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El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Proyecto de la Cámara de Diputados que modifica el Código del Trabajo para abolir el trabajo de los menores de quince años, con informe de la Comisión de Trabajo y Previsión Social.
--Los antecedentes sobre el proyecto (1470-13) figuran en los Diarios de Sesiones que se indican:
Proyecto de ley:
En segundo trámite, sesión 4ª, en 5 de junio de 1996.
Informe de Comisión:
Trabajo, sesión 36ª, en 16 de mayo de 2000.
El señor LAGOS ( Secretario ).-
El proyecto fue iniciado en una moción de diversos señores Diputados. Los objetivos fundamentales son: abolir en general el trabajo de los menores de quince años; elevar, a mayores de dieciséis años y menores de dieciocho, el grupo que podrá celebrar contratos de trabajo, manteniendo la obligación de contar con la autorización pertinente, y subir a mayores de quince años y menores de dieciséis el grupo que podrá contratar la prestación de sus servicios, conservando la autorización y requisitos que actualmente se exigen para ello.
Por las razones contenidas en el informe, la unanimidad de la Comisión, integrada por los Senadores señores Gazmuri, Parra, Prat, Ruiz De Giorgio y Urenda, prestó su aprobación a la idea de legislar sobre esta materia.
Enseguida, se hace una descripción de las normas del proyecto y se deja constancia de su discusión y de los acuerdos adoptados al respecto.
En la parte resolutiva del documento, se propone a la Sala aprobar el proyecto de la Honorable Cámara de Diputados, con las modificaciones señaladas en la parte pertinente.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
En discusión general y particular el proyecto.
Tiene la palabra el Senador señor Ruiz De Giorgio.
El señor RUIZ (don José).-
Hoy se plantea nuevamente el tema del trabajo infantil en la Sala de esta Corporación.
Hace un par de semanas debatimos y aprobamos el Convenio Nº 182, de la OIT, sobre prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación. En la ocasión manifesté la importancia de dicha aprobación, en cuanto ayuda a crear conciencia sobre un tema que debemos enfrentar.
Hoy debatimos un proyecto que busca modificar el Código del Trabajo para abolir, en general, la actividad laboral de los menores de quince años y elevar la edad en que los menores podrán celebrar contratos de trabajo con la autorización pertinente.
Sabemos que no es suficiente el establecimiento de normas laborales protectoras para enfrentar este complejo problema. El tema del trabajo infantil exige un conjunto de políticas públicas coordinadas e involucra a diversos ministerios y servicios, como también a las organizaciones de la sociedad civil relacionadas con la materia.
El tema que hoy debatimos presenta sin duda complejidades y contradicciones que deben ser resueltas adecuadamente. Revisemos el problema a la luz de tres preguntas:
¿Cuáles son las causas del trabajo infantil en nuestro país? ¿Qué consecuencias tiene la precoz incorporación de miles de menores a la actividad laboral? ¿Qué podría pasar con los menores trabajadores a quienes se les prohibirá la actividad laboral?
Las causas del trabajo infantil son claras. Obviamente, los niños no trabajan por gusto. La realidad es que un número importante de trabajadores percibe remuneraciones extremadamente bajas -sea por su escasa productividad, sea por injusta retribución a su aporte- que no permiten la subsistencia familiar, obligando a otros miembros de la familia a buscar trabajo para llevar más recursos al hogar. Ello significa que muchos niños, a una edad muy temprana, deben dejar sus estudios para colaborar con el presupuesto familiar. Según la encuesta CASEN de 1996, hay alrededor de 47 mil niños entre 6 y 14 años que trabajan en forma regular o esporádica, y aproximadamente 78 mil menores entre 15 y 17 años que realizan actividades laborales.
Sin duda, este fenómeno se ve acentuado en períodos de mayor inestabilidad en el empleo y de crisis económica.
Si queremos enfrentar el problema de fondo, atacando sus causas, no bastará sólo con dictar normas, establecer imposiciones o prohibiciones; es necesario generar las condiciones para que los niños puedan desarrollarse como tales y completar adecuadamente su educación.
En nuestro país, el libre juego del mercado no permitirá jamás por sí solo poner fin a las causas del trabajo infantil. Necesitamos la presencia de un Estado fuerte, con capacidad para generar condiciones de mayor equidad social y dotado de los instrumentos necesarios para regular y fiscalizar las relaciones de trabajo. El cumplimiento efectivo de la legislación laboral, el establecimiento de salarios mínimos, la protección de la seguridad social y la existencia de mecanismos de seguro de desempleo son elementos que, adecuadamente combinados, permitirán la reducción del trabajo infantil.
La iniciativa en análisis es coherente con una serie de medidas que apuntan en la misma dirección. Junto a las ya señaladas, podemos mencionar la creación, en el año 1993, del Comité Asesor Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Menor Trabajador, y especialmente, la realización de una profunda reforma educacional, que posibilitará la reducción de la deserción escolar en la educación media y una ampliación de la cobertura de la educación básica en el mundo rural. Todas estas medidas tienden a reducir el trabajo infantil, junto con promover la educación de los menores.
¿Qué consecuencias tiene la precoz incorporación de los menores a la actividad laboral?
Aquí debemos distinguir las consecuencias que ella tiene para los menores y para el resto del mundo laboral. El niño que se incorpora al trabajo ve muchas veces afectado su desarrollo físico, al realizar labores que exigen excesivo esfuerzo, lo que, también, puede resentir su salud. Además, atendida su inmadurez, no siempre las lleva a cabo con el cuidado y seguridad necesarios, pudiendo sufrir accidentes.
Por otra parte, el menor que trabaja ve limitada o impedida su participación en el sistema educacional, lo que reduce sus posibilidades de desarrollo intelectual, de desplegar habilidades sociales y de acceso a la cultura.
Desde una perspectiva económica, el menor trabajador que abandona los estudios verá seriamente afectada su productividad a lo largo de su vida laboral y, por lo tanto, estará condenado a recibir ingresos más bajos durante toda su vida. Como dice el refrán, el trabajo infantil es "pan para hoy, pero hambre para mañana". Todos los estudios especializados señalan que existen retornos salariales crecientes para la educación; es decir, quien más estudia tiene mayores posibilidades de obtener mejores remuneraciones.
La presencia de menores en el mundo del trabajo repercute en el resto de los trabajadores. Así por ejemplo, si se pueden pagar salarios más bajos a los menores, existirá un incentivo para los empleadores a contratarlos, lo que privará a los mayores de la posibilidad de acceder a esos puestos de trabajo, salvo que reduzcan sus pretensiones salariales, con el riesgo de originar un circulo vicioso que impulse a mayor número de menores a trabajar.
¿Qué podría pasar con los menores trabajadores a quienes se prohibirá la actividad laboral?
Este es un asunto que debemos analizar con mucha atención. Si simplemente se prohíbe a los menores continuar laborando y se cierran las puertas de su fuente de ocupación en el sector formal de la economía, claramente nos arriesgamos a que aumente el desarrollo de actividad laboral en el sector informal o que, incluso, en casos de necesidad extrema, los menores incurran en conductas delictuales para procurarse ingresos.
Por ello, es necesario reiterar que una decisión como la que hoy adoptaremos -que tiene un sentido correcto, pues el lugar de los menores es la educación y no el trabajo- debe necesariamente enmarcarse en un conjunto de políticas destinadas a terminar con el trabajo infantil y a ofrecer a los muchachos posibilidades reales de inserción en el sistema educacional, lo que pasa necesariamente por atacar las causas del problema antes descritas.
Con la conciencia de que ya existen otras políticas y programas coherentes con la iniciativa propuesta, pero con la claridad de que deben desarrollarse otras próximamente, anuncio mi voto favorable a esta iniciativa y agradezco la atención con que mis Honorables colegas han escuchado esta intervención.
He dicho.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Prat.
El señor PRAT.-
Señor Presidente , en la Comisión de Trabajo concurrimos a aprobar este proyecto que reduce en un año la edad para suscribir un contrato de trabajo, en el sentido de protección a la infancia y en orden a mantener nuestras normas en el primer nivel de resguardo de los derechos esenciales, en este caso, de los niños.
Eso es lo sustancial de la reforma en análisis, desestimándose otras modificaciones que la Comisión, en definitiva, consideró inconvenientes.
Sin embargo, cabe destacar que quedarán sin resolver ciertas materias que es conveniente analizar. Ya de alguna manera fueron tocadas en la sesión en que se trató el Convenio Nº 182, de la OIT, referido a la prohibición de las peores formas de trabajo infantil, que ¿recordémoslo- más bien decían relación a delitos. Ellas se dan en la realidad y, muy probablemente, seguirán existiendo, por lo que es necesario tenerlas en consideración.
Se ha dado en llamar "ayudistas" a los niños que participan junto a sus madres en labores que tienen connotación familiar, niños que, sin embargo, están sujetos a riesgos tales como los que se dan al trasladarse desde el hogar hasta el lugar de trabajo, y viceversa. Por lo tanto, en la medida que no estén amparados por algún tipo de contrato, quedarán en un grado inconveniente de indefensión.
La modificación legal en estudio no cubre, desgraciadamente, esa situación, y sería bueno que meditáramos y llegáramos a alguna fórmula de solución para esos casos. Éstos se dan, comúnmente, en el ámbito agrícola, en la recolección de frutos silvestres, principalmente en verano, en tiempo de vacaciones, por lo que no afectan a los menores en sus estudios; pero son una realidad. En algún momento se conoció de manera dramática en la Novena Región una situación de ese tipo a raíz de un accidente de tránsito donde se vio envuelto un bus que transportaba a muchas familias conformadas por madres, hijos en edad de trabajar y, también, hijos menores.
Detrás de tal actividad existe una realidad social que comienza muchas veces porque las madres no tienen dónde dejar a los niños y consideran una solución trasladarse con ellos a su lugar de trabajo.
Asimismo, la realidad social apunta en numerosos casos a familias que, por decisión propia, ven en las faenas de recolección una forma de mantener y educar a sus hijos y de proveer los útiles escolares necesarios para el inicio de clases. Las labores de recolección de la mosqueta -fruto silvestre que se cosecha en marzo- constituyen un ejemplo claro de esa realidad, que toca a muchas zonas agrícolas.
Encontrar una fórmula que proteja legalmente a los niños que se encuentran en tal situación, en la que seguramente, por el peso de la realidad, se mantendrán, es un tema que queda pendiente en este momento.
Sin embargo, por la forma como se legisla y por el avance que significa el proyecto en cuanto a la necesidad creciente de mayor protección a la infancia, lo voté afirmativamente en la Comisión, decisión que mantendré en la Sala.
Gracias, señor Presidente.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Senador señor Viera-Gallo.
El señor VIERA-GALLO .-
Señor Presidente , con el proyecto en debate el país asume las normas de la Organización Internacional del Trabajo respecto de la edad mínima exigida para trabajar con un contrato estable. Y me parece importante establecer ese punto, al cual se refiere el Convenio Nº 138, de 1973.
Chile ha demorado más de 25 años en llegar a esta situación. ¿Y por qué ahora? A mi juicio, por dos razones: primero, porque la situación económica del país lo hace más factible, y segundo, porque existe mayor conciencia sobre los derechos del niño, especialmente después de ratificarse la Convención Internacional que los protege.
Esta iniciativa, que se originó en una moción del Diputado señor Seguel , esencialmente busca mantener la situación actual, pero eleva de 15 a 16 años la edad de los menores que pueden contratarse. Y, tal como explicaron los Senadores señores Ruiz De Giorgio y Prat , el texto que nos ocupa al menos es un paso adelante en el camino de adecuarnos a las normas internacionales.
Quedan muchas tareas por realizar, y por cierto la de mayor importancia es la de la fiscalización.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Ruiz-Esquide.
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Señor Presidente , al igual que el resto de los señores Senadores, vamos a apoyar el proyecto en debate, por cuanto constituye un avance importante al establecer, por lo menos, que el menor ya no deberá tener 15 años sino 16 para suscribir un contrato de trabajo.
Sin embargo, como lo señalé en la sesión donde se discutió la aprobación del Convenio Nº 182 de la OIT y como lo hemos expresado públicamente en muchas oportunidades ¿recientemente, con la Diputada señora Rozas , quien se encuentra a mi lado-, en Chile no se resolverá el problema que estamos discutiendo mientras no se cumpla estrictamente lo establecido por la OIT y la Convención sobre los Derechos del Niño en cuanto a que la edad para empezar a trabajar no debe ser inferior a 18 años. Porque en un país con un proceso de desarrollo como el nuestro, en el que permanentemente se está aumentando la riqueza, no podremos resolver el problema de la justicia en esta materia mientras no tengamos claro que los menores de 18 años deben dedicarse a estudiar. De otra forma se produce un círculo de pobreza por todos conocido y que no resiste el menor análisis. Y las cifras que demuestran este aserto son abismantes.
Por lo tanto ¿insisto-, aunque el proyecto significa un avance (y por eso vamos a apoyarlo), no debe el Senado pensar que es todo lo que corresponde hacer.
Aquí se ha mencionado la relación bastante conflictiva entre el trabajo infantil y la pobreza de la familia.
En primer término, me parece del caso tener en cuenta que, respecto a los niños que deben trabajar para sostener a su familia, las cifras demuestran que lo que ellos aportan -¡escúchese bien!- no es importante en términos cuantitativos. Sí lo es en la medida en que de algún modo permite la supervivencia del grupo familiar.
Sin embargo, la cuestión mayor y más difícil de resolver surge cuando simultáneamente con el trabajo infantil existe deserción escolar. A este último respecto, basta comparar las estadísticas que dan cuenta de ese hecho entre los menores que trabajan y los que no lo hacen. En Chile, el nivel de escolaridad de los niños que no trabajan es 9,5 años, y el de aquellos que lo hacen, sólo 7,4. Y, en definitiva, la deserción escolar genera un hombre pobre, con hijos también pobres.
Entonces, señor Presidente, existe una suerte de círculo vicioso de la pobreza.
Pero hay algo más grave todavía, en mi concepto.
Hoy día estamos preocupados de la delincuencia infantil, y en todos los medios de comunicación se leen y escuchan con mayor frecuencia peticiones para tratarla con más dureza. Se han constituido grupos de personas que, horrorizadas, solicitan aplicar la pena de muerte; se han creado verdaderos comités para requerir que ella se haga efectiva, en un mundo donde sabemos positivamente que la fuerza disuasiva de esa drástica sanción en la delincuencia infantil es absolutamente ineficaz.
El señor HAMILTON .-
¡Nula!
El señor RUIZ-ESQUIDE .-
Como señala el Senador señor Hamilton , con mucha razón, es nula.
Se habla de la delincuencia y se procura llevar la discusión a si debe encarcelarse o no a jóvenes de 16, 15, 14 ó 13 años. Pronto tendremos aquí un proyecto tan tal sentido. Y algunos Diputados han pedido más dureza al Ministro del ramo.
Se sabe perfectamente que entre la delincuencia y la deserción escolar hay una relación directa. Pero también existe relación directa entre la deserción escolar y el trabajo infantil.
Por lo tanto, debemos tener clara conciencia de que, si seguimos legislando para permitir el trabajo infantil, estaremos generando las condiciones para que aumente la delincuencia y se llegue a las cifras de Estados Unidos, por ejemplo. En ese país hay 7 a 8 millones de presos, cifra que, según los cálculos, puede elevarse a 15 millones de aquí a cinco años. Allí, el 62 por ciento de los delincuentes mayores encarcelados tiene historias de maltrato, de trabajo infantil o de falta de escolaridad muy significativas en términos estadísticos.
Por consiguiente, dejo abierto el debate en este sentido. Me parece buena la iniciativa; convengo en todo lo que signifique avanzar un paso en la materia. Pero tengamos claro que con ella estamos mitigando un problema.
Mi preocupación radica en que, desgraciadamente, a veces se olvida que, aunque la aspiración o la utopía sea lejana, debemos buscarla. Por lo menos, ésa es mi opinión.
Es verdad: ¿qué se hace ahora, entonces, con los niños que trabajan? Y si no trabajan, ¿qué pasa con sus familias?
Hemos indicado algunas fórmulas. Hemos sugerido, por ejemplo, que, así como el Estado ha debido enfrentar, por las crisis recientes, el tema de la desocupación, no comprendido en el marco de su verdadera obligación en un momento determinado, corresponde que abra el camino del subsidio, con los debidos resguardos, a los grupos familiares de los niños que laboran por la necesidad de aportar a su casa -no son tantos; el cálculo se encuentra en elaboración-, para que esos menores puedan seguir estudiando.
Hemos destacado la conveniencia de que el Ministerio de Educación ofrezca una línea de reinserción de esos jóvenes cuando, después de dos o tres años, hayan tenido que abandonar la escuela.
Hemos propuesto que nos ocupemos a fondo en el tema, como sociedad, para que el trabajo infantil sea erradicado. Y no sólo hemos procedido en esa forma por razones éticas o directamente relacionadas con normativas que hemos aprobado y que son leyes de la República, como la Convención sobre los derechos del niño, sino también, y en lo fundamental, desde un punto de vista más práctico. Porque, Honorables colegas, nada puede compensar el costo económico ¿ya no me refiero a ideas o planteamientos valóricos- de lo que significan la delincuencia, la pérdida de productividad, el esfuerzo que se requerirá en el porvenir, las dificultades que se enfrentarán, la necesidad de transformar en cárceles una cantidad enorme de lugares donde será preciso mantener a esos niños. Hoy, gastar cien mil pesos por cada menor que se reintegra en el sistema escolar sale más a cuenta que empezar a saber lo que se desembolsará en el futuro.
Expongo esta argumentación porque siempre al final surge el tema del dinero, de las ventajas y desventajas, de los costos y los beneficios. Creo, honestamente, que aun en el más crudo de los pragmatismos económicos conviene prevenir la delincuencia infantil y no hallarnos en la coyuntura de castigarla, para terminar transformándonos en una suerte de sociedad que gasta una enorme cantidad de recursos en población penal. Y ello, sin perjuicio de que además, si se reflexiona en el futuro, se contempla con horror un país que ya empieza a pensar en dónde se construirán más cárceles, dónde se pondrán más rejas, dónde se cerrarán más los pasajes. A la postre, nos transformaremos en una sociedad orwelliana, donde deberemos defendernos unos de otros.
Sobre la base de todo lo expresado, señor Presidente , votaré a favor del proyecto, en la perspectiva de que constituye un avance. Pero quedará planteada permanentemente la solicitud que hemos formulado al Gobierno, además de las iniciativas de ley que presentaremos en su momento, para que en definitiva el tema se aborde de raíz -aunque sea en un plazo determinado, mas con miras a una solución permanente-, por vincularse a un hecho que contradice lo que configura una verdadera y auténtica sociedad solidaria, como se quiere en el mundo actual.
Muchas gracias.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Urenda.
El señor URENDA.-
Señor Presidente , concurrí a aprobar en general la iniciativa en debate, que a mi parecer puede significar algún avance, aunque estoy cierto de que no implica la superación íntegra del asunto que nos preocupa.
Debo consignar, en primer lugar, que ella registra un largo tiempo en el Parlamento y que se encontraba detenida por no haber mediado interés del Gobierno en activarla. Sólo en las últimas semanas fue incluida en la convocatoria y pudo ser aprobada en particular por la Comisión de Trabajo, que ya le había dado su conformidad hacía aproximadamente tres años.
Expreso mi coincidencia, al mismo tiempo, con el señor Senador que me antecedió en el uso de la palabra en el sentido de que el ideal es que los menores de 18 años no necesiten trabajar y estudien. En más de una oportunidad he objetado las estadísticas sobre empleo y desocupación que incluyen a las personas de 15 años para arriba como fuerza laboral, pues ello incide de alguna manera en la medición de la cesantía.
Ahora bien, es indudable que la proposición en análisis persigue una finalidad absolutamente loable, como es tender a la concreción del interés de que no trabajen los niños, entendiéndose por tales, según la definición universal, los menores de 18 años.
Estimo, sin embargo, que no cabe abrigar demasiadas ilusiones en la aprobación de esta clase de proyectos, porque una dificultad importante respecto de ese sector radica en el trabajo informal. Y bien puede ocurrir que, si no dictamos otras disposiciones y no nos preocupamos debidamente de tal aspecto, dejemos a algunos niños sin la mínima protección y aumente ese tipo de labor.
Deseo puntualizar que el precepto en estudio no significa cumplir con convenios de la Organización Internacional del Trabajo. En efecto, Chile no ha incurrido en incumplimientos sobre el particular, porque la OIT permite, como regla general, el trabajo de mayores de 15 años, y en casos especiales, hasta el de mayores de 13. Lo que estamos haciendo es dar un paso relacionado con el avance del país, el aumento de edad de la población, incluso, y el afán, absolutamente lógico, de que todos los niños completen la educación media y no sólo la que fue obligatoria en el pasado. Ésa es la verdadera finalidad.
En consecuencia, estamos dando hoy un paso importante.
Inclusive, pensándolo bien, yo habría preferido que la exigencia de cumplir con los estudios se aplicara también a los mayores de 16 años y menores de 18, y no quedase sólo reducida a los menores de 16 y mayores de 15. Antes se hacía referencia a los menores de 15 y mayores de 14.
Por las consideraciones expuestas, he concurrido a dar mi voto favorable. Reitero que se trata de un paso adelante. Pero debemos tener cuidado, porque, si no complementamos esto con otra medida, podremos causar un daño al dejar fuera del sistema a menores que, por necesidades familiares u otras circunstancias, de todas maneras trabajan.
En consecuencia, debemos tener presente que el proyecto no soluciona íntegramente la cuestión del trabajo infantil, sino que constituye un avance. Pero, si desatendiéramos los debidos controles, él podría traducirse en un retroceso.
Por otra parte, echo de menos en esta oportunidad, como en otras, el que no nos hayamos preocupado de flexibilizar la jornada laboral. Bien pudiere ocurrir que una de carácter reducido, en determinado tiempo de vacaciones, fuera una solución para miles de familias modestas, al igual que la flexibilidad es necesaria fundamentalmente para el trabajo femenino, en mi criterio, pero, en todo caso, para cualquier tipo de labor.
Por ello, apruebo la iniciativa, pero con las reservas que he mencionado y en la esperanza de que sigamos perfeccionando nuestro ordenamiento en términos reales y efectivos y no nos contentemos a veces con modificaciones que pueden ser meramente teóricas.
He dicho.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Senador señor Muñoz Barra.
El señor MUÑOZ BARRA.-
Señor Presidente , si bien este proyecto importa un paso en la orientación de hacer un reconocimiento a uno de los sectores más débiles de nuestra sociedad, quedan muchas interrogantes pendientes.
Por ejemplo, vale la pena recordar un estudio de la CEPAL que compara a dos trabajadores chilenos en igual puesto. Uno de ellos se ha ganado la vida desde niño y el otro se incorporó a los 18 años a la fuerza laboral. El primero se halla prácticamente condenado a recibir siempre una remuneración inferior al que comenzó a trabajar a los dieciocho años, que tiene una formación cultural mucho más sólida que la de quien desde muy temprana edad ha desarrollado diversas actividades laborales. Por lo tanto, en la situación que estamos analizando se registra un hecho científico y real que no puede pasarse por alto.
Ciertamente, conmueve que en Chile, cuya población llega aproximadamente a 15 millones de habitantes, haya 2 millones de niños pobres.
El número 3 del artículo 2 del Convenio 138 de la OIT dispone que la edad mínima que han de fijar las legislaciones nacionales no debe ser inferior a la edad en que cesa la obligación escolar o, en todo caso, los quince años. Tampoco puede pasarse por alto su artículo 3, número 1, que establece que la edad mínima de admisión al empleo no deberá ser inferior a dieciocho años. Es decir, dicho organismo internacional señala que las personas deberían estudiar hasta esa edad y después ingresar al mundo laboral.
Por eso, en esta sesión, en que se debate el tema, deseo destacar que con el Senador señor Bitar hemos presentado una reforma constitucional con el objeto de hacer obligatoria la educación media, como ocurre exactamente con la enseñanza básica. Quienes egresan de 8º año -en este nivel la deserción escolar es dramática: alcanza el 30 por ciento-, lo hacen aproximadamente a los doce años y de ahí hasta los dieciséis años deben enfrentar tiempos muy grises y de mucha soledad. Esperamos contar no sólo con el entusiasta respaldo de los señores Senadores, sino también del Ejecutivo para hacer realidad una reforma que determine la obligatoriedad de la enseñanza media, aunque deba subsidiarse a las familias de escasos recursos a fin de incentivar la permanencia de sus hijos en este nivel educativo.
Varios elementos deben porcentualizarse en el futuro. Se habla, por ejemplo -y lo decía un señor Senador que me antecedió en el uso de la palabra-, de que en los sectores rurales se presenta una situación que motiva a los jóvenes a desempeñar diversas actividades agrícolas, como la recolección de frutas. Esto ocurre porque no ha mediado una reforma consecuente con la realidad de los tiempos. En la ruralidad el sistema educacional llega magramente al 6º año básico en las famosas escuelas uni, bi y tridocentes -o sea, ni siquiera se completa el ciclo básico como ocurre en sectores urbanos-, lo que evidentemente motiva a los jóvenes a trabajar.
Ahora bien, nadie puede discutir que un niño en esas condiciones estará, por su mal formación, condenado a perpetuidad a desempeñar las labores más mal rentadas, más difíciles, más duras o más pesadas. Citemos, a modo de ejemplo, el caso de estudiantes de enseñanza básica que desde las 8 hasta las 13:30 permanecen en el establecimiento educacional -vale decir, están sujetos prácticamente a cinco o seis horas de estudio- y que, luego de una colación rápida, trabajan en algún supermercado durante seis o siete horas. Me formulo la siguiente pregunta: ¿son capaces esos jóvenes -cuya segunda jornada la realizan sin sueldo, sin previsión y sólo por propinas- de sentirse atraídos por continuar sus estudios? ¡Evidentemente que no!
Por eso, señor Presidente , anuncio mi voto favorable, pero manifiesto mis aprensiones en orden a que falta mucho por legislar, estudiar y avanzar en la materia.
He dicho.
______________
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Solicito autorización para que ingrese a la Sala el señor Subsecretario del Trabajo , don Yerko Ljubetic.
--Se accede.
______________
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Ríos.
El señor RÍOS.-
Señor Presidente , seré muy breve.
Estamos en presencia de un típico proyecto de ley respecto del cual pueden surgir, de pronto, normas que llamen la atención sobre temas valóricos, fundamentalmente. Sin duda alguna, el trabajo infantil es un problema de valor que corresponde cautelar básicamente a los padres y, si éstos no actúan, a la propia sociedad. Por lo tanto, el hecho de que se presente este tipo de iniciativas nos permite afirmar algo que puede ser útil en algún momento, no útil en otro, etcétera.
Conversando con varios señores Senadores muchos me señalaban que a los diez, once o doce años -y también fue mi caso- comenzaron a trabajar, a desarrollar tareas interesantes. Recuerdo perfectamente que a esas edades yo trabajaba en un quiosco de diarios los sábados y domingos, feliz y contento. Me ganaba unos pesos. Luego lo hice en el campo y en otras partes.
El propio Código Civil establece que en Chile la mujer puede casarse a los doce años y el hombre a los catorce, que son precisamente a quienes la legislación que ahora se propone se les estaría prohibiendo trabajar, por tener menos de quince o dieciséis años.
En cuanto a lo que ocurre en el ámbito agrícola, me remito a lo expresado por el Senador señor Moreno en sesión pasada. La verdad de las cosas es que en el campo el trabajo agrícola es espontáneo, alegre, ameno, entusiasta y feliz, sobre todo cuando se cosechan productos menores y no pesados. La participación de los niños forma parte de la fiesta del lugar y de su propia familia. No es un trabajo duro ni complicado. Recuerdo que una vez llegó una inspectora del trabajo a donde se realizaba este tipo de faenas y, por la participación en ellas de menores de doce años, quienes andaban con sus padres, dispuso su paralización. Se produjo una reacción muy violenta en contra de la funcionaria, pues nadie sentía que se estaba ante la presencia de algún tipo de esclavitud o de aprovechamiento por el trabajo de menores.
Lo dicho me permite sostener claramente que resulta muy difícil resolver temas de valor mediante leyes, porque se termina por buscar fórmulas para burlarlas. Si una sociedad carece de valores, es necesario dictar leyes, especialmente de este tipo. No cabe duda alguna de ello. Cuando uno visita poblaciones o los lugares más modestos de las ciudades, escucha reclamos de madres contra la respectiva municipalidad por no haber construido una cancha deportiva frente a su casa, despreocución que, estima, es la causa de que su hijo esté mal. Eso podrá ser efectivo, pero la primera responsabilidad le corresponde a ella, como madre. Éste es un hecho real.
Señor Presidente , para mí era muy importante aludir a lo anterior por cuanto he vivido la experiencia y la sigo viviendo. Soy un agricultor y he podido observar, tanto en mi propio campo cuanto en el de vecinos que los niños, acompañados de sus padres fundamentalmente -los menores no pueden ser contratados en forma directa, ya que eso no es posible, ni sería útil hacerlo-, llegan a trabajar espontánea y alegremente. Y la verdad es que no se produce daño alguno a nadie. Ellos se muestran contentos por el hecho de ganar algún dinero, en la misma forma en que muchos de nosotros lo hicimos siendo pequeños.
Votaré favorablemente el proyecto, porque se trata de indicar un sentido; pero la verdad es que sus normas no tendrán utilidad si la sociedad carece de valores.
He dicho.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Moreno.
El señor MORENO .-
Señor Presidente , la intervención del Senador señor Ríos se centró en algunos puntos a los que también deseo referirme. No tengo inconveniente en dar mi voto favorable a la iniciativa, pero, con sinceridad, estimo que ella no apunta derechamente al problema, según el propio diagnóstico de Su Señoría.
La idea es normar los contratos de trabajo y evitar que los menores de quince años sean sometidos a presiones económicas que los induzcan a abandonar otras actividades.
Comparto ese criterio y no tengo problema con respecto a él. Sin embargo, según el informe de la Comisión, la mayor dificultad estriba en que en Chile hay dos millones de niños que pertenecen a familias de extrema pobreza, cuyos integrantes no forman parte del mercado laboral donde rigen los contratos de trabajo. Todo lo contrario, constituyen un núcleo familiar en el cual las personas de cualquier edad optan por generar ingresos en la que se denomina "economía informal". Y esa economía informal se expresa en períodos o etapas durante los cuales muchos de los miembros de la familia necesitan obtener recursos.
Dentro del sector informal hay dos grandes áreas de extrema pobreza que llaman la atención: la primera la conforman los llamados "campamentos" (se han ido erradicando, pero aún quedan algunos); y la segunda, los sectores urbanos marginados de las posibilidades de desarrollo de la ciudad.
¿Qué ocurre ahí? Muchos niños y niñas colaboran, en alguna proporción con miembros de su familia, en actividades informales no originadas por contrato de trabajo, sino por una asociación del núcleo familiar, que no se rige por contrato alguno. Basta observar a quienes recogen botellas, diarios, cartones, o que deambulan en los vertederos, para darse cuenta de que, en general, se trata de menores de edad que acompañan a algún miembro de su familia.
Señor Presidente , el Senador señor Viera-Gallo me está solicitando una interrupción. Se la concedo, con todo gusto.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Con la venia de la Mesa, tiene la palabra el Honorable señor Viera-Gallo .
El señor VIERA-GALLO .-
Señor Presidente , lo señalado por el Senador señor Moreno es muy importante. Evidentemente, una cosa es cuando el niño trabaja integrado a la familia, y otra distinta cuando lo hace para terceros.
La iniciativa en análisis se refiere al trabajo de menores para terceros, en el que se exigen ciertos requisitos, el cumplimiento de la legislación y la necesaria fiscalización, como es el caso de aquellos que laboran en los supermercados, a lo cual me referí en una sesión anterior.
Agradezco la interrupción.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Puede continuar el Honorable señor Moreno .
El señor MORENO .-
Señor Presidente , comparto la observación formulada por el Senador señor Viera-Gallo , pero como manifesté -y lo reitero, aunque parezca repetitivo-, el proyecto no apunta al grueso del problema, que es precisamente lo que yo quería señalar.
La segunda área dentro del gran sector informal la constituyen las familias del sector rural, que se dividen en dos grandes categorías: los minifundistas o "no viables" -como se los llama (sobre la base de criterios que no comparto) en la terminología hoy en uso-, y los pequeños agricultores que explotan predios inferiores a dos hectáreas.
Hay zonas completas del país, tanto en el sur como en las comunidades tradicionales del Norte Chico y otras, en donde se observa ese fenómeno. Allí el trabajo está asociado no sólo al núcleo familiar, sino también a una vía indirecta. Todos hemos podido percatarnos de que quienes venden quesos, cajas de higos, brevas o frutillas en los caminos, carreteras y autopistas son niños.
Ésas son las reflexiones que deseaba exponer en el Senado.
No tengo inconveniente alguno en que se introduzcan enmiendas al Código del Trabajo para regular las labores que los menores de edad realizan para terceros. ¡Ninguno! Pero debo expresar que dichas modificaciones no solucionan el problema, porque la gran mayoría de la gente que se halla en cierto grado de dificultad pertenece a algún núcleo familiar cuya situación de pobreza empuja a los niños a la deserción escolar y a otras cosas.
En las zonas rurales la deserción escolar es muy grande.
El señor MUÑOZ BARRA .-
¡Por el sistema educativo!
El señor MORENO .-
Concuerdo con Su Señoría en que la deserción escolar en el campo es motivada por el sistema educacional; pero, además, porque realmente no existe ningún incentivo para que los estudiantes se mantengan en él. Eso podría resolverse si se llevara a la práctica una medida que el Presidente de la República , señor Ricardo Lagos , anunció en su campaña y que hago mía: otorgando en los sectores rurales de menores ingresos una doble subvención, con el objeto de retener dentro del sistema educacional a los niños de las familias más pobres. De ese modo se aliviaría en parte la suerte de drenaje producido por la falta de recursos.
Ésas son -repito- las reflexiones que quería hacer, porque al leer el texto propuesto sentí que me causaría insatisfacción decir: "Mire, estoy de acuerdo con esto", en circunstancias de que en esa forma no se arregla el problema. Y esto es, también, lo que deseo dejar establecido.
Anuncio que votaré favorablemente.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra la Honorable señora Frei.
La señora FREI (doña Carmen) .-
Mi intervención será bastante breve, porque -como el señor Presidente me expresó recién-, considerando lo que ha demorado el proyecto, si seguimos hablando mucho los niños tendrán más de 21 años cuando se dicte la ley.
La presente iniciativa, así como la suscripción de los acuerdos de las Naciones Unidas, son absolutamente necesarias.
Ahora, además de lo manifestado por distintos señores Senadores, deberemos preocuparnos de implementar las normas propuestas. Porque, indudablemente, un niño que no esté yendo al colegio, o que sólo asista en régimen de media jornada, saldrá de su casa y la familia no tendrá ningún control sobre él, menos aún si la madre realiza labores fuera del hogar, porque comúnmente los menores trabajan para aliviar la difícil situación económica que allí se enfrenta.
Por lo tanto, es indispensable implementar bien la reforma educacional y crear lugares de entretención para los niños, a fin de evitar que permanezcan mucho tiempo viendo televisión. Según las últimas encuestas, los chilenos pasamos un promedio de cuatro horas diarias por persona mirando televisión, y los mensajes que ésta entrega no son en absoluto los que convienen a los menores. De allí provienen muchos problemas de agresividad, de violencia. Y si están solos pueden caer fácilmente en la drogadicción y en la delincuencia, ya sea para evadirse de la realidad o para ganar unos pocos pesos sin tener que trabajar. O sea, es esencial adoptar una serie de medidas y continuar implementando las existentes.
Es preciso contar con normas como las que nos ocupan y, a mi juicio, hay la mejor disposición para votarlas de manera favorable. No obstante, todavía estamos lejos de proporcionar a nuestros niños las condiciones necesarias para que tengan una vida digna.
Es cierto que en Chile ya no existe la explotación que hoy se observa en otras naciones del mundo, donde, pese a la globalización y el modernismo, se ve a menores trabajando en faenas muy duras, aprovechando que se trata de mano de obra barata. Sin embargo, estamos lejos de lograr una vida adecuada y digna para nuestros niños.
De otro lado, las diferencias tan marcadas en el país entre muchachos de distintas condiciones sociales, constituyen una lacra que costará mucho suprimir; pero si, como hemos expresado, tenemos la intención de actuar responsablemente y aprobar todas aquellas reformas tendientes a proporcionarles una vida digna, con la ley en proyecto estamos en el camino adecuado.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Fernández.
El señor FERNÁNDEZ.-
Señor Presidente , sin perjuicio de que en su momento aprobaré la iniciativa, deseo hacer presentes algunas observaciones que dicen relación a las condiciones que deberán existir para que ella pueda cumplir verdaderamente los objetivos que persigue.
En mi concepto, no basta sólo la prohibición de celebrar contratos de trabajo. Deben crearse las condiciones socioeconómicas que permitan dejar de laborar, sin que ello signifique una dificultad insalvable para las familias, que generalmente son muy humildes y requieren de los ingresos que el menor aporta al hogar. Por lo tanto, esto debe ir necesariamente complementado con normas que aseguren o beneficien a la familia de modo que el hogar no sufra menoscabo en cuanto a ingresos.
Por otra parte, debemos tener en cuenta -como lo han señalado algunos señores Senadores- que la disposición se refiere sólo al caso de los contratos regidos por el Código del Trabajo, una de las modalidades que puede adoptar el trabajo infantil. Pero existen otras que no van a quedar protegidas por esta legislación, por lo que se hace mucho más necesaria la aplicación general del mejoramiento en las condiciones socioeconómicas.
Desde luego hay que mencionar el trabajo familiar, muy importante especialmente en el campo y en la pequeña industria, donde las labores del menor se realizan dentro de la familia. Tales actividades no están prohibidas, naturalmente, porque no se encuentran sujetas al Código del Trabajo. No obstante, creo que la misma justificación podría existir para este tipo de ocupación, porque los peligros, la deserción estudiantil, etcétera, también pueden producirse allí. Y es posible que el esfuerzo llegue a ser muy duro, difícil y realizado en condiciones igualmente inconvenientes para el menor. Por eso, también debiera considerarse la protección en ese tipo de desempeño laboral, para evitar que él sea también causa de perjuicio para el niño.
Debe tenerse también en cuenta que existe otra clase de trabajo, distinto del laboral y del familiar, que es la actividad empresarial que llevan a cabo por sí mismos los menores. Puede incluso ser el caso de de un deportista destacado, ya que existen actividades físicas en que la edad tiene importancia relevante para el rendimiento que se alcance, como sucede con la natación, por mencionar alguna, en donde el menor deba celebrar algún tipo de contrato como consecuencia de su capacidad deportiva extraordinaria. Esa clase de actividades también debe quedar sujeta a algún grado de regulación, porque muchas veces el hecho de que un menor posea condiciones deportivas destacadas o habilidades excepcionales conduce a un grado de explotación tanto o más grave que la causada a través de un contrato de trabajo.
Todas éstas son materias que deberían considerarse complementarias del proyecto, el que, en mi opinión, sigue una línea adecuada, por lo que cuenta con mi aprobación. Sin embargo, estimo que resultaría una legislación insuficiente si sólo nos conformáramos con la normativa que estamos analizando, sin entrar en el estudio y regulación de las otras situaciones que también son atinentes al trabajo de los menores.
He dicho.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
No hay más señores Senadores inscritos para intervenir en el debate.
Ofrezco la palabra.
Tiene la palabra el Honorable señor Adolfo Zaldívar.
El señor ZALDÍVAR (don Adolfo) .-
Señor Presidente , quiero agregar una reflexión que acaso sigue el mismo sentido de lo expuesto por el Honorable señor Fernández .
Al escuchar al Senador señor Ruiz-Esquide recordé aquellas novelas de Charles Dickens en las que se describía parte de lo que fue el trabajo infantil en el siglo XIX, en Inglaterra, cuando la industria textil alcanzó un gran desarrollo, o empezaba a tenerlo.
Parto de la base de que está bien que nos ocupemos en este proyecto, así como está bien que haya otras normativas similares en nuestra legislación. Pero opino que no basta con quedarse en esto, sino que es necesario ir al fondo mismo del problema. En ese sentido, deberá producirse una toma de conciencia por parte de la sociedad y de las diversas instituciones llamadas a cautelar que, junto con el desarrollo de una sociedad sana, se logre que el progreso económico y social se traduzca igualmente en el correspondiente desarrollo humano y familiar. Con ello se logrará que todos nuestros niños crezcan en un ambiente adecuado.
Por esas razones, señor Presidente , pienso que no sólo debemos aprobar el proyecto en discusión, sino además entender a fondo el sentido que él tiene, con lo que se logrará que nuestra comunidad alcance un mejor estado de desarrollo.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Tiene la palabra el Honorable señor Bitar.
El señor BITAR.-
Señor Presidente , aprovechando esta ocasión, quiero señalar lo siguiente.
Un avance que debemos hacer, como Senado y como Parlamento, consiste en aprobar una reforma constitucional que establezca la obligatoriedad de la enseñanza media, del mismo modo que en la década de los veinte se aprobó en nuestro país la ley que hizo obligatoria la enseñanza básica.
En aquel tiempo, la cobertura de la enseñanza media, que se extendía por unos seis años, no alcanzaba ni al 50 por ciento de la población. Hoy la cobertura de ese tramo de la enseñanza alcanza en promedio aproximadamente el 83 por ciento de la población en edad de recibirla. Sin embargo, si tomamos a los sectores de más bajos ingresos, esa instrucción llega solamente al 75 por ciento, en tanto que en el estrato de altos ingresos es casi del ciento por ciento.
El número de jóvenes que hoy permanecen fuera de la enseñanza media y que sí debieran recibirla, sea en versión humanista o técnica, es de unos 140 mil en nuestro país. Hemos visto, además, que esta situación está vinculada al problema de la comisión de delitos menores o de robos, que se concentra en proporción importante en jóvenes que muchas veces no tienen otro destino y terminan en esas actividades inconvenientes para la sociedad.
Un paso que podemos dar, y que Chile estará en condiciones de enfrentar en el siglo XXI, es entregar una señal positiva, como lo hicimos hace poco con relación a la educación parvularia (incorporada en la Constitución Política, como una manifestación), consistente en abordar esta vez lo mismo respecto de la educación media, lo cual es mucho más posible, está al alcance de la mano. Además, el Estado ya tiene la obligación de abrir las puertas de los liceos cuando un niño no tiene posibilidad de ingresar a un colegio pagado. Sabemos que hoy eso se puede hacer.
La Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento está presidida por el Honorable señor Díez , quien en este último tiempo ha estado acelerando con bastante interés una serie de proyectos y reformas constitucionales. Considero muy importante avanzar en el debate del proyecto de reforma que menciono ahora (el que junto con los Senadores señores Ruiz-Esquide y Muñoz Barra planteamos hace ya más de un año) y colocar esta materia a la altura de lo que son las obligaciones que impone el siglo XXI. Opino que el país se halla en condiciones de hacerlo, y que con ello daríamos una señal muy potente, como se hizo al comienzo del siglo XX respecto de la enseñanza básica. Estoy seguro de que esta iniciativa recoge bien la aspiración de la totalidad, o al menos de la mayoría de los Honorables colegas.
La medida indicada, que aprovecho de plantear con motivo de estar debatiendo el presente proyecto, vendría a potenciar la retención de alumnos en la educación media, como una forma de reducir la exposición de los jóvenes a un trabajo prematuro. Potenciaría igualmente mayor productividad nacional en una era en que la clave se encuentra en los niveles educacionales y en que nos hallamos, por cierto, en condiciones de impulsarla.
Por tales razones, junto con anunciar mi voto favorable al proyecto en discusión, que también agrega una contribución menor, soy partidario de apuntar a lo fundamental: atacar, de manera de cubrirla en un plazo muy breve, la educación media en forma total: el ciento por ciento de la población en edad de cumplirla. Mecanismos existen. Se dispone de un estudio que ya mencionó otro señor Senador, que nos permitiría subsidiar a la familia, como contraparte del hecho de que el joven permanezca en el colegio hasta terminar su educación media. Creemos que Chile está con condiciones de dar ese paso, y es fundamental para su futuro.
El señor DÍEZ.-
Tomaremos en cuenta sus observaciones, Honorable colega, cuando confeccionemos la tabla de la Comisión, después de terminado el estudio del Código Procesal Penal.
El señor ZALDÍVAR, don Andrés ( Presidente ).-
Ofrezco la palabra.
Ofrezco la palabra.
Cerrado el debate.
En votación.
--Por unanimidad, se aprueba el proyecto en general y en particular a la vez, y queda despachado en este trámite.
"
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