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- rdf:value = " PETICIÓN DE PERDÓN DE PAPA JUAN PABLO II. OFICIO
El señor VIERA-GALLO .-
Señor Presidente , esta tarde deseo destacar las diversas ocasiones en que el Papa Juan Pablo II ha solicitado perdón por las graves violaciones a los derechos humanos cometidas a lo largo de la historia por la propia Iglesia Católica o por gran parte de sus integrantes.
En mi opinión, se necesita un enorme coraje y fundamento espiritual para que la más alta autoridad de la Iglesia Católica reconozca esos abusos en contra de la dignidad humana, desde la justificación de la esclavitud, la conquista de América y la forma en que se impuso la fe, el tráfico de esclavos desde el África, las guerras de religión, las Cruzadas, hasta, en este siglo, la situación más grave de todas, a saber, el Holocausto del pueblo judío llevado a cabo por el Régimen de Hitler.
En su reciente viaje a Tierra Santa, al visitar el lugar donde se hace la conmemoración perpetua de las víctimas del Holocausto, el Papa tuvo palabras bastante claras y precisas no sólo para condenar ese tipo de crímenes y lamentar el antisemitismo que por muchos siglos ha existido en el seno del catolicismo, sino, también, para indicar que era absolutamente injustificable el silencio o la actitud que algunos cristianos tuvieron cuando se llevaba a cabo el Holocausto en la Alemania nazi y en toda la Europa central y oriental.
Asimismo, resulta digno de destacar que, entre nosotros, la conmemoración del Holocausto se inicie en el seno de la Pontificia Universidad Católica de Santiago. En efecto, es en su Centro de Extensión donde, justamente a partir del día de hoy, se recuerda el martirio del pueblo judío, en consonancia con las palabras del Santo Padre , con el arrepentimiento de la Iglesia y con el "mea culpa" público de Su Santidad.
Cabría hacer muchas reflexiones sobre esta materia, pero solamente mencionaré tres:
En primer lugar, se puede pedir perdón cuando los miembros de una institución cometen faltas graves. O sea, las peticiones de perdón no competen sólo a los individuos. También las instituciones, incluso religiosas, se enaltecen cuando reconocen que han cometido faltas graves en contra de la dignidad de las personas.
En segundo término, es muy importante que la religión no lleve al fanatismo, a la intolerancia. Muy por el contrario: ojalá la fe religiosa pudiera servir para la unidad, la fraternidad y el encuentro entre los pueblos, cosa que desgraciadamente ni siquiera vemos hoy en la propia Tierra Santa. En efecto, en Jerusalén, si bien se dan pasos importantes hacia la paz, todavía podemos apreciar que la convivencia entre la religión judía, el islamismo y el cristianismo no es para nada fácil.
Por último, quisiera señalar que no se puede borrar nunca la memoria de los hechos que afectan gravemente la dignidad humana. Si uno entra a cualquier iglesia cristiana, lo primero que ve son figuras de mártires, es decir, de personas que han sido sacrificadas por su fe. Y si se las recuerda es porque se considera que es un valor que esas personas hayan muerto por sus ideales y porque se quiere que eso nunca más se vuelva a repetir. Yo creo que lo mismo vale para personas que han muerto en circunstancias semejantes, aun cuando no tengan la fe. Los pueblos, las culturas, la civilización que algunos llaman "cristiana-occidental" recuerdan a sus víctimas, sus mártires, porque eso reafirma los valores de la tolerancia y de respeto al ser humano, que siempre estamos tentados de vulnerar. Y esto lo hacemos todos, a veces en nombre de ideales, de intereses, del amor al poder, de la propia religión, de tantas cosas.
Por tales razones, he creído oportuno resaltar en Chile, donde ha pasado un poco desapercibido, este gesto del Papa que ha dado origen a debates bastante interesantes en el mundo religioso y en el mundo laico acerca del sentido del perdón, el sentido de la memoria y del recuerdo y la necesidad de terminar el siglo XX y comenzar el XXI con un espíritu distinto, de tolerancia, de respeto y de absoluta valoración de la dignidad de las personas, de su libertad de conciencia, de su libertad de creencias y de su libertad política, valores democráticos que creo muy importantes de reafirmar.
Por eso he querido destacar también esta tarde que entre nosotros haya habido un gesto significativo de parte de la Universidad Católica de Chile al acoger la exposición sobre el Holocausto.
Deseo aprovechar la ocasión, señor Presidente , para reafirmar lo que una vez ya el Senado, por unanimidad, pidió al Gobierno anterior: prohibir la realización en Chile de un congreso nazi. Ello por una razón muy simple: porque el partido y la ideología nazi llevan en sí el germen de la violencia. Es una ideología basada en la intolerancia racial. Y, según las convenciones sobre derechos humanos incorporadas en las bases de nuestra Constitución, no puede hacerse propaganda segregacionista ni haber odio racial, ni pueden divulgarse doctrinas racistas que llevan, por cierto, al menoscabo del ser humano; o, peor todavía, a su persecución o eliminación.
Por eso, junto con resaltar el gesto del Papa, me parece muy importante también reiterar al Gobierno -lo que, al parecer, ya han hecho ciertas autoridades oficiales-, mediante el envío de un oficio al señor Ministro del Interior , que se aplique la ley y, por lo tanto, que se prohíba la realización en Chile del congreso nazi, por cuanto se trata de una actividad terrorista. En nuestro país, no podría realizarse el día de mañana un congreso de grupos terroristas. Bueno, lo mismo vale, y aun quizás con mayor razón, por el volumen del terror que el nazismo introdujo en el mundo, si aquí se llevase a cabo un evento de esa naturaleza.
--Se anuncia el envío del oficio solicitado, en nombre del señor Senador, de conformidad al Reglamento.
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