigos ni las convenciones internacionales más imaginativos fueron capaces de abarcarlos ni de preverlos en su monstruosa dimensión.
Si agregamos a lo dicho que los fundadores y jefes de tal Organización consideraban y consideran necesaria la violencia, la dictadura despiadada contra toda una forma de vivir y de pensar como una etapa inevitable, estimando bueno lo que sirviere a sus criminales objetivos de conquista del "poder total" y malo lo que lo impidiere, comprenderemos que la malignidad de esa Organización alcanzaba y afectaba todo el ser y la vida del hombre -individual, familiar y social, externa e interna, emocional y sicológica, consciente e inconsciente-, buscando violentar hasta el reducto mismo de su intimidad donde reside su libertad.
Esto explica que Pío XI calificara la ideología y la doctrina del comunismo utilizada por ella como "intrínsecamente perversa" (encíclica " Divini Redemptoris ), y que Su Santidad Juan Pablo II afirmase que ella constituía en nuestra época, no sólo como "ideología" sino también como "programa de acción", la "máxima expresión" de la "resistencia al Espíritu Santo" (encíclica "Dominum et Vivificantem", Nº 56).
Esto es aún más grave si se considera que la conquista del poder total y universal era buscada por tal Organización declaradamente para, a través de una dictadura despiadada de duración indefinida y por el uso sistemático y brutal del terror generalizado, destruir a los enemigos o forzarlos a cambiar su más profunda realidad a fin de transformarlos en esclavos desesperanzadamente sumisos ante quienes los oprimían.
Ésta es una descripción pálida de lo que agredió a nuestro país hasta el punto de hacer colapsar su institucionalidad ya antes del 11 de septiembre de 1973 y que organizó y realizó múltiples ataques terroristas, asesinatos, mentiras, subversión, intento de magnicidio y el mayor ingreso clandestino de armas de guerra de toda la historia de Chile. Orquestó además una calumniosa y sistemática campaña internacional de desinformación, un enorme hostigamiento contra nuestro país en los organismos internacionales, e impulsó dos veces proyectos de agresiones limítrofes contra la patria, que pudieron felizmente ser evitados, principalmente, en el caso del segundo, por la intervención de Su Santidad el Papa.
Agreguemos que todo este proyecto criminal estaba inserto en un marco teórico que lo planteaba, no sólo como inevitable, según se dijo, sino necesariamente como irreversible, sistemático y total.
Visto lo anterior, debemos concluir que nunca en nuestro país ni en el mundo se ha visto una conspiración delictiva más monstruosa en sus proyectos y en sus realizaciones. Los chilenos estuvimos en el inminente peligro de trasformarnos en esclavos de tal grupo de delincuentes. Esta monstruosa conspiración internacional tenía en Chile varias ramas operativas y varios organismos de fachada que, en su última etapa antes de acceder al poder, y durante la ocupación de éste, recibieron, en conjunto, el nombre político de "Unidad Popular".
Una vez en el poder, una de las ramas centrales de tal Organización en Chile, el Partido Socialista, declaró expresa y reiteradamente que la vía armada era necesaria para alcanzar el poder total e imponer su proyecto, con lo que no hacía sino repetir lo que, desde sus inicios, propugnaban sus inspiradores nacionales e internacionales.
Ésta fue la causa del colapso institucional de Chile. Este ataque obligó a las Fuerzas Armadas y de Orden a asumir el poder y organizar la defensa del país contra tal proyecto criminal. Al hacerlo rompieron los dogmas ideológicos marxistas de la inevitabilidad y la irreversibilidad de la Revolución, bases para el control sicológico que tal Organización ejercía sobre sus sometidos.
Además, la reacción de los chilenos constituyó la primera derrota social del comunismo, quebrando así otro elemento clave para la política de la Organización en Europa, que era presentar el cebo de un "socialismo con rostro humano" para implantar el "eurocomunismo", planteado éste como única alternativa a la imposición violenta del sistema, lo que se expresaba en la época con una frase inglesa de uso común: "better red than dead".
Esto fue tan claro que, pocos días después del 11 de septiembre de 1973, el Secretario General del Partido Comunista italiano, Enrico Berlinguer , señaló en un artículo que los hechos en Chile obligaban a un cambio de estrategia, y propuso entonces la del llamado "compromiso histórico", que es la inspiradora de la actual Concertación. Quedó, además, gravemente dañado el prestigio imperialista y dominador de la Organización e, incluso, la confianza en ella de las organizaciones dependientes.
Ello condujo a la citada Organización a orquestar contra Chile una ofensiva de tales proporciones que dejaba perplejos a observadores y diplomáticos objetivos de diversos países del mundo, que apreciaban una desproporción desmesurada en la virulencia de tal reacción. La causa de esa aparente desproporción es la que he señalado en esta intervención.
Además, tales hechos se dieron en un momento en que la dirigencia de la ex Unión Soviética, que era el instrumento principal con que la Organización pretendía el dominio del mundo, había tomado conciencia de que la guerra nuclear era un imposible y de que el rezago económico y tecnológico soviético les imponía obtener la victoria en un plazo relativamente limitado. Tal operación estaba centrada en la superioridad marítima, para la cual la ex Unión Soviética realizó la conformación de un potencial marítimo bélico nunca visto y tal que, con posterioridad a su crisis, ha debido abandonar en parte por la incapacidad de sostenerlo. Como ejemplo actual, destaco el terrible accidente del submarino nuclear Kursk.
Se pretendía dar a Occidente un jaque mate en términos de guerra convencional, y para ello resultaba indispensable el control de los tres grandes pasos interoceánicos: el Índico-Pacífico, para cuyo control se realizó, como razón estratégica, la guerra de Vietnam, pasando por el intento de golpe en Indonesia y la guerra irregular en Filipinas; el Índico-Atlántico, para lo cual se llevó a cabo el ataque para controlar África del Sur, más la guerrilla en Mozambique y Angola (en esta última, incluso con la presencia de contingente regular cubano); y el Atlántico-Pacífico, cuyo control se haría desde Chile, además de utilizarnos como base de subversión para el resto de América Latina.
La pérdida del control estratégico de Chile y de su posición hizo caer un pilar fundamental del plan, que lo retrasó lo suficiente para que pudiera producirse el colapso del control leninista en la ex Unión Soviética, hoy Rusia.
Ante la agresión que la Organización desató como reacción ante tal fracaso, el Gobierno de Chile de las Fuerzas Armadas y de Orden se vio obligado a asumir la defensa integral de la Patria. La magnitud de la citada agresión fue tal que resultaba evidente (y no sólo para las Fuerzas Armadas) que no podían fracasar. Una reversión hubiera significado un dominio absoluto y definitivo de la Organización transnacional marxista en Chile al amparo de la bipolaridad nuclear de la época.
Como esta agresión criminal, de carácter subversiva revolucionaria, era, entre otras cosas, simultáneamente interna y externa, económica, moral, sicológica y cultural, terrorista y asesina, y además inductora a la acción bélica de algunos vecinos contra Chile y saboteadora de la producción, la defensa frente a ella tuvo una característica que la sitúa fuera de los campos conceptuales de los códigos penales, civiles y militares de la guerra interna y de la guerra internacional. Por eso, se ha hablado, con propiedad, de guerra irregular y de guerra larvada, términos ambos que no alcanzan a describir la compleja realidad de su dinámica.
La magnitud y perversidad de tal conspiración criminal obligaron en conciencia a quienes tuvieran la responsabilidad de la defensa de Chile a arbitrar todas las medidas necesarias para salvar a la Patria. Si no lo hubieran hecho, habrían sido reos de traición. Así, la Cámara de Diputados llegó a recordar, en su oportunidad, a las Fuerzas Armadas su juramento.
Señores Senadores, reclamamos el procesamiento para determinar los hechos y los responsables y, cuando proceda, la condena de los dirigentes y miembros del Partido Comunista, del Partido Socialista, del MIR, del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y de todos los demás que hayan participado en esta gigantesca y criminal conspiración contra la humanidad y, específicamente, contra Chile y los chilenos, sea como autores, cómplices o encubridores, sea en la dimensión que éstos tienen como inductores.
Porque fueron ellos quienes lanzaron a jóvenes, muchas veces inmaduros y sin experiencia, a cometer delitos, desde la ocupación de propiedades hasta el asesinato. Nadie puede decir que sus incendiarias proclamas fueron meros "errores".
Basta ya con el silencio con el cual los actuales políticos del mundo cubren el mayor horror de la historia, es decir, los crímenes realizados bajo la dirección de Lenin, Stalin y por sus sucesores, como Kruschev, Brezhnev, Andropov y otros, y los cometidos en otros países durante el período en que los oprimieron personas participantes o dependientes de esta horrible conspiración delictiva, como Cuba, Yugoslavia, Polonia , Hungría , Alemania Oriental, Checoslovaquia, Lituania , Estonia , Letonia y múltiples países africanos y asiáticos. Tal silencio debe terminar.
Donde antes hubo cortinas de acero, de bambú y de caña de azúcar, hoy hay un espeso y casi inviolable manto de silencio. Es hora que la verdad sea dicha en alta voz y que también se persiga, en lo que proceda, la responsabilidad de quienes ensalzaron u ocultaron, a sabiendas, tales crímenes. ¡No a la cortina de la mentira!
Y si en Chile queremos ser justos, debemos comenzar por el proceso de los causantes de los males antes de asimilar a determinados tipos penales hechos que no concuerdan con ellos, realizando una auténtica simulación procesal -como ya lo hemos dicho en este Hemiciclo-, para perseguir a quienes lucharon por salvar a su Patria, tratando de evitar las gravísimas consecuencias de lo realizado por dichos causantes.
Al utilizar este último expediente, se ha olvidado el principio fundamental de la moral y del derecho, que señala que la calificación del acto humano se realiza por su intención, con lo que, además de montar hechos inexistentes e imposibles, se ha atribuido intenciones igualmente inexistentes, imposibles y absurdas.
Hay que corregir la injusticia cometida contra el General Pinochet y otros distinguidos oficiales y suboficiales de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, erradicando el uso de mentirosos artilugios utilizados con la intención de burlar la plena aplicación de la amnistía, la prescripción y la cosa juzgada.
Hay que cumplir también con la imperiosa obligación de justicia de denunciar y procesar, cuando corresponda, al menos en la parte que nos toca, a quienes han participado como autores, inductores, cómplices y encubridores de la mayor conspiración montada en contra de la nación chilena y de la humanidad.
Así, al menos Chile se liberará del baldón que con tal silencio mancha al mundo, rompiendo la cortina de la mentira.
He dicho.
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